Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba
prácticamente destruida. Las potencias vencedoras, especialmente EEUU y la URSS, eran quienes
supervisaban su reconstrucción, y la consiguiente reorganización política, en
sus respectivas áreas de influencia.
Las clases dominantes de varios países europeos eran
conscientes de la debilidad económica y política que la guerra les había
provocado. Debilidad que se veía acrecentada por la progresiva pérdida de sus
antiguos imperios. Al mismo tiempo, las burguesías de estos países constataban
la posición secundaria (subordinada) que ocupaban en los organismos
internacionales que se constituyeron como consecuencia de los Acuerdos de
Bretton Woods (julio de 1944), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial (BM).
3.- La “integración”
europea
En 1947, EEUU impulsa el Plan Marshall, con el pretexto de
contribuir a la reconstrucción económica de Europa pero que, en realidad,
respondía a otros intereses: a) evitar el posible colapso de la economía mundial,
como consecuencia de la insolvencia europea; b) posibilitar el mantenimiento de
la producción industrial norteamericana al mismo nivel que el alcanzado en los
años de la guerra; y c) contribuir al aislamiento del recién constituido campo
socialista. Como instrumento para desarrollar el Plan Marshall, en 1948 se creó
la Organización
Europea para la Cooperación Económica
(OECE).
El primer paso hacia la integración de Europa Occidental
se dio en 1951. Ese año, Alemania y Francia, siguiendo el “Plan Schumann” (mayo
de 1950) pusieron en común toda su producción de carbón y acero bajo la
dirección de una Alta Autoridad común, abierta a la participación de otros
países europeos. Posteriormente se incorporarían a este acuerdo los países del
BENELUX (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) e Italia, dando lugar a la creación de
la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA).
3.1.- Del Tratado de
Roma al Acta Única Europea
Un sector del capitalismo europeo veía la necesidad de llevar
a cabo un proceso de “integración” económica con el fin de reforzarse, por dos
razones fundamentales. Una, para hacer frente al creciente poderío económico, político y militar del campo socialista, así
como al auge de los partidos comunistas en Europa Occidental, especialmente en
Italia y Francia. La otra, para hacer frente a la creciente influencia de EEUU
en el continente.
Por su parte, a EEUU le interesaba consolidar su
influencia económica y política en Europa y, al mismo tiempo, levantar una
especie de “muro de contención” respecto a la URSS y al resto del bloque socialista. Por esta
última razón impulsó la creación de la OTAN. Esta alianza militar se creó por el Tratado
de Washington (1949).
Una pieza fundamental en sus planes era Alemania que, a
causa de las limitaciones que le impusieron los aliados al finalizar la Segunda Guerra
Mundial, no podía rearmarse. Sin embargo, con el apoyo de EEUU y Canadá pudo
ingresar en la OTAN
en 1955. Como respuesta al rearme alemán, los países del Este crearon, ese
mismo año, el Pacto de Varsovia.
En ese contexto de reconstrucción económica y de “guerra fría”, se firmaron los Tratados de
Roma (marzo de 1957) mediante los que se constituyeron la Comunidad Económica
Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía
Atómica (CEEA o Euratom). Los Estados firmantes fueron los mismos
que años atrás habían constituido la
CECA.
Durante estos años, la economía mundial se encontraba en la
fase expansiva del cuarto ciclo de
acumulación capitalista (1941-1990). Una fase que se ha conocido como la
“segunda edad de oro del capitalismo” y que duró aproximadamente desde 1941
hasta 1973. Fue entonces cuando, en algunos países de Europa Occidental, se
desarrolló el Estado del Bienestar, como consecuencia del auge del movimiento
obrero y del miedo de las clases dominantes al estallido de un movimiento
revolucionario.
En esa situación, la burguesía llegó a un acuerdo con la
socialdemocracia para llevar a cabo una serie de reformas económicas y sociales
(sanidad, educación, jubilaciones, seguro de desempleo, etc.), basadas en la
teoría económica keynesiana, a fin de atenuar la agudización de la lucha de
clases y consolidar el sistema capitalista.
