UNA ACLARACIÓN PREVIA
A continuación reproducimos un
artículo de Alberto Cruz sobre la guerra en Siria. Siguiendo nuestro proceder
habitual, hemos decidido publicarlo por su especial interés, en base a dos
razones fundamentales: en primer lugar, por los numerosos datos que aporta, que
generalmente no suelen aparecer en los medios de comunicación, por ser
ocultados deliberadamente; y en segundo lugar, por el análisis general que hace
de la situación en Oriente Medio, aunque el autor se centre más en el conflicto
sirio.
No obstante, queremos dejar bien
claro que ello no supone que compartamos totalmente dicho análisis ni la
actitud del autor hacia Rusia, que consideramos un tanto benevolente y que
tiende a pasar por alto la naturaleza de las contradicciones que enfrentan a
ese país con el imperialismo norteamericano (al que consideramos como el
enemigo principal de la clase obrera y de todos los pueblos del mundo).
Comité de Redacción de SUGARRA
Lunes 16 de enero de 2017 por CEPRID
Alberto Cruz / CEPRID
La victoria del gobierno sirio
sobre el conglomerado de fuerzas islamistas que controlaban los barrios
orientales de Alepo – a partir de ahora, “la contra” (1)- ha supuesto una
reconfiguración no sólo del mapa político interno de Siria, sino de Oriente
Próximo e incluso más allá. No sólo porque esta victoria marca un antes y un
después de la guerra, sino que pone con toda claridad sobre la mesa tres
elementos escasamente cuestionables: a) Bashar al-Assad está ahí para quedarse;
b) Rusia tiene todas las cartas en la mano; c) EEUU deja de ser el actor
principal en una zona que hasta hace muy poco tiempo era de su exclusivo
dominio.
1.- Antecedentes
Sin remontarse a los seis años de
guerra, y a los cuatro que llevaba la ciudad de Alepo dividida en tres
sectores, uno progubernamental, otro kurdo y otro en poder de la “contra”, sí
hay que partir de un hecho crucial que ha puesto en marcha todo el engranaje de
la situación que se vive ahora en el país y en la zona. Ese hecho fue cuando el
27 de julio, después de una callada pero exitosa ofensiva que el ejército sirio
y sus aliados habían lanzado en la zona norte de la ciudad, las fuerzas
progubernamentales lograron cortar todas las líneas de suministro de armas y
combatientes a la “contra” en esos barrios de la ciudad. Alepo quedaba cercada,
con la “contra” rodeada por las fuerzas progubernamentales y por los kurdos,
que cooperaron tácticamente con el gobierno en la ofensiva y facilitaron el
triunfo del gobierno.
Esto se producía apenas diez días
después del fallido golpe militar en Turquía y ponía de relieve algo que hasta
entonces sólo se podía intuir. Turquía, al restablecer relaciones políticas con
Rusia tras el fallido golpe –cada vez está más claro que el mismo pudo ser
derrotado por la información que la inteligencia rusa proporcionó al gobierno
de Erdogan-, había dejado de considerar Alepo como su “línea roja”, como
siempre había dicho, y su “zona de influencia”. Porque, al mismo tiempo,
Turquía había realizado dos movimientos inusuales: sacar a sus militares de una
de las salas operacionales que los países que alimentan y sostienen a la
“contra” tienen en Jordania y controlar con mayor rigor el paso por sus
fronteras de hombres y pertrechos hacia la “contra” en la zona de Idlib,
llegando al extremo de cerrar algún paso fronterizo tal y como le había
solicitado Rusia.
Siendo la ofensiva del gobierno sirio
limitada a una zona muy concreta, pero de gran importancia estratégica, la
postura turca de no interferir y ni siquiera protestar fue considerada como un
movimiento casi tectónico que iba a influir no sólo en la “contra”, sino en el
devenir de la guerra, como así ha sido.
