Con
la revolución Rusa de Octubre de 1917 se inició un ciclo revolucionario que
abarcaría buena parte de Europa y de Asia. Pero, con el paso del tiempo, en todos aquellos países en los que se
había iniciado la construcción del socialismo, se fue restaurando el
capitalismo y, hoy día, en líneas
generales, podemos afirmar que el Ciclo revolucionario de Octubre ha llegado a
su fin. Hoy por hoy, sólo quedan dos procesos revolucionarios que todavía continúan
activos. Uno, en India y otro en Filipinas. Ambos dirigidos por partidos
comunistas revolucionarios.
Sólo
estudiando las distintas experiencias revolucionarias podremos aprender de
ellas y estaremos en condiciones de comprender como tuvo lugar la restauración
del capitalismo en los antiguos países socialistas, sacando las conclusiones
que nos permitan iniciar un nuevo ciclo de la Revolución Proletaria Mundial, esta vez, con garantía de éxito. De ahí la
necesidad de que llevemos a cabo un balance general del Ciclo revolucionario de
Octubre.
Para ello, debemos desprendernos de
una serie de prejuicios que tienden a reducir nuestra capacidad de análisis y a
justificar ciertos errores ideológicos y
políticos que, por otra parte, es imprescindible superar para llegar a un
conocimiento objetivo de las causas que
posibilitaron que la revolución se desnaturalizase y que el poder del
proletariado llegase a ser sustituido por el de una nueva clase social, la
burguesía burocrática, surgida al amparo de los aparatos del partido y del
Estado.
¿Cómo sucedió esto? Indudablemente
no tuvo lugar de repente, de la noche a la mañana. La “caída” del socialismo no fue producto ni de un golpe de Estado
interno, ni de una invasión exterior. Más bien, fue consecuencia de un lento y complejo proceso de degeneración
burocrática que condujo a la desnaturalización del socialismo. Inicialmente
nos centraremos en las condiciones que hicieron posible esto en la URSS.
Los factores que contribuyeron a
ello fueron numerosos y de diversa índole, tanto en el plano económico y social
como en el plano político e ideológico.
Si atendemos a los factores sociales
y económicos nos encontramos, por una parte, la herencia ideológica de la Segunda Internacional. En concreto, nos
referimos especialmente a aquellos errores que se derivaban de una concepción economicista del socialismo.
Por ejemplo, los que identificaban el socialismo con la propiedad estatal de
los medios de producción (las relaciones de clase con las formas jurídicas de
propiedad), sin poner en cuestión quien controlaba realmente el aparato del
Estado y, por medio de él, los citados medios de producción [1].
Así como aquellos otros que
atribuían una importancia determinante al nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas, dándoles la primacía, en la necesaria transformación de las
relaciones sociales de producción. Una herencia a la que ni el propio Lenin, el
indiscutible dirigente revolucionario, pudo sustraerse por completo.
En el plano ideológico, nos
encontramos que durante todo el período socialista se da una pugna incesante
entre la línea revolucionaria que
lucha por avanzar hacia el Comunismo y la línea
revisionista-oportunista cuyo objetivo es restaurar el Capitalismo. Hasta
que no se alcance el Comunismo, hasta que no se extinga toda forma de
dominación de unos seres humanos por otros, la teoría revolucionaria es
susceptible de “contagiarse” de ideología burguesa bajo la forma de revisión
del marxismo pues mientras existan las clases sociales existe una base material
para el desarrollo ideológico de cada una de ellas.
1.-
Sobre la concepción economicista del socialismo
En noviembre de 1919, Lenin planteó que:
“Teóricamente, no
cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe un cierto periodo
de transición. Este periodo no puede dejar de reunir los rasgos o las
propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede menos de ser
un periodo de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o
en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el
comunismo ya nacido, pero muy débil aún…” [2].
Sin embargo, el principal obstáculo
que se opone al avance en la construcción del socialismo, al desarrollo de una
política social y económica coherentes e interdependientes (en interrelación
dialéctica) que lo posibiliten, no se encuentra en el bajo nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas, sino en la naturaleza, en el carácter, de las
relaciones sociales de producción dominantes en dicho periodo histórico.
Es decir que el verdadero obstáculo se encuentra simultáneamente en la reproducción
de la división capitalista del trabajo y en las relaciones sociales
(ideológicas y políticas) de producción que, aunque son un efecto de dicha
división del trabajo, también constituyen las condiciones sociales en que esta
se reproduce, porque son las que permiten “funcionar” a los individuos y a las
empresas como “sujetos” que confieren la primacía a los intereses particulares
respecto a los intereses colectivos.
Lo que es cierto es que el mero desarrollo (técnico y cuantitativo)
de las fuerzas productivas no puede nunca, por sí sólo, hacer desaparecer las
formas capitalistas de la división del trabajo ni el resto de las
relaciones sociales (de producción) burguesas. Hay que tener en cuenta que la división capitalista del trabajo implica
la reproducción de la contradicción entre el trabajo manual (físico) y el
intelectual; así como entre el trabajo de ejecución y el de dirección.
