jueves, 22 de mayo de 2014

EUROPA (1945-2014): LA CUARTA REORGANIZACIÓN POLÍTICO-TERRITORIAL ESTÁ EN MARCHA


Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba prácticamente destruida. Las potencias vencedoras, especialmente EEUU y la URSS, eran quienes supervisaban su reconstrucción, y la consiguiente reorganización política, en sus respectivas áreas de influencia.

Las clases dominantes de varios países europeos eran conscientes de la debilidad económica y política que la guerra les había provocado. Debilidad que se veía acrecentada por la progresiva pérdida de sus antiguos imperios. Al mismo tiempo, las burguesías de estos países constataban la posición secundaria (subordinada) que ocupaban en los organismos internacionales que se constituyeron como consecuencia de los Acuerdos de Bretton Woods (julio de 1944), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).

3.- La “integración” europea

En 1947, EEUU impulsa el Plan Marshall, con el pretexto de contribuir a la reconstrucción económica de Europa pero que, en realidad, respondía a otros intereses: a) evitar el posible colapso de la economía mundial, como consecuencia de la insolvencia europea; b) posibilitar el mantenimiento de la producción industrial norteamericana al mismo nivel que el alcanzado en los años de la guerra; y c) contribuir al aislamiento del recién constituido campo socialista. Como instrumento para desarrollar el Plan Marshall, en 1948 se creó la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE).

El primer paso hacia la integración de Europa Occidental se dio en 1951. Ese año, Alemania y Francia, siguiendo el “Plan Schumann” (mayo de 1950) pusieron en común toda su producción de carbón y acero bajo la dirección de una Alta Autoridad común, abierta a la participación de otros países europeos. Posteriormente se incorporarían a este acuerdo los países del BENELUX (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) e Italia, dando lugar a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA).

3.1.- Del Tratado de Roma al Acta Única Europea

Un sector del capitalismo europeo veía la necesidad de llevar a cabo un proceso de “integración” económica con el fin de reforzarse, por dos razones fundamentales. Una, para hacer frente al creciente poderío económico,  político y militar del campo socialista, así como al auge de los partidos comunistas en Europa Occidental, especialmente en Italia y Francia. La otra, para hacer frente a la creciente influencia de EEUU en el continente.  

Por su parte, a EEUU le interesaba consolidar su influencia económica y política en Europa y, al mismo tiempo, levantar una especie de “muro de contención” respecto a la URSS y al resto del bloque socialista. Por esta última razón impulsó la creación de la OTAN. Esta alianza militar se creó por el Tratado de Washington (1949).

Una pieza fundamental en sus planes era Alemania que, a causa de las limitaciones que le impusieron los aliados al finalizar la Segunda Guerra Mundial, no podía rearmarse. Sin embargo, con el apoyo de EEUU y Canadá pudo ingresar en la OTAN en 1955. Como respuesta al rearme alemán, los países del Este crearon, ese mismo año, el Pacto de Varsovia.  

En ese contexto de reconstrucción económica y  de “guerra fría”, se firmaron los Tratados de Roma (marzo de 1957) mediante los que se constituyeron la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom). Los Estados firmantes fueron los mismos que años atrás habían constituido la CECA.

Durante estos años, la economía mundial se encontraba en la fase expansiva del cuarto ciclo de acumulación capitalista (1941-1990). Una fase que se ha conocido como la “segunda edad de oro del capitalismo” y que duró aproximadamente desde 1941 hasta 1973. Fue entonces cuando, en algunos países de Europa Occidental, se desarrolló el Estado del Bienestar, como consecuencia del auge del movimiento obrero y del miedo de las clases dominantes al estallido de un movimiento revolucionario.

En esa situación, la burguesía llegó a un acuerdo con la socialdemocracia para llevar a cabo una serie de reformas económicas y sociales (sanidad, educación, jubilaciones, seguro de desempleo, etc.), basadas en la teoría económica keynesiana, a fin de atenuar la agudización de la lucha de clases y consolidar el sistema capitalista.

