miércoles, 7 de febrero de 2018

SOBRE LA REVOLUCIÓN EN OCCIDENTE (I)



Bajo este epígrafe vamos a desarrollar una serie de artículos dedicados analizar las condiciones existentes en el conjunto de países capitalistas desarrollados, especialmente los de la Europa occidental. 

En concreto vamos a estudiar los aspectos generales, tanto económicos, como sociales, ideológicos, políticos y culturales, que caracterizan la situación en estos países con objeto de definir lo que podría constituir la estrategia revolucionaria para avanzar hacia el socialismo en las condiciones concretas del capitalismo desarrollado.

Euskal Herria, forma parte del Estado español en calidad de nación anexionada y oprimida. Por ello, se encuentra ubicada en el corazón mismo de uno de los bloques que actualmente configuran ese mundo capitalista desarrollado (imperialista), la Unión Europea. Esto hace que, además de sus condiciones específicas (histórico-concretas), posea unos rasgos y unas características similares a los países capitalistas de su entorno.

Y lo paradójico del caso es que, debido a la actuación de una serie de factores (socioeconómicos, políticos, culturales, etc.) a lo largo del proceso histórico, esas similitudes son hoy día aún más acentuadas con respecto a dichos países que con el propio Estado español del que actualmente forma parte [1].

Los cambios en la estructura económica

A finales de la década de los años setenta del pasado siglo, como consecuencia de la necesidad del capitalismo de introducir modificaciones en el modelo de acumulación, tuvo lugar un importante cambio en el sistema económico-productivo de los principales países capitalistas. Es el inicio de lo que se ha conocido como “neoliberalismo”.

Éste comienza con la llegada al gobierno de los sectores más conservadores y reaccionarios de la gran burguesía británica, con Margaret Tatcher (1979-1990) y norteamericana, con Ronald Reagan (1981-1989). A partir de ahí, tuvo lugar un importante cambio en la orientación y organización del proceso productivo, así como en las políticas económicas de los países capitalistas más desarrollados, pasando del llamado “fordismo-taylorismo” (pleno empleo y Estado del Bienestar) al “postfordismo-toyotismo” (crecimiento del paro y de la precariedad laboral).

Con ello, la clase dominante abandonaba las políticas económicas basadas en el keynesianismo y pasaba a aplicar el llamado neoliberalismo. Al mismo tiempo, se iniciaba un proceso mediante el cual, la fracción financiera del capital pasaba gradualmente a ocupar la posición dominante.

Históricamente, el capitalismo se ha caracterizado por producir tremendas transformaciones económicas, políticas y sociales en aquellos países en los que se ha asentado como sistema económico dominante. Por ejemplo, todos sabemos cómo desde el último tercio del siglo XIX hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) tuvo lugar un fuerte desarrollo industrial, basado en la introducción de nuevos métodos y técnicas de producción, que es lo que hemos conocido como “segunda revolución industrial”. Esta supuso la utilización de nuevas fuentes de energía (gas, petróleo y electricidad); el empleo de nuevos materiales (acero); la utilización de nuevos medios de transporte (avión y automóvil) y de comunicaciones (teléfono y radio); etc., etc.

La financiarización del capital

Desde los años setenta del pasado siglo han tenido lugar profundos cambios en los procesos y en los métodos de producción, como consecuencia de la actuación de una serie de factores:

a)    el desarrollo de nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones;

b)    las empresas multinacionales han pasado a ocupar una posición dominante en el conjunto de la producción y el comercio mundiales;

c)     el centro de gravedad de la economía mundial, especialmente de la capacidad productiva, se ha desplazado de Occidente a Oriente, y China se ha llegado a convertir en la “fábrica” del mundo;

d)    en la mayoría de los países, tanto en los de mayor nivel de desarrollo económico como en aquellos otros más atrasados, se ha producido una creciente desregulación de las relaciones laborales;

Por otra parte, el rasgo más característico de este periodo ha sido la rápida expansión de la actividad financiera, sobre todo desde finales de la década de los setenta. Aunque ya desde los años cincuenta se había ido desarrollando una tendencia al crecimiento del sector financiero, sometida inicialmente a cierta regulación en los primeros años de la postguerra. 

Sin embargo, en las décadas de los ochenta y los noventa, así como durante la primera década del siglo XXI, las actividades financieras han experimentado un rápido desarrollo, creciendo considerablemente los beneficios derivados de las mismas, llegando a predominar los intereses de los grupos financieros sobre el conjunto de las políticas económicas. Y dentro de dichos grupos, han sido los sectores más parasitarios y especulativos los que han llegado a ocupar la posición hegemónica [2].

