La UE actual, la Europa de los 28, hunde sus
raíces en el sistema de Estados que se fue gestando en nuestro continente a
partir del siglo XVII. Un sistema político y económico que surgió y se
desarrolló en medio de grandes conflictos que tuvieron lugar tanto en el
interior de los propios Estados como entre unos Estados y otros. Conflictos
que, generalmente, se han resuelto por medio de la violencia y de la guerra.
Hoy día, todo parece indicar que esa UE que nos han
presentado muchas veces como símbolo de paz y de concordia, como sinónimo de
cooperación entre los distintos Estados europeos, atraviesa una profunda
crisis. En las próximas líneas trataremos de poner de manifiesto sus
principales rasgos, así como de desentrañar sus causas más profundas y prever su
posible evolución, es decir, la tendencia de su desarrollo. Pero, ahora, vamos
a detenernos un poco en el proceso de gestación de la Europa actual.
1.- El surgimiento
del Estado moderno en Europa.
Algunos de los Estados que hoy forman parte de la UE remontan su origen a finales
de la Baja Edad
Media o a principios de la
Moderna. Tal es el caso del Estado español, del francés y del
inglés.
En esa época, como consecuencia de la actuación de una
serie de factores económicos, sociales, políticos y militares, tuvo lugar un
proceso de centralización del poder político que se inició a partir de las
distintas monarquías feudales y que dio lugar a las nuevas monarquías
centralizadas y autoritarias, también conocidas como “monarquías
renacentistas”. Es entonces, cuando el modo de producción capitalista se
encuentra en sus inicios, cuando surge el Estado moderno.
El proceso centralizador del que surgió el embrión del
Estado español tuvo lugar con los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, tras
una serie de guerras entre los distintos reinos peninsulares. Un proceso
similar fue el que iniciaron los reyes de la dinastía de los Capetos y continuaron
los de la Valois,
que culminó tras la finalización de la Guerra de los Cien años (1339-1453), y que acabarían
consolidando el Estado francés. En Inglaterra, los monarcas que impulsaron el
proceso centralizador fueron los de la dinastía Tudor, después de la Guerra de las Dos Rosas
(1455-1485).
2.- El sistema de
Estados europeos y su evolución.
Desde el siglo XVII, la organización político-territorial
europea ha sufrido importantes modificaciones. Estas han estado siempre
íntimamente ligadas con la lucha entre las clases dominantes de los distintos
países y han sido una consecuencia directa de la redistribución, entre ellas,
del poder político y económico, lo que generalmente ha tenido lugar por medio
de la guerra. En la historia de Europa se han producido, hasta ahora, cuatro
grandes reorganizaciones político-territoriales:
2.1.- La primera
reorganización.
Se desarrolló por medio de la Guerra de los Treinta años (1618-1648)
que, por primera vez, tuvo un carácter mundial [1]. Pero esta guerra se
superpuso a la guerra de liberación que durante ochenta años mantuvo la joven
república protestante holandesa [2] contra el Imperio español y que acabó
destruyendo los fundamentos de su poderío, que en aquella época se basaba en un
sistema de monopolio del comercio internacional, ya que afectó seriamente a la
base económica de la que entonces era la primera potencia mundial, el comercio
con América Latina [3].
La Paz de Westfalia (1648), tuvo las siguientes consecuencias:
a)
El
fin del predominio de los Habsburgo en Europa. En Alemania prevalecen los
derechos, prerrogativas, libertades y privilegios de los príncipes frente al
poder central imperial. El imperio se fracciona en una confederación de más de
trescientos Estados independientes. Austria se separa, por primera vez, del
imperio.
b)
La Paz de Westfalia reconoció la
independencia de los Países Bajos, así como también (aunque sólo formalmente)
la de Portugal, ya que este último país todavía tendría que mantener una larga
guerra contra el Estado español (1641-1665) hasta conseguir su independencia
efectiva, reconocida por el Tratado de Lisboa (1668). Todo ello marcó el declive de la hegemonía
española y el inicio de su decadencia.
c)
Surgen
nuevas potencias europeas: Francia, como potencia continental; Suecia, en la
zona del Báltico; y Holanda, como potencia comercial.
d)
Se
crean las condiciones que harían posible la Revolución Industrial
en Inglaterra y, con ello, el inicio del primer
ciclo de acumulación capitalista (1760-1848).
