En un análisis sobre los movimientos en el seno de la izquierda abertzale, refiriéndonos a Askatasunaren Bidea y a Aurrerantz,
decíamos hace unos meses que “resultaría un tanto prematuro, en estos momentos,
meternos a analizar las posiciones defendidas por estos dos últimos, con sus
distintos matices, por lo que lo haremos con más detenimiento en próximos artículos”
[1]. Ahora ha llegado el momento de hacerlo.
El manifiesto AURRERANTZ
Sobre este documento, en líneas generales, hemos
constatado una coincidencia tanto en las críticas que en él se hacen a la evolución
de Sortu y de la Izquierda Abertzale “oficial” hacia posiciones reformistas
como en algunas de sus propuestas políticas, aunque también mantenemos unas
profundas discrepancias en algunos aspectos.
1.- La V Asamblea como
referente
Esta Asamblea representó un hito en el desarrollo del
MVLN, ya que en ella se abordaron algunas cuestiones de gran trascendencia para
su futuro. Entre ellas, el problema interno creado a raíz de las posiciones
adoptadas por la Oficina Política; y por otra parte, la definición ideológica y
política de la organización.
La V Asamblea se celebró en dos partes (1ª Dic. 1966 y 2ª
marzo 1967). De ello ya hace unos 50 años. En el plano internacional, estuvo
enmarcada en un contexto caracterizado por dos hechos importantes: a) el auge
de los movimientos anticolonialistas, de liberación nacional; y b) el
surgimiento de las divergencias en el seno del Movimiento Comunista Internacional
(MCI). Unos factores que, de una u otra forma, ejercieron influencia sobre su
desarrollo y las resoluciones adoptadas en ella.
En cuanto al primero de dichos factores, hay que decir que
en los años 60 tuvo lugar la liberación de una serie de colonias y territorios
dependientes que se encontraban bajo dominación de potencias colonialistas
europeas [2]. La mayoría de estos movimientos de liberación nacional, de
carácter interclasista, estaban dirigidos por sectores de la burguesía nacional
o de la pequeña burguesía, aunque también contasen en sus filas con militantes
procedentes de la clase obrera [3]. Era la época de los grandes líderes anticolonialistas,
como Sekou Touré (Guinea), Kwame Nkrumah (Ghana), Julius K. Nyerere
(Tanganika), Jomo Kenyata (Kenia), y de teóricos como Frantz Fanon [4], que
participó en la Guerra de Liberación de Argelia.
El segundo, fue el de la aparición pública y posterior
profundización de las divergencias en el seno del MCI, entre el PCUS (Partido
Comunista de la Unión Soviética), que contaba con el apoyo de la mayoría de los
partidos comunistas, y el PCCh (Partido Comunista de China) y el PTA (Partido
del Trabajo de Albania), que tuvo lugar entre 1961 y 1963.
Entre otras diferencias ideológicas y políticas, estaba la
de una posible vía de “desarrollo no capitalista” que los teóricos del PCUS
defendían para los antiguos países coloniales y que descartaba la necesidad de
llevar a cabo en ellos una revolución democrático-popular, como vía específica
de acceso al socialismo, caracterizando
a los nuevos Estados surgidos tras el triunfo de los movimientos de liberación
nacional, como “Estados de orientación socialista”.
Por otra parte, en el Estado español se desarrollaba un
periodo de crecimiento económico que se inició a partir del Plan de
Estabilización de 1959 y que duró aproximadamente desde 1960 hasta 1974,
coincidiendo con una fase expansiva del capitalismo. En esas condiciones
comienza a organizarse un nuevo movimiento obrero y se producen las huelgas de
abril y mayo de 1962. Surgen las primeras comisiones obreras. Se crea la
Comisión Obrera Provincial de Vizcaya (1962), y la Comisión Obrera Provincial
de Gipuzkoa (1965). En Nafarroa surgen en 1966. También comienza a tomar cuerpo
un sector a la izquierda del PCE. Así, surge el PCE(m-l) en enero de 1965 y la
Oposición Sindical Obrera de Euskadi (OSOE), como corriente sindical en el
interior de CCOO, en marzo de 1966 y otros destacamentos de vanguardia de la
clase obrera vasca.