Sin embargo, las contradicciones entre las burguesías de los distintos países capitalistas se manifestaban abiertamente. Francia contemplaba con recelo la creciente influencia norteamericana en Europa. Debido a esto, en 1963 vetó la entrada de Gran Bretaña en la CEE, considerando que su función era la de un “caballo de Troya” al servicio de EEUU. Ese mismo año se firmó la Convención de Yaundé I (1963-69), un acuerdo entre la CEE y 18 países de África, Caribe y Pacífico (ACP), la mayoría de ellos antiguas colonias francesas o belgas. Estos acuerdos se renovarían hasta 1975.

En 1966 Francia se retira del Comando Integrado (estructura militar) de la OTAN, por sus diferencias con EEUU, y en 1967 vuelve a ejercer su veto contra la entrada del Reino Unido en la CEE. En 1970 se presenta el Plan Werner, para lograr la unión económica y monetaria para 1980. Un año más tarde, se celebró una cumbre entre Nixon y Pompidou, en la que EEUU presionó a Francia para que retirase su apoyo al Plan Werner y para que no vetase la entrada de Gran Bretaña a la CEE.

En 1973 tuvo lugar la 1ª Ampliación de la CEE, con la incorporación del Reino Unido, Irlanda y Dinamarca. Ese mismo año se inició una fase recesiva en el ciclo de acumulación capitalista que duraría aproximadamente hasta 1990, durante la cual se produjeron una serie de acontecimientos en el panorama internacional que condicionaron significativamente el llamado proceso de construcción europea y que veremos más adelante.

La incorporación del Reino Unido trajo consigo la modificación de los acuerdos entre la CEE y los países ACP, para dar cabida a las antiguas colonias británicas y países de su esfera de influencia (Commonwealth). Por ello, la Convención de Lomé (1975-2000) sustituyó a la de Yaundé. De esta forma se legitimaban las relaciones semi-coloniales entre los países ACP y las antiguas metrópolis, al mismo tiempo que la CEE se garantizaba el acceso, en condiciones ventajosas, a las materias primas que necesitaban los países capitalistas más industrializados.

El contexto internacional

La quiebra del sistema financiero de Bretton Woods era manifiesta. En 1971, EEUU había suspendido la convertibilidad del dólar-oro, y en 1973 se eliminó el sistema de cambio fijo. Ese mismo año, se produjo la 1ª crisis del petróleo, también llamada del Yon Kippur o del Ramadán. En 1975, las fuerzas del ELN entran en Saigón, y EEUU se ve obligado a retirarse de Vietnam. Poco tiempo después, se produce la invasión  rusa de Afganistán (1978) y, al año siguiente, la 2ª crisis del petróleo, a raíz de la Revolución Islámica en Irán (1979).

El modelo de acumulación capitalista ya no sirve para contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. En Gran Bretaña, con el gobierno de Margaret Tatcher (1979-1990) y en EEUU, con Ronald Reagan (1981-1989), la burguesía inicia una nueva política económica (neoliberalismo) que se caracteriza por el abandono del Keynesianismo y el progresivo desmantelamiento del Estado de Bienestar; el paso del fordismo-toyotismo (basado en políticas de “pleno” empleo) al postfordismo (aumento del desempleo y precariedad laboral). Es en esta época cuando se implantan la mayoría de las dictaduras militares en Latinoamérica.  

El giro neoliberal

En 1981 se produjo la 2ª Ampliación de la  CEE, con la entrada de Grecia, y en 1986 la 3ª, con el ingreso de España y Portugal. Con lo que el número de miembros alcanza la cifra de 12. Un año antes, se había firmado el Acuerdo de Schengen entre los Estados fundadores de la CEE. Este acuerdo, con el pretexto de facilitar el tránsito de personas entre los países de la CEE, en realidad “blindaba” las fronteras exteriores para la inmigración procedente de países no miembros de la Comunidad Europea, especialmente la procedente del Norte de África y del Este de Europa.

