Los sindicatos son organizaciones
de trabajadores y trabajadoras, creadas para defender sus intereses inmediatos:
salarios, condiciones de trabajo, jornada laboral, seguridad e higiene en el
trabajo, vacaciones, etc. En definitiva, de defensa de unas mejores condiciones
de venta de su fuerza de trabajo.
También son instrumentos
de defensa de los trabajadores y trabajadoras frente a las arbitrariedades
de los patronos, en caso de despidos, expedientes de regulación de empleo
(EREs), implantación de la movilidad (geográfica o funcional), traslados
forzosos a otro centro de trabajo, etc.
Constituyen un importante instrumento de organización y lucha de la clase obrera y del
conjunto de los trabajadores-as contra las diversas manifestaciones de la
explotación capitalista. Sin embargo, por sí sola, la actividad de los
sindicatos no supera el marco de las luchas reivindicativas, económicas y/o
sociales que, aunque son formas de lucha de clases, resultan incipientes, elementales,
pues aún no llegan a plantear la necesidad de acabar con la propia explotación
capitalista.
1.- Los comunistas y los sindicatos
Los sindicatos son la
forma de organización más básica del proletariado y, por ello, deben ser lo
más amplios y lo menos reglamentados posible ya que se trata de que puedan
agrupar al mayor número de trabajadores y trabajadoras.
Los comunistas
debemos trabajar en el seno de los sindicatos para vincularnos estrechamente
con amplios sectores de la clase obrera y ganarnos a los sectores más avanzados,
o relativamente avanzados, de la misma.
Sin embargo, esta cuestión, que tendría que estar
meridianamente clara y ser admitida sin apenas discusión por parte de quienes
nos autodenominamos marxistas, no está todavía muy clara. Es frecuente oír o
leer como algunos grupos muy “revolucionarios” consideran que los sindicatos
son un soporte del capitalismo y, por ello, rechazar el trabajo en ellos. No
tienen en cuenta que ya hace bastante tiempo, Lenin polemizó con los comunistas
de “izquierda” sobre esta misma cuestión. En ese sentido, decía:
“No actuar en el seno de los sindicatos
reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente
desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los
agentes de la burguesía, de los obreros “aristócratas” u obreros aburguesados”……
la absurda “teoría” de la no participación de los comunistas en los sindicatos
reaccionarios demuestra del modo más evidente con que ligereza consideran estos
comunistas “de izquierda” la cuestión de la influencia sobre las “masas”…… Para
saber ayudar a la “masa” y conquistar su simpatía, su adhesión y su apoyo no
hay que temer las dificultades, las quisquillas, las zancadillas, los insultos
y las persecuciones de los “jefes” (que siendo oportunistas y
socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos en relación directa o
indirecta con la burguesía y la policía) y se debe trabajar sin falta allí donde
estén las masas. Hay que saber hacer toda clase de sacrificios y vencer los
mayores obstáculos para llevar a cabo una propaganda y una agitación
sistemáticas, tenaces, perseverantes y pacientes precisamente en las
instituciones, sociedades y sindicatos, por reaccionarios que sean, donde haya
masas proletarias o semiproletarias. Y los sindicatos y las cooperativas
obreras… son precisamente las organizaciones donde están las masas” [1].
Algunos, rechazan el trabajar en el interior de los
sindicatos porque creen que ello nos llevará “caer en el reformismo” o a “ir a
la zaga del movimiento espontáneo”, no comprendiendo que para vincularse a las
amplias masas trabajadoras, es preciso correr esos riesgos. Que esos peligros
se pueden y deben afrontar, como habrá que hacerlo con muchos otros, teniendo
bien claro que es lo que queremos, y una revolución no se prepara elaborando
teorías muy revolucionarias y muy perfectas, pero quedándonos en casa auto
complaciéndonos y dejando que la realidad siga su curso, sin hacer nada por
transformarla. Por eso, como decía Lenin, es imprescindible que los comunistas
trabajemos en los sindicatos.
2.- Nuestra
táctica en el trabajo sindical
En primer lugar, tenemos que partir de las condiciones
concretas de los trabajadores y trabajadoras que forman parte de los
sindicatos, de su nivel de conciencia. Como ya sabemos, salvo exiguas minorías,
el nivel de conciencia es basico, elemental, lo que Lenin llamó
“trade-unionista”. Es el nivel al que las masas pueden llegar por sí mismas, de
forma espontánea. Y es precisamente con lo que algunos temen enfrentarse
porque, según ellos, el hacerlo supondría que los comunistas nos rebajásemos al
nivel de conciencia de las masas.
