Sólo un Estado Socialista Vasco, garantizará la soberanía y la no
dependencia de Euskal Herria
Hace unos meses, propusimos llevar
a cabo una reflexión sobre una serie de cuestiones, con el fin de superar la
actual situación de “desorientación ideológica y política de la izquierda abertzale, así como su falta de perspectivas, y de recuperar la capacidad combativa del movimiento popular”.
Siguiendo con esta reflexión, en el presente artículo, tratamos de dar
respuesta a la pregunta:
4.- ¿Cómo debemos entender la independencia? ¿Es factible alcanzar una
situación efectiva de “no dependencia” en plena globalización?
INDEPENDENCIA, SOBERANÍA Y “NO
DEPENDENCIA”
Los países y los Estados no pueden
permanecer aislados unos de otros. Ninguno de ellos produce todo lo que
necesita, ya se trate de productos alimenticios, materias primas, maquinaria,
tecnología, etc. De ahí la necesidad que todos ellos tienen de mantener entre
sí relaciones económicas y comerciales. De ahí, también, la necesidad que
tienen de mantener entre ellos relaciones políticas y diplomáticas, incluso
entre Estados con regímenes sociales diferentes. Y, por supuesto, también la
necesidad de mantener relaciones culturales y deportivas.
Pero todas estas relaciones, a
pesar de ser necesarias, se hallan fuertemente condicionadas por la naturaleza
del medio social y económico en el que se desarrollan. No olvidemos que vivimos
en el modo de producción capitalista. En este contexto, los países capitalistas
desarrollados (imperialistas) utilizan las necesarias relaciones políticas,
económicas y comerciales con otros países únicamente en provecho propio y, más
en concreto, en beneficio de la clase dominante de los primeros.
De esta manera, realizan sus
inversiones en los sectores económicos claves (estratégicos) de otros países con
objeto de controlar, a través de ellos, el conjunto de sus economías. Se
adueñan de todos aquellos sectores que les pueden proporcionar productos
alimenticios o materias primas, a precios baratos, como la agricultura, la
pesca, la minería, etc., provocando su especialización productiva, mientras que
venden a estos países productos manufacturados, maquinaria y bienes de equipo,
así como tecnología, a precios elevados.
Es lo que se llama intercambio desigual, cuyos efectos son
completamente negativos para los países que lo sufren, ya que los encierra en
una creciente espiral de dependencia económica y de subordinación política
hacia los países más “desarrollados” (imperialistas). El desequilibrio de sus
balanzas comerciales es cada vez mayor y con ello aumenta de día en día su
deuda externa, ya sea pública o privada. Al mismo tiempo, una balanza comercial
deficitaria repercute sobre el conjunto de la situación económica de cada país
dependiente.
En este proceso de creciente
subordinación y dependencia, intervienen organismos financieros internacionales
tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM),
ambos controlados por los países imperialistas, especialmente por EEUU. Estos
organismos conceden créditos a determinados países, por ejemplo para
construcción de infraestructuras, que después deben ir devolviendo a unos
intereses tan elevados que hipotecan sus economías durante décadas. Al mismo
tiempo, los organismos acreedores, para garantizarse la devolución del capital
prestado y el pago de los intereses que ha generado, imponen a los gobiernos de
los países deudores la realización de reformas y recortes sociales cuyos
efectos repercuten en gran medida sobre las clases populares.
La subordinación de unos países
capitalistas a otros, más desarrollados, con la consiguiente diferenciación
entre centro y periferia, ha sido una consecuencia del propio desarrollo del modo
de producción capitalista en su fase imperialista e incluso se remonta al
periodo colonialista. Han sido tres los factores fundamentales que han
conducido a la diferenciaciación entre los países y a la situación de
dependencia y subordinación de unos respecto a otros: a) la desarticulación de
las economías periféricas; b) la división internacional del trabajo; y c) la
configuración desigual del mercado mundial.
Pero la subordinación de unos
países capitalistas a otros, más desarrollados, no sólo tiene lugar en Asia, África
o en América Latina, sino que también ocurre en la propia Europa. En el
interior de la UE
se ha ido produciendo un desarrollo desigual que ha conducido a la aparición de
un grupo de países que constituyen lo que podríamos llamar el “centro” del
sistema, en el que Alemania ocupa una posición hegemónica. Y, al mismo, tiempo
ha ido surgiendo una “periferia” formada por los países del sur y los del este de
Europa, que pertenecieron al antiguo bloque del “socialismo real”.
En Europa tenemos dos claros
ejemplos de esas situaciones de dependencia. Uno de ellos es el de Grecia,
Estado miembro de la UE
y de la “eurozona”. El otro es Ucrania, que no pertenece a la UE pero que está sometido a fuertes
presiones por parte de esta, especialmente de Alemania, y también de EEUU para
que se incorpore a su zona de influencia.