2.2.- La segunda
reorganización.
La Revolución Industrial se inició en Inglaterra a
mediados del siglo XVIII. Hubo una serie de factores que posibilitaron que se
desarrollase precisamente allí y no en ningún otro lugar:
a)
Las
transformaciones políticas y económicas introducidas por las dos revoluciones
inglesas. Durante la primera de ellas (1648-1660), dirigida por Cromwell, se
promulgó el Acta de Navegación [4]. La segunda (1688), que fue consecuencia de
un pacto entre la nobleza y la burguesía inglesa, permitió que se estableciesen
los impuestos, se proclamase la libertad de prensa, se declarase la
inamovilidad de los jueces, y se modificase el carácter del ejército, que dejó
de ser permanente. Todo lo cual contribuyó a crear el marco jurídico-político
apropiado para la conversión de Inglaterra en la primera potencia comercial
(capitalista) del mundo;
b)
una
posición geográfica favorable. Su condición de isla, protegió a la economía
inglesa de la influencia de varios factores que retardaron y obstaculizaron el
temprano desarrollo del capitalismo en el continente;
c)
el
rápido aumento de la población que tuvo lugar en el siglo XVII y principios del
siglo XVIII;
d)
la
concentración de manufacturas en la lana (hilado y tejido) permitió el
aprovechamiento de las máquinas, a diferencia de la producción francesa que se
centraba en los artículos de lujo;
e)
la
temprana integración territorial del Reino Unido (1707) que permitió la
uniformización del mercado interior;
f)
la
existencia de yacimientos mineros de carbón y de hierro; y
g)
la
situación internacional favorable, creada a raíz de la finalización de la Guerra de los Treinta Años,
y de la victoria sobre Holanda en las tres guerras navales que mantuvo con ese
país durante el siglo XVII.
Pero el ascenso de Francia como potencia continental
estaba agudizando las contradicciones entre la burguesía industrial inglesa y
la burguesía comercial francesa (que todavía no había conquistado el poder
político). El triunfo de los Borbones en la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), reforzó
la posición de Francia. Esta guerra, también tuvo un alcance internacional ya
que se extendió desde el territorio español y francés hasta el sur de Alemania,
los Países Bajos y el Mar del Norte. Casi simultáneamente a este conflicto se
desarrolló la Gran Guerra
del Norte (1700-1721), en la que se enfrentaron, principalmente, Suecia y
Rusia, por el dominio sobre el mar
Báltico.
Se estaban empezando a gestar las condiciones para la
segunda reorganización político-territorial de Europa, que tendría lugar una
vez finalizadas las guerras napoleónicas, y a la que nos referiremos más
adelante.
Francia e Inglaterra se volvieron a enfrentar durante la Guerra de Sucesión
Austriaca (1740-1748), en la que se superpusieron dos conflictos principales: la Guerra del Asiento
(1739-1748) que se desarrolló en el
escenario del Mar Caribe y en el que se enfrentaron las flotas y tropas
coloniales inglesas y españolas (estas últimas con el apoyo francés), y que
finalizó con la derrota inglesa; y el propio conflicto continental, por el
control de Silesia (una región situada actualmente en Polonia, pero cuyo
territorio histórico se extendía por parte de Alemania y la actual República
Checa).
En esta guerra participaron, por una parte, Prusia que
contaba con el apoyo de los electorados de Baviera, Brandeburgo y Sajonia, así
como de los reinos borbónicos francés y español; y por otra, Austria que
mantenía su dominio sobre Silesia y que contaba con el apoyo de Gran Bretaña,
las Provincias Unidas, así como del electorado de Hannover. Por esta guerra,
Austria tuvo que renunciar a su dominio sobre Silesia, a favor de Prusia, y
España vio ratificada su posición de potencia atlántica frente a Gran
Bretaña.
El enfrentamiento franco-británico continuó durante la Guerra de los Siete Años
(1756-1763). Este conflicto tuvo como objeto establecer el control definitivo sobre
el territorio de Silesia y lograr la supremacía colonial en América del Norte y
en la India. En
esta guerra tomaron parte, por un lado, Prusia, Hanóver y Gran
Bretaña, con sus colonias americanas y su aliado Portugal, que
se sumó algo más tarde; y por otra parte, Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España, esta
última a partir de 1761. Se produjo un cambio de coaliciones con respecto a la Guerra de Sucesión Austriaca, pero el
conflicto de Silesia y el enfrentamiento franco-británico continuaron siendo
los aspectos principales.
