Es frecuente oír en boca de miembros
de la Izquierda Abertzale Oficial, aunque también en la de sectores críticos a
la misma, que cuando se refieren al “socialismo” por el que dicen luchar, con
mucha frecuencia, le añadan adjetivos, coletillas o etiquetas, tales como:
“socialismo feminista”, “socialismo ecológico” o “ecosocialismo”, “socialismo
identitario”, “socialismo redistributivo”, “socialismo desde abajo”, etc.
Indudablemente, todos estos juegos
semánticos sólo tienen un objeto que es el de embarullar, diluir, difuminar
dicho concepto; en un intento desesperado por despojarlo de todo su significado
revolucionario. Una pretensión vana de ocultar su verdadero sentido que es el
de constituir un periodo de transición entre la sociedad de clases (el
capitalismo) y la sociedad sin clases (el comunismo). Y eso lo hacen porque, en
el fondo, por mucho que digan, realmente no pretenden acabar con aquel. Porque
tienen vértigo ante un cambio revolucionario. Porque únicamente pretenden
realizar cambios superficiales, sin abordar los problemas esenciales.
De ahí que la idea de “socialismo”
que defienden corresponda objetivamente con los intereses de clase de la
pequeña burguesía. Una clase de transición
que en la estructura social vasca ocupa una posición intermedia entre la clase
obrera y la burguesía. Una clase que tiene un origen y una composición
contradictoria. Que se encuentra asfixiada por las grandes empresas
capitalistas y que sus capas media e inferior se están viendo rápidamente
empobrecidas y abocadas a la proletarización. En definitiva, una clase que, por la posición estructural que
ocupa tiene un comportamiento tímido, vacilante e inconsecuente y que,
dependiendo de las circunstancias histórico-concretas, podría oscilar entre la
contrarrevolución y la revolución proletaria.
Pero, veamos algunos aspectos de su
concepción del “socialismo”. Por ejemplo. Hablar de socialismo “feminista” no
es más que una redundancia. La opresión de la mujer es la primera que ha
aparecido en la historia, incluso antes de que surgiesen las clases sociales.
El patriarcado consistió en un conjunto de relaciones sociales mediante las
cuales la mujer pasó a ocupar una posición subordinada y dependiente respecto al
varón, dando lugar a la división sexual del trabajo. Posteriormente, una vez
surgida la sociedad de clases, el patriarcado se fue adaptando e imbricando con
ella, estableciendo una relación de mutua interdependencia que le ha llevado a
adecuarse a los distintos modos de producción, contribuyendo a su consolidación
y, al mismo tiempo, dependiendo de cada uno de ellos para su propia supervivencia.
La lucha contra el capitalismo y por
el comunismo conlleva la existencia de un periodo de transición, durante el
cual seguirá habiendo clases y lucha de clases. En este periodo, aunque no se producirá “automáticamente” la
desaparición del patriarcado, la lucha por la emancipación de la mujer se podrá
desarrollar en unas nuevas condiciones, mucho más favorables que hasta ahora,
aunque no estará exenta de dificultades y contradicciones.
Y, el avance hacia el comunismo, con
la progresiva desaparición de las clases, y la transformación
(revolucionarización) de las relaciones sociales de producción, a la vez que
irá creando una mujer y un hombre nuevas, irá eliminando progresivamente las
condiciones (ideológicas, políticas, sociales, económicas y culturales) que
posibilitan la persistencia del patriarcado y con él la continuación de la
opresión de la mujer por el hombre. Por eso, consideramos innecesaria la
utilización del adjetivo “feminista” para definir al socialismo, pues la lucha
por la plena liberación de la mujer ya va implícita en dicho concepto, al menos
en la concepción actualizada que defendemos los comunistas vascos.
Algo parecido podríamos decir de la
denominación de “ecosocialismo”. Somos conscientes de que el capitalismo, con
toda su carga de irracionalidad, de ciego productivismo, que únicamente
persigue la máxima obtención de beneficios en el menor espacio de tiempo
posible, es el causante de la destrucción sistemática de la naturaleza (efecto
invernadero, cambio climático, etc.) así como de la destrucción de cultivos
originarios, de la creciente sequía que afecta a áreas cada vez más extensas
del planeta, la aparición de plagas y de determinadas enfermedades, etc.
Es por ello que sin acabar con el capitalismo será imposible organizar la producción (agrícola,
industrial, etc.) en base a una rigurosa eficiencia energética y a la
conservación de todo tipo de recursos naturales que hoy corren peligro de
desaparición, o de especies vegetales y animales que están en riesgo de
extinción. De ahí que, la lucha revolucionaria, contra el capitalismo,
lleva implícita la lucha por la defensa del medio ambiente y del conjunto de
los ecosistemas que aún subsisten, con creciente dificultad, en nuestro
planeta.
La
conciencia ecológica, al igual que la conciencia feminista, son aspectos que ya
forman parte de la nueva conciencia de clase que los comunistas tratamos de promover
en la clase obrera vasca. Una
conciencia de clase más elevada y compleja que la de hace varias décadas, que
era fundamentalmente obrerista y socioeconómica. Un nuevo tipo de conciencia de clase, más adecuada a la realidad que
nos ha tocado vivir en el capitalismo contemporáneo, en los países relativamente
desarrollados.
¿Y que vamos a decir sobre el
llamado “socialismo identitario”, con el que parecen querer diferenciarse de
alguna otra forma de socialismo “importada” o “extraña” a Euskal Herria?
