viernes, 25 de noviembre de 2016

SOBRE EL TRABAJO POLITICO EN LOS SINDICATOS



Los sindicatos son organizaciones de trabajadores y trabajadoras, creadas para defender sus intereses inmediatos: salarios, condiciones de trabajo, jornada laboral, seguridad e higiene en el trabajo, vacaciones, etc. En definitiva, de defensa de unas mejores condiciones de venta de su fuerza de trabajo.

También son instrumentos de defensa de los trabajadores y trabajadoras frente a las arbitrariedades de los patronos, en caso de despidos, expedientes de regulación de empleo (EREs), implantación de la movilidad (geográfica o funcional), traslados forzosos a otro centro de trabajo, etc.

Constituyen un importante instrumento de organización y lucha de la clase obrera y del conjunto de los trabajadores-as contra las diversas manifestaciones de la explotación capitalista. Sin embargo, por sí sola, la actividad de los sindicatos no supera el marco de las luchas reivindicativas, económicas y/o sociales que, aunque son formas de lucha de clases, resultan incipientes, elementales, pues aún no llegan a plantear la necesidad de acabar con la propia explotación capitalista.

1.- Los comunistas y los sindicatos

Los sindicatos son la forma de organización más básica del proletariado y, por ello, deben ser lo más amplios y lo menos reglamentados posible ya que se trata de que puedan agrupar al mayor número de trabajadores y trabajadoras.

Los comunistas debemos trabajar en el seno de los sindicatos para vincularnos estrechamente con amplios sectores de la clase obrera y ganarnos a los sectores más avanzados, o relativamente avanzados, de la misma.

Sin embargo, esta cuestión, que tendría que estar meridianamente clara y ser admitida sin apenas discusión por parte de quienes nos autodenominamos marxistas, no está todavía muy clara. Es frecuente oír o leer como algunos grupos muy “revolucionarios” consideran que los sindicatos son un soporte del capitalismo y, por ello, rechazar el trabajo en ellos. No tienen en cuenta que ya hace bastante tiempo, Lenin polemizó con los comunistas de “izquierda” sobre esta misma cuestión. En ese sentido, decía:

 “No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros “aristócratas” u obreros aburguesados”…… la absurda “teoría” de la no participación de los comunistas en los sindicatos reaccionarios demuestra del modo más evidente con que ligereza consideran estos comunistas “de izquierda” la cuestión de la influencia sobre las “masas”…… Para saber ayudar a la “masa” y conquistar su simpatía, su adhesión y su apoyo no hay que temer las dificultades, las quisquillas, las zancadillas, los insultos y las persecuciones de los “jefes” (que siendo oportunistas y socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos en relación directa o indirecta con la burguesía y la policía) y se debe trabajar sin falta allí donde estén las masas. Hay que saber hacer toda clase de sacrificios y vencer los mayores obstáculos para llevar a cabo una propaganda y una agitación sistemáticas, tenaces, perseverantes y pacientes precisamente en las instituciones, sociedades y sindicatos, por reaccionarios que sean, donde haya masas proletarias o semiproletarias. Y los sindicatos y las cooperativas obreras… son precisamente las organizaciones donde están las masas” [1]. 

Algunos, rechazan el trabajar en el interior de los sindicatos porque creen que ello nos llevará “caer en el reformismo” o a “ir a la zaga del movimiento espontáneo”, no comprendiendo que para vincularse a las amplias masas trabajadoras, es preciso correr esos riesgos. Que esos peligros se pueden y deben afrontar, como habrá que hacerlo con muchos otros, teniendo bien claro que es lo que queremos, y una revolución no se prepara elaborando teorías muy revolucionarias y muy perfectas, pero quedándonos en casa auto complaciéndonos y dejando que la realidad siga su curso, sin hacer nada por transformarla. Por eso, como decía Lenin, es imprescindible que los comunistas trabajemos en los sindicatos.

2.- Nuestra táctica en el trabajo sindical

En primer lugar, tenemos que partir de las condiciones concretas de los trabajadores y trabajadoras que forman parte de los sindicatos, de su nivel de conciencia. Como ya sabemos, salvo exiguas minorías, el nivel de conciencia es basico, elemental, lo que Lenin llamó “trade-unionista”. Es el nivel al que las masas pueden llegar por sí mismas, de forma espontánea. Y es precisamente con lo que algunos temen enfrentarse porque, según ellos, el hacerlo supondría que los comunistas nos rebajásemos al nivel de conciencia de las masas.