El resto de patrocinadores de la
“contra” rápidamente se dio cuenta de lo que ello suponía y planeó desde sus
salas operacionales un contraataque que recuperase el status quo. Para ello
eligió otra zona de la ciudad, el sur, donde se presumía que habría menos
fuerzas gubernamentales. Cuatro días más tarde, el 1 de agosto, se lanzó la
ofensiva que fue encabezada por la franquicia de Al Qaeda, en Siria, el Frente
para la Conquista del Levante –que había cambiado su nombre y antes se llamaba
Frente Al-Nusra-, y a quien todos los demás grupos se subordinaron (hasta un
total de 15 de esos grupos participó en esa ofensiva). El objetivo proclamado
era romper el cerco de Alepo pero, en la práctica, lo que se pretendía era
doble: por una parte, hacer frente a Turquía y, por otra, demostrar a sus
patrocinadores que estaba viva y que podía realizar operaciones militares de
envergadura.
Dicha ofensiva se realizó, además,
justo en el momento en que se iba a celebrar la reunión entre Erdogan y Putin
en Moscú. Eso era el 9 de agosto y la pretensión geoestratégica de la ofensiva
estaba clara: meter en cintura tanto a Turquía –obligando al país a
“normalizar” su actitud, es decir, que volviese a ser el coladero que era para
la “contra”, y doblegar a Rusia. En caso de no lograrlo, la situación se
volvería irreversible para la “contra” y sus patrocinadores, árabes y
occidentales.
En esa ofensiva la “contra”
utilizó prácticamente todo lo que tenía, además de a sus mejores integrantes.
En total, desde sus mismos portales de internet anunció que se habían utilizado
entre 9.000 y 12.000 combatientes. Según como se desarrolló la batalla, debía
ser verdad. Aunque inicialmente logró romper el cerco, la pérdida de
combatientes y material fue tan cuantiosa que no se ha logrado reponer. Los
cálculos más conservadores estiman que la “contra” sufrió entre un mínimo de
1.499 y un máximo de 1.903 muertos, mientras que se llegó casi a los 5.000
heridos. Es decir, el número de bajas en esa ofensiva fue del 60% de sus combatientes.
Por parte del gobierno sirio y sus aliados, los muertos fueron entre 480 y 516
mientras que el número de heridos superó los mil (2). La propia “contra”
anunció en sus portales de internet que sufría escasez de sangre para realizar
transfusiones a sus heridos debido al alto número de ellos. Sin embargo, este
éxito no duró ni un mes, puesto que el 4 de septiembre el gobierno sirio
restableció la situación y apretó aún más el cerco a los barrios orientales de
Alepo en poder de la “contra”.
El golpe no sólo fue material,
sino moral. La “contra” entraba ya, de forma irreversible, en coma. Ni siquiera
las nuevas aportaciones de material que anunciaron tanto Arabia Saudita como
Qatar la iban a salvar de la derrota. Turquía se retiraba de la escena, centrándose
únicamente en los kurdos, y aceptaba el papel que de forma muy inteligente
Rusia ponía encima de su mesa: el pragmatismo sunní. Es decir, Rusia apoya la
constitución de Ankara como el gran centro del mundo sunní alejado de la
hegemonía estadounidense y de las monarquías del Golfo Pérsico, especialmente
del wahabismo de Arabia Saudita.
2.- Se consuma la derrota, y no
sólo de la “contra”
Las cosas llegaban a un punto en
el que ya casi todo el mundo tenía claro qué estaba pasando. El gobierno sirio
estaba ganando la guerra gracias a la ayuda de Rusia (e Irán) y la “contra” ya
no tenía la menor posibilidad de revertir la situación.
El Consejo Atlántico (3), un
centro de análisis que suministra ideología a la OTAN en el campo de las
relaciones internacionales, reconocía que el mundo había dado un giro
inesperado y que era Rusia quien tenía casi todas las cartas en la mano. En un
informe de su programa Syria Proyect decía: “Rusia ocupa ahora una posición
fuerte y se ha puesto a los rebeldes en una posición extremadamente difícil”.
Así las cosas, aún quedaba una
última posibilidad: que en las elecciones presidenciales de EEUU ganase Hillary
Clinton, furibunda partidaria del derrocamiento de Al-Assad de la presidencia
de Siria. Por lo tanto, el 1 de noviembre la “contra” hizo su último esfuerzo
por evitar lo que ya para entonces parecía inevitable: la derrota.