El caso de Grecia es de una
especial importancia ya que está siendo obligada al pago de una enorme deuda
pública y que, según el diario londinense Financial Times “pagarla supondría que Grecia
funcionase como una economía esclava” (25-01-2015). Sin embargo, los organismos
financieros internacionales que exigen a Grecia el pago del servicio de la
deuda (intereses y tramos de amortización) antes de concederle nueva
financiación, no tienen en cuenta que un-una joven griego-a de cada dos está en
el paro; que el 30% de la población vive por debajo del umbral de pobreza; y
que el pasado invierno, un 40% de la población no tuvo calefacción en sus
viviendas.
Ucrania, por su parte, vive un
conflicto armado en su parte oriental al disputarse su control dos bloques
imperialistas, el formado por la
UE-EEUU, y Rusia, que pugnan entre sí por lograr el control
económico y político-militar del país.
Un conflicto que es aún más complejo por las aspiraciones nacionales de la
población rusófona, mayoritaria en las regiones de Donetsk y Lugansk.
En general, los Estados más proclives a caer en la
dependencia económica y en la subordinación política son aquellos cuyas
economías están especializadas en un pequeño número de productos, casi siempre
orientados a la exportación, y que mantienen un comercio exterior dirigido
exclusivamente a un único mercado. Lo mismo ocurre cuando las inversiones de
capital extranjero, los créditos financieros y la tecnología, proceden de uno o
de unos pocos países, generalmente pertenecientes a un mismo “bloque”.
Una Euskal Herria no
dependiente
Un Estado vasco independiente y
con un sistema socioeconómico capitalista, como pretende la dirección de Sortu,
estaría sometido a múltiples presiones y condicionamientos que limitarían en
gran medida su desarrollo económico y su actuación política, aunque no fuera
miembro de la UE y
más aún si lo fuese. Esto supondría que su independencia sería meramente formal
y que, en realidad no se trataría de un Estado soberano sino que se encontraría
en una situación de dependencia
económica y de subordinación
política, respecto de una o varias potencias imperialistas.
Precísamente para evitarlo, sería necesario que el Estado
vasco se basase en los siguientes principios:
a)
Impulsar una economía autocentrada, dirigida fundamentalmente a
satisfacer las necesidades sociales, tanto materiales como intelectuales. Una
economía basada en nuestras propias
fuerzas, es decir que desarrolle nuestras capacidades y recursos (humanos,
tecnológicos y financieros) que busque la autosuficiencia,
sin pretender la “autarquía”.
b)
Diversificar nuestro comercio
exterior, tanto
en lo que respecta a las importaciones, en cuanto a su variedad
(evitando una única procedencia), como a su diversidad (buscando la posible
sustitución de las mismas); y a las exportaciones (tanto en variedad de
productos y elevado contenido tecnológico; como a su destino, evitando un único
mercado final). Un comercio exterior que esté basado en el principio de la igualdad entre los diferentes Estados y
en el beneficio mutuo.
c)
Relaciones
internacionales basadas en el respeto
del derecho internacional y en la coexistencia
pacífica entre Estados con regímenes sociales diferentes (concebida en el
sentido leninista). Mantenerse fuera de los distintos bloques, aunque
manteniendo relaciones con unos y otros. Al mismo tiempo, desarrollar una
amplia red de solidaridad internacionalista con los movimientos, partidos y
organizaciones revolucionarias y progresistas de todo el mundo.
d)
No
formar parte de ninguna alianza militar. Impulsar un amplio movimiento contra la OTAN y el imperialismo, y
desarrollar una capacidad de autodefensa propia.
El Estado vasco
habría de tener una capacidad
real y efectiva para dotarse de los instrumentos políticos, sociales y
económicos necesarios para desarrollar las políticas públicas que mejor
correspondan, en cada momento, a las necesidades de nuestra sociedad y, muy especialmente,
de las clases y capas populares. Y esto sólo será posible con una soberanía
plena, que no es factible bajo el capitalismo. Sólo un Estado Socialista Vasco, garantizará la soberanía y la no
dependencia de Euskal Herria.
Ahora bien al igual que se puede dar el caso de un Estado
formalmente independiente pero carente de soberanía, también hay que contemplar
la posibilidad de que un Estado vasco socialista, de forma libre y democrática,
mantuviera una relación de tipo confederal con otro u otros Estados,
conservando su soberanía. En ese caso se podría hablar de una situación de
interdependencia, basada en el beneficio mutuo, y no de una relación de
subordinación o dependencia.