El 10 de febrero de 1763 se firmó el Tratado de Paris, que
puso fin al enfrentamiento en el escenario colonial. Por este acuerdo, Francia
perdió la mayor parte de sus posesiones coloniales en Asia y América. El 15 del
mismo mes, se firmó el Tratado de Hubertsburgo, por el que se confirmó la
soberanía de Prusia sobre el territorio de Silesia y Prusia alcanzó el rango de
potencia europea.
Otro acontecimiento de gran importancia, que contribuyó a
debilitar, aunque tan sólo temporalmente, el poderío colonia británico, fue la Guerra de la
Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), que sostuvieron las Trece
Colonias americanas (colonias costeras de Inglaterra en el Atlántico
norte) contra la metrópoli y que culminó con la aceptación de su independencia
por parte del Parlamento británico. Finalmente, en 1789 se produjo la Revolución francesa,
mediante la cual, la burguesía (comercial e industrial) francesa derrocó a la
monarquía absoluta y se adueñó del poder político. Todos los acontecimientos
que hemos descrito hasta ahora tuvieron lugar durante la fase expansiva de ese
primer ciclo de acumulación capitalista. Una fase que duró aproximadamente
desde 1760 a
1800.
Las guerras
napoleónicas.
Hasta el triunfo de la Revolución de 1789, la
base de la economía francesa estaba representada por el comercio, la
agricultura y las profesiones liberales. Las iniciativas de desarrollo de la
industria habían tenido su origen en el Estado, bajo los reinados de Luis XV y
Luis XVI. Pero las empresas industriales no llegaron a progresar ni a desarrollarse
tanto como en Inglaterra. De hecho, en 1876, Francia había firmado un tratado
comercial con Inglaterra que desató una fuerte competencia por parte de los
productos ingleses y que produjo una grave crisis en la débil industria
francesa. Todo esto, unido al hambre provocada por las malas cosechas, dio
lugar a una serie de levantamientos populares que culminarían con la Revolución burguesa de
1789.
Napoleón pretendió cambiar esta situación y sentar las
bases de una economía industrial moderna, pero ya no disponía ni de colonias,
ni de un comercio internacional lo
suficientemente potente como para haber constituido la base de la
industrialización francesa [5]. Por ello, se dispuso eliminar el retraso
francés respecto a Inglaterra mediante la estrategia del “bloque continental” [6],
que consistió en impedir que los productos manufacturados ingleses llegasen al
continente, con el fin de provocar la bancarrota financiera de Inglaterra.
Pero esta medida debe inscribirse en el contexto de las
guerras napoleónicas que tuvieron lugar entre 1802 y 1815 [7] y que se
desarrollaron simultáneamente en varios escenarios (Europa, Norteamérica y
Caribe, el río de la Plata,
el Océano Atlántico y el Índico), teniendo como principales contendientes a
Francia e Inglaterra (cada una de ellas
con diversos aliados). Las guerras napoleónicas finalizaron con la
derrota de Francia y el restablecimiento del absolutismo en Europa, mediante el
Congreso de Viena (1814-1815).
Como consecuencia de la nueva reorganización de Europa que
se llevó a cabo en dicho congreso, Francia perdió todas sus conquistas y volvió
a sus fronteras de 1792, siendo rodeada de un cinturón de “Estados tapón”: la Prusia renana, el nuevo
reino de los Países Bajos (Bélgica y Holanda), así como el reino de
Saboya-Piamonte; Inglaterra se aseguraba el control de las rutas marítimas; Rusia
se convertía en una gran potencia, obtenía la mayor parte de Polonia (incluida
Varsovia), conservando Finlandia y Besarabia; Austria renunciaba a Posnania,
aunque recibía Istria y Dalmacia (que le permitían ejercer su influencia sobre
Italia), al mismo tiempo que se proclamaba la independencia de la república de
Cracovia; y Prusia recibía la parte septentrional de Sajonia, así como otros
territorios; Suecia se anexionaba Noruega (excepto Islandia, Groenlandia y las
Islas Feroe); Dinamarca obtuvo Holstein y Lavemburgo; y en la Península Ibérica
se volvió a restaurar el absolutismo. Esta reorganización política de Europa tuvo
lugar durante la fase recesiva del primer ciclo de acumulación, que duró
aproximadamente desde 1800 a
1848 [8].