Entre diciembre de 1966 y mayo de 1967, tuvo lugar la
Huelga de Bandas, en torno a la cual se desarrolló un amplio movimiento de
solidaridad, especialmente en las grandes empresas de Ezkerraldea. Todos estos
acontecimientos también tuvieron su reflejo, de una u otra forma, en la
celebración de la V Asamblea, en la que se crearon 4 frentes, uno de los cuales
fue el Frente Obrero.
2.- El nacionalismo revolucionario
como ideología
En su manifiesto-declaración, definen su ideología como
“nacionalismo revolucionario”. Por
nuestra parte, entendemos que ello es una consecuencia lógica derivada de haber
tomado como referencia la V Asamblea que fue donde se adoptó ese término para
definir la ideología del movimiento. Sin embargo, en nuestra opinión, el empleo
de dicho concepto no es correcto por varias razones.
1ª.- Aunque se añada el calificativo de “revolucionario”,
el aspecto principal de su ideología lo constituye el concepto nacionalismo que tiene unas
connotaciones exclusivistas, de aislacionismo y de egoísmo nacional.
El nacionalismo, como ideología, surgió a comienzos del s.
XIX, paralelamente al ascenso de la burguesía industrial en toda Europa. Sin
embargo, con anterioridad a la Revolución francesa, desde la misma Edad Media,
ya se habían ido desarrollando las condiciones que posibilitaron su aparición [5],
especialmente durante el predominio de las monarquías absolutas, en la Edad
Moderna.
Las luchas contra los ejércitos napoleónicos en las
naciones ocupadas, facilitaron el desarrollo del nacionalismo, al igual que
ocurrió a finales del s. XVIII en el proceso de formación de las nuevas
naciones americanas (EEUU) y comienzos del s. XIX (antiguas colonias
españolas).
La Revolución de 1848 en Francia, Alemania y en el Imperio
Austro-Húngaro, supuso la consolidación de la burguesía en toda Europa y
representó un impulso al nacionalismo. Igualmente, la unificación italiana
(1850-71) y la alemana (1866-1871), también fueron una consecuencia del ascenso
del nacionalismo. Durante el siglo XIX, el nacionalismo fue impulsado en toda
Europa por la clase social más dinámica en aquellos momentos que, generalmente,
era la burguesía.
En la primera mitad del s. XX tuvieron lugar dos
importantes hechos históricos en relación con el nacionalismo. Por una parte,
la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, que dio paso a la unión libre y
voluntaria de varias naciones, hasta entonces sojuzgadas por el imperio ruso,
en un nuevo Estado federal, la URSS. Por otra, una serie de factores sociales,
económicos y políticos, llevaron a Italia y Alemania al fascismo y al
nacionalsocialismo, basados ambos en una teoría racista de la nación con la que
se justificaba su expansionismo militar.
2ª.- Desde el punto de vista de los intereses de la clase
obrera, no es aceptable el nacionalismo puesto que supone la división del
proletariado y puede servir para justificar el anexionismo y la guerra
imperialista. No obstante, debemos distinguir entre el nacionalismo propio de
la nación oprimida y el nacionalismo de gran nación, de la nación dominante, al
que también llamamos chovinismo.
Mientras con el primero, a pesar de las diferencias
ideológicas, es posible la colaboración y por ello también el establecer
acuerdos y alianzas contra el enemigo principal; no así con el segundo, con el
que no cabe más que la lucha sin cuartel. Por ello, el hablar de “nacionalismo
revolucionario” es una mezcla ecléctica que no consideramos conveniente utilizar.