En esta ocasión, ni siquiera hubo
un triunfo fugaz. Nuevos golpes, nuevas derrotas y la deblacle. Entre otras
cosas, porque en esta ocasión la “contra” sólo pudo disponer de unos 3.000 de
sus integrantes debido a las enormes pérdidas sufridas en la ofensiva anterior.
Para rematar el clavo, Clinton
perdió las elecciones. Trump, el nuevo presidente, había dicho por activa y por
pasiva que la política exterior de EEUU iba a cambiar y que ya no se centraría
en el derrocamiento de gobiernos considerados hostiles. Para la “contra”, la
suerte ya estaba echada.
Con una claridad que no es
habitual, el Consejo Europeo de Asuntos Exteriores (4) decía, negro sobre
blanco, lo que cualquiera que tenga ojos puede ver y lo que cualquiera que no
haya arriado la bandera de su capacidad intelectual puede deducir de lo que
estaba pasando: “ya no hay ninguna esperanza real de deponer a Assad”. Y
reclamaba un cambio del enfoque europeo sobre Siria partiendo de esta realidad:
“con las fuerzas de la oposición siria, sus patrocinadores regionales y gran
parte de la comunidad política europea poniendo sus esperanzas en la victoria
de Hillary Clinton, una vez conocidos los resultados [de las elecciones en
EEUU] el enfoque europeo debe cambiar, por necesidad, hacia una mejor gestión
de la realidad de la supervivencia de Assad”.
Todo el mundo estaba en estado de
shock, incluyendo a la “contra”. Ese fue el momento que aprovechó el ejército
sirio para, junto a sus aliados –principalmente los palestinos que integran la
“Brigada Jerusalén” (5)-, iniciar la batalla final por la liberación total de
Alepo. Los barrios orientales en poder de la “contra” iban siendo liberados con
rapidez, uno tras otro, en una muestra de descoordinación de la “contra” que
sorprendió incluso a sus propios patrocinadores.
Tras los fracasos de las dos
ofensivas anteriores, lo único que quedaba era por parte de la “contra” y de
sus patrocinadores era la guerra de la propaganda. Primero se dijo que se
constituía el “Ejército de Alepo para dar la batalla al régimen”, después que
la resistencia no había sido posible porque Alepo había sido destruida por los
bombardeos rusos. Después…
La realidad la decían los propios
medios de los países que han estado, y todavía lo están, apoyando a la
“contra”: “Es un misterio incomprensible [el derrumbe de la “contra” como un
castillo de naipes en Alepo] para muchos organismos regionales e
internacionales porque se esperaba una dura y digna lucha dada la importancia
estratégica de la ciudad”. Un misterio que era muy fácil de explicar, como
también se decía: “las disensiones entre los diferentes grupos, las acusaciones
entre ellos sobre quién es el responsable del desastre y cómo la inteligencia
militar [del gobierno] tiene ojos, agentes y espías en todas las estructuras
militares, de seguridad y económicas de los grupos armados, lo que ha permitido
ir atesorando imágenes, información y coordenadas de contra qué, contra quién y
dónde actuar”. Incluso se iba más lejos, dejando al descubierto otra de las
grandes mentiras de la propaganda: “una buena parte de la propia población [de
los barrios en poder de la “contra”] ha estado proporcionando información al
ejército sirio” (6).
Esta afirmación no es en absoluto
sorprendente si se tiene en cuenta lo que ha dicho la ONU tras retomar el
ejército sirio el control completo de la ciudad. Supongo que no hará falta
recordar que durante meses se estuvo machacando con insistencia en que la población
“cercada” en Alepo superaba las 250.000 personas. Incluso se llegó a decir que
en esos barrios habitaba medio millón de personas. Nada más lejos de la
realidad pues cuando se produjo la liberación de la ciudad resultó que no, que
esas cifras no era ciertas. Según la ONU había un total de 147.000 civiles, de
los que 111.000 decidieron trasladarse a las zonas que controlaba el gobierno y
36.000 a la zona que controla la “contra”, la provincia de Idlib (7), cuando se
llegó al acuerdo para su evacuación.