Debido a las contradicciones internas del desarrollo
capitalista, la estrategia económica de Napoleón no dio el resultado esperado.
Aunque en algunas zonas, como ocurrió en Alemania, el bloque continental tuvo
repercusiones positivas (sobre todo en Sajonia y en la cuenca del Ruhr, donde
la eliminación de la competencia inglesa permitió un aumento de la producción y
la introducción de innovaciones tecnológicas), en general, las industrias
producían para los mercados nacionales, de tamaño más reducido, mientras que
Inglaterra lo hacía para el mercado mundial.
Por ello, esas industrias no podían crecer y llegar a
representar una amenaza, por la competencia, para Inglaterra que, además,
llevaba una considerable ventaja en el campo de la tecnología. Por otra parte,
el hecho de que Francia estuviese volcada hacia el continente dio una libertad
casi absoluta a Inglaterra en el comercio marítimo. Una vez finalizadas las
guerras napoleónicas, Inglaterra logró reafirmar su superioridad económica y en
el campo internacional llegó a ocupar el papel hegemónico que todavía
mantendría durante más de un siglo [9].
2.3.- La tercera
reorganización.
En el periodo siguiente, durante la fase expansiva del segundo ciclo de acumulación capitalista
(1848-1893), que fue conocida como la “primera edad de oro del capitalismo”
y que duró desde 1848 a
1873, aparecieron nuevas potencias en la escena europea y también en el plano
internacional. Se produjo la unificación nacional de Italia (1850-1871) y la de
Alemania (1866-1871) que, como siempre, se realizaron por medio de la violencia
y la guerra [10].
Fuera de Europa, también se produjo el ascenso de dos
nuevas potencias: EEUU que, a partir de la profunda crisis que supuso la Guerra de Secesión
(1861-1865) experimentó un rápido desarrollo industrial; y Japón que, obligado
a abrirse al comercio internacional por la presión de las cañoneras
norteamericanas (1853), inició un proceso de modernización económico-financiera,
tecnológica, político-administrativa y militar, durante la llamada “era Meiji”
(1868-1912) que la convirtió en una agresiva potencia imperialista en el área
del Pacífico.
En cuanto a las potencias europeas, necesitaban asegurarse
el abastecimiento de materias primas baratas, por ello no dudaron en repartirse
sistemáticamente las colonias africanas. Con ese objeto, y por iniciativa de Francia
e Inglaterra, se convocó la
Conferencia de Berlín (noviembre
1884-febrero 1885) que fue organizada por el
Canciller de Alemania Otto Von Bismarck.
Se estaban gestando las condiciones que posibilitarían la
tercera reordenación del continente europeo. Pero, a diferencia de las
ocasiones anteriores, esta se realizaría a través de un proceso más largo y
sangriento.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Sus causas se encuentran en las contradicciones internas
del sistema capitalista. Unas contradicciones que, en determinadas condiciones
(sociales, económicas y políticas), se hacen especialmente agudas y empujan a la
guerra a los distintos Estados burgueses. La Primera Guerra
Mundial tuvo lugar durante la fase expansiva del tercer ciclo de acumulación capitalista (1893-1941). Una fase que
duró aproximadamente desde 1893 hasta 1929, y en la que se inició la “segunda
Revolución industrial”, que se caracterizó por el desarrollo de las industrias
química, mecánica, eléctrica y automovilística.
En este caso, esas contradicciones enfrentaban a las
clases dominantes (gran burguesía) de las principales potencias europeas. Alemania
estaba enfrentada a Inglaterra y a Francia. Entre las distintas potencias se había
iniciado una desenfrenada carrera armamentística que se manifestaba
especialmente entre Francia y Alemania. Por otra parte, existía una fuerte
competencia por la supremacía naval entre Alemania e Inglaterra. Por su parte,
el Imperio austro-húngaro estaba siendo sacudido por los movimientos nacionales
de los pueblos eslavos. También hay que tener en cuenta las aspiraciones del
Imperio ruso en los Balcanes. Y, por último, la abierta competencia desatada
entre las clases dominantes de los distintos Estados que, como consecuencia de
los excedentes de producción cada vez mayores, necesitaban urgentemente nuevos
mercados.