Sin embargo, las contradicciones entre las burguesías de
los distintos países capitalistas se manifestaban abiertamente. Francia
contemplaba con recelo la creciente influencia norteamericana en Europa. Debido
a esto, en 1963 vetó la entrada de Gran Bretaña en la CEE, considerando que su
función era la de un “caballo de Troya” al servicio de EEUU. Ese mismo año se
firmó la Convención
de Yaundé I (1963-69), un acuerdo entre la CEE y 18 países de África, Caribe y Pacífico (ACP),
la mayoría de ellos antiguas colonias francesas o belgas. Estos acuerdos se
renovarían hasta 1975.
En 1966 Francia se retira del Comando Integrado
(estructura militar) de la OTAN,
por sus diferencias con EEUU, y en 1967 vuelve a ejercer su veto contra la
entrada del Reino Unido en la CEE. En 1970 se presenta el Plan Werner, para
lograr la unión económica y monetaria para 1980. Un año más tarde, se celebró
una cumbre entre Nixon y Pompidou, en la que EEUU presionó a Francia para que
retirase su apoyo al Plan Werner y para que no vetase la entrada de Gran
Bretaña a la CEE.
En 1973 tuvo lugar la 1ª Ampliación de la CEE, con la incorporación del
Reino Unido, Irlanda y Dinamarca. Ese mismo año se inició una fase recesiva en
el ciclo de acumulación capitalista que duraría aproximadamente hasta 1990,
durante la cual se produjeron una serie de acontecimientos en el panorama
internacional que condicionaron significativamente el llamado proceso de
construcción europea y que veremos más adelante.
La incorporación del Reino Unido trajo consigo la
modificación de los acuerdos entre la
CEE y los países ACP, para dar cabida a las antiguas colonias
británicas y países de su esfera de influencia (Commonwealth). Por ello, la Convención de Lomé
(1975-2000) sustituyó a la de Yaundé. De esta forma se legitimaban las
relaciones semi-coloniales entre los países ACP y las antiguas metrópolis, al
mismo tiempo que la CEE
se garantizaba el acceso, en condiciones ventajosas, a las materias primas que
necesitaban los países capitalistas más industrializados.
El contexto
internacional
La quiebra del sistema financiero de Bretton Woods era
manifiesta. En 1971, EEUU había suspendido la convertibilidad del dólar-oro, y
en 1973 se eliminó el sistema de cambio fijo. Ese mismo año, se produjo la 1ª
crisis del petróleo, también llamada del Yon Kippur o del Ramadán. En 1975, las
fuerzas del ELN entran en Saigón, y EEUU se ve obligado a retirarse de Vietnam.
Poco tiempo después, se produce la invasión
rusa de Afganistán (1978) y, al año siguiente, la 2ª crisis del
petróleo, a raíz de la
Revolución Islámica en Irán (1979).
El modelo de acumulación capitalista ya no sirve para
contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. En Gran Bretaña,
con el gobierno de Margaret Tatcher (1979-1990) y en EEUU, con Ronald Reagan
(1981-1989), la burguesía inicia una nueva política económica (neoliberalismo)
que se caracteriza por el abandono del Keynesianismo y el progresivo
desmantelamiento del Estado de Bienestar; el paso del fordismo-toyotismo (basado en políticas de “pleno” empleo) al postfordismo (aumento del desempleo y
precariedad laboral). Es en esta época cuando se implantan la mayoría de las
dictaduras militares en Latinoamérica.
El giro neoliberal
En 1981 se produjo la 2ª Ampliación de la CEE,
con la entrada de Grecia, y en 1986 la 3ª, con el ingreso de España y Portugal.
Con lo que el número de miembros alcanza la cifra de 12. Un año antes, se había
firmado el Acuerdo de Schengen entre los Estados fundadores de la CEE. Este acuerdo, con
el pretexto de facilitar el tránsito de personas entre los países de la CEE, en realidad “blindaba”
las fronteras exteriores para la inmigración procedente de países no miembros
de la Comunidad Europea, especialmente la procedente del Norte de África y del
Este de Europa.