Este proceso de financiarización del capital, también ha tenido otras consecuencias para el conjunto de la humanidad:  

·        Por una parte, en los países capitalistas más desarrollados se ha producido una fuerte desaceleración en el proceso de acumulación de capital;

·        Por otra, las crisis económicas se han hecho más graves y frecuentes, y se han acentuado la contaminación ambiental y la destrucción de la naturaleza; y, además

·        en los países dependientes, los procesos migratorios entre el campo y la ciudad se han desarrollado de forma rapidísima, dando lugar a enormes concentraciones urbanas, en las que se dan todo tipo de carencias de infraestructuras básicas (vivienda, sanidad, educación, transportes, guarderías, zonas verdes, etc.), produciendo una acentuación de las desigualdades, de la marginación y exclusión social, así como un desarrollo exponencial de la delincuencia y de la prostitución, incluida la infantil.   

La “terciarización” de la economía

Paralelamente al proceso de financiarización del capital, y en estrecha interdependencia con él, ha tenido lugar en los países capitalistas desarrollados un crecimiento acelerado de la importancia del sector servicios, es decir del tercer sector, en el conjunto de la actividad económica, especialmente en lo que respecta a la distribución sectorial del empleo aunque también al PIB generado.

Ello ha llevado a algunos sociólogos a hablar de la “desindustrialización” y de la “desaparición del proletariado” en cuanto clase alternativa a la burguesía en la sociedad capitalista. Al mismo tiempo que los sociólogos e ideólogos burgueses defendían esta tesis, también comenzaban a hablar de la “desmaterialización” del trabajo que, según ellos, estaría dando paso a un trabajo “inmaterial” al trabajo “cognitivo”.

Lo cierto es que si se ha producido un fenómeno de desindustrialización, o mejor dicho, de deslocalización, de empresas industriales en los países capitalistas desarrollados, como consecuencia del cambio en las políticas económicas que hasta entonces había impulsado la clase dominante, la gran burguesía monopolista, de los países capitalistas más desarrollados.

Un fenómeno que guarda una estrecha relación con el abandono del “fordismo-taylorismo” y su sustitución por el “postfordismo-toyotismo” en lo que respecta a la organización del trabajo y la producción, y del keynesianismo por el neoliberalismo, de lo que ya hemos hablado más arriba. En este sentido, los investigadores Lisett Márquez y Emilio Pradilla sostienen que:

“En la década de los setenta y hasta mediados de los ochenta del siglo XX, en el territorio de las grandes ciudades de Europa y América del Norte se registraba el proceso opuesto a la industrialización: la desindustrialización. El capitalismo en el mundo se enfrentaba entonces al agotamiento del patrón de acumulación de capital con intervencionismo estatal, y luego a la recesión económica generalizada y sincronizada de inicios de los ochenta” [3].

Pero de este fenómeno objetivo, no debemos extraer conclusiones precipitadas y erróneas, porque lo cierto es que, por ejemplo, si nos atenemos a nuestro entorno más próximo, el conjunto de países que forman la UE, podemos constatar que estos cambios se insertaban en una modificación en la división internacional del trabajo, dentro del mundo capitalista.

De ahí que a partir de los primeros años de la década de los 90, se produzca un fenómeno contradictorio que consiste en la reubicación de la fábrica “tradicional” europea occidental en un área periférica que abarca desde el este de Europa, el área Mediterránea, y el lejano Oriente, mientras los países más desarrollados del “centro” se terciarizaban. 

También conviene aclarar que este aumento del sector “terciario”, más que suponer un proceso de estricta “desindustrialización” (aunque ciertamente se observe una reducción del PIB creado por los sectores productivos y un aumento del generado en el sector servicios, así como una mayor proporción del número de trabajadores-as empleados-as en este último), realmente obedece a otras causas:

Por una parte, a la externalización de determinadas actividades, separándolas del propio proceso productivo, con objeto de reducir costes de producción. Según plantea  Juan R. Cuadrado Roura (Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá de Henares), del que recogemos un amplio extracto:

“En el sector industrial, la producción de algunos servicio (contabilidad, finanzas, comercialización, servicios técnicos y de diseño, transportes, etc.) formaba parte tradicionalmente de la estructura interna de las propias empresas, manufactureras, particularmente en las de mayor dimensión. En los esquemas de organización de bastantes empresas grandes y también medianas figuraban con frecuencia secciones o departamentos de contabilidad, transporte, mantenimiento, planificación técnica, diseño, etc., de forma que quienes realizaban dichas tareas aparecían estadísticamente como empleo industrial, aunque realizaban funciones de servicios.