Antes del estallido de la guerra se produjeron cuatro
crisis.
La primera fue la llamada “crisis marroquí” (1905-1906) que
enfrentó a Francia y Alemania por la influencia sobre Marruecos. La segunda fue
la de Bosnia-Herzegovina (1908-1909) que enfrentó a los Imperios austro-húngaro
y ruso por la cuestión de los Balcanes (1ª crisis balcánica). La tercera fue la
de Agadir (1911-1912) y volvió a enfrentar a Alemania y Francia por la cuestión
colonial (2ª crisis marroquí). Por último, la cuarta crisis (1912-1913) también
tuvo como escenario a los Balcanes (2ª crisis balcánica). En esta ocasión,
Serbia, Montenegro, Bulgaria y Grecia, instigadas por Rusia, se lanzaron a la
guerra contra Turquía, para expulsarla de sus últimas posesiones europeas.
Aunque, posteriormente, los vencedores se volvieron a enfrentar entre sí, para lograr
la hegemonía en la región y su resultado fue la expansión de Serbia hacia el
oeste y el sur.
La exacerbación de las contradicciones entre las distintas
potencias imperialistas europeas y las diversas crisis prebélicas, crearon las
condiciones propicias para el estallido de la Primera Guerra
Mundial (1914-1918), aunque el factor desencadenante de la misma fue la muerte
del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, el 28 de
junio de 1914, a
manos de un nacionalista serbio.
La Primera Guerra Mundial fue el mayor conflicto
bélico habido hasta entonces en Europa y algunas de sus consecuencias más inmediatas,
además de la enorme secuela de muerte y destrucción que provocó, fueron:
· El
inicio de una nueva (la tercera) reorganización político-territorial de Europa,
que no culminaría hasta la finalización de la Segunda Guerra
Mundial, casi tres décadas más tarde.
·
El
triunfo de la Revolución
soviética (octubre de 1917) en Rusia, cuyo desarrollo se vio favorecido por las
condiciones económicas, políticas y sociales que el conflicto contribuyó a
crear en aquel enorme país.
Aunque, como hemos dicho más arriba, la Primera Guerra
Mundial no culminó la tercera reordenación político-territorial de Europa, como
consecuencia de ella se produjeron importantes cambios en el continente:
a)
se
reorganizó la Europa
central y meridional. La Paz de París se firmó escalonadamente
entre enero de 1919 y enero de 1920, por medio de una serie de tratados
internacionales: el Tratado de Versalles, con Alemania (enero de 1919), el de
Saint Germain, con Austria (septiembre de 1919), el de Neully, con Bulgaria (noviembre de
1919), el de Trianon, con Hungría (junio de 1920) y el de Sèvres, con Turquía
(agosto de 1920). La dirección de la conferencia de paz quedó en manos de los
principales Estados vencedores: Francia,Gran Bretaña, Italia y EEUU. Por primera vez, una potencia emergente, no
europea, participó en la guerra y en la posterior reorganización del continente.
b)
el
hundimiento y posterior desmembración de los cuatro grandes imperios: el
alemán, el austro-húngaro, el turco-otomano y el ruso (este último, como
consecuencia del triunfo de la
Revolución socialista de Octubre), dió lugar a la aparición de una serie de nuevos Estados
independientes, como Austria, Hungría, Yugoslavia y Checoslovaquia;
c)
por
otra parte, la Revolución de Octubre también posibilitó la creación
de otros nuevos Estados (que anteriormente habían pertenecido al Imperio
ruso), como Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania, cuya independencia fue
reconocida por el gobierno soviético en 1920.
El periodo de
entreguerras.
Las dos décadas que mediaron entre el final de la Primera Guerra
Mundial y el comienzo de la segunda, en realidad, constituyeron un “entreacto”
entre dos fases de un mismo proceso ya que las contradicciones que dieron lugar
al estallido de la primera gran guerra, habían quedado sin resolver al concluir
ésta.
De hecho, el sistema capitalista internacional sólo se habría podido
estabilizar si como consecuencia de la
guerra hubiera surgido una potencia claramente hegemónica que ocupase el lugar que
hasta ese momento había ocupado Inglaterra. La otra posible salida hubiera sido
que el resultado de la guerra pudiera haber desencadenado un movimiento
revolucionario triunfante capaz de superar el modo de producción capitalista en
los principales países industriales de Europa.