En 1986 se aprobó el Acta Única
Europea (AUE), mediante la que se modificaron los Tratados de Roma, y se aprobó
la creación del Mercado Único (MU) previsto para el 1993. Con ello se iniciaba
el giro neoliberal en la CEE,
y se comenzó a desmontar el Estado de Bienestar. Éste dejó
de interesar a la gran burguesía debido a que sus actuaciones en materia
asistencial impedían el buen funcionamiento del ejército de reserva que, para
cumplir eficazmente su función, requiere que los trabajadores y trabajadoras
estén lo más desprotegidos posible y que el trabajo se desregularice y
precarice cada vez más [1].
Por
ello, el Estado de Bienestar se transformó en su contrario y pasó de ser un
soporte del capitalismo a convertirse en un obstáculo para el mismo ya que, en
las condiciones de crisis global y sistémica, ha llegado a dificultar el
desarrollo del proceso de acumulación capitalista.
3.2.- La cuarta
reorganización
Con la caída del Muro de Berlín (1989) y la posterior
disolución de la URSS
(1991), el papel de Alemania en Europa se vio considerablemente reforzado ya
que se le abrió la posibilidad de extender su zona de influencia hacia la Europa Central y
oriental, que históricamente había sido su área de expansión, desde la época de
la HANSA [2] y la Orden Teutónica [3].
En 1990 se produjo la “reunificación” alemana, que más
bien fue la absorción de la RDA
por parte de la RFA. Se
la ha considerado como la 4ª ampliación de la UE. A partir de ese momento, la burguesía alemana
estrecha aún más sus lazos con el imperialismo yanqui y pasa a colaborar más
estrechamente con él. En 1991 se produce la disolución de la URSS y empieza a desmoronarse
el bloque del llamado “socialismo real”. Fue en esta época cuando se inició el quinto ciclo de acumulación capitalista
(1990-.....), que comenzaría con una fase expansiva conocida como la “era
de las comunicaciones” que duró aproximadamente desde 1990 a 2007.
Los Estados miembros de la CEE dan un paso más en la consolidación del
proceso de integración y se firma el Tratado de Maastricht, por el que se crea la Unión
Europea (1992).
Se aprueba la Unión
Económica y Monetaria (UEM), así como el establecer una
moneda única para finales de los noventa. Estos pasos van dirigidos hacia la
creación de una Europa superpotencia,
y son una consecuencia directa de las necesidades económicas, políticas y
militares derivadas de la nueva situación internacional.
Entre la RFA
y EEUU impulsan las “revoluciones de terciopelo” en los países de Europa del
este (1990), para lo que utilizan a una serie de partidos de nueva creación,
así como a un sinfín de ONGs, “observatorios” de derechos humanos, fundaciones
privadas, instituciones académicas, think tanks, etc., etc., financiados con
muchos millones de dólares o de marcos, y especializados en modular y orientar
la opinión pública. También se inician las guerras de los Balcanes, que dieron
lugar a la desintegración de la antigua Yugoslavia: Eslovenia (1991), Croacia
(1992-1995) y Bosnia (1992-1995).
Algunos países miembros de la UE y de la OTAN (Alemania, Bélgica,
España, Francia y Luxemburgo) crean el Eurocorps
o Cuerpo de Ejército Europeo (1995), cuyo antecedente se encuentra en la Brigada franco-alemana
(1989-1992), y su cuartel general se establece en Estrasburgo (Francia). Ese
mismo año se crea la Eurofor o Fuerza de
Intervención Rápida, con cuartel general en Florencia, que años más tarde
llevaría a cabo intervenciones militares en Albania (2000-2001), Macedonia
(2003), y en Bosnia Herzegovina (2006-2007).
Los acuerdos de Yalta y Postdam se habían convertido ya en
papel mojado y tanto el imperialismo europeo como el norteamericano trataban
por todos los medios de aprovechar la debilidad de Rusia para expandir su propia
influencia a costa de la antigua superpotencia. Rusia se retira de Afganistán
(1992), y la OTAN
interviene militarmente en los Balcanes, bombardeando Bosnia-Herzegovina (1995)
y la República
Federal de Yugoslavia, en 1999.