Como consecuencia de la derrota de
Alepo, la “contra” está en fase de crisis terminal. Cada vez que negocia una
rendición con el gobierno lo tiene que hacer en las condiciones que marca el
gobierno, y desde hace un tiempo esas condiciones son siempre las mismas:
entrega del armamento pesado y traslado a Idlib. Es una provincia en poder casi
total de la “contra”. Pero el gobierno está actuando de una forma muy
inteligente puesto que al trasladar allí a todos los integrantes de los
diferentes grupos de la “contra” está acentuando los enfrentamientos y las
divisiones internas, debilitando así cualquier hipotética estrategia no solo de
combate, sino de coordinación política.
3.- A cuchillazos en el “no
gobierno” de la “contra”
Uno de los mantras propagandísticos
de quienes apoyan a la “contra” es que hay un segmento de la población que no
se casa ni con los islamistas ni con el gobierno y que en las ocasiones en las
que se han decretado treguas ha habido manifestaciones populares de rechazo a
unos y otros. Es una verdad a medias, más tirando a mentira que a verdad. Es
cierto que en algunas ciudades, que casi se pueden contar con los dedos de una
mano, se han producido este tipo de manifestaciones, pero eso ya es historia
antigua. Lo cierto es que los islamistas se hicieron con el control de las
protestas desde el primer momento y que en la actualidad el control islamista
es total, incluyendo la forma de gobierno del territorio, cada vez más escaso,
que controlan.
Como el mayor es la provincia de
Idlib, que es hacia donde les conduce el gobierno cada vez que se rinden en
alguna zona y se niegan a reintegrarse a la vida civil (en su inmensa mayoría
son amnistiados, dándose el caso de que en algunas ciudades hacen funciones
casi de policía), hay que hablar de la forma de algunos de sus métodos de
“gobierno”. Y nada mejor para ello que tomar como referencia, otra vez, al
Consejo Atlántico (8).
Esta institución habla en concreto
del sistema judicial existente en Idlib y dice que "es similar a la ley de
la selva" porque aplicando la Sharia y la Ijtihad se elimina a los
enemigos internos y se refuerza el control de unos grupos sobre otros. Añade
que cada grupo tiene su propio sistema judicial, que los predominantes son los
ex Nusra y Ahrar al-Sham y que las sentencias siempre tienen que ver con el
grado de afinidad o parentesco existente. Dice que "las personas
influyentes socavan sus veredictos" y que estos tribunales
"encuentran cualquier pretexto legal para sus actos ilegales". Viene
a decir, y hay que tener en cuenta que es una página favorable a la
"contra", que "las circunstancias legales no han cambiado desde
que el régimen estaba en el poder" (en Idlib), aunque también afirma que
"los líderes militares interfieren directamente en los casos de acuerdo a
sus intereses y objetivos", que "todos los jueces son
pro-salafistas" y que "se acusan mutuamente de que tienen errores en
su doctrina y en la aplicación de la ley". Por no hacer la referencia más
extensa, añadir que también menciona que "estos tribunales funcionan con
los organismos de seguridad [de las diferentes organizaciones] que aterrorizan
a los residentes locales porque son totalmente libres de detener, secuestrar o
incluso asesinar a personas en las zonas de las que son responsables".
La cita es extensa, pero merece la
pena porque pone de manifiesto una realidad que muy poca gente ha querido ver y
que, con toda crudeza, reconoce también otro medio antaño muy prestigioso y que
ahora ha caído en una parálisis sectaria que le ha convertido en otro más del
montón, Al-Quds Al-Arabi. En otra inusual muestra de reconocimiento de esa
realidad, se critica a una “oposición que hace unos años tenía el control de
las principales ciudades de Siria y que ahora se ve reducida a unas pocas zonas
sin relevancia estratégica”, entre otras cosas, “porque no ha sido capaz de
demostrar que puede gobernar con eficacia los territorios que ocupa” y eso,
lógicamente, “ha sido rentabilizado por el régimen” (9).