Lo cierto es que no ocurrió ni lo uno ni lo otro y sólo
se dio una combinación de ambas salidas.
El modo de producción capitalista sobrevivió en los principales países
industriales y el socialismo se afianzó en Rusia pero, tras el aplastamiento de
las revoluciones alemana (noviembre de 1918-enero de 1919) y húngara (marzo-agosto
de 1919) no logró extenderse a otros países.
El periodo que va desde 1918 a 1939 fue un
intermedio en el proceso de resolución de las contradicciones inter-imperialistas.
En los dos conflictos mundiales que separa este periodo, Alemania desempeñó un
papel central. Fue una especie de catalizador.
Contrariamente a lo que se ha dicho muchas veces, la primera Guerra Mundial no fue una
consecuencia de las disputas coloniales, sino que fue un enfrentamiento entre
dos formas distintas de expansión capitalista, entre el imperialismo colonial
inglés y francés, por una parte, y el imperialismo continental alemán por otra.
Y todo ello vino a coincidir con la decadencia de Inglaterra que, hasta
entonces, había sido el centro del sistema internacional, que se enfrentó con
el poderoso capitalismo ascendente alemán.
Lo que realmente preocupaba a Alemania, no era el hacerse
con un mayor número de colonias sino el controlar los recursos económicos
(mineros e industriales) del continente, desde Bélgica y la Lorena hasta Ucrania y los
Balcanes. Y, aunque Alemania fue vencida en la guerra, su poderío industrial
quedó casi intacto. Por eso, después de que hubo aplastado a la revolución
espartaquista, pronto volvió a reclamar su papel hegemónico como potencia
industrial capitalista. De hecho, con la llegada de los nazis al poder (1933),
el Tercer Reich asumió, sin apenas modificación, esa política de expansión
capitalista, demostrando la continuidad de los intereses económicos de la clase
dominante alemana [11].
La Primera Guerra Mundial puso fin a la fase
expansiva del tercer ciclo de acumulación capitalista y dio paso a un ciclo
recesivo cuyo punto más bajo se situó en 1929 (la Gran depresión) y que
continuaría hasta 1941, en plena Segunda Guerra Mundial. No obstante, dentro de
esta fase recesiva, también hubo un pequeño periodo de recuperación económica que
es el de los años 1925 a
1929.
Esta reactivación se inició primero en EEUU (1922) y más
tarde en Europa (1924-1925). Se empezaron a aplicar una serie de innovaciones,
tales como:
a)
la
utilización de nuevas fuentes de energía
(electricidad y petróleo);
b)
se
introdujeron en las empresas nuevos
métodos de organización capitalista del trabajo (taylorismo,
estandarización, fordismo);
c)
se
produjo una acelerada concentración de
capitales en grandes corporaciones (truts, cartels, holdings),
principalmente en EEUU y Alemania.
A partir de entonces, los EEUU se convirtieron en la
primera potencia económica mundial. Por su parte, Alemania tuvo una importante
recuperación después de la reconversión del marco (1924) y la renegociación del
pago de las idemnizaciones de guerra (Plan Dawes). El paro que en 1924 era de
un 13,5% de la población activa, descendió al 6,7% en 1925, y en 1927 la
producción industrial ya superaba los niveles anteriores a la Primera Guerra
Mundial. Sin embargo, esta situación no duraría mucho.
En 1927 se inicia una crisis financiera que provoca la
caída de las bolsas en Alemania, y en 1928 ocurre otro tanto en Gran Bretaña, y
en febrero de 1929 en Francia. Estos fueron los precedentes del hundimiento de
la bolsa de Nueva York (28 de octubre de 1929) que dio origen a un prologado
periodo de deflación. A partir de ese momento, la crisis se propagó rápidamente
al conjunto de la economía norteamericana, así como a otros países de Europa y
del resto del mundo, dando lugar al colapso del sistema de pagos
internacionales [12].
La deflación, la caída de la producción, la acumulación de
grandes stocks, el desempleo masivo, la reducción del comercio internacional y
el fin del sistema internacional de pagos, se extendieron por los países
capitalistas más desarrollados. En EEUU el paro superó los 12 millones de
personas; en Alemania, siete millones y en Gran Bretaña, tres millones. La
producción industrial mundial cayó un 38% entre 1929 y 1932, y en EEUU un 50%.