En 1986 se aprobó el Acta Única Europea (AUE), mediante la que se modificaron los Tratados de Roma, y se aprobó la creación del Mercado Único (MU) previsto para el 1993. Con ello se iniciaba el giro neoliberal en la CEE, y se comenzó a desmontar el Estado de Bienestar. Éste dejó de interesar a la gran burguesía debido a que sus actuaciones en materia asistencial impedían el buen funcionamiento del ejército de reserva que, para cumplir eficazmente su función, requiere que los trabajadores y trabajadoras estén lo más desprotegidos posible y que el trabajo se desregularice y precarice cada vez más [1].

Por ello, el Estado de Bienestar se transformó en su contrario y pasó de ser un soporte del capitalismo a convertirse en un obstáculo para el mismo ya que, en las condiciones de crisis global y sistémica, ha llegado a dificultar el desarrollo del proceso de acumulación capitalista.

3.2.- La cuarta reorganización

Con la caída del Muro de Berlín (1989) y la posterior disolución de la URSS (1991), el papel de Alemania en Europa se vio considerablemente reforzado ya que se le abrió la posibilidad de extender su zona de influencia hacia la Europa Central y oriental, que históricamente había sido su área de expansión, desde la época de la HANSA [2] y la Orden Teutónica [3].

En 1990 se produjo la “reunificación” alemana, que más bien fue la absorción de la RDA por parte de la RFA. Se la ha considerado como la 4ª ampliación de la UE. A partir de ese momento, la burguesía alemana estrecha aún más sus lazos con el imperialismo yanqui y pasa a colaborar más estrechamente con él. En 1991 se produce la disolución de la URSS y empieza a desmoronarse el bloque del llamado “socialismo real”. Fue en esta época cuando se inició el quinto ciclo de acumulación capitalista (1990-.....), que comenzaría con una fase expansiva conocida como la “era de las comunicaciones” que duró aproximadamente desde 1990 a 2007.

Los Estados miembros de la CEE dan un paso más en la consolidación del proceso de integración y se firma el Tratado de Maastricht, por el que se crea la Unión Europea (1992). Se aprueba la Unión Económica y Monetaria (UEM), así como el establecer una moneda única para finales de los noventa. Estos pasos van dirigidos hacia la creación de una Europa superpotencia, y son una consecuencia directa de las necesidades económicas, políticas y militares derivadas de la nueva situación internacional.

Entre la RFA y EEUU impulsan las “revoluciones de terciopelo” en los países de Europa del este (1990), para lo que utilizan a una serie de partidos de nueva creación, así como a un sinfín de ONGs, “observatorios” de derechos humanos, fundaciones privadas, instituciones académicas, think tanks, etc., etc., financiados con muchos millones de dólares o de marcos, y especializados en modular y orientar la opinión pública. También se inician las guerras de los Balcanes, que dieron lugar a la desintegración de la antigua Yugoslavia: Eslovenia (1991), Croacia (1992-1995) y Bosnia (1992-1995).

Algunos países miembros de la UE y de la OTAN (Alemania, Bélgica, España, Francia y Luxemburgo) crean el Eurocorps o Cuerpo de Ejército Europeo (1995), cuyo antecedente se encuentra en la Brigada franco-alemana (1989-1992), y su cuartel general se establece en Estrasburgo (Francia). Ese mismo año se crea la Eurofor o Fuerza de Intervención Rápida, con cuartel general en Florencia, que años más tarde llevaría a cabo intervenciones militares en Albania (2000-2001), Macedonia (2003), y en Bosnia Herzegovina (2006-2007).

Los acuerdos de Yalta y Postdam se habían convertido ya en papel mojado y tanto el imperialismo europeo como el norteamericano trataban por todos los medios de aprovechar la debilidad de Rusia para expandir su propia influencia a costa de la antigua superpotencia. Rusia se retira de Afganistán (1992), y la OTAN interviene militarmente en los Balcanes, bombardeando Bosnia-Herzegovina (1995) y la República Federal de Yugoslavia, en 1999.


