Hemos dicho en repetidas ocasiones que nuestro objetivo es
contribuir a que la clase obrera vasca pueda dotarse de un instrumento de
intervención política que le permita desempeñar el papel histórico que, por su
posición en la estructura económica, le corresponde en el proceso
revolucionario de transformación social y de construcción nacional. Ese
instrumento es un Partido Comunista de Euskal Herria.
Ese partido no surgirá, exclusivamente, de quienes
componemos SUGARRA sino que en el
proceso de su construcción habrán de participar comunistas de distintas
procedencias, con diferentes experiencias políticas. Pero a la hora de abordar
las tareas que hagan posible su confluencia, deberemos enfrentarnos a una serie
de ideas incorrectas que contribuyen a dificultar dicha labor. A continuación, de
forma sucinta, nos referiremos a algunas de ellas.
1.- El agrupamiento
ecléctico.
Algunos grupos y colectivos sostienen la idea de que es
necesario llevar a cabo la “unión de los comunistas” sin necesidad de definir previamente unos requisitos
mínimos, ideológicos y políticos, en
torno a cuestiones de especial relevancia, como pueden ser: la concepción del
socialismo, del partido y del Estado (dictadura del proletariado); así como la
actitud hacia los antiguos países socialistas.
Si eso ocurriese así, podría darse el caso de que lo que
para unos-as fuese “socialismo”, para otros no sería más que un sistema de
capitalismo de Estado; de que unos concibiesen el partido como una estructura
jerarquizada y burocrática, donde imperase el “ordeno y mando”, que fácilmente
podría autonomizarse respecto a su base social, situándose al margen y por
encima de las masas, mientras que otros-as podrían concebirlo de manera dialéctica,
de forma que simultáneamente pudiera desempeñar el papel de vanguardia y de
instrumento de éstas.
También puede haber quien considere que el Estado
socialista sea realmente el sujeto revolucionario, de forma que la dictadura
del proletariado se podría transformar en su contrario. Igualmente, también puede
darse el caso de que algunos-as sigan considerando como “socialistas” y, por
tanto, como un posible “modelo” a defender y/o a imitar, a algunos países que
aunque continúan autodenominándose así, en realidad tienen una naturaleza
capitalista o, incluso, imperialista.
2.- El balance del “ciclo de Octubre”.
Entre los distintos grupos y
colectivos comunistas, hay quienes sostienen que es necesario efectuar un
balance del ciclo revolucionario que se inició con la revolución rusa de
octubre de 1917 y que ha concluido con la restauración del capitalismo en todos
los antiguos países socialistas. Cuestión que consideramos un debate
ineludible. La única objeción que hacemos es que ese balance no puede ser
previo a cualquier intento de construir o de (empleando sus propios términos)
reconstituir el partido. Lo cual podría conducir a paralizar la actividad
revolucionaria y convertir a los distintos grupos y colectivos en una especie
de “clubs de debate”.
Por supuesto que sin teoría revolucionaria no puede haber
tampoco movimiento revolucionario, pero entre aquella y éste debe existir
una relación dialéctica pues toda teoría elaborada y/o desarrollada sin
contraste permanente con la práctica corre el peligro de convertirse en mera
palabrería, en pura especulación metafísica. Es por ello que ese balance, tan
necesario por otra parte, habrá que irlo desarrollando y profundizando en la
medida en que también vayamos avanzando en las tareas de construcción del partido.
3.- Actitud ante la cuestión nacional.
Aquí nos encontramos también con
sectores de la izquierda revolucionaria, que se autoproclaman comunistas, que
mantienen unas posturas muy distintas sobre la cuestión nacional. Unos,
defienden en cualquier circunstancia la independencia de Euskal Herria y
consideran que el sujeto revolucionario es el Pueblo Trabajador Vasco (PTV) con
conciencia nacional. El sector de la clase obrera al que pretenden dirigirse es
al que posee una “conciencia nacional de clase”.
Otros, por su parte, defienden el
derecho de autodeterminación para Euskal Herria pero a la hora de definirse a
favor o en contra de la independencia, sólo apoyarían ésta en caso de que se
produjese en un marco o en un contexto socialista. Estos últimos, por su parte,
no tienen intención de dirigirse al sector del PTV con conciencia nacional, por
considerarlo nacionalista.
Los primeros, no contemplan la
posibilidad de que, en determinadas condiciones, el Pueblo Trabajador Vasco
pudiera llegar a unirse, de forma libre y voluntaria, con el resto de los
pueblos que conforman el Estado español o el francés, en base al pleno respeto
de nuestra soberanía. Los segundos, por su parte, tampoco contemplan la
posibilidad de que, para avanzar hacia el socialismo, pudiera ser necesario
apoyar la independencia de Euskal Herria, aunque fuese en un marco capitalista.
Ambas posturas son expresiones de
posiciones nacionalistas. Una, de un nacionalismo de nación oprimida, de
carácter pequeño burgués; y la otra de un chovinismo de nación dominante. Los
comunistas vascos debemos plantear una lucha ideológica contra ambas posiciones
y dirigirnos al conjunto de la clase obrera y del PTV, independientemente de
que tengan o no conciencia nacional. Es lo que llamamos “caminar con los dos
pies”.
4.- El trabajo de masas.
Por último, también debemos tener
en cuenta las ideas erróneas respecto al trabajo que debemos desarrollar los
comunistas entre las masas. Sobre esta cuestión, hay colectivos y grupos que se
autodenominan comunistas y que, por ejemplo, rechazan la labor en los
sindicatos, por considerar que esto supone una postura reformista, sin darse
cuenta de la toma de conciencia (o la elevación del nivel de conciencia de
“clase en sí” al de “clase para sí”) no tendrá lugar por el mero hecho de
emitir declaraciones muy revolucionarias, sino porque como consecuencia del
trabajo de masas que desarrollemos, seamos capaces de posibilitar que los
trabajadores y trabajadoras vayan aprendiendo de su propia práctica, a partir
de sus necesidades concretas y de sus propias luchas, aunque estas tengan, en
muchas ocasiones unos objetivos “poco revolucionarios”.