Escribe John Bellamy Foster en el prólogo de este libro: “Se ha
caracterizado muchas veces a Karl Marx como pensador antiecológico. Pero yo he
estado siempre demasiado familiarizado con su obra como para tomar en serio esa
crítica. En numerosos momentos de su obra, como yo sabía, dio muestras de una
profunda conciencia ecológica. Pero, cuando escribí The Vulnerable Planet: A
Short Economic History of the Environment (1994) todavía
creía que las cosas que Marx alumbrara en relación con la ecología eran un tanto
secundarias en su pensamiento; que no aportaban nada nuevo ni esencial a
nuestro actual conocimiento de la ecología en cuanto tal, y que la importancia
de sus ideas para el desarrollo de ésta residía en el hecho de que
proporcionaba el análisis
histórico-materialista que la ecología, con sus nociones por lo general
ahistóricas y malthusianas, necesitaba desesperadamente.
Que fuera posible interpretar a Marx de
un modo diferente, de un modo que otorgara a la ecología una posición central
en su pensamiento, era algo de lo que yo sin duda era consciente, ya que se
suscitaba a diario en la década de 1980 por
parte de mi amiga Ira Shapiro, que se había
expatriado de Nueva York y se había convertido en agricultora, carpintera y
filósofa de la clase trabajadora, a la vez que asistía como alumna a mis
clases. En contra de todas las convenciones de la
interpretación de Marx, Ira me decía: "mira esto",
señalándome pasajes en los que Marx se ocupaba de los
problemas de la agricultura y de la circulación
de los nutrientes del suelo. Yo la escuchaba
atentamente, pero no apreciaba todavía toda la importancia
de lo que me estaba diciendo (algo que sin duda, a
diferencia de lo que le ocurría a Ira, me impedía
el hecho de que yo carecía de toda
experiencia real en el trabajo de la tierra). Por aquellos mismos
años, mi amigo Charles Hunt, activista radical, sociólogo,
profesor a tiempo parcial, y apicultor
profesional, me dijo que debería familiarizarme más
con la Dialéctica de la naturaleza de Engels,
debido a su visión científica y naturalista.
Nuevamente yo escuchaba, pero tenía mis
dudas. ¿No había fallado la "dialéctica de la naturaleza'' desde el
comienzo?
El camino hacia el materialismo
ecológico estaba bloqueado por el marxismo que yo había aprendido durante años.
Mi base filosófica habían sido Hegel y la rebelión del marxismo hegeliano
contra el marxismo positivista, rebelión que se inició en la década de 1920
con las obras de Lukács, Korsch y Gramsci, y que había llevado a la Escuela de
Fráncfort y a la Nueva Izquierda (como parte de la rebelión más amplia contra
el positivismo que dominó la vida intelectual europea desde 1890
hasta 1930 y
más allá). Se hacía hincapié en el materialismo práctico de Marx, que tenía sus
raíces en el concepto de praxis,
que en mi propio pensamiento venía a combinarse con la
economía política de la tradición de la Monthly Review en los Estados
Unidos, y con las teorías históricas de E. P. Thompson
y Raymond Williams en Gran Bretaña. En una síntesis como esta quedaba sin
embargo poco lugar para un enfoque marxista de temas relacionados con la naturaleza
y con las ciencias físico-naturales.
Es cierto que pensadores como Thompson
y Williams en Gran Bretaña, y Sweezy, Baran, Magdoff y Braverman, asociados en
EEUU con la Monthly
Review, insistían todos en la importancia de relacionar
el marxismo con el reino físico-natural en general, y cada uno de ellos
contribuía a su manera al pensamiento ecológico. Pero el legado teórico de
Lukács y Gramsci, que yo había interiorizado negaba la posibilidad de aplicar
los modos del pensamiento dialéctico a la naturaleza, con lo que esencialmente
cedían todo este campo al positivismo. Por entonces apenas conocía yo una
tradición alternativa, más dialéctica, que se daba dentro de las ciencias
biológicas contemporáneas, asociadas en nuestros días con la obra de pensadores
tan importantes como Richard Lewontin, Richard Levins y Stephen Jay Gould.
(Cuando por fin cobré conciencia de esto, fue debido a Monthly Review,
que hacía tiempo que trataba de vincular de nuevo el
marxismo en general con las ciencias naturales y físicas)” […]
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