Sin embargo, nosotros consideramos que debemos trabajar entre ellas y, en base a sus problemas concretos, tenemos que ser capaces de orientar su acción y su lucha de tal forma que puedan ir aprendiendo de la propia práctica. Eso significa que hemos de ser capaces de aprovechar cualquier reivindicación, cualquier protesta, para extraer conclusiones y enseñanzas que sepamos transmitir al resto de trabajadores y trabajadoras. Que seamos capaces de relacionar las reivindicaciones concretas y las luchas parciales y limitadas, con la explotación capitalista de que son objeto, y de hacérselo ver así. En definitiva, que seamos capaces de aprovechar la potencialidad que nos ofrecen los sindicatos para hacer de ellos auténticas escuelas de comunismo.

Esto supone aprovechar las reuniones de las secciones sindicales, a nivel de empresa; de las asambleas de afiliados-as, tanto a nivel de empresa como a nivel comarcal y/o sectorial; las reuniones de delegados-as, tanto del sindicato al que estemos afiliados-as como las que tengan un carácter inter-sindical; así como las asambleas generales de trabajadores-as, tanto a nivel de empresa como a otros niveles. Igualmente, también debemos prestar atención al trabajo en los comités de empresa.

También supone que tendremos que elaborar y difundir hojas explicativas (de agitación) ante cada situación concreta; organizar escuelas sociales, para agrupar a los compañeros-as con más inquietudes y estudiar con ellos determinados temas, que se tratarían con una mayor profundidad que la empleada en el resto de reuniones. Donde, por ejemplo se pudiera profundizar en el conocimiento del  funcionamiento del capitalismo, como sistema económico, en las causas de las crisis, etc.

3.- Nuestro comportamiento

En todo momento, nuestra actitud debe ser ejemplar. Nuestro comportamiento debe estar basado en la ética revolucionaria. En ningún momento debemos beneficiarnos de sobornos ni prebendas, ni de un trato privilegiado con respecto al recibido por el resto de los compañeros y compañeras de trabajo. Por ejemplo, no haciendo uso de las “horas sindicales”, que legalmente nos correspondan o que estén pactadas con la empresa por ejercer funciones de representación de los trabajadores, para uso personal.

Debemos esforzarnos por desenmascarar las maniobras conciliadoras de aquellos dirigentes sindicales reformistas que traicionan la confianza que sus compañeros-as han puesto en ellos y, en realidad, están sirviendo a los intereses de la empresa y la patronal, aunque a veces empleen un leguaje demagógico super “radical”. Por ejemplo, cuando llevan a cabo negociaciones secretas, o llegan a acuerdos con los empresarios, a espaldas de los trabajadores. Y debemos hacerlo aún sabiendo que ello nos puede acarrear la represión interna por parte de los dirigentes reformistas o, incluso, la expulsión del sindicato.

4.- Crear un corriente revolucionaria

Como hemos dicho más arriba, nuestro trabajo político en los sindicatos debe ir orientado a ganarnos a los sectores más avanzados, más combativos, de la clase obrera, así como a los sectores relativamente avanzados o intermedios. Ello, no significa que estos compañeros y compañeras vayan a hacer suyas las ideas comunistas, de la noche a la mañana. Ni nosotros tampoco debemos pretenderlo. Todos los procesos, incluido el de toma de conciencia revolucionaria, requieren un periodo de maduración, más o menos prolongado.

Lo que sí podemos y debemos hacer es facilitar el agrupamiento, la organización, de estos compañeros y compañeras, con vistas a amplificar la capacidad de lucha contra el reformismo y el burocratismo sindical. Para ello, debemos impulsar una corriente revolucionaria, de clase y combativa, en el interior de los sindicatos.

Una corriente unitaria, transversal, que a partir de cada uno de los ámbitos en los que se desarrolle y por encima de las actuales divisiones sindicales o nacionales, trabaje con un mismo objetivo: lograr la unidad de la clase obrera vasca. Una corriente que, en cada sindicato, trabaje por el reforzamiento de la democracia interna, por la transparencia en la labor sindical, contra el burocratismo y la conciliación con la patronal, contra la “concertación” y por la profundización de la lucha de clases. En definitiva, una corriente que contribuya a superar el desarme ideológico al que nos someten las direcciones sindicales reformistas que nos presentan como enemigo al “neoliberalismo”, cuando de lo que  se trata es de acabar con el capitalismo, ya sea neoliberal o keinesiano. 



NOTAS

1.- V.I. Lenin.”La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”. Recopilación “Acerca de los sindicatos”. Págs, 316-323. Akal Editor. Madrid, 1975.