“En una sociedad decadente, el arte, si es
verdadero, debe reflejar la decadencia. Si no quiere perder la fe en su función
social, el arte debe mostrar al mundo como algo que se puede modificar. Y debe
contribuir a modificarlo.”
Ernst
Fischer. “Necesidad del arte”.
Una revolución estética, lo mismo que una revolución política,
no es consecuencia exclusiva de la voluntad y/o el deseo de un individuo, de un
grupo o de un sector de la sociedad. Para que se produzca, es necesario que
concurran una serie de factores de muy distinta naturaleza.
No podemos considerar que una revolución estética sea la
elaboración, la obra personal, de ningún “genio” del arte. Al contrario, a lo
largo de la historia, las personalidades destacadas en el campo de las artes,
no han sido las creadoras de las revoluciones artísticas, sino que éstas han
sido una consecuencia de profundos cambios y transformaciones sociales,
económicas, políticas, ideológicas y culturales que, a su vez, propiciaron las
transformaciones artísticas y estéticas.
Ya sabemos que no son los “héroes” quienes hacen la
historia, sino que es ésta quien crea a los héroes. De ahí que los “genios”
artísticos sean también un producto (y sólo de manera secundaria también causa
u origen) de las distintas transformaciones estéticas y artísticas. Pero, ¿cómo
se originan esta?
Para responder a esta cuestión, primero debemos definir
qué entendemos por revolución estética.
Así, podríamos decir que consiste en una ruptura radical, en un cambio
cualitativo, en la manera de entender el arte y la belleza.
La burguesía tiene una noción del arte como si estuviese separado
(aislado) de su contexto histórico (social, económico, político, ideológico y
cultural), y sin que cumpla función alguna (el arte por el arte). Y entiende la
“belleza” como algo fuera del espacio, del tiempo y de las condiciones
históricas; en un sentido abstracto.
Jorge Plejanov, en su obra “El Arte y la vida social” [1]
explica que el concepto de belleza tiene
un carácter histórico-concreto. Comparando la Venus Hotentote [2] con la Venus
de Milo, señaló que esta última era el ideal de belleza únicamente para una
parte de los seres humanos, los europeos posteriores al ciclo de revoluciones
burguesas que siguieron al Renacimiento italiano, mientras que la Venus
Hotentote representaba el ideal de belleza para otra parte de la Humanidad.
Plejanov rechazó el chauvinismo y el racismo
eurocentristas, y sostuvo que no existe un concepto de belleza al margen de las
condiciones histórico-concretas. Es más, mostró que, incluso en Europa, durante
un periodo de varios siglos, en buena parte de la Edad Media, la Venus de Milo
tampoco fue considerada como el ideal de belleza.
El concepto de belleza no permanece inalterable a través
de los tiempos, sino que cambia. La estética se modifica. Cada época, cada
situación histórico-concreta, incluso se podría decir que hasta las distintas
clases sociales, han tenido su propia idea de la belleza. El estudio de la
realidad muestra que las ideas estéticas están sometidas a un cambio
permanente, dialéctico, a través de la historia.
Pierre Francastel, en su obra “Historia de la pintura
francesa” [3] nos habla de la dura oposición que tuvieron que afrontar los
impresionistas cuando trataron de renovar la estética burguesa en la segunda
mitad del siglo XIX. Aunque ellos no pretendían llevar a cabo una profunda
revolución estética, sólo después de años de lucha lograron hacer valer sus
puntos de vista y sus ideas sobre la belleza y su representación artística.
En el arte, como en todos los ámbitos de la estructura
social, lo viejo se resiste a desaparecer y lo nuevo se ve obligado a nadar a
“contracorriente” y a luchar para lograr abrirse paso. En cualquier caso, este
hecho viene a mostrar que los impresionistas tenían otra idea estética
diferente de la que predominaba en la Francia burguesa de su época.
En realidad, en la estética, lo que prevalece es el
cambio. Por ejemplo, el Renacimiento fue una verdadera revolución estética. Representó
una ruptura total respecto al arte medieval. Todo fue subvertido, destruido y,
al mismo tiempo, todo fue redefinido y construido. Pero, anteriormente, con el
fin de la sociedad esclavista y el triunfo ideológico-religioso del
cristianismo, las expresiones del mundo antiguo greco-romano habían sido
aniquiladas. Y, con ellas desapareció su arte.
Hoy día, en la época del capitalismo financiero y
especulativo, cuando la crisis del sistema aparece en toda su crudeza y sus
consecuencias trascienden del marco socioeconómico y político para extenderse
al ámbito alimentario, ecológico, energético, etc., también se empiezan a dar
las condiciones para que se produzca una revolución en la estética. Las
condiciones que permiten plantear abiertamente la necesidad de realizar un
cambio radical en el ámbito del arte. Un cambio que contribuya también, desde
la superestructura, a la transformación revolucionaria de la sociedad.
NOTAS
1.- Jorge Plejanov. “El Arte y la vida social”. Editorial
Cénit. Madrid, 1934.
2.- Sara Baartman, fue una de las dos esclavas de la etnia
khoikhoi, que fueron llevadas a Europa a principios del siglo XIX
para ser exhibidas como atracción de feria. Su nombre artístico era "la
Venus Hotentote". Algunas partes de su cuerpo eran algo exageradas, como
consecuencia de la esteatopigia (acumulación excesiva de grasa en
los glúteos), característica de la tribu a la que pertenecía.
3.- Pierre Francastel. “Historia de la pintura francesa:
Desde la Edad Media hasta Picasso”. Alianza Editorial. Madrid, 1989.