Ha
pasado casi un año desde que el palacio Marqués de Rozalejo, en pleno centro de Iruñea, se
convirtiera en Maravillas gaztetxea. Un año de este proyecto en común de
jóvenes de la capital navarra que ha servido, y lo sigue haciendo, como espacio
donde desarrollar luchas, como infraestructura de apoyo y solidaridad de clase.
El gaztetxe Maravillas ha saltado a las portadas de los
medios de comunicación estos días por el repentino interés mostrado por el
Gobierno del cambio de Navarra en
dicho edificio. Un edificio deteriorado por el paso del tiempo y el abandono
institucional y que poco les importaba antes de su okupación.
Pese a que nos vendan otra cosa, el Gobierno del cambio de Navarra se parece mucho al
anterior Gobierno del régimen pues,
con el desalojo violento del gaztetxe, ha dejado bien claro que el cambio al que se refieren tiene un
límite. El límite de la defensa de la apropiación individual de la producción
colectiva, el límite de la defensa de la propiedad privada base sobre la que se
sostiene todo su entramado económico, político y judicial.
Frente a los poderes dominantes y al sistema que sustentan,
los gaztetxes son auténticos espacios de contrapoder popular, verdaderos instrumentos
de aprendizaje para las y los jóvenes. Se trata de espacios donde poner en
práctica métodos de autoorganización, de autogestión y de lucha.
Los gaztetxes ya se han convertido en una parte
imprescindible del paisaje de nuestros barrios, ciudades y pueblos. Son un
espacio de libertad y potenciador de nuestro tejido asociativo y vecinal, nexo
de unión de la comunidad donde se ubican. Los gaztetxes fomentan la solidaridad
frente al individualismo, el apoyo mutuo frente a la competitividad, la toma de
decisiones en común frente a la jerarquía… y para nosotras, los y las
revolucionarias, se trata de espacios donde unir las distintas luchas
–antipatriarcales, ecológicas, por el derecho a una vivienda y un salario
justo…- y enfocarlas hacia la raíz que sostiene este sistema tremendamente
injusto y depredador.
Por eso, el movimiento de autoorganización de los
gaztetxes se puede y se debe inscribir en la estrategia revolucionaria de lucha
por la Revolución Vasca. De ahí que no debamos cejar en la defensa de estos
espacios de autoorganización popular y nos hayamos de esforzar por hacerlos
florecer por toda la geografía vasca.