[...]todos ellos están de acuerdo en cambiar algo para que nada cambie y, sobre todo, que coinciden en
sus verdaderas intenciones de frenar el desarrollo de la lucha de clases y de
desviar el movimiento obrero y popular hacia reivindicaciones intrascendentes,
contribuyendo así a consolidar el sistema socioeconómico y político que se
instauró durante la “transición”.
El próximo día 20 se celebrarán las elecciones generales
en el Estado español. Unas elecciones que van a tener lugar en un contexto que
se caracteriza por:
a)
La
persistencia de la crisis global del capitalismo y, en concreto, de la crisis
económico-financiera, aunque en los últimos meses esta haya experimentado una
relativa atenuación, de carácter coyuntural;
b)
el
agravamiento de las contradicciones inter-imperialistas entre los dos grandes
bloques; el todavía hegemónico, formado por EEUU y la UE, y el ascendente, formado
alrededor de China y Rusia. Unas contradicciones que han dado lugar a la
sangrienta guerra civil de Siria y a una fuerte escala de violencia en el
conjunto de la región de Oriente Medio (Irak, Palestina, Líbano, Turquía, Yemen,
etc.), a la que viene a añadirse la irrupción del terrorismo yihadista del
Daesh;
c)
el
apuntalamiento del papel hegemónico del imperialismo yanqui (que se encontraba
debilitado por el ascenso de China en el plano internacional) a raíz de la
firma del acuerdo de la ASEAN
para transformarse en un Mercado Único del Sureste Asiático, en la perspectiva
del proyecto del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica
(también conocido como TPP, por sus siglas en inglés), auspiciado por EEUU;
d)
La
creciente subordinación de la UE a EEUU, tanto en el plano económico-comercial
(actualmente negociando en secreto el TTIP) como en el político-diplomático y
militar;
e)
la
crisis de la organización territorial del Estado español, especialmente agudizada
en Cataluña, donde se está desarrollando un proceso de “desconexión”
(proclamación unilateral de independencia); y
f)
La
progresiva pauperización del proletariado y las clases populares que la nueva reforma
laboral está propiciando con la destrucción de puestos de trabajo “estables”,
el desarrollo de la contratación “a tiempo parcial” y el incremento de la
contratación temporal por un salario cada vez más menguante, lo que está
produciendo el fenómeno del “trabajador pobre”.
En este marco van a tener lugar las elecciones generales
del 20-D. Según indican las últimas encuestas y sondeos de opinión, la crisis
del bipartidismo que hasta hace unos meses se estaba agravando, ahora se está
aliviando y no parece que vaya a ser tan aguda.
A lo sumo, se prevé un descenso de los apoyos electorales
del PP y del PSOE, pero que no será tan drástico como se aseguraba y no
supondrá el derrumbe de los dos partidos que hasta ahora han venido sustentando
el régimen surgido en la “transición”. Posiblemente, la situación en Cataluña
haya favorecido esta atenuación de la crisis del bipartidismo.
Por su parte, los partidos emergentes, Ciudadanos y
Podemos, pasarían a convertirse en la tercera y cuarta fuerza, respectivamente,
con lo que se daría paso a un bipartidismo atenuado o un tetra-partidismo.
Ambos partidos están haciendo verdaderos esfuerzos para parecer “sensatos” y
representantes de la “centralidad” del sistema político español.
En esta situación, el PSOE plantea una “reforma”
constitucional que podría afectar a la organización territorial del Estado en
un sentido “federalizante”. Sin embargo, hasta ahora no ha explicado
mínimamente el alcance de dicha reforma y todo parece indicar que no va a ir
más allá de un cambio de terminología, de tal forma que las actuales
comunidades autónomas pasen a convertirse en regiones federadas, manteniendo
las mismas competencias o incluso más reducidas si cabe, como consecuencia de
la creciente recentralización del Estado, que en la práctica defienden tanto el
PP como el PSOE. Incluso hasta el PP ha empezado a hablar de reformar la
constitución.
Por su parte, el PNV está preparándose para llegar a
acuerdos con el que resulte vencedor en las elecciones, como muestra de su
total falta de escrúpulos y de ética política. Mientras EH Bildu apuntala su
estrategia de jugar su partida dentro del sistema y justifica su participación
diciendo eso de “ir a Madrid para decidir en Euskal Herria”.
Sin embargo, ningún partido aborda los problemas reales.
Ya no vamos a referirnos al PP o al PSOE, representantes ambos de los intereses
de la gran burguesía española, aunque de diferentes fracciones de esa clase y
con distintos “matices” a la hora de plantear la política económica sino que
tampoco los aborda el resto. Y que conste que no pretendemos de ninguno de
estos partidos que plantee un programa “revolucionario” (nada más lejos de
nuestra intención) sino que únicamente tratamos de poner de relieve que ninguno
de ellos plantea soluciones que pudieran tener un carácter mínimamente democrático,
como sería el caso del reconocimiento del derecho
de autodeterminación para las naciones oprimidas por el Estado español; ni
mantiene una postura de defensa de la soberanía nacional (de la española, ¡por
supuesto!) frente a las crecientes imposiciones de la UE; ni está dispuesto a romper
con la OTAN (que
subordina al conjunto de Estados miembros a los intereses geoestratégicos y
militares de EEUU, acrecentando el peligro de guerra); ni en el terreno de las
reformas económicas pretende ir más allá de la “lucha contra la corrupción” o
de unas tímidas reformas fiscales.
Atendiendo a los postulados que cada partido defiende en
el terreno de la política económica, nos encontramos dos bloques (claro está,
tal y como venimos comentando, que ninguno de ambos pretende una ruptura con
régimen del 78): el que defiende un punto de vista “clásico” neoliberal (en el
que se encuadran PP, Ciudadanos, PNV y otras fuerzas nacionalistas) y cuya
práctica política la venimos sufriendo especialmente estos últimos años, y el
que defiende el punto de vista neokeynesiano, cuya base material se encuentra
en la sobreexplotación de las masas populares y la opresión sobre otros pueblos
(en este bloque encontramos tanto al PSOE, como a socialdemócratas redivivos al
estilo de Podemos o EH Bildu, entre otros).
En definitiva, que todos ellos están de acuerdo en cambiar algo para que nada cambie y,
sobre todo, que coinciden en sus verdaderas intenciones de frenar el desarrollo
de la lucha de clases y de desviar el movimiento obrero y popular hacia
reivindicaciones intrascendentes, contribuyendo así a consolidar el sistema
socioeconómico y político que se instauró durante la “transición”.