La batalla de Stalingrado se
desarrolló durante la invasión alemana de la Unión Soviética en la Segunda
Guerra Mundial, entre julio de 1942 y el 2 de febrero de 1943. El triunfo
soviético cambió el curso de la guerra.
La Gran Guerra
Patria, que es como denominaron los soviéticos a la guerra contra la
Alemania nazi durante la segunda Guerra Mundial, fue una dura prueba de fuego
para los veinte años de revolución proletaria y construcción socialista. Así
como un desafío sin precedentes a la política, a la aptitud dirigente y a la
capacidad organizativa y movilizadora del Partido Comunista de la URSS.
Hitler valoró erróneamente las contradicciones existentes
en la URSS. Especuló con un alzamiento o con la indiferencia de la masa
campesina. Tejió planes en torno a las tensiones que se advertían entre los
rusos y las otras nacionalidades de la Unión Soviética. Envió a su
lugarteniente Rudolf Hess a Inglaterra para concertar un acuerdo de paz y una
“santa alianza” anticomunista, tratando de aislar a la URSS.
Por su parte, el imperialismo británico y el yanqui, si
bien enfrentaban al imperialismo nazi alemán por el antagonismo de intereses
que los oponía en la disputa por el dominio mundial, estimaban que la URSS no podría
resistir. Su mayor interés era que los soviéticos se desangraran al máximo y
que, a su vez, los nazis sufriesen pérdidas irreparables. Los resultados fueron
radicalmente distintos a los perseguidos por unos y otros imperialistas. El
nazismo fue derrotado esencialmente por el país de la dictadura del
proletariado. En su marcha hacia Berlín, el Ejército rojo fue decisivo en la
liberación de una serie de países ocupados por los nazis.
Los nazis alemanes invaden Rusia
El 22 de junio de 1941, la Alemania nazi invadió la Unión
Soviética con uno de los ejércitos más grandes de la historia. Hitler creía que
iba a derrotar a los soviéticos en un lapso de tres meses, y casi todos los
expertos militares y políticos del mundo estaban de acuerdo. La Alemania imperialista
tenía las fuerzas armadas más modernas del mundo. Su fuerza de invasión
constaba de tres millones de soldados, 3300 tanques, 7.000 cañones de grueso calibre
y 2000 aviones. Acababan de conquistar Checoslovaquia, Polonia, Francia,
Bélgica, Holanda, Dinamarca y Noruega.
En 1941, la Unión Soviética sólo había experimentado 20
años de paz desde la última invasión imperialista. Bajo la dirección del
Partido Comunista y de Iósif Stalin, el país había vivido dos décadas de
intensas luchas de clase y de construcción socialista. La revolución
bolchevique puso en el poder a la clase obrera, eliminó los privilegios y la
riqueza de los ricos, creó la primera economía socialista planificada y el
primer sistema de agricultura colectiva, y transformó la estructura y la
propiedad de la industria.
Los ejércitos soviéticos tenían muchos soldados pero poco
equipo militar. Durante los agudos conflictos políticos de los años 30, se
remplazó a gran parte de los altos oficiales con una nueva generación que no se
había puesto a prueba.
La batalla de Stalingrado
A mediados de 1942 la situación era aún más difícil que a
fines de 1941. El curso de la guerra cambió con la histórica batalla de
Stalingrado, iniciada en agosto. Se combatió casa por casa. Incluso al verse
cercados los soldados continuaban combatiendo y gritaban ¡Por Stalin y por la
patria, nunca nos rendiremos! El 14 de octubre estuvo a punto de caer la
ciudad. Fue el momento más crítico de la guerra, más grave aún que un año atrás
cuando los nazis estaban a las puertas de Moscú. La resistencia a muerte no era
en vano. Se preparaba en el máximo secreto un plan de cerco y contraofensiva
que permitió concentrar una absoluta superioridad de fuerzas en efectivos -3 a 1- y en armamento -4 a 1- fabricado este último en
su totalidad por la industria soviética a mediados de 1942. Los alemanes
tuvieron 200.000 muertos y unos 100.000 prisioneros, entre los cuales había un
mariscal de campo, 24 generales, 2.500 oficiales.
A las tropas regulares se sumó el movimiento guerrillero
que comenzó desde los primeros meses de la guerra las regiones ocupadas por los
nazis. Con la victoria de Stalingrado recibió un enorme estímulo y experimentó
un extraordinario auge durante todo 1943. En su apogeo llegó a tener 500.000
guerrilleros armados. Fue destacada la labor del Partido Comunista en su
organización y su impulso. Antes de evacuar el Ejército Rojo las zonas que
caían en manos de los agresores, se decidía qué organismos y dirigentes debían
actuar en la clandestinidad permaneciendo en la región ocupada. En los primeros
tiempos, la carencia de armas limitaba el desarrollo. En la batalla de
Stalingrado, los guerrilleros jugaron un papel de primer orden en la
destrucción de las largas líneas alemanas de comunicación y abastecimiento. Pese
a la salvaje represión nazi, no hubo prácticamente ciudad ocupada que no
contase con una organización de resistencia que golpeaba a los nazis
convergiendo con la actividad guerrillera cuyas bases estaban en los bosques.
A partir de Stalingrado comenzó a cambiar la correlación
general de fuerzas y los soviéticos pasaron a la ofensiva. El costo fue de
veinte millones de muertos, es decir uno de cada diez soviéticos. Un millón de
inválidos. Varios millones de personas con sus capacidades físicas y mentales
disminuidas. Millares de ciudades y de poblados completamente destruidos. La
producción agrícola quebrantada. La industria de la parte europea
desmantelada…
El factor decisivo fue el heroísmo, la iniciativa y la
energía inagotable de las grandes masas. Por encima de los interrogantes y las
incertidumbres generados por los serios errores previos e iniciales –que
posibilitaron el rápido avance alemán en 1941-42-, la clase obrera, el
campesinado trabajador, la gran mayoría del pueblo, adultos y jóvenes, hombres
y mujeres, cerraron filas alrededor del Partido Comunista y de su dirección
liderada por Stalin.