Lenin ya era consciente de que en el
socialismo continuaban existiendo las clases sociales y también la lucha entre
ellas. En ese sentido, dijo que:
“El
socialismo es la supresión de las clases, la dictadura del proletariado ha
hecho en este sentido todo lo que estaba a su alcance. Pero no se puede
suprimir de golpe las clases.
Y
las clases han quedado y quedarán
durante la época de la dictadura del proletariado. La dictadura dejará de ser
necesaria cuando desaparezcan las clases. Y sin la dictadura del proletariado
las clases no desaparecerán.
Las
clases han quedado, pero cada una de
ellas se ha modificado en la época de la dictadura del proletariado; han
variado igualmente las relaciones entre ellas. La lucha de clases no desaparece
bajo la dictadura del proletariado, lo que hace es adoptar otras formas” [3].
Únicamente
la lucha de clases en el propio terreno de la producción, en las condiciones de
la dictadura del proletariado, si
se plantea correctamente y con la perspectiva de la transformación
revolucionaria de la sociedad, se apoya en la propia experiencia adquirida por
las masas y se guía por una correcta orientación teórica (ideológica y
política), podrá lograr la superación de
las relaciones económicas y sociales capitalistas.
Para
ello, será necesario atacar simultáneamente la división capitalista del trabajo
y las relaciones (ideológicas y políticas) que permiten la reproducción de las
relaciones de explotación y de opresión.
Sin embargo, en la Rusia soviética,
como consecuencia de esa herencia ideológica que se mantenía desde los tiempos
de la Segunda Internacional y con la que no se había roto adecuadamente, no se
planteó esta lucha de un modo correcto.
2.-
La NEP y el capitalismo de Estado
En mayo de 1918 se sublevaron varios
generales zaristas en distintas regiones de Rusia y con el apoyo de diversas
potencias extranjeras, principalmente Inglaterra y Japón, dieron comienzo a una
guerra contrarrevolucionaria para aplastar al joven poder soviético. La guerra
civil duró hasta finales de 1920, y tuvo unas consecuencias que en el plano
político debilitaron al poder revolucionario ya que, como consecuencia del
desabastecimiento de las ciudades, el gobierno soviético se vio obligado a
aplicar unas medidas extraordinarias que se conocieron como el “comunismo de
guerra”.
Entre las medidas adoptadas estaba
la de requisa forzosa de productos
agrícolas en las zonas rurales para poder así abastecer a las ciudades. Esta
dura medida resquebrajó la alianza obrero-campesina en que se sustentaba el
poder revolucionario y una vez finalizada la guerra, obligó al gobierno
soviético a suavizar la política agraria, con objeto de recomponer la alianza
con los campesinos, lo que le llevó a abandonar la política del “comunismo de
guerra” y a adoptar la Nueva Política Económica (NEP).
Esta nueva orientación de la
economía fue aprobada en el X Congreso del PC (8 al 16 de
marzo), que precisamente coincidió con la sublevación de la guarnición de Kronstadt (2 al 17 de
marzo), que había puesto de manifiesto el agotamiento de la política del
“comunismo de guerra”.
Entre otras cosas, la NEP se
caracterizó por la sustitución de la requisa forzosa por el establecimiento de
un impuesto progresivo en especie, más llevadero para los campesinos, la libertad de comercio,
el retorno al mercado y a la economía monetaria, la admisión de una pequeña y
mediana industria privada, el llamamiento a las inversiones extranjeras (bajo
el control del Estado), etc. En definitiva, la NEP supuso un retorno a la
concepción del “capitalismo de Estado” que el gobierno soviético había
mantenido hasta 1918.
La
adopción de la NEP fue una especie de “paso atrás” imprescindible. La
revolución había logrado sobrevivir a un durísimo precio. La producción
agrícola había descendido un 60% respecto a la de 1914 y la industrial se había
situado en un 15% de la de aquel año. El despoblamiento de las ciudades y la
emigración al campo había tomado un ritmo acelerado. El nivel de vida estaba
bajo mínimos y en el invierno de 1920-21, como consecuencia del frío y del
hambre, hubo una gran mortandad, que algunos autores la sitúan en torno a los
dos millones de muertos.
Los
resultados económicos que tuvo la aplicación de la NEP fueron casi inmediatos. Pero,
al mismo tiempo, la NEP también representaba un peligro para el joven poder
soviético. Las fuerzas del mercado revigorizaron a los campesinos ricos, así
como a una nueva pequeña burguesía ligada al comercio. Igualmente, favoreció el
crecimiento de un amplio sector de técnicos y especialistas, buena parte de los
cuales eran burgueses, que fueron empleados en la industria, así como también
una gran cantidad de antiguos funcionarios del aparato del Estado zarista que
pasaron a engrosar la naciente burocracia soviética.