Mientras tanto, prosigue la institucionalización de la UE. Mediante el
Tratado de Amsterdam (1997) se establece (teóricamente) la libre circulación de
personas, en base al Acuerdo de Schengen, y se crea la EUROPOL, así como el
puesto de Ministro de Exteriores de la UE. Con este Tratado se pretendía cambiar las
“reglas de juego” para, en los años siguientes, poder ampliar y profundizar,
simultáneamente, la UE. Así,
se crearon las condiciones para construir una Europa a “dos velocidades”, con
un centro fuerte (dominado por Alemania) y varias periferias. En el Tratado de
Niza (febrero 2001) se estableció un nuevo sistema de toma de decisiones, por
doble mayoría (de número de Estados y de votos).
4.- Los atentados
del 11-S, y sus repercusiones
Desde finales de los noventa, EEUU había comenzado a
interferir en el proceso de “construcción europea”, tratando de entorpecer la
consolidación de la UE
como potencia económica, política y militar. Pero es a raíz de los atentados
producidos en septiembre de 2001 cuando el imperialismo yanqui aprovecha la
situación creada para hacer valer su hegemonía mundial.
Los acontecimientos del 11-S apuntalaron la moneda
norteamericana, en detrimento de la nueva moneda europea. Y los EEUU, con la
ayuda de Gran Bretaña, que actuaba como su auténtico “caballo de Troya”, han llegado
a convertirse en el verdadero director de la política exterior de la UE.
Un mes más tarde, las tropas de EEUU y de su fiel lacayo
británico, invadieron Afganistán. En diciembre de ese mismo año, China, la otra
superpotencia, ingresó en la Organización Mundial de Comercio (OMC), iniciándose
así el profundo cambio de la economía mundial que hoy vivimos.
Por su parte, como reacción inmediata a la nueva situación
internacional, la UE
se plantea lograr una mayor consolidación política, dotándose de una
Constitución propia. En 2002 entró en vigor el euro, la moneda europea, y en
2003 se celebró el Tratado Constitucional, mediante el cual se aprobó el
proyecto de Constitución Europea,
recomendándose a todos los Estados miembros que procediesen a su ratificación.
En 2004 tuvo lugar la 6ª Ampliación, la mayor habida hasta la fecha,
incorporándose 10 nuevos Estados (Malta y Chipre, y otros 8 Estados de Europa Oriental).
Esta gigantesca ampliación tenía varios objetivos:
extender el mercado de la UE,
beneficiarse de una fuerza de trabajo cualificada y barata, aprovecharse de los
recursos económicos (materias primas, industrias y servicios) de estos países;
y separar a estos países de la órbita rusa.
A raíz de esta nueva ampliación, se reforzó
considerablemente la influencia de EEUU en la UE, ya que de los 25 miembros que tenía en
aquellos momentos, 19 pertenecían a la
OTAN, el instrumento militar al servicio del imperialismo
yanqui. Se daba la circunstancia de que de los 18 miembros de la “eurozona”, 13
eran también miembros de la alianza militar.
En el 2005, Francia y Holanda, en sendos referéndums,
rechazaron el proyecto de Constitución Europea. El eje franco-alemán, que desde
el principio había sido la columna vertebral de la CEE y, posteriormente, de la UE, comienza a debilitarse.
Alemania trata de extender su influencia
hacia el este de Europa lo más rápidamente posible, a costa de Rusia, para lo
que cuenta con el apoyo norteamericano; mientras que Francia presta más
atención al reforzamiento de su influencia neocolonial en África.