3ª.- Lenin diferenciaba entre patriotismo y “falso
patriotismo” o nacionalismo burgués. Para él, el patriotismo o amor a la
patria, era “uno de los sentimientos más profundos, afianzados por siglos y
milenios de patrias aisladas” [6]. Sin embargo, a medida que se iba
desarrollando la lucha de clases se fue descubriendo cada vez más la falsedad y
la hipocresía del “patriotismo” de la burguesía, que pone por encima de los
intereses de su patria, los beneficios y “la salvaguardia de la alianza con los
capitalistas de todos los países contra los trabajadores” [7]. Sobre esta misma
cuestión, Mao decía: “¿Puede un comunista, que es internacionalista, ser al
mismo tiempo patriota? Sostenemos que no sólo puede, sino que debe serlo” [8].
Por todo ello, desde
nuestro punto de vista, no consideramos correcta la autodefinición ideológica
de nacionalismo revolucionario, por ser ambigua, ecléctica y abrir la puerta a
un tipo de organización interclasista que no corresponde con el que necesita la
clase obrera para dirigir el proceso revolucionario vasco.
2.1.- Nacionalismo o
patriotismo.
En relación con lo anterior, y sin referirnos ya a la
autodefinición ideológica, consideramos correcto emplear el término de patriotismo. Y por ello en concreto nos
autodenominamos abertzales, aunque no seamos nacionalistas, sino comunistas.
De hecho, tanto el nacionalismo vasco (ya sea de derecha o
de izquierda) como el nacionalismo chovinista gran-español, siempre han identificado,
de forma deliberada, el concepto abertzale
con el de nacionalista. Por ello, establecemos una distinción clara y precisa
entre ambos conceptos.
La palabra abertzale (patriota) la entendemos como un
sentimiento, como una actitud hacia la patria (aberri), la tierra que nos vio
nacer, y que implica amor hacia sus gentes, costumbres, cultura, historia,
forma de ser,... Mientras que el concepto de nacionalista, como ya hemos visto
más arriba, implica una ideología, ajena al socialismo revolucionario y al
marxismo.
Por supuesto que la ideología modula ese sentimiento, esa
actitud hacia la patria. Como la mayor parte de las gentes que se consideran
abertzales, son nacionalistas, éstos han identificado interesadamente ambos
conceptos. Por ello, hay que dejar bien claro que se puede ser abertzale sin
que, necesariamente, se haya de ser nacionalista y que perfectamente se puede ser abertzale siendo comunista.
3.- Sobre la conciencia “nacional” de clase
La conciencia es la forma superior de reflejo de la
realidad objetiva en el ser humano. Constituye un conjunto de procesos
psíquicos que influyen activamente en el que conduce a éste a comprender el
mundo objetivo y su propio ser personal. La conciencia surge y se desarrolla en
íntima relación con el trabajo del ser humano, con su actividad en la esfera de
la producción social. Por tanto, la conciencia es un producto del desarrollo
social y no existe al margen de éste. Pero la realidad objetiva es compleja. En
ella se desarrollan múltiples procesos que interactúan entre sí de forma
dialéctica, es decir, contradictoria. Y esas contradicciones se reflejan, del
mismo modo, en nuestra conciencia. Uno de ellos es el hecho nacional.
A lo largo de muchos años se ha establecido una falsa
dicotomía entre lo que se denominaba “lucha de clases” y “lucha nacional”,
haciendo así referencia a dos fenómenos, aparentemente distintos, cuyo reflejo
lo constituían dos formas de conciencia social, la “conciencia de clase” y la
“conciencia nacional”. Estableciéndose entre ambas una separación metafísica,
que correspondía a una concepción idealista de la nación. Sin embargo, como
marxistas, debemos sustituir esa antigua concepción por otra nueva,
materialista.
En cuanto a la primera forma de entender la nación,
consistía en considerarla
como un ente inmutable y eterno, situado al margen y por encima de las personas
y de las clases. Respecto a la segunda, consiste en concebir la nación como un
fenómeno histórico, y por tanto cambiante, que posee una base material.
En ese
sentido, podemos decir que la nación es un ámbito en el que se producen y
reproducen tanto el capital como la fuerza de trabajo, en el que se producen y
reproducen las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Por tanto,
la nación es un ámbito en el que se producen y reproducen las clases y la lucha
de clases. Así entendida, la nación es un conjunto de condiciones de producción
[9].