Mientras tanto, prosigue la institucionalización de la UE. Mediante el Tratado de Amsterdam (1997) se establece (teóricamente) la libre circulación de personas, en base al Acuerdo de Schengen, y se crea la EUROPOL, así como el puesto de Ministro de Exteriores de la UE. Con este Tratado se pretendía cambiar las “reglas de juego” para, en los años siguientes, poder ampliar y profundizar, simultáneamente, la UE. Así, se crearon las condiciones para construir una Europa a “dos velocidades”, con un centro fuerte (dominado por Alemania) y varias periferias. En el Tratado de Niza (febrero 2001) se estableció un nuevo sistema de toma de decisiones, por doble mayoría (de número de Estados y de votos).


4.- Los atentados del 11-S, y sus repercusiones

Desde finales de los noventa, EEUU había comenzado a interferir en el proceso de “construcción europea”, tratando de entorpecer la consolidación de la UE como potencia económica, política y militar. Pero es a raíz de los atentados producidos en septiembre de 2001 cuando el imperialismo yanqui aprovecha la situación creada para hacer valer su hegemonía mundial.

Los acontecimientos del 11-S apuntalaron la moneda norteamericana, en detrimento de la nueva moneda europea. Y los EEUU, con la ayuda de Gran Bretaña, que actuaba como su auténtico “caballo de Troya”, han llegado a convertirse en el verdadero director de la política exterior de la UE.

Un mes más tarde, las tropas de EEUU y de su fiel lacayo británico, invadieron Afganistán. En diciembre de ese mismo año, China, la otra superpotencia, ingresó en la Organización Mundial de Comercio (OMC), iniciándose así el profundo cambio de la economía mundial que hoy vivimos.

Por su parte, como reacción inmediata a la nueva situación internacional, la UE se plantea lograr una mayor consolidación política, dotándose de una Constitución propia. En 2002 entró en vigor el euro, la moneda europea, y en 2003 se celebró el Tratado Constitucional, mediante el cual se aprobó el proyecto de Constitución Europea, recomendándose a todos los Estados miembros que procediesen a su ratificación. En 2004 tuvo lugar la 6ª Ampliación, la mayor habida hasta la fecha, incorporándose 10 nuevos Estados (Malta y Chipre, y otros 8 Estados de Europa Oriental).

Esta gigantesca ampliación tenía varios objetivos: extender el mercado de la UE, beneficiarse de una fuerza de trabajo cualificada y barata, aprovecharse de los recursos económicos (materias primas, industrias y servicios) de estos países; y separar a estos países de la órbita rusa.

A raíz de esta nueva ampliación, se reforzó considerablemente la influencia de EEUU en la UE, ya que de los 25 miembros que tenía en aquellos momentos, 19 pertenecían a la OTAN, el instrumento militar al servicio del imperialismo yanqui. Se daba la circunstancia de que de los 18 miembros de la “eurozona”, 13 eran también miembros de la alianza militar.

En el 2005, Francia y Holanda, en sendos referéndums, rechazaron el proyecto de Constitución Europea. El eje franco-alemán, que desde el principio había sido la columna vertebral de la CEE y, posteriormente, de la UE, comienza a debilitarse. Alemania trata de extender  su influencia hacia el este de Europa lo más rápidamente posible, a costa de Rusia, para lo que cuenta con el apoyo norteamericano; mientras que Francia presta más atención al reforzamiento de su influencia neocolonial en África.