Tras la derrota de Alepo, todos
los grupos que componen la “contra” están a la greña entre ellos. Los
asesinatos de comandantes de uno y otro grupo son habituales (sin perder de
vista la responsabilidad en algunos de ellos de los comandos especiales del
ejército sirio) y el desánimo se extiende como una mancha de aceite entre la “contra”.
La estrategia del gobierno sirio está dando sus frutos porque las divisiones se
están acentuando. La obligación de convivir en una zona limitada grupos de
diferentes ideologías y, sobre todo, lealtades está demostrando ser un
formidable caldo de cultivo. Sus divisiones internas y su debilidad –junto a la
presión de Turquía- es lo que ha obligado a seis de los grupos que componen la
“contra” a aceptar el cese de hostilidades propuesto por Rusia y Turquía (10).
4.- La recomposición de Oriente
Próximo
EEUU y la Unión Europea nunca se
arrepentirán bastante de su papel en el golpe de estado fallido de Turquía. Si
la implicación del primero parece clara, la inacción de la segunda fue
clamorosa. Eso enfureció a Erdogan y facilitó los movimientos de Rusia. La
reconciliación entre Turquía y Rusia incluyó, entre otras cosas, retomar el
gasoducto “Corriente Turca” (Turk Stream) con el que la operación diseñada por
EEUU y sus aliados árabes, Qatar y Árabia Saudita, para trasladar el gas hacia
la Unión Europea a través de Siria –que es el origen real de la guerra- pasa
definitivamente a la historia. Esta era la gran baza que jugaba EEUU para
estrangular definitivamente a Rusia, junto al conflicto ucraniano puesto que
por este país pasa la parte del león del gas que utiliza la UE.
El principal perjudicado de cómo
han ido evolucionando las cosas y de la victoria del gobierno sirio es Qatar,
que poco a poco ha ido haciéndose a la idea de lo que supone el haber tomado
partido contra Rusia y sus intereses en la zona. Ha sido el primer país en
darse cuenta de lo que está pasando y ha ido iniciando un acercamiento
silencioso a Rusia que se ha plasmado en la compra del 19’5% de las acciones de
la principal petrolera rusa, Rosneft, que es de propiedad estatal (10 de diciembre
de 2016). Qatar rompía de forma estrepitosa el supuesto “aislamiento” de Rusia
y lo hacía en unos momentos en los que la ofensiva final para liberar Alepo
estaba aún en marcha, con lo que dejaba con el culo al aire, literalmente, a
sus patrocinados de la “contra”. Para entonces ya era evidente que la “contra”
se estaba desmoronando como un castillo de naipes, que Turquía dejaba hacer en
Alepo pese a que toda su retórica anterior consideraba la ciudad y la provincia
del mismo nombre (que es el pulmón industrial de Siria, o lo era antes de la
guerra) dentro de su zona de influencia y que con quien hay que contar es con
Rusia y no con otros.
Además, Qatar está comenzando a
entender a dónde le ha llevado su estrategia de apoyo a los Hermanos
Musulmanes, en general, y a los salafistas y takfiristas en Siria, en
particular. Luego para salvar los muebles y no perder definitivamente la
posibilidad, por remota que sea ahora, de vender su gas en Europa lo que tenía
que hacer era iniciar una nueva relación con el país que tiene todas las cartas
en la mano en estos momentos: Rusia.
Ya había habido otros movimientos
de aproximación a Rusia en los países árabes, aunque no directamente vinculados
en la guerra contra Siria. Es el caso de Egipto. Este país está muy resentido
con Arabia Saudita puesto que después del golpe que derrocó a los Hermanos
Musulmanes, no han llegado los miles de millones de dólares que prometió Arabia
Saudita en contrapartida. Por ello, Egipto se ha ido moviendo
imperceptiblemente no sólo hacia Rusia, sino hacia el gobierno sirio. Egipto y
Rusia han realizado maniobras militares conjuntas en el Sinaí –un lugar donde
tiene una fuerte implantación el llamado Estado Islámico-, los buques rusos
tienen facilidades para transitar por el Canal de Suez y se está discutiendo la
compra de armamento ruso por parte de los egipcios.
