Hacia
una nueva revolución industrial
Hace ya algún tiempo que en los círculos de debate y
coordinación de la gran burguesía, como es el caso del Foro de Davos, se
comenzó a plantear la necesidad de preparar la llamada “cuarta revolución
industrial”. De hecho, este fue el lema que se adoptó para la reunión del Foro
que tuvo lugar a mediados de enero de 2016 en Suiza, en la que participaron
unos 2500 representantes de grupos financieros, grandes empresas industriales, diferentes
gobiernos burgueses, periodistas especializados en temas económicos, etc.
Según se
afirmaba en un comunicado oficial del Foro, en el que se resumían los
resultados de la conferencia, estábamos siendo testigos de una rápida y
poderosa “confluencia” de profundos cambios tecnológicos tales como la
Inteligencia Artificial (IA), el “big data” [7], los automóviles autónomos, los
sensores, la biotecnología, la impresión 3D, la robótica, etc. Todos estos
aspectos conformarían la “cuarta revolución industrial”. Pero, al mismo tiempo,
los participantes en el Foro también preveían unas graves repercusiones de la
misma sobre el empleo, el crecimiento de la desigualdad, el control de las
tecnologías, etc.
En relación
con la idea de la “cuarta revolución industrial” surge el concepto de
“industria 4.0”.
Un nuevo tipo de empresa que incorporaría todos los aspectos enumerados más
arriba y que, de hecho, ya en la actualidad, va desplazando progresivamente a
las industrias “tradicionales”, pues mientras estas últimas se caracterizan por
mantener un sistema de producción centralizado y una división social del
trabajo más rígida, aquellas (las empresas 4.0) conformarían un sistema
“flexible, descentralizado y modular”.
A diferencia
de las empresas “clásicas”, con trabajadores-as con contratos de trabajo
formales, ya sean fijos o eventuales, las empresas 4.0 se caracterizarían por
la producción descentralizada, que fundamentalmente estaría basada ya no en
contratos laborales sino en la contratación de servicios a trabajadores
autónomos independientes.
Según los
apologistas de este tipo de nuevas empresas, la incorporación (rápida y masiva)
de las nuevas tecnologías, redundaría en una reducción de los costes de
producción, el aumento de la eficiencia y la eliminación parcial de formas de
trabajo arduas y monótonas. Entre los firmes defensores de la “cuarta
revolución industrial”, se encuentra el gobierno de Gasteiz. Como refleja una
revista de información económica:
“La apuesta del Gobierno Vasco
por la cuarta revolución industrial, lo que se conoce como industria 4.0,
"tiene que servir" para que la economía crezca, y también para
generar riqueza y empleo e impulsar el desarrollo de Euskadi.
El viceconsejero vasco de
Industria, Javier Zarraonandia, se ha pronunciado así en el acto de apertura de
la jornada sobre industria 4.0 que se celebra hoy en la Universidad de Deusto
organizada por esta institución académica y la consultoría Accenture.
Zarraonandia, … ha repasado los
puntos principales del Plan Industrial 2017-2020 para Euskadi, que incluye la
estrategia para afrontar la citada cuarta revolución industrial.” [8].
Sin embargo, las empresas 4.0 no sólo van a poner
en peligro muchos de los puestos de trabajo actualmente existentes [9], sino
que, en la práctica, van a provocar una devaluación de la cualificación de los
trabajadores y trabajadoras. Al mismo tiempo, al amparo del uso de las nuevas
tecnologías van a permitir la implantación de un régimen de mayor control
social y de vigilancia total en los centros de trabajo. También es muy probable
la progresiva reducción de los salarios medios, aunque ciertas cualificaciones
(indispensables para la reproducción de las relaciones capitalistas de
producción) puedan verse mejor remuneradas, aumentando así las desigualdades
sociales [10].
El gobierno vasco es uno de los mayores defensores
de la implantación de este tipo de empresas en la CAPV. De hecho, en el Acuerdo
de Gobierno entre PNV y PSOE, se contemplaba el Plan de Industria 2017-2020 que, según
afirman sus promotores:
“… se enmarca en el Programa
Marco por el Empleo y la Reactivación Económica Euskadi 2020, y se ha elaborado
en conexión directa con el conjunto de iniciativas del ámbito de la
competitividad como son el Plan Vasco de Ciencia, Tecnología e innovación; la
Estrategia energética 3E2030; el recién aprobado Plan de Emprendimiento 2020; el
Plan de Internacionalización; la Agenda Digital 2020; la Estrategia
de Empleo, los planes de educación de FP y Plan Universitario, así como el Plan
Director de Transporte Sostenible.” [11].
