viernes, 23 de septiembre de 2016

ANTE EL 25-S. CRISIS POLÍTICA Y ELECCIONES VASCAS



El próximo domingo se celebrarán elecciones sólo en una parte de Euskal Herria, la CAPV. Unas elecciones que van a tener lugar en medio de un profunda crisis política en el conjunto del Estado español. Cuando los dos partidos gobernantes, el PP y el PSOE, que hasta ahora se han venido turnando en el gobierno central, están encontrando numerosas dificultades para mantener el bipartidismo que ha venido caracterizando al “régimen del 78”, el que surgió en la llamada “transición” española, al no haberse llevado a cabo una verdadera ruptura con el franquismo.

Con la aparición en escena de los partidos “emergentes”, Podemos y Ciudadanos, la crisis política, de gobernabilidad, se ha hecho aún más grave y más compleja. Los nuevos partidos, en vez de haber puesto fin definitivamente al bipartidismo, lo único que han logrado es haberse convertido en las respectivas “muletas” del PP y del PSOE, dando paso así a un bipartidismo atenuado, aunque también es preciso reconocer que han dificultado aún más la realización de posibles pactos o acuerdos entre el PP y el PSOE.

En cualquier caso, el nuevo gobierno central que llegue a formarse, tanto si se produjese un acuerdo que desbloquee la situación actual como si se tuviesen que celebrar unas nuevas (terceras) elecciones, tendría que hacer frente a una grave situación económica. Con una tasa actual de paro en torno al 20% de la población activa; con una exigencia de recortes por parte de la UE de 10.000 millones de euros [1]: y, por otra parte, la OTAN pidiendo un aumento de la contribución a sus Estados miembros, hasta alcanzar el 3% del PIB; a situación que se le presenta no es nada halagüeña.

Además, si nos situamos en el plan internacional, la situación no es menos sombría. A la crisis de la UE, agudizada por el brexit y el problema de los refugiados, así como por el ascenso de la extrema derecha en gran parte de Europa, viene a unirse el peligro cada vez mayor de un conflicto bélico abierto entre el bloque imperialista hegemónico, dirigido por EEUU y el bloque ascendente, capitaneado por China-Rusia.

En este complejo contexto, las elecciones autonómicas vascas y gallegas, que se celebrarán el mismo día, van a servir de “campo de prueba” para el PP y el PSOE de cara a buscar una posible salida al actual estancamiento que impide la formación del nuevo gobierno, o ir a esas nuevas elecciones generales para fin de año.

Las autonómicas vascas, a las que se presenta por primera vez Podemos, han puesto abiertamente sobre la mesa las diferentes posturas sobre la cuestión nacional. Unos, como el PP y el PSOE, se oponen furibundamente a todo lo que pueda suponer lo que ellos llaman la “ruptura de España”, aunque el segundo proponga una reforma “federalizante” de la constitución, que nunca acaba de definir.

Otros, chovinistas vergonzantes, como Podemos, que dicen defender el “derecho a decidir”, son incapaces de adoptar una postura firme y decidida frente a la rotunda intransigencia del tándem PP-PSOE y se remiten a la necesidad de aprobar una “ley de claridad”, inspirada en el modelo canadiense, como si el parlamento español fuese como el de Canadá [2], y sin definir nunca cual sería la postura a defender por su partido que, como sabemos, es de ámbito estatal y altamente centralizado.

En cuanto al PNV y a EH Bildu, el primero continúa soñando con que el gobierno central se avenga algún día a negociar un “nuevo estatus” para la CAPV y rechaza tajantemente cualquier opción unilateral que pueda saltarse la legalidad vigente, lo que es lo mismo que renunciar abiertamente a dar un solo paso que le pueda enfrentar al Estado español. Por cierto que el PNV tampoco acaba de definir qué entiende por un “nuevo estatus”, aunque todo parece indicar que este tendría un alcance bastante más limitado que el que en su día planteó el gobierno de Ibarretxe.

Por su parte, EH Bildu hace una oferta tanto al PNV como a Podemos, para formar un gobierno de coalición similar al que se ha formado en Nafarroa. ¿Qué alcance podría tener un gobierno de ese tipo? ¿Se trata, tan sólo, de un “farol”, a sabiendas de que no lo van a aceptar los otros dos partidos? Y, en caso de que hipotéticamente llegase a formarse, teniendo en cuenta el carácter de los “compañeros de viaje” a los que se dirige EH Bildu, ¿posibilitaría el logro de la amnistía para todos los presos y refugiados políticos-as?, ¿permitiría la unificación del Sur de Euskal Herria?, ¿sería el instrumento más adecuado para avanzar hacia el reconocimiento de la soberanía vasca?. En definitiva, ¿constituiría esa “posición avanzada” que nos situaría en un nuevo escenario de lucha de clases y que nos podría facilitar el avance hacia la independencia y el socialismo?





NOTAS

1.- las exigencias de la UE al gobierno español para reducir el déficit  nominal se sitúan en el 4,6% del PIB en 2016 y pide que se reduzca al 3,1% en 2017 y que se lleve al 2,2% en 2018. El ajuste estructural será del 0,5% del PIB en 2017 y de otro 0,5% en 2018, lo que supone un recorte de 10.000 millones de euros en los tres próximos años.

2.- La Ley de Claridad es una ley federal aprobada por el Parlamento de Canadá que establece las condiciones en las que el Gobierno de Canadá podría establecer negociaciones que pudieran conducir a la independencia de una de sus provincias tras la celebración de un referéndum. El proyecto de Ley de Claridad se presentó en primera lectura en la Cámara de los Comunes el 13 de diciembre de 1999. Fue aprobado por la Cámara el 15 de marzo de 2000 y por el Senado, en su versión final, el 29 de junio de 2000.

Aunque teóricamente esta ley podría aplicarse a cualquier provincia, la Ley de Claridad fue elaborada en respuesta al referéndum 1995 de Quebec y al movimiento en pro de la independencia de esa provincia. El contenido de la Ley de Claridad se basó en la cuestión planteada a la Corte Suprema de Canadá por parte del gobierno federal del primer ministro Jean Chrétien en 1998.

Las condiciones que establece la Ley de Claridad, son: una pregunta clara, sin ambigüedades, un apoyo evidente a la separación y, posteriormente, abrir un proceso de negociación con el gobierno federal. Es decir, que excluye la declaración unilateral de independencia.