Francia y Gran Bretaña, reorientaron su comercio hacia sus
colonias, y los EEUU lo hicieron hacia América Latina. En esas condiciones, se
fueron creando distintos bloques económicos y se establecieron restricciones al
comercio internacional y a los movimientos transnacionales de capital. Por su
parte, Alemania reaccionó frente al bloque económico de sus competidores
capitalistas con la autarquía y el intento de expansión hacia el sudeste
europeo pero, inmediatamente, se tuvo que enfrentar a Inglaterra. De la misma
manera, Japón trató de aumentar la exportación de sus productos textiles hacia
los países tropicales pobres, pero también se vio pronto frenado por el bloqueo
impuesto por las potencias rivales. En vista de ello, Alemania y Japón,
iniciaron un rápido programa de rearme.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Las causas profundas de la guerra habría que buscarlas en
los tratados de Versalles (junio 1919) que, tras finalizar la primera Guerra
Mundial, no resolvieron las contradicciones inter-imperialistas que la habían
originado. Pero EEUU, el nuevo país emergente ya se había situado en el centro
del sistema capitalista como la primera potencia industrial.
La Segunda guerra Mundial no sólo representó la derrota de Alemania,
sino que fundamentalmente supuso el hundimiento del poderío europeo. EEUU,
además de destruir al imperialismo alemán, italiano y japonés, también logró
disolver los monopolios imperialistas de Inglaterra, Francia, Holanda y
Bélgica. A partir de entonces, se inició la reorganización de la economía
mundial bajo su dirección [13].
En Europa, los aliados, vencedores de la guerra, por medio
de la Conferencia
de Yalta (febrero 1945) y la de Postdam
(julio 1945), procedieron a un reparto de zonas de influencia que
configuraban dos nuevos bloques. Uno, el occidental, bajo la dirección de EEUU
y otro, el oriental, bajo la dirección de la URSS. Con ello se
certificaba la tercera reorganización
político-territorial del continente, esta vez con la presencia de una
potencia foránea, los EEUU.
NOTAS
1.- Esta guerra comenzó como un conflicto entre el
emperador y Bohemia, pero se convirtió pronto en un problema que afectaría a
todo el imperio de los Habsburgo y posteriormente se extendería a toda Europa.
En el marco general de esta contienda, se desarrollaron la Guerra de independencia de
los Países Bajos, que había comenzado cincuenta años antes de su estallido, y la Guerra franco-española, que
se inició en 1635 y se prolongó hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659).
La
Guerra
de los Treinta Años, tuvo cuatro periodos distintos: a) Periodo
bohemio-palatino (1618-1623); el Periodo danés (1625-1629); el Periodo sueco
(1630-1635); y el Periodo franco-sueco (1635-1648). La Guerra de los Treinta Años
finalizó con la Paz
de Westfalia (1648). Esta, estableció por primera vez en Europa un sistema de
equilibrio político entre los distintos Estados. Con la Paz de Westfalia quedó
estructurado el mapa de la
Europa moderna.
2.- La guerra de independencia de los Países Bajos
(1568-1648) tuvo dos fases. En la primera, los patriotas holandeses, dirigidos
por Guillermo de Orange, iniciaron el levantamiento armado, formando la Unión de Utrech (1579) entre
las Provincias Unidas del Norte que, en 1581 proclamaron su independencia y
continuaron la guerra (en 1584 sería asesinado Guillermo de Orange) hasta la
firma de la Tregua
de los 12 años con el imperio. Por su parte, las provincias del Sur, de mayoría
católica, formaron la Unión
de Arras (1579) y aceptaron la soberanía de Felipe II. De estas últimas
surgiría el núcleo de la futura Bélgica. La tregua se rompió con el estallido
de la Guerra
de los Treinta años (1618-1648).
A pesar de la guerra, la república holandesa no suspendió
sus actividades comerciales. Así, en 1602 la
burguesía comercial holandesa fundó la Compañía Holandesa
de las Indias Orientales y en 1621 la de las Indias Occidentales, cada una de
ellas con ejército propio y amparadas por privilegios estatales de explotación
colonial. Con ello se vino a reforzar la posición hegemónica comercial que
mantenía Holanda desde finales del siglo XVI y que había hecho de Amsterdam el
emporio comercial más importante de Europa.
