En base a todo lo expuesto hasta ahora, podemos sacar
la conclusión de que la lucha por el socialismo en los países capitalistas
desarrollados reviste unas características especiales que la diferencian
notablemente del anterior periodo flujo revolucionario. Además, también hemos
de tener en cuenta que en las sociedades occidentales actuales existen algunos
factores que tienden a dificultar aún más, si cabe, la lucha revolucionaria.
Por una parte, el envejecimiento relativo de la
población; por otra –a pesar de que, como es lógico en el capitalismo,
persisten las consiguientes desigualdades sociales y continúan existiendo
sectores marginados y/o excluidos- puede decirse que, en general, las clases y
capas populares cuentan con un nivel de vida relativamente elevado (como
consecuencia de que, en una u otra medida, también se benefician de la división
internacional capitalista del trabajo y de la posición dominante de sus
respectivos Estados en el plano internacional) lo que las hace más impermeables a la influencia revolucionaria.
Además, en muchos de los Estados capitalistas
occidentales existen regímenes políticos democrático-parlamentarios lo que, en
cierta medida, contribuye a legitimar en ellos la explotación capitalista. Y
por si esto fuera poco también hemos de decir que, a diferencia de lo que
ocurrió en la Rusia pre-revolucionaria –en la que los bolcheviques llevaron a
cabo una amplia labor ideológica y política en el seno del ejército, de
composición social fundamentalmente obrera y campesina, aprovechando las
condiciones creadas por la participación del Estado zarista en la Primera
Guerra Mundial- en la mayoría de los países capitalistas occidentales, no
existe un servicio militar obligatorio [25], sino que cuentan con ejércitos
profesionales, es decir, compuestos de mercenarios y, por tanto, ajenos a los
problemas de la clase obrera y las masas populares.
Superar
el reflujo
A pesar de todo ello, los comunistas hemos de ser
capaces de superar la actual situación adversa y, en cada nación, en cada
Estado, también en Euskal Herria, basándonos en el análisis concreto de la
situación concreta, debemos plantearnos inicialmente dos tareas esenciales:
1.- Reactivar
la lucha ideológica contra la influencia de la burguesía en el seno de la
clase obrera y las masas populares, especialmente contra las distintas
variantes del reformismo y del oportunismo; y
2.- Recomponer
el sujeto revolucionario superando su actual
desarticulación, que ha sido una consecuencia de los cambios producidos en la
estructura social como consecuencia del desarrollo del capitalismo [26]. En
este sentido, en el caso concreto de Euskal Herria, consideramos que el
concepto de Pueblo Trabajador Vasco puede cumplir esa función de aglutinante
social y de reconstrucción del sujeto revolucionario.
¿Pero cómo concebimos el Pueblo Trabajador Vasco? Para
ello, debemos tener en cuenta que, en la sociedad vasca, de manera similar a lo
que ocurre en otras sociedades desarrolladas del occidente capitalista, la
estructura social es relativamente compleja. Es decir que, para conocerla
mejor, debemos profundizar en nuestro análisis, elevando nuestro nivel de
conocimiento de lo abstracto (modo de producción capitalista) a lo concreto
(formación económica y social). Lo cual nos lleva a considerar que en esta no
existen únicamente las dos clases antagónicas que encontramos en aquel, la
burguesía y el proletariado, sino que, entre ambas, hay toda una serie de
clases, franjas y sectores sociales, muchas de las cuales pueden y deben ser
ganadas para la causa del socialismo.
Unas clases, capas y/o sectores sociales que entre sí
tienen sus propias contradicciones, aunque también tengan unos intereses
comunes con la clase obrera que debe ser capaz de ganarlas para la causa de la
revolución. Ese conjunto diverso, heterogéneo, es lo que constituye el Pueblo
Trabajador Vasco [27]. Y, en su seno, el proletariado, la clase obrera de los
sectores productivos, constituye su núcleo.
Se trata de una clase que, por el lugar que ocupa en
el proceso de producción, es la clase potencial y objetivamente más
revolucionaria. Y ello a pesar de que, hasta ahora, sólo una pequeña parte de
ella haya llegado a tomar conciencia del papel histórico que puede y debe
desempeñar, como clase dirigente del proceso revolucionario.
Por eso, para que la clase obrera pueda ser capaz de
superar ese nivel incipiente de conciencia de clase (de clase en sí) para
alcanzar el nivel superior (de clase para sí), de conciencia revolucionaria, es
necesario y esencial el trabajo de los y las comunistas entre las masas. Un
trabajo que, para que se pueda desarrollar de forma eficaz y efectiva
(organizada y planificada) requiere de un partido revolucionario de vanguardia,
de un partido comunista que, de hecho, debe ser la expresión de la conciencia
organizada del proletariado. Y esto es igual de necesario para cualquier país
de nuestro ámbito geopolítico, Europa occidental, y entre ellos, de igual modo,
también para Euskal Herria.
Tomar
(nuevas) posiciones
La experiencia histórica del movimiento revolucionario
internacional nos enseña que las revoluciones más paradigmáticas, como fueron
la revolución soviética de Octubre de 1917 en Rusia y la revolución china,
tuvieron lugar, en ambos casos, a través de un fuerte enfrentamiento con el
aparato militar de la clase dominante, aunque entre ambos procesos hayan
existido notables diferencias, tanto en su desarrollo como en las condiciones
histórico-concretas (sociales, económicas, políticas, culturales, etc.) que los
hicieron posibles.
En base a estas y otras experiencias históricas es por
lo que la teoría marxista siempre ha considerado que el paso al socialismo
tendría lugar de forma violenta, debido a que, en cada país, la clase dominante
no renunciaría al empleo de ningún medio para aplastar al movimiento
revolucionario. Esto, incluso, en el hipotético caso de que la clase obrera y
el pueblo pudieran llegar al poder por medios pacíficos.
