10.-
¿Cómo avanzar hacia el socialismo en las condiciones concretas del capitalismo
desarrollado, en un Estado imperialista, en el mismo corazón de la UE?
La experiencia histórica del
movimiento revolucionario nos enseña que las revoluciones más paradigmáticas,
como fueron la revolución rusa de Octubre de 1917 y la revolución china, se
produjeron a través de un proceso de enfrentamiento armado con el aparato
militar de la clase dominante. Sin embargo, el desarrollo concreto de cada uno
de estos procesos fue muy diferente al otro.
En el caso de Rusia, la toma del
poder por los trabajadores fue cuestión de unos pocos días, pero después
tuvieron que afrontar una cruenta guerra de tres años (1918-21) para asentar el
poder soviético y defender la revolución frente a la agresión imperialista
internacional. En lo que respecta a China, el proceso fue más prolongado y se
dividió en varios periodos: a) 1ª guerra civil revolucionaria (1926-1928), b)
2ª guerra civil revolucionaria (1928-1937), c) guerra de resistencia frente a
Japón (1937-1945) y d) 3ª guerra civil revolucionaria (1045-1949).
También podríamos hablar de la
lucha de liberación nacional en Vietnam (revolución vietnamita), o de las
luchas contra el nazi-fascismo en los países de Europa central y los Balcanes,
así como su posterior evolución hacia la instauración de regímenes
democrático-populares, la mayoría de ellos con el apoyo del ejército soviético
[1]. Igualmente podríamos citar a la revolución cubana que, aunque inicialmente
tuvo un carácter democrático y antiimperialista, pocos años después proclamaría
su carácter socialista [2]. En todos estos casos, los cambios revolucionarios
también se produjeron por medio de un enfrentamiento armado.
Es por ello que la teoría marxista
siempre ha considerado que el paso al socialismo tendrá lugar de forma
violenta, debido a que la burguesía no renunciará a emplear ninguno de los
medios a su alcance para aplastar al movimiento revolucionario, impedir su triunfo y seguir detentando el
poder. Y, en caso de que la clase obrera y el pueblo llegasen a tomar el poder,
incluso por medios pacíficos, tampoco renunciarán al empleo de cualquier medio
con el fin de derrocarlos (el aislamiento internacional, el bloqueo económico,
el sabotaje, el terrorismo, el golpe militar, etc.
Pero, de toda la experiencia
histórica, debemos extraer enseñanzas. ¿Podemos concluir entonces que la lucha
por el socialismo deba seguir, en cualquier momento y lugar, unas mismas y
únicas pautas? ¿Qué deba ajustarse a unos modelos determinados de desarrollo?
En nuestra opinión, nada estaría más lejos de la realidad.
En cualquier caso, de lo que sí
podemos estar seguros-as desde ahora es que la burguesía y el imperialismo no
van a renunciar al poder pacíficamente y que tratarán de aplastar al movimiento
revolucionario empleando la fuerza, incluso a pesar de que éste pudiera llegar
al gobierno de forma democrática, tras un triunfo electoral. Es por ello que,
en última instancia, el pueblo trabajador se verá obligado a defender sus
conquistas por todos los medios y, por más que sus deseos sean los de
llegar pacíficamente al socialismo, lo
más probable es que finalmente se vea abocado al uso de la violencia, como la
historia nos lo ha demostrado hasta ahora.
A continuación, vamos a realizar
una rápida comparación del contexto en el que tuvieron lugar las dos
revoluciones más paradigmáticas, la rusa y la china, y del tipo de sociedades
en que se produjeron, con el contexto en que se sitúa Euskal Herria y de los
principales rasgos de la sociedad y la economía vascas.
En primer lugar, hemos de tener en
cuenta el contexto en el que se produjeron las distintas revoluciones. Tanto la
rusa como la china, tuvieron lugar en el contexto de una guerra mundial
imperialista. En el caso de la rusa, fue en la Primera Guerra
Mundial (PGM); y en el de la china, parte de su desarrollo también tuvo lugar
en el marco de la
Segunda Guerra Mundial (SGM).
Por otra parte, los procesos de
transición al socialismo que tuvieron lugar en los países de Europa central y
de los Balcanes, también se desarrollaron en el marco de la SGM, como hemos indicado más
arriba. Y, en el caso de la revolución vietnamita, además del contenido
anti-imperialista y de liberación nacional, también tuvo una parte del proceso
que se desarrolló durante la SGM,
el periodo en el que la lucha fue dirigida contra el imperialismo japonés.