Como consecuencia del fracaso en la ratificación del proyecto de Constitución Europea, que ya había sido rechazado por dos Estados miembros y se preveía que también lo fuese por, al menos, otros tres más (Reino Unido, Polonia y la República Checa), la UE no tuvo ningún interés en continuar con el refrendo del proyecto, y recurrió a una estratagema. Así, en una Conferencia Intergubernamental (CIG), celebrada en julio de 2007, se elaboró un proyecto de tratado que recogía lo fundamental del controvertido proyecto anterior, y esta vez de la forma más oscurantista y antidemocrática posible, sin intervención alguna ni del Parlamento Europeo ni de ninguno de los parlamentos de los Estados miembros.  En diciembre del 2007, el Consejo Europeo aprobaba dicho proyecto  y firmaba el Tratado de Lisboa. Ese mismo año se produjo la 7ª Ampliación de la UE, con la entrada de Rumanía y Bulgaria, otros dos países del antiguo Bloque del Este, y ahora también miembros de la OTAN.

También ese mismo año, Sarkozy había propuesto la creación de una Unión Mediterránea que agrupase a los países ribereños, tanto europeos como africanos. Alemania se opuso al proyecto porque supondría la marginación de los Estados sin costa mediterránea. Por su parte, contrapuso el proyecto de Unión para el Mediterráneo, formada por todos los Estados miembros de la UE y los países ribereños norteafricanos. Finalmente, esta asociación se constituyó en 2008, participando en ella 43 países. Ese mismo año, Francia regresó al Mando Integrado de la OTAN.

La crisis económica

Entre 2010 y 2013 la crisis económica y financiera comienza a afectar a algunos países de la periferia sur de la UE, como Irlanda, Grecia, Portugal, España y Chipre. Se manifestó primero como crisis de la “deuda soberana” y, posteriormente como falta de liquidez bancaria, lo que dio lugar a que la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE), y el Fondo Monetario Internacional (FMI) formasen lo que se ha conocido como la “troika”, organismo encargado de fiscalizar la situación tanto de los distintos Estados en crisis como de sus respectivos sistemas bancarios, imponiéndoles unas draconianas condiciones (recortes sociales y económicos de todo tipo contra la clase obrera y demás sectores populares), a cambio de concederles créditos (en condiciones leoninas) destinados a “sanear” sus respectivos sistemas financieros y a “devolver la confianza de los inversores” en su deuda pública.

La crisis de la deuda soberana y los rescates bancarios, sólo se pueden interpretar en el contexto de la crisis general del capitalismo. En ambas desempeñaron un importante papel las agencias de calificación de riesgo, que constituyen auténticos instrumentos de especulación financiera.

Las principales agencias de este tipo, como Standard & Poor´s (EEUU), Moody´s (EEUU) y Fitch (EEUU-Reino Unido), calificaron a la baja, tanto al sistema bancario de algunos Estados miembros de la UE como a su “deuda soberana”, mientras que  mantuvieron una alta calificación para los bancos y la deuda de EEUU.

Debido a ello, enormes flujos de capital abandonaron Europa y se dirigieron a EEUU, que es precisamente el Estado con la mayor deuda pública del mundo (en 2009 ésta se situaba en los 600 billones de dólares, el equivalente a 10 veces el PIB mundial y en 2010 rondaba los 750 billones, cuando el conjunto de la deuda europea era de menos de 1 billón de dólares).

Esas maniobras especulativas tuvieron una mayor incidencia en los Estados de la periferia de la UE (Irlanda, Portugal, Grecia, Italia y España), causando un efecto doble y contradictorio. Por una parte, dichos Estados se vieron obligados a pagar unos elevados intereses para colocar sus bonos de deuda pública, mientras que, como contrapartida, Alemania colocaba los suyos en el mercado a unos intereses bajísimos. De esta forma, en el seno de la UE se produjo un reforzamiento de las potencias centrales, sobre todo Alemania, acentuándose las contradicciones entre las burguesías del centro y de la periferia.

Al mismo tiempo, también en este caso, debido a la desconfianza de los sectores financiero-especulativos, se produjeron flujos de capital desde los países de la periferia hacia los del centro, en particular hacia Alemania. Esta “fuga de capitales” fue de tal magnitud que en el caso del Estado español, sólo en el primer trimestre de 2012, la salida de capitales hacia el extranjero llegó a alcanzar la cifra de 97.000 millones de euros.