Sin embargo, nosotros consideramos que debemos trabajar
entre ellas y, en base a sus problemas concretos, tenemos que ser capaces de orientar
su acción y su lucha de tal forma que puedan ir aprendiendo de la propia
práctica. Eso significa que hemos de ser capaces de aprovechar cualquier
reivindicación, cualquier protesta, para extraer conclusiones y enseñanzas que
sepamos transmitir al resto de trabajadores y trabajadoras. Que seamos capaces
de relacionar las reivindicaciones concretas y las luchas parciales y
limitadas, con la explotación capitalista de que son objeto, y de hacérselo ver
así. En definitiva, que seamos capaces de aprovechar la potencialidad que nos
ofrecen los sindicatos para hacer de ellos auténticas escuelas de comunismo.
Esto supone aprovechar las reuniones de las secciones
sindicales, a nivel de empresa; de las asambleas de afiliados-as, tanto a nivel
de empresa como a nivel comarcal y/o sectorial; las reuniones de delegados-as,
tanto del sindicato al que estemos afiliados-as como las que tengan un carácter
inter-sindical; así como las asambleas generales de trabajadores-as, tanto a
nivel de empresa como a otros niveles. Igualmente, también debemos prestar
atención al trabajo en los comités de empresa.
También supone que tendremos que elaborar y difundir hojas
explicativas (de agitación) ante cada situación concreta; organizar escuelas
sociales, para agrupar a los compañeros-as con más inquietudes y estudiar con
ellos determinados temas, que se tratarían con una mayor profundidad que la
empleada en el resto de reuniones. Donde, por ejemplo se pudiera profundizar en
el conocimiento del funcionamiento del
capitalismo, como sistema económico, en las causas de las crisis, etc.
3.- Nuestro comportamiento
En todo momento, nuestra actitud debe ser ejemplar.
Nuestro comportamiento debe estar basado en la ética revolucionaria. En ningún momento debemos beneficiarnos de
sobornos ni prebendas, ni de un trato privilegiado con respecto al recibido por
el resto de los compañeros y compañeras de trabajo. Por ejemplo, no haciendo
uso de las “horas sindicales”, que legalmente nos correspondan o que estén
pactadas con la empresa por ejercer funciones de representación de los
trabajadores, para uso personal.
Debemos esforzarnos por desenmascarar las maniobras
conciliadoras de aquellos dirigentes sindicales reformistas que traicionan la
confianza que sus compañeros-as han puesto en ellos y, en realidad, están
sirviendo a los intereses de la empresa y la patronal, aunque a veces empleen
un leguaje demagógico super “radical”. Por ejemplo, cuando llevan a cabo
negociaciones secretas, o llegan a acuerdos con los empresarios, a espaldas de
los trabajadores. Y debemos hacerlo aún sabiendo que ello nos puede acarrear la
represión interna por parte de los dirigentes reformistas o, incluso, la
expulsión del sindicato.
4.- Crear un corriente revolucionaria
Como hemos dicho más arriba, nuestro trabajo político en
los sindicatos debe ir orientado a ganarnos a los sectores más avanzados, más
combativos, de la clase obrera, así como a los sectores relativamente avanzados
o intermedios. Ello, no significa que estos compañeros y compañeras vayan a
hacer suyas las ideas comunistas, de la noche a la mañana. Ni nosotros tampoco
debemos pretenderlo. Todos los procesos, incluido el de toma de conciencia
revolucionaria, requieren un periodo de maduración, más o menos prolongado.
Lo que sí podemos y debemos hacer es facilitar el agrupamiento,
la organización, de estos compañeros y compañeras, con vistas a amplificar la
capacidad de lucha contra el reformismo y el burocratismo sindical. Para ello,
debemos impulsar una corriente revolucionaria, de clase y combativa, en el
interior de los sindicatos.
Una corriente
unitaria, transversal, que a partir de cada uno de los ámbitos en los que
se desarrolle y por encima de las actuales divisiones sindicales o nacionales, trabaje
con un mismo objetivo: lograr la unidad de
la clase obrera vasca. Una corriente que, en cada sindicato, trabaje por el
reforzamiento de la democracia interna, por la transparencia en la labor
sindical, contra el burocratismo y la conciliación con la patronal, contra la
“concertación” y por la profundización de la lucha de clases. En definitiva,
una corriente que contribuya a superar el desarme ideológico al que nos someten
las direcciones sindicales reformistas que nos presentan como enemigo al
“neoliberalismo”, cuando de lo que se
trata es de acabar con el capitalismo, ya sea neoliberal o keinesiano.
NOTAS
1.- V.I. Lenin.”La enfermedad infantil del “izquierdismo”
en el comunismo”. Recopilación “Acerca de los sindicatos”. Págs, 316-323. Akal
Editor. Madrid, 1975.