Únicamente quedaría, como un caso peculiar, el de la revolución cubana, que en
su origen no tuvo un carácter socialista.
Es evidente que ambos conflictos
mundiales, al exacerbar al máximo las contradicciones sociales de todo tipo,
contribuyeron en gran medida a la creación de condiciones revolucionarias en
varios países de Europa y de Asia. Y, aunque actualmente no nos encontremos en
una situación similar, tampoco debemos descartarla en un futuro no muy lejano.
De hecho, la creciente agudización de las contradicciones inter-imperialistas
parece apuntar en esa dirección.
Sin embargo, aunque el grado de
probabilidad de que estalle una nueva conflagración mundial es relativamente alto,
teniendo en cuenta la evolución de la situación internacional, hay que decir
que tampoco es inevitable. Pero el riesgo existe y es elevado. Por ello,
debemos contemplarlo de cara a la elaboración de una estrategia revolucionaria,
tanto a nivel de Euskal Herria como del Estado español.
En segundo lugar, si comparamos
sus condiciones geográficas, económicas, demográficas, sociales, políticas,
etc., con las que existen en Euskal Herria, veremos que son muy distintas. Así, mientras que Rusia y China eran países de enormes dimensiones (la
primera tenía aproximadamente 22.5 millones de Km2, y la segunda unos 9,5) y
eminentemente rurales, el Sur de Euskal Herria (la CAV más Nafarroa) sólo tiene
17.655 Km2, y la mayoría de su población
está concentrada en las zonas urbanas.
Mientras
en las primeras, el nivel de instrucción, en la época revolucionaria, era muy
bajo, con un alto índice de analfabetismo; en
Hego Euskal Herria, el nivel de instrucción medio de la población es bastante
más elevado, con un alto porcentaje de estudios universitarios.
Mientras
que en Rusia y China, la clase obrera era muy reducida (aunque en la primera
estaba concentrada en unas pocas ciudades); en Hegoalde, la clase trabajadora es la más numerosa de la estructura
social vasca. Por último, mientras en aquellos países la burguesía estaba
poco desarrollada y era débil; en el Sur
de Euskal Herria, la pequeña y media burguesía son unas clases relativamente
numerosas.
Por otra
parte también hay que tener en cuenta que, a diferencia de Rusia y China, en
las que los sectores sociales intermedios (salvo en el caso de la burocracia
zarista) tenían una importancia relativa bastante escasa; en Hegoalde, los directivos y cuadros, los profesionales y técnicos,
así como los funcionarios y trabajadores de las administraciones públicas,
tienen un peso importante.
Por
último, también hay que tener en cuenta que mientras en Rusia y China hubo una
muy débil tradición parlamentaria, democrático-burguesa, en el caso de Euskal
Herria, tanto en Iparralde como en Hegoalde, dicha tradición es bastante más
prolongada. Si nos circunscribimos únicamente al Sur de Euskal Herria, tenemos
el breve periodo de la
Segunda República y, posteriormente, tras el final de la
dictadura franquista, otro periodo de aproximadamente 40 años.
En otro
orden de cosas, también hay que resaltar que el Estado español, bajo cuya administración se encuentra
actualmente el Sur de Euskal Herria, es
miembro de la UE y
también de la OTAN,
la alianza militar capitaneada por el imperialismo norteamericano, lo que
aumenta considerablemente las probabilidades de bloqueo económico y/o de
intervención militar imperialista, contra un proceso revolucionario vasco. Todo
lo cual contribuye a diferenciar aún más
la realidad vasca respecto a las condiciones que se daban en los países que hemos tomado como ejemplo para la
comparación.
Por
tanto, podemos decir que el proceso revolucionario vasco no puede ser una mera
copia de otros procesos anteriores, aunque debamos aprender de todas las
experiencias pasadas. Sin duda alguna, nuestro proceso revolucionario (tanto si
se desarrollase de forma independiente o como parte autónoma de un proceso más
amplio) tendrá unas particularidades diferenciadas, como consecuencia de los
rasgos específicos de nuestra realidad social, económica y política, así como
de la época histórica y el contexto internacional en el que nos ha tocado
vivir. En nuestra opinión, esa peculiaridad diferencial de nuestro proceso
revolucionario, se manifestará en los siguientes aspectos:
1.- Requerirá
una intensiva acumulación de fuerzas,
tanto cuantitativa como cualitativa. Esto supone que, en el caso concreto de
Euskal Herria, será necesario ganar previamente para la causa revolucionaria a un
amplio sector de la clase obrera y el pueblo trabajador vasco.
