lunes, 8 de agosto de 2016

ALGUNAS IDEAS ERRÓNEAS SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DEL PARTIDO



Hemos dicho en repetidas ocasiones que nuestro objetivo es contribuir a que la clase obrera vasca pueda dotarse de un instrumento de intervención política que le permita desempeñar el papel histórico que, por su posición en la estructura económica, le corresponde en el proceso revolucionario de transformación social y de construcción nacional. Ese instrumento es un Partido Comunista de Euskal Herria.

Ese partido no surgirá, exclusivamente, de quienes componemos SUGARRA sino que en el proceso de su construcción habrán de participar comunistas de distintas procedencias, con diferentes experiencias políticas. Pero a la hora de abordar las tareas que hagan posible su confluencia, deberemos enfrentarnos a una serie de ideas incorrectas que contribuyen a dificultar dicha labor. A continuación, de forma sucinta, nos referiremos a algunas de ellas.

1.- El agrupamiento ecléctico.

Algunos grupos y colectivos sostienen la idea de que es necesario llevar a cabo la “unión de los comunistas” sin necesidad de definir previamente unos requisitos mínimos, ideológicos y políticos, en torno a cuestiones de especial relevancia, como pueden ser: la concepción del socialismo, del partido y del Estado (dictadura del proletariado); así como la actitud hacia los antiguos países socialistas.

Si eso ocurriese así, podría darse el caso de que lo que para unos-as fuese “socialismo”, para otros no sería más que un sistema de capitalismo de Estado; de que unos concibiesen el partido como una estructura jerarquizada y burocrática, donde imperase el “ordeno y mando”, que fácilmente podría autonomizarse respecto a su base social, situándose al margen y por encima de las masas, mientras que otros-as podrían concebirlo de manera dialéctica, de forma que simultáneamente pudiera desempeñar el papel de vanguardia y de instrumento de éstas.

También puede haber quien considere que el Estado socialista sea realmente el sujeto revolucionario, de forma que la dictadura del proletariado se podría transformar en su contrario. Igualmente, también puede darse el caso de que algunos-as sigan considerando como “socialistas” y, por tanto, como un posible “modelo” a defender y/o a imitar, a algunos países que aunque continúan autodenominándose así, en realidad tienen una naturaleza capitalista o, incluso, imperialista.

2.- El balance del “ciclo de Octubre”.

Entre los distintos grupos y colectivos comunistas, hay quienes sostienen que es necesario efectuar un balance del ciclo revolucionario que se inició con la revolución rusa de octubre de 1917 y que ha concluido con la restauración del capitalismo en todos los antiguos países socialistas. Cuestión que consideramos un debate ineludible. La única objeción que hacemos es que ese balance no puede ser previo a cualquier intento de construir o de (empleando sus propios términos) reconstituir el partido. Lo cual podría conducir a paralizar la actividad revolucionaria y convertir a los distintos grupos y colectivos en una especie de “clubs de debate”.

Por supuesto que sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario, pero entre aquella y éste debe existir una relación dialéctica pues toda teoría elaborada y/o desarrollada sin contraste permanente con la práctica corre el peligro de convertirse en mera palabrería, en pura especulación metafísica. Es por ello que ese balance, tan necesario por otra parte, habrá que irlo desarrollando y profundizando en la medida en que también vayamos avanzando en las tareas de construcción del partido.

3.- Actitud ante la cuestión nacional.

Aquí nos encontramos también con sectores de la izquierda revolucionaria, que se autoproclaman comunistas, que mantienen unas posturas muy distintas sobre la cuestión nacional. Unos, defienden en cualquier circunstancia la independencia de Euskal Herria y consideran que el sujeto revolucionario es el Pueblo Trabajador Vasco (PTV) con conciencia nacional. El sector de la clase obrera al que pretenden dirigirse es al que posee una “conciencia nacional de clase”.

Otros, por su parte, defienden el derecho de autodeterminación para Euskal Herria pero a la hora de definirse a favor o en contra de la independencia, sólo apoyarían ésta en caso de que se produjese en un marco o en un contexto socialista. Estos últimos, por su parte, no tienen intención de dirigirse al sector del PTV con conciencia nacional, por considerarlo nacionalista.

Los primeros, no contemplan la posibilidad de que, en determinadas condiciones, el Pueblo Trabajador Vasco pudiera llegar a unirse, de forma libre y voluntaria, con el resto de los pueblos que conforman el Estado español o el francés, en base al pleno respeto de nuestra soberanía. Los segundos, por su parte, tampoco contemplan la posibilidad de que, para avanzar hacia el socialismo, pudiera ser necesario apoyar la independencia de Euskal Herria, aunque fuese en un marco capitalista.

Ambas posturas son expresiones de posiciones nacionalistas. Una, de un nacionalismo de nación oprimida, de carácter pequeño burgués; y la otra de un chovinismo de nación dominante. Los comunistas vascos debemos plantear una lucha ideológica contra ambas posiciones y dirigirnos al conjunto de la clase obrera y del PTV, independientemente de que tengan o no conciencia nacional. Es lo que llamamos “caminar con los dos pies”.

4.- El trabajo de masas.

Por último, también debemos tener en cuenta las ideas erróneas respecto al trabajo que debemos desarrollar los comunistas entre las masas. Sobre esta cuestión, hay colectivos y grupos que se autodenominan comunistas y que, por ejemplo, rechazan la labor en los sindicatos, por considerar que esto supone una postura reformista, sin darse cuenta de la toma de conciencia (o la elevación del nivel de conciencia de “clase en sí” al de “clase para sí”) no tendrá lugar por el mero hecho de emitir declaraciones muy revolucionarias, sino porque como consecuencia del trabajo de masas que desarrollemos, seamos capaces de posibilitar que los trabajadores y trabajadoras vayan aprendiendo de su propia práctica, a partir de sus necesidades concretas y de sus propias luchas, aunque estas tengan, en muchas ocasiones unos objetivos “poco revolucionarios”.