Pero los ataques a la estabilidad financiera de la UE, también obedecían a una maniobra geoestratégica, dirigida a debilitar a uno de los principales competidores de EEUU, de cara a que estos pudieran situarse en una mejor posición ante el ascenso de China, la nueva superpotencia que dentro de pocos años le disputará la hegemonía mundial. Un intento de lograr que una UE debilitada se viese obligada a acercarse más a EEUU, como así ha sucedido.

Las ambiciones neocolonialistas francesas

Con vistas a reforzar su papel como potencia neocolonial y, de paso, reforzar su posición en Europa, Francia llegó a un acuerdo militar con Gran Bretaña (febrero de 2010). El año siguiente se produciría la intervención militar de la OTAN en Libia, en la que ambos países adoptaron una posición extremadamente beligerante, a diferencia de Alemania que estaba más preocupada por su expansión hacia el este y por asegurarse el progresivo control de la UE. Por otra parte, al intervenir militarmente en Libia, Francia también perseguía otro objetivo que era el de desplazar a Italia y poner fin a su influencia económica en aquel país africano, sustituyéndola por la francesa.

En enero de 2013, de nuevo se produjo una intervención francesa en África, esta vez en Mali, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo yihadista, la Operación Serval, cuya finalidad real era la de proteger las minas de uranio que la empresa francesa Areve, en Imouraren y Arlit (Níger), ya que los yihadistas se estaban acercando peligrosamente a la frontera con este país y representaban un peligro en una zona de alto valor estratégico (económico y militar) para Francia. Y el uranio que se extrae de esas minas es esencial para el abastecimiento de combustible de las centrales nucleares francesas. En diciembre de ese mismo año, las tropas francesas volvían a intervenir, ahora en la República Centroafricana.

5.- La triple crisis de la UE

Como acabamos de ver, la UE se está viendo afectada por la crisis económica y financiera que atraviesan varios de sus Estados miembros, sobre todo los periféricos, del Sur o del Este de Europa. Pero eso no es todo, porque con esta crisis, derivada del propio funcionamiento interno del modo de producción capitalista, que es una crisis endógena, confluyen y se entrelazan otras dos: una la crisis inherente al propio proceso de “integración” europea, que podríamos calificar de genética; y la otra, es una crisis de hegemonía, que se deriva de la situación de creciente pérdida de la posición dominante de EEUU en el plano económico (aunque todavía mantenga su supremacía militar) y del rápido ascenso de China al lugar de principal superpotencia global.

Ya hemos hablado más arriba de la crisis económico-financiera, ahora nos vamos a referir, aunque a grandes rasgos, a la crisis que hunde sus raíces en el proceso de “construcción” europea. Se trata de una crisis que dificulta la construcción de la Europa superpotencia y que se muestra a través de una serie de aspectos tales como: a) gobernabilidad.- Complejidad y dificultad para la toma de decisiones en una UE de 28 Estados miembros; b) dependencia energética.- Carencia de combustibles fósiles (petróleo y gas natural) que debe importar de zonas políticamente inestables, como el Cáucaso, norte de África, Golfo Pérsico, etc.; c) falta de cohesión interna.- Desarrollo desigual (económico, social y político). Distintos idiomas, culturas y religiones; d) desequilibrios territoriales.- Diferenciación creciente entre centro y periferias (sur y este). Entre regiones ricas (banana de oro) y pobres. Una Europa de dos (tres) velocidades; e) ciudadanía e identidad europea.- Dificultades para definir las bases para una identidad europea. Problema de la emigración. Caso de Alemania con millones de trabajadores de origen turco y kurdo, de tres generaciones y todavía sin nacionalidad alemana; f) defensa.- Dificultad para lograr unanimidad respecto  una Política de Seguridad y Defensa (PESD) propia. Falta de capacidad militar. Dependencia de la OTAN y de EEUU; g) organización territorial.- Los Estados son los únicos sujetos políticos. No se contemplan derechos de naciones sin Estado. No se reconoce el Derecho de Autodeterminación: Casos de Escocia, Groenlandia, Flandes, Valonia, Euskal Herria, Galiza, Catalunya, Córsica, etc. Escasa representatividad de las regiones; h) inmigración.- Se ha construido la Europa “fortaleza” frente a los inmigrantes. Discriminación étnica contra gitanos y rumanos,…; i) agricultura.- La Política Agrícola Común (PAC) sólo beneficia a los grandes propietarios de tierras y a la agroindustria. En la UE están desapareciendo las agriculturas autóctonas; j) creciente peso de EEUU en la UE.- Este aspecto ya lo hemos comentado anteriormente.