Indudablemente,
esta no es una tarea fácil de desarrollar, sobre todo si se trata de que ese
apoyo tenga un carácter activo y consciente. Además, una acumulación de fuerzas
basada únicamente en los sectores más avanzados o intermedios de las masas,
resultaría insuficiente a todas luces, dada la magnitud del cambio social que
habría que impulsar. Por ello, también debemos contemplar la posibilidad de lograr,
al menos, una “neutralidad benévola” (una actitud tolerante, de aquiescencia) por
parte de la gran mayoría del pueblo trabajador. Lenin, ya planteó esta cuestión
de la siguiente manera:
“La vanguardia proletaria
está conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible
dar ni siquiera el primer paso hacia el triunfo. Pero de esto al triunfo dista
todavía un buen trecho. Con la vanguardia sola es imposible triunfar. Lanzar
sola a la vanguardia a la batalla decisiva, cuando toda la clase, cuando las
grandes masas no han adoptado aún una posición de apoyo directo a esta
vanguardia o, al menos, de neutralidad benévola con respecto a ella y no son
incapaces por completo de apoyar al adversario, sería no sólo una estupidez,
sino, además, un crimen. Y para que realmente toda la clase, para que realmente
las grandes masas de los trabajadores y de los oprimidos por el capital lleguen
a ocupar esa posición, la propaganda y la agitación, por sí solas, son
insuficientes. Para ello se precisa la propia experiencia política de las
masas.” [3].
2.-
Exigirá el empleo de una nueva estrategia
revolucionaria. Frente a los dos
“modelos” que, desde un punto de vista teórico, se suelen considerar, el
“modelo de Octubre” (insurreccional), o el “modelo chino” (guerra popular
prolongada); desde SUGARRA planteamos
que no hay modelos a los que debamos seguir miméticamente. Desde nuestro punto
de vista, la estrategia revolucionaria a seguir en Euskal Herria sería una
estrategia distinta de la “tradicional”.
No
obstante, teniendo en cuenta que vivimos en un país capitalista desarrollado
(imperialista), también es preciso reconocer que habrá algunos aspectos propios
de uno u otro modelo que habremos de recoger, adecuándolos a nuestras
condiciones histórico-concretas.
Se
trataría de una estrategia a desarrollar en una doble dirección o, dicho de otra manera, una estrategia de dos vías, aunque con un único objetivo, la toma del poder político por la clase
obrera y el pueblo trabajador. ¿En qué consistiría? Pues bien, por una
parte, empleando los mecanismos de la democracia parlamentaria burguesa, se
trataría de lograr una mayoría electoral a favor de un cambio económico, social
y político que, sin ser un cambio
revolucionario, constituiría una posición avanzada en la lucha por el
socialismo [4].
Por
otra, se trataría de construir un poder
revolucionario, embrionario, al margen y en contra del poder de la
burguesía, apoyado en aquella parte del Estado burgués que se hubiese llegado a
controlar, aunque sin depender de él, creando así una situación de doble poder. Si esto se lograse, estaríamos
ante un nuevo escenario de lucha de
clases. En esta situación se podría extender la lucha de clases a todos los
aparatos y órganos del Estado burgués.
Pero no
hay que hacerse ilusiones. Se trataría
de una situación compleja, inestable, fugaz y transitoria, en la que la
lucha de clases se agudizaría enormemente ya que la burguesía trataría, por
todos los medios, de ponerle fin y de derrocar al poder revolucionario
emergente [5].
Esta sería
una estrategia basada en la “guerra de posiciones” que, inicialmente, trataría
de evitar la confrontación directa con el aparato represivo de la burguesía,
hasta que las fuerzas revolucionarias dispusiesen de los medios adecuados de
autodefensa y hubiesen logrado consolidar esa “posición avanzada” desde la que
poder hacer frente a sus intentos contrarrevolucionarios.
