martes, 16 de febrero de 2016

CÓMO AVANZAR HACIA EL SOCIALISMO EN LAS CONDICIONES CONCRETAS DEL CAPITALISMO DESARROLLADO



10.- ¿Cómo avanzar hacia el socialismo en las condiciones concretas del capitalismo desarrollado, en un Estado imperialista, en el mismo corazón de la UE?

La experiencia histórica del movimiento revolucionario nos enseña que las revoluciones más paradigmáticas, como fueron la revolución rusa de Octubre de 1917 y la revolución china, se produjeron a través de un proceso de enfrentamiento armado con el aparato militar de la clase dominante. Sin embargo, el desarrollo concreto de cada uno de estos procesos fue muy diferente al otro.

En el caso de Rusia, la toma del poder por los trabajadores fue cuestión de unos pocos días, pero después tuvieron que afrontar una cruenta guerra de tres años (1918-21) para asentar el poder soviético y defender la revolución frente a la agresión imperialista internacional. En lo que respecta a China, el proceso fue más prolongado y se dividió en varios periodos: a) 1ª guerra civil revolucionaria (1926-1928), b) 2ª guerra civil revolucionaria (1928-1937), c) guerra de resistencia frente a Japón (1937-1945) y d) 3ª guerra civil revolucionaria (1045-1949).

También podríamos hablar de la lucha de liberación nacional en Vietnam (revolución vietnamita), o de las luchas contra el nazi-fascismo en los países de Europa central y los Balcanes, así como su posterior evolución hacia la instauración de regímenes democrático-populares, la mayoría de ellos con el apoyo del ejército soviético [1]. Igualmente podríamos citar a la revolución cubana que, aunque inicialmente tuvo un carácter democrático y antiimperialista, pocos años después proclamaría su carácter socialista [2]. En todos estos casos, los cambios revolucionarios también se produjeron por medio de un enfrentamiento armado.

Es por ello que la teoría marxista siempre ha considerado que el paso al socialismo tendrá lugar de forma violenta, debido a que la burguesía no renunciará a emplear ninguno de los medios a su alcance para aplastar al movimiento revolucionario,  impedir su triunfo y seguir detentando el poder. Y, en caso de que la clase obrera y el pueblo llegasen a tomar el poder, incluso por medios pacíficos, tampoco renunciarán al empleo de cualquier medio con el fin de derrocarlos (el aislamiento internacional, el bloqueo económico, el sabotaje, el terrorismo, el golpe militar, etc.

Pero, de toda la experiencia histórica, debemos extraer enseñanzas. ¿Podemos concluir entonces que la lucha por el socialismo deba seguir, en cualquier momento y lugar, unas mismas y únicas pautas? ¿Qué deba ajustarse a unos modelos determinados de desarrollo? En nuestra opinión, nada estaría más lejos de la realidad.

En cualquier caso, de lo que sí podemos estar seguros-as desde ahora es que la burguesía y el imperialismo no van a renunciar al poder pacíficamente y que tratarán de aplastar al movimiento revolucionario empleando la fuerza, incluso a pesar de que éste pudiera llegar al gobierno de forma democrática, tras un triunfo electoral. Es por ello que, en última instancia, el pueblo trabajador se verá obligado a defender sus conquistas por todos los medios y, por más que sus deseos sean los de llegar  pacíficamente al socialismo, lo más probable es que finalmente se vea abocado al uso de la violencia, como la historia nos lo ha demostrado hasta ahora.

A continuación, vamos a realizar una rápida comparación del contexto en el que tuvieron lugar las dos revoluciones más paradigmáticas, la rusa y la china, y del tipo de sociedades en que se produjeron, con el contexto en que se sitúa Euskal Herria y de los principales rasgos de la sociedad y la economía vascas.

En primer lugar, hemos de tener en cuenta el contexto en el que se produjeron las distintas revoluciones. Tanto la rusa como la china, tuvieron lugar en el contexto de una guerra mundial imperialista. En el caso de la rusa, fue en la Primera Guerra Mundial (PGM); y en el de la china, parte de su desarrollo también tuvo lugar en el marco de la Segunda Guerra Mundial (SGM).

Por otra parte, los procesos de transición al socialismo que tuvieron lugar en los países de Europa central y de los Balcanes, también se desarrollaron en el marco de la SGM, como hemos indicado más arriba. Y, en el caso de la revolución vietnamita, además del contenido anti-imperialista y de liberación nacional, también tuvo una parte del proceso que se desarrolló durante la SGM, el periodo en el que la lucha fue dirigida contra el imperialismo japonés. Únicamente quedaría, como un caso peculiar, el de la revolución cubana, que en su origen no tuvo un carácter socialista.