Como dice el profesor Carlos Barros:
“La lucha de clases y la lucha nacional tienen un
origen común, la lucha por las condiciones de producción, pero no alcance
diferente: las clases pueden cambiar la base económica, las condiciones de
producción, las naciones también, pero a través de las clases. La primacía de
las clases se deduce también de la propia delimitación que hace Marx de las
condiciones de producción de las sociedades burguesas, sean nacionales, sea en
general, trabajo asalariado y capital, en suma, clase obrera y capitalista;…” [10].
Es por ello que el hablar de “conciencia nacional de
clase” nos parece una redundancia que, además, tiende a mantener esa
diferenciación metafísica a que nos referíamos más arriba. Además, con ese
enunciado se resalta más el concepto de lo “nacional”, que sería lo esencial, lo
más importante, empleándose el término de “clase” únicamente de modo secundario.
Por otra parte, el uso de este término podría llegar
a tener en el futuro unas implicaciones que serían muy negativas para el
desarrollo del movimiento revolucionario en Euskal Herria. En base a una
diferenciación entre “conciencia de clase” y “conciencia nacional de clase”, se
podría llegar a renunciar al trabajo político entre aquellos sectores de la
clase obrera que se considerase carentes de “conciencia nacional”, es decir que
fuesen considerados como “españolistas”, aunque tuvieran cierto nivel de conciencia
de clase. De esta manera, se podría abandonar a dichos sectores a la influencia
reformista.
Hay que tener en cuenta que el reflejo de una
realidad compleja y contradictoria en el ser humano, es también contradictorio,
y la aprehensión de los distintos aspectos que la componen se realiza de forma
desigual o lo que es lo mismo, que se puede tomar conciencia de algunos de
ellos antes que de otros. Y eso puede ocurrir, por ejemplo, con el aspecto
nacional y el de clase.
La propia forma de entender la conciencia de clase
ha sufrido una profunda evolución desde los primeros tiempos del capitalismo
hasta nuestros días. Así, por ejemplo, al principio tenía un carácter más
simple, cuando la clase obrera luchaba contra las largas jornadas de trabajo,
los bajos salarios, unas condiciones de trabajo dignas (por ejemplo, cuando se
obligaba a los mineros a vivir en los barracones de la empresa y a comprar en
los economatos de los capataces, etc.). Era una conciencia de clase más
primitiva, “obrerista”.
A medida que el capitalismo se ha ido desarrollando,
se han puesto en evidencia muchas de las profundas contradicciones que aquel
genera. Así, por ejemplo, hoy día somos conscientes de que algunos Estados burgueses
(como, por ejemplo, el español) y por ello también la explotación capitalista,
se asientan en la opresión nacional sobre las distintas naciones que existen en
el territorio sometido a su administración.
Por otra parte, también somos conscientes de que el
capitalismo ha llegado a imbricarse con el sistema patriarcal, manteniendo así
la opresión sobre las mujeres; igualmente, que la destrucción sistemática de la
naturaleza, es un efecto de la acción irracional y depredadora del capitalismo.
Por ello, podemos decir que, con el desarrollo del capitalismo, la conciencia
de clase se ha elevado a un nivel superior haciéndose más variada y compleja,
de tal manera que ha llegado a subsumir, integrándolos en ella, nuevos aspectos
que hasta ahora no había tenido, como son el patriotismo, el feminismo, el ecologismo,
el internacionalismo, etc. De ahí que nuestra opinión es la de mantener la
denominación de conciencia de clase, integrando en ella los aspectos que
acabamos de enumerar, o, en todo caso, hablar de una “nueva conciencia de
clase” si queremos hacer hincapié en este sentido más amplio.