Debemos extraer enseñanzas de la rica experiencia
histórica del movimiento comunista y revolucionario, pero ello no significa que
siempre, en cualquier circunstancia, en todo momento y lugar, hayamos de seguir
unas mismas y únicas pautas. El movimiento revolucionario no puede ajustarse a
unos modelos únicos y predeterminados de desarrollo, pues nada estaría más
lejos de la realidad.
Eso sí, en los distintos Estados burgueses, en todos
los países capitalistas de la Europa occidental, a pesar de las diferencias que
pueda haber entre unos y otros en lo relativo al nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas o al tipo de régimen político que en ellos exista, al grado
más amplio o más restringido de democracia parlamentaria que puedan tener cada
uno de ellos, la vanguardia revolucionaria habrá de ser capaz de ligarse estrechamente
con las masas trabajadoras, evitando caer en posiciones que puedan favorecer su
aislamiento social y político. Ello supone que, independientemente de las
diferentes condiciones en que haya de desarrollar su trabajo ideológico y
político en unos u otros países, tendrá que plantearse el trabajar en los sindicatos
y en los distintos movimientos sociales (juvenil, feminista, anti-represivo, vecinal,
etc., etc.) con objeto de imprimirles una orientación revolucionaria.
Así mismo, no se puede rechazar, pues ello supondría
un error imperdonable, la posibilidad de participación electoral a distintos
niveles, teniendo siempre meridianamente claro que, en última instancia, esto no
debe constituir la actividad principal para un partido revolucionario y que
tampoco se puede, a partir de ello, crear falsas expectativas sobre la
posibilidad de lograr la toma del poder por vía pacífica y exclusivamente
parlamentaria.
En cualquier caso, los comunistas no podemos abstraernos de las condiciones concretas en que se
está desarrollando el capitalismo, en su actual estadio de “globalización”, es
decir su modelo actual de acumulación o de valorización del capital, en los
distintos países de la Europa occidental, y en concreto tanto en los Estados
español y francés como en Euskal Herria.
En este sentido, debemos hacer una referencia especial
a que la mayoría de dichos Estados pertenece a la UE y a la OTAN (la alianza
militar capitaneada por el imperialismo norteamericano). Unos organismos que,
cada uno en su ámbito, actúan de forma constrictiva frente cualquier
posibilidad de cambio, ya no sólo revolucionario, sino tan siquiera
democrático-progresista. Por ello, la lucha por el socialismo en Europa debe ir
unida, inexcusablemente, a la lucha contra la UE y por la disolución de la OTAN
y el desmantelamiento de las bases militares de EEUU en los distintos países
europeos.
Al mismo tiempo, las distintas naciones oprimidas de
Europa, que constituyen un gran potencial revolucionario [28] pueden llegar a desempeñar,
con su lucha por la autodeterminación, un importante papel, contribuyendo a
debilitar y resquebrajar el proceso de construcción de la nueva potencia
imperialista que es la UE. De ahí la necesidad de que los comunistas debamos participar
activamente en la lucha de todas estas naciones por su liberación, dotándolas
de una perspectiva revolucionaria socialista.
Avanzar
hacia el socialismo
Ningún proceso revolucionario puede ser exactamente
igual a otro. Por eso no podemos pretender que ni la Revolución Vasca ni cualquiera
otra que en el futuro se llegue a desarrollar en nuestro entorno, pueda tener
unas características similares a las que tuvieron otras revoluciones
históricas.
En el caso de los países capitalistas desarrollados,
por una serie de razones ya apuntadas anteriormente, resulta difícil imaginar
que las condiciones objetivas y subjetivas que se dan en ellos, puedan llegar a
posibilitar un proceso revolucionario similar al que tuvieron aquellas.
En líneas generales, hay que decir que en estos países
habrá que combinar la “toma de posiciones”, tanto en los centros de trabajo y
de estudio (a través de las distintas organizaciones de masas), como en las
propias instituciones burguesas representativas (por medio de la consiguiente participación
electoral), de tal forma que ello permita simultanear la lucha de clases, tanto
en la calle –al margen de ellas- como en el propio seno del aparato de Estado
burgués, en la propia “fortaleza” del capital.
En cualquier caso, de lo que podemos estar
seguros-as desde ahora es que la burguesía y el imperialismo no van a renunciar
al poder pacíficamente y que tratarán de aplastar al movimiento revolucionario,
empleando para ello la fuerza, incluso a pesar de que éste pudiera haber
llegado al gobierno de forma democrática, tras un triunfo electoral.
Es por ello que, en última instancia, el pueblo
trabajador se verá obligado a defender sus conquistas por todos los medios y,
por más que sus deseos sean los de llegar pacíficamente al socialismo, lo más
probable es que finalmente se vea abocado al uso de la violencia, como la
historia nos ha demostrado hasta ahora [29].
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NOTAS
25.- En la UE de los 27, sólo hay cinco
países con servicio militar obligatorio: Grecia, Chipre, Austria, Finlandia y
Estonia.
26.- Ver: “Sobre la Revolución en Occidente (II). Los cambios en la estructura social”. Sugarra (15-02-2018).
27.- Sobre este concepto, ver. Santi
Ramírez. “Aproximación al análisis de clase de Euskal Herria”. Aptdo. 2.2.7. El
Pueblo Trabajador Vasco. Págs. 31 y 32. Ponencia presentada en el
Seminario-debate organizado por IPES en Bilbao, en febrero de 2012.
28.- Ver: “El potencial revolucionario de las pequeñas naciones oprimidas de Europa occidental”. Sugarra (06-02-2017).