Es evidente que ambos conflictos mundiales, al exacerbar al máximo las contradicciones sociales de todo tipo, contribuyeron en gran medida a la creación de condiciones revolucionarias en varios países de Europa y de Asia. Y, aunque actualmente no nos encontremos en una situación similar, tampoco debemos descartarla en un futuro no muy lejano. De hecho, la creciente agudización de las contradicciones inter-imperialistas parece apuntar en esa dirección.

Sin embargo, aunque el grado de probabilidad de que estalle una nueva conflagración mundial es relativamente alto, teniendo en cuenta la evolución de la situación internacional, hay que decir que tampoco es inevitable. Pero el riesgo existe y es elevado. Por ello, debemos contemplarlo de cara a la elaboración de una estrategia revolucionaria, tanto a nivel de Euskal Herria como del Estado español.

En segundo lugar, si comparamos sus condiciones geográficas, económicas, demográficas, sociales, políticas, etc., con las que existen en Euskal Herria, veremos que son muy distintas. Así, mientras que Rusia y China eran países de enormes dimensiones (la primera tenía aproximadamente 22.5 millones de Km2, y la segunda unos 9,5) y eminentemente rurales, el Sur de Euskal Herria (la CAV más Nafarroa) sólo tiene 17.655 Km2, y la mayoría de su población está concentrada en las zonas urbanas.

Mientras en las primeras, el nivel de instrucción, en la época revolucionaria, era muy bajo, con un alto índice de analfabetismo; en Hego Euskal Herria, el nivel de instrucción medio de la población es bastante más elevado, con un alto porcentaje de estudios universitarios. 

Mientras que en Rusia y China, la clase obrera era muy reducida (aunque en la primera estaba concentrada en unas pocas ciudades); en Hegoalde, la clase trabajadora es la más numerosa de la estructura social vasca. Por último, mientras en aquellos países la burguesía estaba poco desarrollada y era débil; en el Sur de Euskal Herria, la pequeña y media burguesía son unas clases relativamente numerosas.

Por otra parte también hay que tener en cuenta que, a diferencia de Rusia y China, en las que los sectores sociales intermedios (salvo en el caso de la burocracia zarista) tenían una importancia relativa bastante escasa; en Hegoalde, los directivos y cuadros, los profesionales y técnicos, así como los funcionarios y trabajadores de las administraciones públicas, tienen un peso importante.

Por último, también hay que tener en cuenta que mientras en Rusia y China hubo una muy débil tradición parlamentaria, democrático-burguesa, en el caso de Euskal Herria, tanto en Iparralde como en Hegoalde, dicha tradición es bastante más prolongada. Si nos circunscribimos únicamente al Sur de Euskal Herria, tenemos el breve periodo de la Segunda República y, posteriormente, tras el final de la dictadura franquista, otro periodo de aproximadamente 40 años. 

En otro orden de cosas, también hay que resaltar que el Estado español, bajo cuya administración se encuentra actualmente el Sur de Euskal Herria, es miembro de la UE y también de la OTAN, la alianza militar capitaneada por el imperialismo norteamericano, lo que aumenta considerablemente las probabilidades de bloqueo económico y/o de intervención militar imperialista, contra un proceso revolucionario vasco. Todo lo cual  contribuye a diferenciar aún más la realidad vasca respecto a las condiciones que se daban en los  países que hemos tomado como ejemplo para la comparación.

Por tanto, podemos decir que el proceso revolucionario vasco no puede ser una mera copia de otros procesos anteriores, aunque debamos aprender de todas las experiencias pasadas. Sin duda alguna, nuestro proceso revolucionario (tanto si se desarrollase de forma independiente o como parte autónoma de un proceso más amplio) tendrá unas particularidades diferenciadas, como consecuencia de los rasgos específicos de nuestra realidad social, económica y política, así como de la época histórica y el contexto internacional en el que nos ha tocado vivir. En nuestra opinión, esa peculiaridad diferencial de nuestro proceso revolucionario, se manifestará en los siguientes aspectos:

1.- Requerirá una intensiva acumulación de fuerzas, tanto cuantitativa como cualitativa. Esto supone que, en el caso concreto de Euskal Herria, será necesario ganar previamente para la causa revolucionaria a un amplio sector de la clase obrera y el pueblo trabajador vasco.

Indudablemente, esta no es una tarea fácil de desarrollar, sobre todo si se trata de que ese apoyo tenga un carácter activo y consciente. Además, una acumulación de fuerzas basada únicamente en los sectores más avanzados o intermedios de las masas, resultaría insuficiente a todas luces, dada la magnitud del cambio social que habría que impulsar. Por ello, también debemos contemplar la posibilidad de lograr, al menos, una “neutralidad benévola” (una actitud tolerante, de aquiescencia) por parte de la gran mayoría del pueblo trabajador. Lenin, ya planteó esta cuestión de la siguiente manera:

La vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el triunfo. Pero de esto al triunfo dista todavía un buen trecho. Con la vanguardia sola es imposible triunfar. Lanzar sola a la vanguardia a la batalla decisiva, cuando toda la clase, cuando las grandes masas no han adoptado aún una posición de apoyo directo a esta vanguardia o, al menos, de neutralidad benévola con respecto a ella y no son incapaces por completo de apoyar al adversario, sería no sólo una estupidez, sino, además, un crimen. Y para que realmente toda la clase, para que realmente las grandes masas de los trabajadores y de los oprimidos por el capital lleguen a ocupar esa posición, la propaganda y la agitación, por sí solas, son insuficientes. Para ello se precisa la propia experiencia política de las masas.” [3].