Dichas secciones no han desaparecido totalmente, pero la búsqueda de una mayor eficiencia, la necesidad de reducir costes y de gozar de una mayor flexibilidad operativa han provocado que las empresas industriales reduzcan la producción in-house de numerosos servicios, sustituyéndola (outsourcing) por su demanda a empresas externas más especializadas e incluso creándolas, lo que ha determinado un trasvase de empleo de la industria hacia los servicios.

- Simultáneamente, la complejidad del entorno en que operan las compañías de cualquier tamaño (problemas fiscales y legales; nuevas necesidades cara a la exportación; renovación de diseños; campañas publicitarias; transportes de suministro y de distribución; etc.) ha impulsado también la demanda de servicios de las industrias a empresas externas…. Como consecuencia de estos cambios han tenido ya lugar varios hechos relevantes:

Los servicios de todo tipo, pero en particular los SEMP (servicios a las empresas), han incrementado su peso en las funciones de producción de las empresas, tanto como inputs directos (es decir, los que demanda directamente cada empresa) como indirectos (que incluyen los servicios que ya están integrados en los inputs de componentes, materiales, energía, etc., que esa misma empresa adquiere de otras para producir lo que fabrica). Las estimaciones realizadas en la UE-15 indican que los servicios suministrados por empresas externas alcanzan como media entre un 22 y un 33% de los consumos intermedios directos, con diferencias notables al comparar las distintas ramas industriales.

La diferencia entre producto y servicio se ha hecho y se está haciendo cada vez menos evidente, o, si se quiere, menos clara… Son cada vez más numerosos los productos en los que los componentes materiales han perdido peso, al tiempo que se han incrementado los servicios incorporados, ya se trate del diseño, de trabajos técnicos encargados fuera, el software incorporado, el marketing o los estudios de mercado, etc. De hecho, la experiencia nos muestra que cuando adquirimos un determinado bien o producto industrial (ya sea un automóvil o un móvil), la composición bien-servicios es cada vez menos clara o, si se quiere, más borrosa.

– Finalmente, estos cambios han implicado una transferencia de empleo (y también de VAB) desde el sector industrial –donde se contabilizaban anteriormente– al de servicios. Esto es consecuencia de dos componentes que se suman: por una parte, la externalización de servicios que anteriormente se producían dentro de la propia empresa; y, por otra, de la necesidad de acudir a la demanda de nuevos servicios con el fin de resolver los problemas –sin duda complejos– con que se enfrentan las empresas (cumplimiento de las normativas legales y fiscales, selección de personal, exploración de nuevos mercados, etc.).” [4].

Por otra, a que, en realidad, un volumen importante de las actividades consideradas habitualmente como pertenecientes al sector terciario tienen su destino final en el sector productivo.

Según sostiene Carlo Formenti, en base a un trabajo de investigación realizado por el colectivo Clash City Workers para el caso concreto de Italia, pero cuyas conclusiones bien podrían extrapolarse a otros países capitalistas desarrollados miembros de la UE, como es el caso de España:

“Es verdad que los datos nos dicen que el PIB italiano está producido en un 2% por la agricultura, en un 6% por la construcción, en un 18,6% por la industria y en un 73,4% por los servicios pero, en un examen más atento, lo que aparece como un proceso radical de terciarización del trabajo no coincide realmente con un proceso de desindustrialización porque, como clarifica el trabajo de los Clash City Workers: 1) crecen sobre todo los servicios ligados a la industria en sectores como la comunicación, la informática, la Investigación y el Desarrollo, el transporte y la logística, mientras otros tipos de servicios, como el turismo y la distribución, no han sufrido variaciones significativas; 2) las. fases del proceso productivo industrial que han sido externalizadas tras los procesos de financiarización de las empresas, son contabilizadas en la actualidad como servicios, pero en realidad están integradas en la producción industrial, por lo que los trabajadores son descritos como `operadores de servicios´ aunque su trabajo no ha cambiado y 3) el `terciario´ que más ha crecido no es el de los trabajadores `cognitivos´, sino el ligado a la manufactura” [5]. 

Y más adelante, afirma que:

“… -como nos mostró Marx reflexionando sobre las categorías del trabajo productivo e improductivo- lo que cuenta a los fines de la valorización general del capitales la cooperación entre las distintas funciones productivas, las cuales tienden a estar cada vez más integradas las unas con las otras” [6].