La prosperidad económica holandesa decayó a finales del
siglo XVII y el comercio fue pasando a manos de Inglaterra, aunque para ello
fueron necesarias tres guerras. La primera guerra naval anglo-holandesa
(1652-1654) tuvo lugar en la época de Cromwell, tras el triunfo de la primera
Revolución inglesa (1648-1660). Las otras dos guerras anglo-holandesas,
tuvieron lugar después de que se hubiera producido la restauración de los Estuardo,
la segunda en (1665-1667) y la tercera en (1672-1674). Se da la circunstancia
de que, en estas guerras, una burguesía industrial (la inglesa) venció a una
burguesía comercial (la holandesa) y así pasó a ser la potencia hegemónica en
el plano económico.
3.- Hay que tener en cuenta que desde principios del siglo
XVII, las dos Compañías Holandesas de las Indias, atacaron sistemáticamente las
posesiones coloniales hispano-portuguesas, que en aquella época estaban
sometidas a un mismo poder político ya que Portugal, desde 1581, formaba parte
de la Corona
española.
4.- El Acta de Navegación fue promulgada en 1651, e iba
dirigida a boicotear el comercio marítimo holandés. Mediante dicha Acta, todas
las mercancías procedentes o dirigidas a Inglaterra debían ser transportadas en
barcos ingleses.
5.- Ekkehart Krippendorff. “El sistema internacional como
historia. Introducción a las relaciones internacionales”. Edit. Fondo de
Cultura Económica. México, 2002. Págs. 90-95.
6.- Este embargo comercial fue proclamado por Napoleón
mediante el Decreto de Berlín (noviembre 1806), después del triunfo militar
sobre las tropas prusianas, en la batalla de Jena. Mediante dicho decreto se
prohibió a los países ocupados por Francia, y también a sus aliados, la importación
de mercancías inglesas.
7.- Se las puede considerar como una continuación de las
Guerras revolucionarias francesas o Guerras de la Primera y Segunda
coalición, que tuvieron lugar entre 1792 y 1801.
8.- En este periodo también tuvieron lugar los movimientos
liberal-democráticos de 1820 y 1830, así como la revolución de 1848, que se
extendieron por varios países de Europa. Fue en esta última cuando, por primera
vez en la historia, hizo aparición la clase obrera, como clase independiente y
con intereses propios.
9.- Con el desarrollo del capitalismo, a medida que se han
ido produciendo cambios en el modelo de acumulación, la hegemonía económica y
comercial mundial, ha ido pasando de unos países a otros. Así, con una
perspectiva histórica, podemos hablar de la existencia de varios ciclos. Un
ciclo genovés, que se extendió desde
el siglo XV hasta principios del siglo XVII; otro ciclo holandés, que duró
desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII; un ciclo británico,
que abarcó la segunda parte del siglo XVIII, todo el siglo XIX y los primeros
años del siglo XX, y un ciclo norteamericano, que comenzó a finales del siglo
XIX y que ha continuado hasta la fase actual de expansión financiera. Todo
parece indicar que el fin de la hegemonía norteamericana está próximo y que
será sustituida por la china. En definitiva, puede decirse que el “eje” de la
economía mundial se ha ido desplazando de una a otra zona del Mediterráneo para
pasar luego al Atlántico y después al Pacífico. Sobre estas cuestiones es interesante
el libro de Giovanni Arrighi: “El largo
siglo XX”. Editorial AKAL. Madrid, 1999.
10.- Fue precisamente con ocasión de la derrota de
las tropas francesas en la
Guerra franco-prusiana (1870-1871) y la entrada de los
alemanes en París (1 de marzo de 1871) cuando se produjo la primera revolución
proletaria de la historia y los obreros de la capital francesa establecieron la Comuna de Paris que duró
menos de tres meses y que acabó siendo aplastada por el ejército reaccionario
francés, con la connivencia de las tropas de ocupación alemanas. En la
posterior represión sobre los trabajadores revolucionarios, se calcula que se
produjeron unos 20.000 fusilamientos.
11.- Ekkehart Krippendorff. Obra citada. Págs. 113-127.
12.- En diciembre de 1928 ya se había producido la
suspensión de pagos en la poderosa industria del siderúrgica de
Renania-Westfalia, que provocó una fuerte recesión en Alemania.
13.- Ekkehart Krippendorff. Obra citada. Págs. 126-127.