Como consecuencia del fracaso en la ratificación del
proyecto de Constitución Europea, que ya había sido rechazado por dos Estados
miembros y se preveía que también lo fuese por, al menos, otros tres más (Reino
Unido, Polonia y la
República Checa), la
UE no tuvo ningún interés en continuar con el refrendo del
proyecto, y recurrió a una estratagema. Así, en una Conferencia
Intergubernamental (CIG), celebrada en julio de 2007, se elaboró un proyecto de
tratado que recogía lo fundamental del controvertido proyecto anterior, y esta
vez de la forma más oscurantista y antidemocrática posible, sin intervención
alguna ni del Parlamento Europeo ni de ninguno de los parlamentos de los
Estados miembros. En diciembre del 2007,
el Consejo Europeo aprobaba dicho proyecto
y firmaba el Tratado de Lisboa. Ese mismo año se produjo la 7ª
Ampliación de la UE,
con la entrada de Rumanía y Bulgaria, otros dos países del antiguo Bloque del Este,
y ahora también miembros de la OTAN.
También ese mismo año, Sarkozy había propuesto la creación
de una Unión Mediterránea que agrupase a los países ribereños, tanto europeos
como africanos. Alemania se opuso al proyecto porque supondría la marginación
de los Estados sin costa mediterránea. Por su parte, contrapuso el proyecto de
Unión para el Mediterráneo, formada por todos los Estados miembros de la UE y los países ribereños
norteafricanos. Finalmente, esta asociación se constituyó en 2008, participando
en ella 43 países. Ese mismo año, Francia regresó al Mando Integrado de la
OTAN.
La crisis económica
Entre 2010 y 2013 la crisis económica y financiera
comienza a afectar a algunos países de la periferia sur de la UE, como Irlanda, Grecia, Portugal,
España y Chipre. Se manifestó primero como crisis de la “deuda soberana” y,
posteriormente como falta de liquidez bancaria, lo que dio lugar a que la Comisión Europea
(CE), el Banco Central Europeo (BCE), y el Fondo Monetario Internacional (FMI)
formasen lo que se ha conocido como la “troika”, organismo encargado de
fiscalizar la situación tanto de los distintos Estados en crisis como de sus
respectivos sistemas bancarios, imponiéndoles unas draconianas condiciones
(recortes sociales y económicos de todo tipo contra la clase obrera y demás
sectores populares), a cambio de concederles créditos (en condiciones leoninas)
destinados a “sanear” sus respectivos sistemas financieros y a “devolver la
confianza de los inversores” en su deuda pública.
La crisis de la deuda soberana y los rescates bancarios,
sólo se pueden interpretar en el contexto de la crisis general del capitalismo.
En ambas desempeñaron un importante papel las agencias de calificación de
riesgo, que
constituyen auténticos instrumentos de especulación financiera.
Las principales agencias de este tipo, como Standard &
Poor´s (EEUU), Moody´s (EEUU) y Fitch (EEUU-Reino Unido), calificaron a la
baja, tanto al sistema bancario de algunos Estados miembros de la UE como a su “deuda soberana”,
mientras que mantuvieron una alta
calificación para los bancos y la deuda de EEUU.
Debido a ello, enormes flujos de capital abandonaron
Europa y se dirigieron a EEUU, que es precisamente el Estado con la mayor deuda
pública del mundo (en 2009 ésta se situaba en los 600 billones de dólares, el equivalente a 10 veces el PIB mundial y en
2010 rondaba los 750 billones, cuando el conjunto de la deuda europea era de
menos de 1 billón de dólares).
Esas maniobras especulativas tuvieron una mayor incidencia
en los Estados de la periferia de la
UE (Irlanda, Portugal, Grecia, Italia y España), causando un
efecto doble y contradictorio. Por una parte, dichos Estados se vieron
obligados a pagar unos elevados intereses para colocar sus bonos de deuda
pública, mientras que, como contrapartida, Alemania colocaba los suyos en el
mercado a unos intereses bajísimos. De esta forma, en el seno de la UE se produjo un reforzamiento
de las potencias centrales, sobre todo Alemania, acentuándose las
contradicciones entre las burguesías del centro y de la periferia.
Al mismo tiempo, también en este caso, debido a la
desconfianza de los sectores financiero-especulativos, se produjeron flujos de
capital desde los países de la periferia hacia los del centro, en particular
hacia Alemania. Esta “fuga de capitales” fue de tal magnitud que en el caso del
Estado español, sólo en el primer trimestre de 2012, la salida de capitales
hacia el extranjero llegó a alcanzar la cifra de 97.000 millones de euros.