También debemos considerar, aunque sea a modo de
hipótesis, que una vez que hayamos alcanzado
la independencia y constituido el Estado Socialista Vasco, podría darse la
situación de que en el resto del Estado español, o en una parte del mismo, se llegase
a instaurar un régimen progresista o incluso revolucionario. En ese caso, tal
vez pudiera ser interesante, desde el punto de vista del internacionalismo
proletario, formar algún tipo de unión o confederación, siempre de forma libre
y voluntaria y en base al pleno respeto de la soberanía de Euskal Herria. Y
esta es una cuestión a la que no debiéramos mantener, a priori, una posición
cerrada. Sin embargo, desde una postura nacionalista eso no sería posible.
4.- El tipo de organización: partido o movimiento
Dicen, muy acertadamente, en la pág.3 del citado manifiesto-declaración
que “La lucha del pueblo trabajador vasco no es para
realizar una revolución democrática, sino una revolución socialista”. Y también
añaden que “El sujeto activo de esta revolución es el Pueblo Trabajador Vasco…”.
Sin embargo, el PTV, en sí mismo, no es
homogéneo, no constituye una clase social, sino que tiene un carácter complejo,
ya que está formado por toda una serie de clases, fracciones de clase, franjas
y/o capas sociales, etc. que comparten unos mismos intereses, pero que también
tienen una serie de contradicciones entre ellas [11].
En este
conjunto tan heterogéneo, aunque exista una coincidencia objetiva en la
necesidad de avanzar hacia el socialismo, no todos los componentes tendrán una
misma concepción de lo que éste significa, ni tendrán un similar nivel de
conciencia revolucionaria. Además, la ideología propia de cada uno de estos
sectores se reflejará inevitablemente en la organización, como se reflejarán
los miedos, vacilaciones e inconsecuencias de la pequeña burguesía, que
(potencialmente) puede ser una de las clases que configuren el PTV.
Sin
embargo, la clase obrera, el proletariado, por el lugar que ocupa en la
estructura económica y social, es la única clase objetivamente interesada en
desarrollar el proceso revolucionario, la Revolución Vasca, hasta sus últimas
consecuencias, es decir hasta la sociedad sin clases, o lo que es lo mismo, hasta
el comunismo.
Es por
ello que la clase obrera, además de establecer todas las alianzas que sean
necesarias con las fuerzas políticas representativas de otros sectores
populares, necesita mantener su independencia de clase de una manera
escrupulosa e intransigente. Y eso, no se lo puede garantizar un movimiento
interclasista. La clase obrera, el
proletariado vasco, necesita dotarse de un instrumento propio de difusión
ideológica e intervención política, y ese no es otro que un partido comunista
de Euskal Herria.
Entendemos sus reticencias y desconfianzas hacia una
estructura organizativa de tipo partido, pero consideramos que están
injustificadas, pues de ella no se deriva necesariamente que haya de surgir
siempre, en cualquier circunstancia, una relación “dirigista” (autoritaria y
burocrática, basada en el “ordeno y mando”) del partido revolucionario hacia
los movimientos populares. Todo dependerá de si ese partido es o no
verdaderamente democrático, de si posee o no una línea clara y definida de
intervención en los distintos movimientos populares. SUGARRA ya ha desarrollado un esbozo de lo que debiera ser esa línea
de actuación [12].
5.- Algunas concrecciones.
Estamos de acuerdo con el documento citado en que Euskal
Herria es un marco autónomo de lucha de clases. También en que la revolución
pendiente no es de tipo democrático, sino socialista; así como en que el sujeto
de la misma debe ser el Pueblo Trabajador Vasco. Aunque creemos oportuo matizar
que éste habrá de ser dirigido por la clase obrera.
También coincidimos en la necesidad de la independencia de
Euskal Herria y de la construcción de un Estado vasco, que nosotros
consideramos que habrá de tener un carácter socialista. Además, SUGARRA considera que podría ser
conveniente que, en determinadas condiciones, el ESV pudiera establecer una
relación confederal con otros Estados, basada siempre en el pleno respeto a la
soberanía vasca.