En
cualquier caso, con esta estrategia se trataría de lograr la legitimación suficiente (tanto en el
plano nacional como en el internacional) para contrarrestar, en la medida de lo
posible, las maniobras de la burguesía y de sus aliados externos (el imperialismo
europeo y norteamericano).
La
combinación de la movilización y organización de las masas trabajadoras, con la
legitimidad democrático-burguesa que se hubiese logrado por medio de la
obtención de una mayoría parlamentaria, permitiría impulsar más a fondo el
avance hacia el socialismo. Hay que aclarar que el logro de esa legitimidad
democrático-burguesa no sería imprescindible, aunque sí conveniente y deseable.
¿Supondría
esto que estaríamos cayendo en las posiciones reformistas y revisionistas que
sostienen la posibilidad del paso pacífico al socialismo, en cualquier
circunstancia? Esta es una cuestión que ya ha sido suficientemente debatida en
el seno del Movimiento Comunista Internacional [6]. Y nosotros no estamos de
acuerdo con dicha postura. De hecho, lo más probable es que en un momento
determinado del proceso revolucionario, la clase obrera y el PTV deban hacer
frente a la violencia armada de la burguesía.
Sobre
esta cuestión, decía Marx:
“Si, por
ejemplo, en Inglaterra o en Estados Unidos la clase obrera ganara una mayoría
en el Parlamento o en el Congreso, podría legalmente poner un fin a las leyes e
instituciones que se interponen en el camino de su desarrollo, en la medida en
que dichas leyes e instituciones han sido establecidas por los desarrollos
anteriores de la sociedad. Sin embargo, este movimiento “pacífico” podría
transformarse en violento a causa de la rebelión de aquellos cuyos intereses
eran inseparables del viejo orden. Si fueran aplastados por la fuerza (como en la Guerra Civil
Norteamericana o en la
Revolución Francesa), lo sería como rebeldes contra el poder
“legal” [7].
Lo cual nos lleva a considerar que, en
determinadas condiciones, aunque el enfrentamiento violento entre las masas
trabajadoras y la burguesía se haga inevitable, el hecho de que las fuerzas
revolucionarias se encuentren “arropadas” por la legalidad democrático-burguesa
y no al revés, daría una mayor legitimidad a la lucha por el socialismo pues el empleo de la violencia
revolucionaria sería, ante todo, una cuestión de defensa propia
[8].
11.-
¿Cómo definiríamos la “vía vasca al socialismo”?
El trabajo de los comunistas entre la clase obrera y el
pueblo trabajador, tendría como finalidad lograr que el objetivo del socialismo
fuese visto por la gran mayoría de las masas, como un proyecto revolucionario atractivo e ilusionante. Sólo si lo consiguiésemos podríamos avanzar en la
línea que hemos descrito más arriba. En cuanto a cómo definiríamos, brevemente,
esta estrategia, podríamos denominarla como una vía democrática-revolucionaria al socialismo.
NOTAS
1.- Dos excepciones serían las de
Yugoslavia y Albania.
2.- Esta es una cuestión que
estamos estudiando con detenimiento, pues a lo largo de su trayectoria, la
revolución cubana ha experimentado diversos cambios de orientación que obligan
a considerarlos de manera independiente y también como aspectos del proceso
general. Es decir, a profundizar en la relación dialéctica de lo particular
(cada uno de los periodos y su contexto histórico-concreto) con lo general (el
propio proceso en su desarrollo).
3.- V. I. Lenin. “La enfermedad
infantil del “izquierdismo” en el comunismo”. O.E. Tomo 3. Pág. 412. Ediciones
Progreso. Moscú, 1970.
4.- Ver “Nuestros objetivos tácticos” (SUGARRA 4-11-2014).
5.- Idem.
6.-
Sobre esta cuestión, ver: “Polémica
acerca de la línea general del MCI. Anexo
número 1. Reseña de opiniones sobre el problema de la
transición pacífica (10 de noviembre de 1957)” Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1965. Págs.
111 a
114. Publicado por SUGARRA en la sección: Otros documentos marxistas.
7.- Citado por Stanley Moore en “Crítica de la
democracia capitalista”. Págs. 111 y 112. Siglo XXI Editores. Madrid, 1974.
8.- Ver: “Polémica acerca de la línea general del
MCI. Anexo número 1. Reseña de
opiniones sobre el problema de la transición pacífica (10
de noviembre de 1957)”. Aptdos. 1 y 1.1.