Pero los ataques a la estabilidad financiera de la UE, también obedecían a una
maniobra geoestratégica, dirigida a debilitar a uno de los principales
competidores de EEUU, de cara a que estos pudieran situarse en una mejor
posición ante el ascenso de China, la nueva superpotencia que dentro de pocos
años le disputará la hegemonía mundial. Un intento de lograr que una UE
debilitada se viese obligada a acercarse más a EEUU, como así ha sucedido.
Las ambiciones
neocolonialistas francesas
Con vistas a reforzar su papel como potencia neocolonial
y, de paso, reforzar su posición en Europa, Francia llegó a un acuerdo militar
con Gran Bretaña (febrero de 2010). El año siguiente se produciría la
intervención militar de la OTAN
en Libia, en la que ambos países adoptaron una posición extremadamente
beligerante, a diferencia de Alemania que estaba más preocupada por su
expansión hacia el este y por asegurarse el progresivo control de la UE. Por otra parte, al
intervenir militarmente en Libia, Francia también perseguía otro objetivo que
era el de desplazar a Italia y poner fin a su influencia económica en aquel
país africano, sustituyéndola por la francesa.
En enero de 2013, de nuevo se produjo una intervención
francesa en África, esta vez en Mali, con el pretexto de la lucha contra el
terrorismo yihadista, la
Operación Serval, cuya finalidad real era la de proteger las
minas de uranio que la empresa francesa Areve, en Imouraren y Arlit (Níger), ya
que los yihadistas se estaban acercando peligrosamente a la frontera con este
país y representaban un peligro en una zona de alto valor estratégico
(económico y militar) para Francia. Y el uranio que se extrae de esas minas es
esencial para el abastecimiento de combustible de las centrales nucleares
francesas. En diciembre de ese mismo año, las tropas francesas volvían a
intervenir, ahora en la República Centroafricana.
5.- La triple crisis
de la UE
Como acabamos de ver, la UE se está viendo afectada por la crisis
económica y financiera que atraviesan varios de sus Estados miembros, sobre
todo los periféricos, del Sur o del Este de Europa. Pero eso no es todo, porque
con esta crisis, derivada del propio funcionamiento interno del modo de
producción capitalista, que es una crisis endógena,
confluyen y se entrelazan otras dos: una la crisis inherente al propio proceso
de “integración” europea, que podríamos calificar de genética; y la otra, es una crisis de hegemonía, que se deriva de la situación de creciente pérdida de la
posición dominante de EEUU en el plano económico (aunque todavía mantenga su
supremacía militar) y del rápido ascenso de China al lugar de principal
superpotencia global.
Ya hemos hablado más arriba de la crisis económico-financiera,
ahora nos vamos a referir, aunque a grandes rasgos, a la crisis que hunde sus
raíces en el proceso de “construcción” europea. Se trata de una crisis que
dificulta la construcción de la
Europa superpotencia y que se muestra a través de una serie
de aspectos tales como: a) gobernabilidad.- Complejidad y
dificultad para la toma de decisiones en una UE de 28 Estados miembros; b) dependencia
energética.- Carencia de combustibles fósiles (petróleo y gas natural) que
debe importar de zonas políticamente inestables, como el Cáucaso, norte de
África, Golfo Pérsico, etc.; c) falta de cohesión interna.- Desarrollo
desigual (económico, social y político). Distintos idiomas, culturas y
religiones; d) desequilibrios territoriales.- Diferenciación creciente entre
centro y periferias (sur y este). Entre regiones ricas (banana de oro) y
pobres. Una Europa de dos (tres) velocidades; e) ciudadanía e identidad
europea.- Dificultades para definir las bases para una identidad europea.