5.1.- El Acuerdo Trasatlántico sobre Comercio e Inversión

El 14 de junio del año pasado, los Estados miembros de la UE autorizaron a la Comisión Europea para iniciar las negociaciones del “Acuerdo Trasatlántico sobre Comercio e Inversión” (ATCI) con EEUU. Dichas conversaciones se iniciaron pocos días más tarde, el 8 de julio. Todo ello, al margen del Parlamento Europeo y de la opinión pública. Pero, ¿qué se esconde tras ese eufemístico nombre? ¿A qué se debe tanto secreto?

En principio, hay que decir que el ATCI es un acuerdo estratégico de gran calado. Si bien, su objetivo declarado es la creación de una zona de libre comercio, la mayor del planeta, con cerca de 800 millones de consumidores; al parecer, en el fondo se trata de una maniobra de gran envergadura dirigida a frenar el imparable ascenso de China y, por extensión, del resto de las potencias emergentes.

China es un competidor muy fuerte para EEUU. Entre 2000 y 2008, sus exportaciones aumentaron en un 474% y sus importaciones en un 403%. De hecho, China ya ha desplazado a EEUU de la posición de “principal socio comercial” mundial que hasta hace poco detentaba. Así, hasta 2008, EEUU era el principal socio comercial para 127 países, mientras que China sólo lo era para otros 70. Pero hoy día, las tornas han cambiado y China se ha convertido en el principal socio comercial para 124 países, mientras EEUU sólo lo son para 76. Esto significa que China es ya la primera potencia comercial mundial y va camino de arrebatar a EEUU  su posición hegemónica global.

EEUU pretenden hacer del ATCI un instrumento para dificultar el acceso de los productos chinos a esa amplia zona de libre cambio, y con ello defender la hegemonía mundial que ahora ostenta. En el mismo sentido también está tratando de crear otra zona de libre comercio en el área del Pacífico, por lo que se encuentra negociando la firma de un Acuerdo estratégico Transpacífico con varios países de la región.

En cuanto a la opacidad y el secretismo con que se están llevando las negociaciones entre la UE y EEUU hay que decir que, por lo que se va conociendo, se deben a las importantísimas repercusiones económicas, sociales y políticas que tendrá su entrada en vigor. De hecho, las grandes empresas y especialmente las multinacionales norteamericanas serán las mayores beneficiarias del mismo.

Por una parte, las administraciones públicas de los distintos Estados miembros de la UE, desde sus niveles centrales hasta los niveles municipales, se verán obligadas a redefinir sus políticas públicas para acomodarlas a las necesidades del sector privado, lo que incluirá la modificación de las normativas existentes actualmente en una serie de materias que irán desde la seguridad alimentaria, el control de toxicidad, la salud pública y los productos farmacéuticos, hasta los recursos naturales, la energía, la formación profesional, la cultura, etc.

Por otra, el ATCI permitirá que las grandes empresas puedan demandar a cualquier Estado cuya política pueda “lesionar” sus intereses. En ese sentido, por ejemplo, las empresas podrían oponerse a las políticas de salud pública, de protección del medio ambiente, o de regulación financiera, reclamando daños y perjuicios a los Estados ante tribunales especiales extrajudiciales.