Uno de los elementos que ya están experimentando un importante desarrollo
como consecuencia de la “cuarta revolución industrial”, es el de las llamadas
plataformas digitales. Se trata de sistemas virtuales (que no existen
físicamente) a los que sólo se accede a través de Internet. Hasta ahora, este
era un tipo de sistemas que estaba más bien dedicado a la educación,
especialmente al aprendizaje de idiomas, pero al que actualmente se les han
encontrado otras aplicaciones.
Las plataformas digitales facilitan el acceso a quienes ofrecen trabajo y
también a quienes solicitan un servicio. De esta manera, contribuyen a
transformar el trabajo, descomponiéndolo en toda una serie de servicios individualizados.
Estas plataformas fragmentan las tareas, descomponiendo los grupos que trabajan
colectivamente, e individualizando las relaciones laborales. El creciente
empleo de las plataformas digitales tiene como consecuencia una distorsión en
los estilos y los métodos de trabajo y provoca un efecto des-estructurador
sobre la propia organización del trabajo.
Las plataformas digitales utilizan el trabajo de otras personas y lo
gestionan, aunque sin proporcionar por ello puestos de trabajo (empleo)
asalariado. Todo ello sin contraer las mismas obligaciones (jurídicas)
laborales y sin asumir las responsabilidades asociadas a la figura del patrono
(empleador). De esta manera, se explota el trabajo “a demanda”, un trabajo de
“usar y tirar”, realizado por trabajadores-as desconexos-as, que la “plataforma”
se encarga de ensamblar [12].
Los cambios en la estructura social
En el conjunto de
los países capitalistas desarrollados, la clase obrera no constituye un todo
homogéneo sino que, debido a la actuación simultánea y combinada de una serie
de factores (socioeconómicos, educativos, técnicos, sexuales, generacionales,
étnicos, culturales, etc.) adquiere un alto grado de heterogeneidad, un nivel
de segmentación tal, que nos obligan a profundizar en el análisis de su
estructuración interna, de cara a conocerla mejor, con objeto de impedir su
disgregación y posibilitar su incorporación a la lucha como un único (aunque
complejo) sujeto revolucionario.
¿A qué tipo de
segmentación nos referimos? En primer lugar a la que se deriva del trabajo.
Así, se produce una primera diferenciación entre los trabajadores-as con empleo
y los-las que se encuentran en el paro (desempleados-as). Y también entre
quienes desarrollan un trabajo fijo, estable y/o con contrato indefinido y
quienes trabajan de forma eventual, por horas, de forma intermitente, con
alguno de los múltiples tipos de contrato “basura” existentes, con bajos
salarios, etc., que en general desarrollan un trabajo en precario. En cuanto a
este último aspecto, hay que decir que la precarización laboral puede verse aún
mucho más reforzada como consecuencia del la progresiva “uberización” [13] de
los trabajos.
Como dice la
historiadora Josefina M. Martínez:
“La ideología que acompaña esta `nueva forma de
economía´ se viste de `colaboración´ como si permitiera una relación libre
entre servicios y necesidades, sin mediación del capital. El `sharewashing´ (lavado
de cara con la idea de `compartir´) es la nueva práctica de muchas empresas,
una continuación del `greenwashing´ (empresas que usan un discurso `verde´ de
cuidado del medio ambiente) o el `pinkwashing´ (empresas que utilizan
referencias gay-friendly para vender más). De esta forma, prácticas comerciales
como vender, comprar o alquilar, se transforman en “compartir” [14].
Otra de las
divisiones que se dan en el seno de la clase obrera es la que existe en función
del sexo, por la que los trabajadores varones, aunque estén mal pagados, cobran
un mayor salario que las trabajadoras por el mismo trabajo realizado.
También se dan
divisiones derivadas del nivel de formación técnico-profesional que se requiere
para el desarrollo de unos tipos de trabajo y otros. Así, nos encontramos con
la diferenciación entre el trabajo cualificado y el no cualificado (por
ejemplo, el dedicado a labores de peonaje).
Igualmente, podemos
hablar de las diferencias generacionales entre trabajadores-as de mayor edad y
los-las más jóvenes (generalmente con salarios más bajos en los mismos
empleos); así como divisiones en cuanto al origen o procedencia, como la que se
da entre el sector autóctono de la clase obrera y el inmigrante, especialmente
(cuando a ello se añaden las diferencias étnicas, si las hubiera).