No estamos de acuerdo en que la ideología de la vanguardia
deba ser el nacionalismo revolucionario. SUGARRA
considera que esta habrá de ser el marxismo-leninismo. Tampoco coincidimos en
que el modelo organizativo deba consistir en una estructura interclasista, de
movimiento, en la que también se incluyan los movimientos populares. Por
nuestra parte, defendemos la estructura de un partido de clase (comunista),
basado en el centralismo democrático; y que sean sus militantes quienes
participen en los movimientos populares.
Además, consideramos que las tareas
fundamentales de este partido consistirán en: agrupar, en un bloque revolucionario, al conjunto del Pueblo Trabajador Vasco en torno a la
clase obrera; atraer a las capas inferior e intermedia de la pequeña burguesía
vasca, que constituirían un bloque de apoyo para el anterior; neutralizar, si
fuese posible, a la capa superior de la pequeña burguesía y a la fracción
nacionalista de la burguesía media; con objeto de aislar y vencer al enemigo
principal, la gran burguesía española y sus aliados [13].
Por último, no compartimos el concepto de conciencia “nacional”
de clase, sino que defendemos una forma nueva de conciencia de clase, más
elevada y compleja, en la que se integren el patriotismo, el feminismo, el
ecologismo, etc., en consonancia con la complejidad que ha llegado a tener el
capitalismo en la época actual.
NOTAS
1.- Ver:
“Movimientos en la izquierda abertzale”. (SUGARRA 21-06-2016).
2.- A continuación se enumeran los más significativos.
Aunque varios de estos nuevos Estados han cambiado de nombre, empleamos los
nombres antiguos. Son los casos de la Somalia italiana (1960); Benin, Alto
Volta, Camerún, Chad, Congo-Brazzaville, etc., que se independizaron de Francia
ese mismo año. También el del Congo “belga”, así como Tanganika, Sierra Leona y
Kuwait, que se independizaron del Reino Unido.
3.- La única excepción fue el caso de Vietnam, donde la
clase obrera ejerció el papel dirigente del movimiento de liberación.
4.- Frantz Fanon (1925 –1961). Nacido en Martinica. Fue
un revolucionario, psiquiatra, filósofo y escritor, cuya obra tuvo una gran
influencia en los movimientos y pensadores revolucionarios de los años 60 y 70
del siglo XX. Es conocido como un teórico radical en la cuestión de la
descolonización y en la psicopatología de la colonización. Apoyó la lucha
argelina por la independencia y fue miembro del FLN (Frente de Liberación
Nacional). Su vida y sus trabajos, especialmente “Los condenados de la tierra”,
han influido e inspirado a los movimientos de liberación nacional
(anticolonialistas) durante más de cuatro décadas.
5- Desde la Baja Edad Media ya
aparece lo que se podría denominar un “protonacionalismo”.
6.- Ver: V. I. Lenin. “Las
preciosas confesiones de Pitirim Sorokin”. Artículo escrito el 20 de noviembre
de 1918. Publicado el 21 de noviembre de 1918 en el núm. 252 de Pravda.
Recopilado en V. I. Lenin. “Sobre el internacionalismo proletario”. Akal
Editor. Madrid, 1975. Pág. 219.
7.- Ver: V. I. Lenin. Obras Completas. Tomo XXVII. Pág.
330.
8.- Ver: Mao Tse-tung. “El papel del Partido Comunista de
China en la Guerra Nacional”. O.E. Tomo II. Editorial Fundamentos. Madrid,
1974. Pág. 202.
9.- Ver: “Sobre el ámbito organizativo del partido” (SUGARRA 07-04-2011).
10.-Carlos Barros. “La base material e Histórica de la
nación en Marx”. Universidad de Santiago de Compostela.
11.- Ver: Santi Ramirez. “Aproximación al análisis de clase de Euskal Herria”. Un Socialismo para la Euskal
Herria del siglo XXI. Formazio Koadernoak. GITE-IPES. Pág. 156.
12.- Ver: “Los comunistas y las masas” (SUGARRA 19-04-2016).
13.- Ver: “Nuestros planteamientos estatégicos”. (SUGARRA 11-09-2014)