La entrada en vigor del ATCI puede afectar negativamente a amplios sectores económicos de la UE, al obligar a esta a abrir su mercado a los productos norteamericanos y a eliminar las trabas (incluso sanitarias) que pudiera haber para su importación. Por ello, desde la Comisión Europea se trata de ocultar sus efectos adversos, presentando el acuerdo como una solución para la crisis económica y pronosticando que permitiría una subida del 0.5%  del PIB y la creación de unos 400.000 puestos de trabajo.

Lo cierto es que, además del objetivo principal de frenar el ascenso económico y comercial de China, EEUU también pretende que el ATCI le sirva para reforzar su control económico sobre la UE, subordinándola aún más, si cabe, a sus intereses geoestratégicos.


NOTAS

1.- Ver: Carlos de Cabo Martín. “La crisis del Estado Social”. Promociones Publicaciones Universitarias (PPU). Barcelona, 1986.

2.- La HANSA fue una asociación de comerciantes que inició la colonización de los países ribereños del Báltico a partir del siglo XII. Para garantizar el monopolio comercial en esa región, las ciudades de Lübeck  y Hamburgo firmaron un acuerdo en 1241. Posteriormente, mediante tratados similares se unieron con otras ciudades alemanas. En 1370, obligaron a Valdemar IV de Dinamarca a firmar el Tratado de Stralsund y a garantizar sus privilegios marítimos y  comerciales.

Con el tiempo, la primitiva asociación de comerciantes se transformó en una confederación de ciudades mercantiles, con centro en Lübeck. Llegaron a formar parte de la Liga Hanseática más de 90 ciudades, que disponían de establecimientos comerciales y almacenes o depósitos no sólo en el Báltico, sino también en Inglaterra, Francia y los Países Bajos.

La HANSA monopolizó el tráfico del Báltico, de Rusia y de los países centroeuropeos, que disponían de una factoría permanente en Bergen. Los depósitos de Londres y Brujas les servían para entrar en contacto con el comercio atlántico y mediterráneo. La HANSA adquirió su máximo esplendor durante el siglo XV. Pero, a comienzos del siglo XVI, a consecuencia de los grandes descubrimientos geográficos y del auge de las monarquías centralizadas autoritarias, se inició su decadencia que se consumaría en el siglo XVII.

3.- La Orden Teutónica fue una orden militar fundada en  Jerusalén durante la tercera cruzada. Surgió en 1190 en torno a un grupo de mercaderes alemanes de Brema y Lübeck, aunque no se constituyó en orden militar hasta 1198, en que adoptó una regla inspirada en la Orden del Temple y fue reconocida por el papa Inocencio III. Todos sus miembros pertenecieron a la nobleza alemana.

Un canónigo de Bremen, Albert Von Appeldern, obispo de Livonia (1199-1229) formó un ejército de cruzados, fundó Riga (1201) y creó la Orden de los Hermanos de la Espada. En 1230 sometió a Livonia y Curlandia. La nobleza adquirió dominios territoriales y se fundaron ciudades y obispados germanos. En 1236, los Hermanos de la Espada fueron derrotados por lituanos y sengalos en Bauska y, como consecuencia de ello, en 1237 los Hermanos de la Espada se unieron a la Orden Teutónica. A continuación, los Caballeros Teutónicos penetraron hasta Nóvgorod.

Durante el siglo XIII, la Orden teutónica intervino en Prusia donde, en el siglo XIV,  constituyó un Estado con capital en Marienburgo. En 1346,la Orden adquirió Estonia, que pertenecía a Dinamarca. Durante el siglo XV, la Orden se enfrentó tanto a otros sectores de la nobleza como de la burguesía. Esto, unido al conflicto político con Polonia, provocó el hundimiento de la soberanía teutónica en Prusia, y el poder político de la Orden quedó reducido a la Prusia Oriental, bajo la soberanía polaca.