Pero, si todo esto
que acabamos de decir tiene un carácter general para la mayor parte de los
países de nuestro entorno, en el caso concreto de las naciones dominadas por el
Estado español, como es el caso de Euskal Herria, Catalunya o Galizia, adquiere
una complejidad aún mayor si cabe en comparación con las diferencias que se dan
en el seno de la clase obrera del resto de los Estados capitalistas de nuestro
entorno próximo.
De ahí que, a la hora de tratar estas contradicciones,
debamos poner la máxima atención y tener el mayor cuidado en favorecer y
reforzar la unidad de la clase obrera así como en contrarrestar todos los intentos
de aprovecharlas para fomentar su división que, indudablemente, está
llevando a cabo la burguesía para debilitarnos y mantenerse en el poder.
También debemos
estar atentos-as a las falsas ilusiones con que nos tratan de engañar tanto la
burguesía como sus instituciones políticas, cuando nos presentan los cambios
que pretenden introducir en el sistema productivo como una mera innovación o
adecuación a los nuevos tiempos y a las modernas tecnologías.
Unos cambios que,
según nos dicen sus defensores, hasta pueden crear numerosos puestos de trabajo
cualificados, cuando la realidad es otra bien distinta ya que sus consecuencias
para el conjunto de trabajadores y trabajadoras van a ser muy graves, como ya hemos
visto más arriba al referirnos a la llamada “cuarta revolución industrial” y a
la “fabricación 4.0”.
NOTAS
7.- Se denomina así al
proceso de recogida, almacenamiento y procesado de enormes cantidades de datos
con objeto de encontrar información oculta, pautas recurrentes, nuevas
correlaciones, etc.; el conjunto de datos así tratado es tan grande y complejo
que los medios tradicionales de procesamiento resultan ineficaces. Y es que nos
estamos refiriendo a cómo recoger, analizar, procesar, buscar, compartir,
almacenar, transferir, visualizar, etc., ingentes cantidades de información, de
la cual se pueda obtener conocimientos en tiempo real y al mismo tiempo
proteger la información recogida de actuaciones provenientes del exterior del
sistema. La capacidad de almacenamiento requerida para posibilitar todo el
proceso ha ido aumentando constantemente para poder recopilar e integrar toda
la información.
8.- Ver: http://www.finanzas.com/noticias/empresas/20171005/gobierno-vascola-apuesta-industria-3699347.html
Ver también: http://www.eldiario.es/norte/industria-vasca-4-0/apuesta-Industria-fomentar-competitividad-sector_6_712588761.html
9.- En un artículo titulado
“Los robots, la cuarta revolución industrial”. El País (08-02-2016), se afirma
que “los autómatas y la inteligencia artificial afectarán a cinco millones de
empleos para 2020”.
Puestos de trabajo que, según el citado diario, se perderían en los 15 países
más industrializados del mundo.
10.-Ver: Aaron Tauss.
“¿Hacia la fábrica 4.0? Reflexiones sobre la “cuarta revolución industrial” y
el futuro del capitalismo. Revista Izquierda. Nº 62. Marzo 2016. Bogotá.
Colombia.
12.- Ver: Dominique Méde.
“Los efectos de la automatización en el trabajo y el empleo”. Pasos a la
izquierda. Nº 10 (Noviembre 2017).
13.- En los últimos años se
ha venido constatando que la creciente utilización por parte de las empresas de
las “plataformas digitales” está contribuyendo en buena medida a una
precarización aún mayor del empleo, al convertir muchos puestos de trabajo en
un auto-empleo ficticio.
En realidad, la
precarización del trabajo comenzó antes de que hicieran aparición estas
plataformas, pero lo que sí es cierto es que su creciente utilización está
contribuyendo a que el trabajo vaya adquiriendo un carácter cada vez más
informal y casual, cada vez menos sujeto a cualquier tipo de control y
regulación jurídico-laboral. Con este tipo de plataformas, los trabajadores-as
pasan a ser considerados-as como si fuesen una especie de materia prima, de
bajo coste, intercambiable de forma indiferenciada.
14.- Ver: Josefina M.
Martínez. “Uberización y explotación, la verdadera cara del capitalismo
“colaborativo”. La Izquierda Diario
(08-07-2017).