La
“vuelta” al capitalismo de Estado, indica la importancia que tuvo este
concepto, durante un largo periodo, tanto para el partido bolchevique como para
el propio Lenin.
3.-
La “autonomización” de los aparatos administrativos
Ya en los primeros años de la
revolución, entre 1917 y 1923, comienza a desarrollarse un proceso de
progresiva separación (“autonomización”) de los aparatos económicos y
administrativos del nuevo Estado soviético respecto a la clase que teóricamente
constituía la base de los mismos. Se trata de un proceso de características
complejas y que, en lo fundamental, tuvo su origen en la actuación simultánea y
combinada de dos causas distintas, aunque interrelacionadas dialécticamente.
Por una parte, en la creciente
penetración de elementos burgueses en los aparatos del partido y el Estado
soviético. Una penetración que reconoció el propio Lenin en su alocución al
VIII Congreso del partido, cuando admitió que el poder soviético se había visto
obligado, políticamente, a “confiar nuevos puestos” a los “viejos elementos
burocráticos” y que “los burócratas zaristas han comenzado a infiltrase en las instituciones
soviéticas y a llevar a ellas el burocratismo disfrazados de comunistas… Los
hemos arrojado por la puerta, pero vuelven a colarse por la ventana” [4]. Por
otra, en el reforzamiento de las prácticas burguesas, sobre la base objetiva
del predominio de unas relaciones sociales burguesas o pre-burguesas [5].
Como consecuencia de este proceso de
“autonomización” de los aparatos del Estado, tuvo lugar un creciente
debilitamiento del papel dirigente del proletariado sobre ellos y, por
consiguiente, un reforzamiento de la burguesía. En definitiva, este proceso de “autonomización” consistió
en un proceso de lucha de clases [6], algunos de cuyos aspectos se
manifestarían en el importante papel atribuido a los directores técnicos y
administrativos, en detrimento de los sindicatos y del conjunto de
trabajadores, en la elaboración “por arriba” de los reglamentos y normas de
trabajo, etc.
4.-
La desproletarización del partido comunista
Otro de los aspectos que es
necesario tener en cuenta es el del crecimiento incontrolado del aparato del
partido comunista, con la entrada en él de números elementos arribistas, de
procedencia pequeño burguesa, lo que tuvo lugar desde mediados de la década de
los años veinte, y que condujo a una progresiva
pérdida del carácter de clase del partido.
En el censo realizado en enero de
1927, se decía que el porcentaje de obreros industriales y del transporte
miembros del partido era de un 30%, el de obreros agrícolas era de un 1.5%, y
el de campesinos un 8.4%, mientras que los “empleados” y “otros” representaban
un 60.1% [7]. Y, según una circular de Molotov (Secretario del CC.), de agosto
de 1925, en la que se establecía la terminología apropiada para la elaboración
de censos e informes, se consideraba “empleados” a los funcionarios miembros de
los aparatos administrativos, económicos, culturales, etc. y el concepto de
“otros” se aplicaba a estudiantes, artesanos por cuenta propia, etc. [8].
Es curioso que en el periodo entre
1926-27, el número total de “empleados” era de 3.5 millones y el de obreros de
4.6 millones [9], lo que nos da una idea de cómo crece el número de
funcionarios en la composición social del partido.
__________________
NOTAS
1.-
Hay que destacar la posición de importantes teóricos de la Segunda Internacional,
como Karl Kautsky y Rudolf Hilferding, favorables a la centralización
monopolista del capital (capital monopolista de Estado), en la que veían la
“antesala” del socialismo, cuando los trabajadores se hiciesen con el control
del aparato de Estado burgués, por medios pacíficos y electorales, poniéndolo
así a su servicio, sin necesidad de destruirlo. Posiciones que ya habían sido
combatidas por Engels, tras la muerte de Marx, que se opuso firmemente al
concepto de “estatismo” socialista, y posteriormente por Lenin, en su profunda
y brillante crítica del revisionismo de Kautsky.
2.-
V. I. Lenin. “Economía y política en la época de la dictadura del
proletariado”. O. E. en 12 Tomos. Editorial Progreso. Moscú, 1973. Tomo X. Pág.
84.
3.- Idem. Pág. 87.
4.- V. I. Lenin. O.C. Tomo 29. Pp
176-177. Citado por Charles Bettelheim. “Las luchas de clases en la URSS.
Primer Periodo (1917-1923)”. Siglo XXI Editores. Madrid, 1976. Pág. 299.
5.-
Charles Bettelheim. Obra citada. Págs. 302 y 303.
6.-
Idem.Pág.300.
7.-
Charles Bettelheim. “Las luchas de clases en la URSS. Segundo Periodo
(1923-1930)”. Siglo XXI Editores. Madrid, 1978. Pág. 300.
8.-
Obra citada. Nota 309. Pág. 299.
9.-
Idem. Pág. 305.