Así que no es extraño que en el
mes de octubre Egipto rompiese los acuerdos de la Liga Árabe (donde en 2012 de
retiró el puesto al gobierno sirio y se le otorgó a la “contra”) y votase en el
Consejo de Seguridad de la ONU una resolución presentada por Rusia que se
enfrentaba a la presentada por Francia y España en nombre de los países
occidentales y árabes. Era un toque de atención que no pasó desapercibido y que
un mes más tarde se completó con otro de mucho mayor calado: el envío de 18
aviones de combate a Siria y 200 soldados para “apoyar al gobierno sirio” en su
lucha contra el llamado Estado islámico.
Pero aquí no acaba todo porque
unos días más tarde en ese mes de vorágine, el 20 de diciembre, Rusia, Irán y
Turquía alcanzaban un acuerdo sobre Siria que trazaba unas nuevas líneas sobre
la guerra y mostraba una nueva relación de poder en la zona. En síntesis, estos
tres países acordaron que Siria debe mantener intactas sus fronteras, mantener
el estado secular, lograr la paz interreligiosa e interétnica, combatir al
llamado Estado Islámico y al Frente para la Conquista del Levante, ex Al-Nusra
(Al-Qaeda) y mediar en las conversaciones directas que haya entre el gobierno
sirio y los grupos de la “contra” que se han sumado al cese de hostilidades,
así como algunos otros que no se han alzado en armas.
Pensar que cuando Rusia y Turquía
llegaron al acuerdo sobre el cese de hostilidades lo hicieron sin tener en
cuenta, por una parte, a Siria e Irán (además de a un actor no estatal como
Hizbulá) y a Arabia Saudita y Qatar, por otra, es no tener en cuenta nada de
nada y no saber nada de nada. Turquía fue rápidamente a Qatar para explicar “en
profundidad” el contenido del acuerdo y se anunció que también se iba a reunir
allí con un representante saudita. En estos momentos, Turquía es la potencia
incuestionable en la zona, con la inestimable ayuda de Rusia, aunque aún sea
una situación que apenas está comenzando a asentarse. Si el cese de hostilidades
tiene éxito, y no digamos las conversaciones de paz que se van a iniciar en
Kazajastán, estará en esa posición durante mucho tiempo.
Por su parte, Rusia no se estuvo
quieta tampoco y su ministro de Asuntos Exteriores viajó a Egipto para proponer
la implicación de este país en el acuerdo de paz de Kazajstán “como mediador y
garante” y estudiar la posibilidad de enviar un contingente mayor de tropas
como “fuerzas de paz” en las localidades que se han acogido al acuerdo de
reconciliación que impulsa el gobierno. Si esta propuesta ruso-siria es
aceptada supondrá el golpe de gracia para el viejo Oriente Próximo y se
visualizará mejor que nunca esa recomposición que está en marcha.
5.- Y más allá
Pero lo interesante es que, con
todos estos movimientos, hay un país que desaparece en la práctica de Oriente
Próximo: EEUU. Y esta desaparición tiene un actor que lo ha hecho posible:
Rusia. Decir que EEUU ha perdido la guerra contra Siria puede parecer muy
atrevido, pero lo que estamos viendo se parece bastante. Sin poner en cuestión
que las primeras dos semanas de la revuelta sí fueron populares, desde ese
momento comenzó una guerra de agresión contra Siria por parte de un
conglomerado de países encabezados por EEUU, Arabia Saudita y Qatar. Este
conglomerado de países armó, financió y sostuvo a sus patrocinados de la
“contra” hasta el punto de que a finales de 2015 sí daban la impresión de
lograr su gran objetivo: derrocar a Al-Assad, siguiendo el patrón de Libia.
Pero entonces intervino, a petición del gobierno, Rusia y la historia cambió de
rumbo hasta llegar a lo de ahora: la “contra” está derrotada, al igual que la
estrategia de EEUU, Arabia Saudita y Qatar. Por lo hablar de la OTAN.
Rusia siempre ha querido llegar a
algún acuerdo con EEUU, pero no ha sido posible entre otras cosas por la
división que existía en Washington entre el gobierno de Obama y el Pentágono.