Problema de la emigración. Caso de Alemania con millones de trabajadores de
origen turco y kurdo, de tres generaciones y todavía sin nacionalidad alemana; f) defensa.- Dificultad para lograr
unanimidad respecto una Política de
Seguridad y Defensa (PESD) propia. Falta de capacidad militar. Dependencia de la OTAN y de EEUU; g) organización
territorial.- Los Estados son los únicos sujetos políticos. No se
contemplan derechos de naciones sin Estado. No se reconoce el Derecho de
Autodeterminación: Casos de Escocia, Groenlandia, Flandes, Valonia, Euskal
Herria, Galiza, Catalunya, Córsica, etc. Escasa representatividad de las
regiones; h) inmigración.- Se ha construido
la Europa
“fortaleza” frente a los inmigrantes. Discriminación étnica contra gitanos y
rumanos,…; i) agricultura.- La Política Agrícola
Común (PAC) sólo beneficia a los grandes propietarios de tierras y a la
agroindustria. En la UE
están desapareciendo las agriculturas autóctonas; j) creciente peso de EEUU en la UE.- Este aspecto ya lo hemos comentado anteriormente.
5.1.- El Acuerdo
Trasatlántico sobre Comercio e Inversión
El 14 de junio del año pasado, los Estados miembros de la UE autorizaron a la Comisión Europea
para iniciar las negociaciones del “Acuerdo Trasatlántico sobre Comercio e
Inversión” (ATCI) con EEUU. Dichas conversaciones se iniciaron pocos días más
tarde, el 8 de julio. Todo ello, al margen del Parlamento Europeo y de la
opinión pública. Pero, ¿qué se esconde tras ese eufemístico nombre? ¿A qué se
debe tanto secreto?
En principio, hay que decir que el ATCI es un acuerdo
estratégico de gran calado. Si bien, su objetivo declarado es la creación de
una zona de libre comercio, la mayor del planeta, con cerca de 800 millones de
consumidores; al parecer, en el fondo se trata de una maniobra de gran
envergadura dirigida a frenar el imparable ascenso de China y, por extensión,
del resto de las potencias emergentes.
China es un competidor muy fuerte para EEUU. Entre 2000 y
2008, sus exportaciones aumentaron en un 474% y sus importaciones en un 403%. De
hecho, China ya ha desplazado a EEUU de la posición de “principal socio
comercial” mundial que hasta hace poco detentaba. Así, hasta 2008, EEUU era el
principal socio comercial para 127 países, mientras que China sólo lo era para
otros 70. Pero hoy día, las tornas han cambiado y China se ha convertido en el
principal socio comercial para 124 países, mientras EEUU sólo lo son para 76.
Esto significa que China es ya la primera potencia comercial mundial y va
camino de arrebatar a EEUU su posición
hegemónica global.
EEUU pretenden hacer del ATCI un instrumento para
dificultar el acceso de los productos chinos a esa amplia zona de libre cambio,
y con ello defender la hegemonía mundial que ahora ostenta. En el mismo sentido
también está tratando de crear otra zona de libre comercio en el área del
Pacífico, por lo que se encuentra negociando la firma de un Acuerdo estratégico
Transpacífico con varios países de la región.
En cuanto a la opacidad y el secretismo con que se están
llevando las negociaciones entre la
UE y EEUU hay que decir que, por lo que se va conociendo, se
deben a las importantísimas repercusiones económicas, sociales y políticas que
tendrá su entrada en vigor. De hecho, las grandes empresas y especialmente las
multinacionales norteamericanas serán las mayores beneficiarias del mismo.
Por una parte, las administraciones públicas de los
distintos Estados miembros de la UE,
desde sus niveles centrales hasta los niveles municipales, se verán obligadas a
redefinir sus políticas públicas para acomodarlas a las necesidades del sector
privado, lo que incluirá la modificación de las normativas existentes
actualmente en una serie de materias que irán desde la seguridad alimentaria,
el control de toxicidad, la salud pública y los productos farmacéuticos, hasta
los recursos naturales, la energía, la formación profesional, la cultura, etc.
Por otra, el ATCI permitirá que las grandes empresas
puedan demandar a cualquier Estado cuya política pueda “lesionar” sus
intereses. En ese sentido, por ejemplo, las empresas podrían oponerse a las
políticas de salud pública, de protección del medio ambiente, o de regulación
financiera, reclamando daños y perjuicios a los Estados ante tribunales
especiales extrajudiciales.