Es por ello que, cuando los defensores del “final” de las clases sociales y de la lucha de clases recurren entre otros argumentos al de la “terciarización” de la economía, para negar la existencia del proletariado, debamos tener claro que las consecuencias de dicho fenómeno no deben absolutizarse, aunque hayamos de tenerlas en cuenta en nuestro análisis de la base económica de la sociedad y de su estructura de clases.


NOTAS

1.- Hay que tener en cuenta que mientras en el Sur de Euskal Herria, de manera similar a lo que ocurrió en Catalunya, tuvo lugar un desarrollo económico endógeno ya desde la Baja Edad Media, en base al desarrollo de las ferrerías y al comercio marítimo con Inglaterra, Brujas y Flandes; no ocurrió lo mismo con el resto de los territorios de la corona española.
La pujante actividad comercial que mantuvieron los puertos vascos, como puntos de salida de sus propios productos, así como de los que tenían su origen en Castilla, les hizo tener una considerable importancia en el tráfico mercantil hacia el norte de Europa. La participación de la flota vasca, junto a la francesa, en la Guerra de los Cien Años, la llevó a enfrentarse a la marina inglesa.

Así, las victorias navales de la Rochela (1372) y la Hogue (1417), permitieron a los navíos vascos desplazar del comercio atlántico tanto a la poderosa Hansa germánica como a la flota inglesa. Desde entonces, la flota vasca actuó como transportista para toda Europa occidental, llevando lana y hierro al norte de Europa y trayendo productos textiles y cereales para Castilla. Prueba de esta importante actividad económica son, la creación de la Casa de Contratación de Vizcaya en Brujas (1489) y del Consulado de Bilbao (1511).

Así, podemos decir que durante este periodo se produjo en el sur de Euskal Herria un proceso de acumulación primitiva de capital que no tuvo un equivalente en el resto de los territorios de la corona de Castilla, excepto el que se desarrolló en Catalunya de cara al Mediterráneo. Esta acumulación primitiva de capital sentó las bases para el posterior desarrollo del capitalismo en ambas naciones.

Sin embargo, la derrota de la burguesía mercantil y manufacturera que junto con un sector de la baja nobleza se alzó en armas contra el emperador Carlos I, en la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520-1522), representó el fracaso de la que podía haber sido la primera revolución burguesa de Europa.

A ello habría que añadir los efectos de la política monetarista impulsada por la corona española que procedió al saqueo más despiadado de las colonias americanas, trayendo a la península ingentes cantidades de metales preciosos que luego eran invertidos en la compra de productos manufactureros en Europa o en la financiación de las frecuentes campañas militares.

Todo lo cual redundó, en la práctica, en una incapacidad real para impulsar un proceso de acumulación originaria de capital que pudiera haber favorecido posteriormente el desarrollo de una industrialización como la que se llevó a cabo en Euskal Herria y en Catalunya en el último cuarto del siglo XIX.

2.- Ver: Costas Lapavitsas. “Beneficios sin producción. Cómo nos explotan las finanzas”. Edit. Traficantes de Sueños. Madrid, 2016.

Sobre este tema, también se puede ver: Reinaldo A. Carcanholo y Paulo Nakatani. ”Capital especulativo parasitario versus capital financiero”. Problemas del Desarrollo (Revista Latinoamericana de Economía), vol. 32, nº 124. México, D. F., Enero-marzo de 2001. Págs. 09-31.

Igualmente: Diego Guerrero. Depto. Economía Aplicada V. Universidad Complutense de Madrid. “Dinero, capital ficticio, trabajo improductivo y sistema financiero”. VII Jornadas de Economía Crítica (Albacete, 3-5 de febrero de 2000). Para el Plenario: “La fragilidad financiera del capitalismo”.

También: Ulises Pacheco Feria. “El capital ficticio como categoría económica de El Capital de C. Marx”. Revista Economía y Desarrollo. Nº 2 / Vol. 140 /Julio-Diciembre 2006. La Habana.

3.- Ver: Lisett Márquez López y Emilio Pradilla Cobos. “Desindustrialización, terciarización y estructura metropolitana”. Revista Scielo. CDC v.25 n.69 Caracas dic. 2008.

4.- Ver: Juan R. Cuadrado Roura. Desindustrialización versus Terciarización: del aparente conflicto a una creciente integración”.  Revista del Colegio de Economistas de Madrid. Nº 150. Diciembre 2016.

5.- Carlo Formenti. “La variante populista. Lucha de clases en el neoliberalismo”. Edit. El Viejo Topo. Barcelona, 2017. Pág. 163.

6.- Idem. Pág. 164.