Han sido decenas de contactos, reuniones, acuerdos que no han llegado a ninguna
parte por lo que ante esa situación de enquistamiento Rusia hizo un movimiento
inédito: dejar a EEUU al margen e iniciar conversaciones con otros actores.
Primero, con los amigos (Irán) y luego con los enemigos (Turquía). Esto coloca
al resto a la defensiva y a la espera de lo que estos nuevos actores decidan y
del resultado de todo ello.
Es una situación inédita en mucho
tiempo y que aún es pronto para evaluar pero que todo el mundo está observando
con mucho interés porque si es exitosa marcará el rumbo geopolítico del futuro.
Y es evidente que, también, se está en una situación precaria porque no se sabe
qué va a pasar con la presidencia de Trump. Sin embargo, a poco que cumpla sus
promesas respecto a Siria habremos asistido al nacimiento de una nueva era en
la zona (y un poco más allá).
Notas:
(1) El término “contra” fue
utilizado en la Nicaragua sandinista para referirse a los diferentes grupos que
se oponían al gobierno del FSLN y que recibían apoyo desde el exterior del
país, sobre todo de los EEUU que fueron los impulsores de la guerra que se
lanzó contra Nicaragua y que financiaron con sueldos y suministraron material
militar a la “contra”.
(5) Siria es uno de los países
donde se ubican los refugiados palestinos. Se calcula que en el país vivían
antes de la guerra unos 500.000, de los que en su gran mayoría siguen
residiendo en Siria aunque aproximadamente 100.000 se han trasladado a Líbano,
hacinándose en los campos de refugiados ya existentes allí. Al iniciarse la
guerra, los palestinos intentaron mantenerse al margen. Había dos posturas
enfrentadas, la de Hamás, que abogaba por participar al lado de la “contra”, y
la de las diferentes organizaciones de izquierda, que abogaban por participar
al lado del gobierno. Esta situación duró más de un año, hasta que la “contra”
se hizo con el campo de refugiados de Handarat, situado al norte de la ciudad
de Alepo, y atacó a quienes defendían al gobierno. Este campo se hizo famoso en
el verano de 2016 porque en él la “contra” decapitó a un niño palestino de 12
años por defender a Al-Assad. Esta división se daba también en otros campos de
refugiados. No obstante, desde 2012 y 2013 la inmensa mayoría de los palestinos
refugiados en Siria defienden al gobierno de Al-Assad y han constituido tres
brigadas de combate: la “Jerusalén”, la “Galilea” y la formada por el Ejército
de Liberación de Palestina. Además, organizaciones como el Frente Popular de
Liberación de Palestina-Comando General, Al Fatah Intifada y una rama de Hamás
denominada Aknaf Bait al-Maqdis combaten junto al gobierno sirio en la zona
central del país, especialmente en las cercanías del campo de refugiados de
Yarmouk, cuyo control se reparte la “contra” y el llamado Estado Islámico.
(6) The National, 12 de diciembre
de 2016 (principal periódico de los Emiratos Árabes Unidos).
(9) Al-Quds Al-Arabi, 2 de enero
de 2017 (periódico editado en Londres).
(10) Faliak al-Sham (Legión del
Levante), Jaish al-Islam (Ejército del Islam), Suvar al-Sham (Revolución del
Levante), Jaisj al-Mudzhahiddin (Ejército de los Mujaidines), Jaish Idlib
(Ejército de Idlib) y Dzhabhat al-Shamiya (Frente del Levante). Inicialmente
también se sumó al mismo Ahrar al-Sham (Movimiento Islámico de la Gente del
Levante), pero después de un bronco debate interno decidió retirar su firma del
acuerdo. Este grupo ya cuenta con una importante división porque la mayoría de
sus integrantes son partidarios de la fusión con el antiguo Frente Al-Nusra
(Al-Qaeda). Estos dos grupos son los que controlan la provincia de Idlib. El
resto no son más que comparsas sin el menor predicamento político ni social,
por lo que el cese de hostilidades será en el mejor de los casos parcial y con
ámbitos muy reducidos en lo militar pero que tendrá importancia a nivel
político si se logra algún acuerdo.