La entrada en vigor del ATCI puede afectar negativamente a
amplios sectores económicos de la
UE, al obligar a esta a abrir su mercado a los productos
norteamericanos y a eliminar las trabas (incluso sanitarias) que pudiera haber
para su importación. Por ello, desde la Comisión Europea
se trata de ocultar sus efectos adversos, presentando el acuerdo como una
solución para la crisis económica y pronosticando que permitiría una subida del
0.5% del PIB y la creación de unos
400.000 puestos de trabajo.
Lo cierto es que, además del objetivo principal de frenar
el ascenso económico y comercial de China, EEUU también pretende que el ATCI le
sirva para reforzar su control económico sobre la UE, subordinándola aún más, si cabe, a sus
intereses geoestratégicos.
NOTAS
1.- Ver: Carlos de Cabo Martín. “La crisis del Estado
Social”. Promociones Publicaciones Universitarias (PPU). Barcelona, 1986.
2.- La
HANSA fue una asociación de comerciantes que inició la
colonización de los países ribereños del Báltico a partir del siglo XII. Para
garantizar el monopolio comercial en esa región, las ciudades de Lübeck y Hamburgo firmaron un acuerdo en 1241.
Posteriormente, mediante tratados similares se unieron con otras ciudades
alemanas. En 1370, obligaron a Valdemar IV de Dinamarca a firmar el Tratado de
Stralsund y a garantizar sus privilegios marítimos y comerciales.
Con el tiempo, la primitiva asociación de comerciantes se
transformó en una confederación de ciudades mercantiles, con centro en Lübeck. Llegaron
a formar parte de la
Liga Hanseática más de 90 ciudades, que disponían de
establecimientos comerciales y almacenes o depósitos no sólo en el Báltico,
sino también en Inglaterra, Francia y los Países Bajos.
La
HANSA
monopolizó el tráfico del Báltico, de Rusia y de los países centroeuropeos, que
disponían de una factoría permanente en Bergen. Los depósitos de Londres y
Brujas les servían para entrar en contacto con el comercio atlántico y
mediterráneo. La HANSA
adquirió su máximo esplendor durante el siglo XV. Pero, a comienzos del siglo
XVI, a consecuencia de los grandes descubrimientos geográficos y del auge de
las monarquías centralizadas autoritarias, se inició su decadencia que se
consumaría en el siglo XVII.
3.- La
Orden Teutónica fue una orden militar fundada en Jerusalén durante la tercera cruzada. Surgió
en 1190 en torno a un grupo de mercaderes alemanes de Brema y Lübeck, aunque no
se constituyó en orden militar hasta 1198, en que adoptó una regla inspirada en
la Orden del
Temple y fue reconocida por el papa Inocencio III. Todos sus miembros
pertenecieron a la nobleza alemana.
Un canónigo de Bremen, Albert Von Appeldern, obispo de
Livonia (1199-1229) formó un ejército de cruzados, fundó Riga (1201) y creó la Orden de los Hermanos de la Espada. En 1230 sometió
a Livonia y Curlandia. La nobleza adquirió dominios territoriales y se fundaron
ciudades y obispados germanos. En 1236, los Hermanos de la Espada fueron derrotados
por lituanos y sengalos en Bauska y, como consecuencia de ello, en 1237 los
Hermanos de la Espada
se unieron a la Orden
Teutónica. A continuación, los Caballeros Teutónicos
penetraron hasta Nóvgorod.
Durante el siglo XIII, la Orden teutónica intervino en Prusia donde, en el
siglo XIV, constituyó un Estado con
capital en Marienburgo. En 1346,la
Orden adquirió Estonia, que pertenecía a Dinamarca. Durante
el siglo XV, la Orden
se enfrentó tanto a otros sectores de la nobleza como de la burguesía. Esto,
unido al conflicto político con Polonia, provocó el hundimiento de la soberanía
teutónica en Prusia, y el poder político de la Orden quedó reducido a la Prusia Oriental,
bajo la soberanía polaca.