En el plano político, el socialismo
se caracteriza por la dictadura del
proletariado, es decir, por el poder revolucionario de los trabajadores. Y
en el plano económico por el control social de los medios de producción
y la planificación socialista.
Pero estos rasgos generales se
concretarán, en cada país, de una forma distinta. Cada uno tendrá sus propias
peculiaridades, porque no todos los
países accederán al socialismo de la misma manera.
En el mundo hay una diversidad muy
grande de países. Unos poseen un territorio
muy extenso y otros lo tienen bastante reducido. Algunos cuentan con una población numerosa y otros con una más
escasa. En unos, la población es más joven y el relevo generacional está
garantizado, mientras que en otros la tasa de natalidad es más baja y la
población está más envejecida.
Unos tienen una economía débil, fundamentalmente agrícola, mientras que otros se
encuentran más desarrollados y están altamente industrializados. En general, la
distribución poblacional de los
primeros suele ser fundamentalmente rural, mientras que en los segundos es
urbana y se concentra en las ciudades y en pueblos grandes.
Hay unos que cuentan con un bajo nivel educativo y su tasa de
analfabetismo es elevada, mientras que otros poseen un elevado grado de
instrucción, con una enseñanza básica generalizada y un alto porcentaje de su
juventud con estudios universitarios. También hay países que poseen una
prolongada tradición política
democrático-parlamentaria y otros que, por el contrario, carecen de ella.
Igualmente habría que tener en
cuenta otros aspectos tales como el factor
cultural (lengua, tradiciones, costumbres, etc.), el factor religioso, el estilo
de vida, su idiosincrasia (modo
de ser) etc. Y, además, la situación
geográfica en que se ubica cada país, su entorno geopolítico (estratégico) y el ambiente de abierta
hostilidad o de relativa indiferencia que pueda haber a un posible cambio
revolucionario que se pueda producir en él.
Por eso, las experiencias revolucionarias no se pueden copiar, aunque debamos aprender de todas ellas. Tanto
de las más paradigmáticas, como fueron la soviética y la china, como de las que
tuvieron lugar en otros países. Y podemos aprender tanto de lo positivo, de sus
logros y de sus aciertos; como de lo negativo, de sus errores y sus
limitaciones.
Por otra parte, también debemos
estudiar y conocer nuestra propia realidad social, en todos sus aspectos,
porque la Revolución vasca no podrá ser
un calco de ninguna otra revolución. Deberá tener un carácter original [1], de acuerdo con nuestras propias condiciones
histórico-concretas.
¿Por qué, entonces, esa insistencia en
establecer unas “etiquetas” diferenciadoras, marcando las distancias entre ese
pretendido socialismo que dicen defender y el socialismo revolucionario (basado
en el marxismo-leninismo)?
Es muy sencillo. Porque,
verdaderamente, no pretenden abordar las raíces de la explotación social y
económica de los trabajadores y trabajadoras, lo que conduciría inmediatamente
a otras cuestiones esenciales como son: la necesidad de acabar con la propiedad
privada de los medios de producción y, para ello, a la de destruir el Estado
burgués y construir un nuevo Estado socialista.
Por eso, en muchas ocasiones,
tratando de “marcar distancias” respecto al marxismo, no dudan en volver al
socialismo utópico, o en recuperar las trasnochadas recetas keynesianas sobre
el Estado de bienestar.
En cuanto al primero de esos
aspectos, se manifiesta claramente cuando hablan de construir el socialismo
vasco “de abajo arriba”, refiriéndose a diversas experiencias e iniciativas
populares (cooperativas para gestionar la producción de electricidad, grupos de
consumo o de soberanía alimentaria; de moneda alternativa, como el “eusko”, la
banca ética [¿?], etc.). Experiencias que no todas ellas tienen igual interés pero
que, en cualquier caso, debemos tomar en consideración en cuanto a que podrían
ser formas de auto-organización de diversos sectores populares y que, debidamente
orientadas, en una perspectiva revolucionaria, podrían contribuir a descomponer
la base económica del sistema capitalista, así como servir para atenuar la
represión que este ejerza sobre la clase obrera y otros sectores populares.
Pero, lo más significativo del
asunto es que, al parecer, sueñan con desarrollar un movimiento de
auto-organización que podría sustituir la función económica del Estado
socialista. Una postura que, en el fondo, viene a coincidir con ciertas
posiciones anarquistas o, incluso, del socialismo utópico (pre-científico) y
que vienen a negar la necesidad de un Estado Socialista Vasco.
En cuanto al segundo aspecto cuando
hablan del socialismo y a este le asignan unas funciones tales como la de
constituir una “alternativa” al modelo neoliberal, la redistribución de la
riqueza, el garantizar los derechos sociales y los servicios públicos básicos,
etc., o se refieren a él como un nuevo “modelo social, productivo y de
consumo”, en realidad más que a un Estado Socialista Vasco se están refiriendo
a un Estado (burgués) de Bienestar.
En definitiva, cualquier medio es
bueno con tal de evitar la toma de conciencia de clase por parte del
proletariado y el conjunto del pueblo trabajador o, si están en vías de
adquirirla, para procurar su desarme ideológico y político.
NOTAS
1.-
Ver: “Lo original de la Revolución Vasca”. SUGARRA
(02-04-2014).