2.- Exigirá el empleo de una nueva estrategia revolucionaria.  Frente a los dos “modelos” que, desde un punto de vista teórico, se suelen considerar, el “modelo de Octubre” (insurreccional), o el “modelo chino” (guerra popular prolongada); desde SUGARRA planteamos que no hay modelos a los que debamos seguir miméticamente. Desde nuestro punto de vista, la estrategia revolucionaria a seguir en Euskal Herria sería una estrategia distinta de la “tradicional”.

No obstante, teniendo en cuenta que vivimos en un país capitalista desarrollado (imperialista), también es preciso reconocer que habrá algunos aspectos propios de uno u otro modelo que habremos de recoger, adecuándolos a nuestras condiciones histórico-concretas.

Se trataría de una estrategia a desarrollar en una doble dirección o, dicho de otra manera, una estrategia de dos vías, aunque con un único objetivo, la toma del poder político por la clase obrera y el pueblo trabajador. ¿En qué consistiría? Pues bien, por una parte, empleando los mecanismos de la democracia parlamentaria burguesa, se trataría de lograr una mayoría electoral a favor de un cambio económico, social y político que, sin ser un cambio revolucionario, constituiría una posición avanzada en la lucha por el socialismo [4].

Por otra, se trataría de construir un poder revolucionario, embrionario, al margen y en contra del poder de la burguesía, apoyado en aquella parte del Estado burgués que se hubiese llegado a controlar, aunque sin depender de él, creando así una situación de doble poder. Si esto se lograse, estaríamos ante un nuevo escenario de lucha de clases. En esta situación se podría extender la lucha de clases a todos los aparatos y órganos del Estado burgués.

Pero no hay que hacerse ilusiones. Se trataría de una situación compleja, inestable, fugaz y transitoria, en la que la lucha de clases se agudizaría enormemente ya que la burguesía trataría, por todos los medios, de ponerle fin y de derrocar al poder revolucionario emergente [5].

Esta sería una estrategia basada en la “guerra de posiciones” que, inicialmente, trataría de evitar la confrontación directa con el aparato represivo de la burguesía, hasta que las fuerzas revolucionarias dispusiesen de los medios adecuados de autodefensa y hubiesen logrado consolidar esa “posición avanzada” desde la que poder hacer frente a sus intentos contrarrevolucionarios.

En cualquier caso, con esta estrategia se trataría de lograr la legitimación suficiente (tanto en el plano nacional como en el internacional) para contrarrestar, en la medida de lo posible, las maniobras de la burguesía y de sus aliados externos (el imperialismo europeo y norteamericano).

La combinación de la movilización y organización de las masas trabajadoras, con la legitimidad democrático-burguesa que se hubiese logrado por medio de la obtención de una mayoría parlamentaria, permitiría impulsar más a fondo el avance hacia el socialismo. Hay que aclarar que el logro de esa legitimidad democrático-burguesa no sería imprescindible, aunque sí conveniente y deseable.

¿Supondría esto que estaríamos cayendo en las posiciones reformistas y revisionistas que sostienen la posibilidad del paso pacífico al socialismo, en cualquier circunstancia? Esta es una cuestión que ya ha sido suficientemente debatida en el seno del Movimiento Comunista Internacional [6]. Y nosotros no estamos de acuerdo con dicha postura. De hecho, lo más probable es que en un momento determinado del proceso revolucionario, la clase obrera y el PTV deban hacer frente a la violencia armada de la burguesía.

Sobre esta cuestión, decía Marx:

“Si, por ejemplo, en Inglaterra o en Estados Unidos la clase obrera ganara una mayoría en el Parlamento o en el Congreso, podría legalmente poner un fin a las leyes e instituciones que se interponen en el camino de su desarrollo, en la medida en que dichas leyes e instituciones han sido establecidas por los desarrollos anteriores de la sociedad. Sin embargo, este movimiento “pacífico” podría transformarse en violento a causa de la rebelión de aquellos cuyos intereses eran inseparables del viejo orden. Si fueran aplastados por la fuerza (como en la Guerra Civil Norteamericana o en la Revolución Francesa), lo sería como rebeldes contra el poder “legal” [7].

Lo cual nos lleva a considerar que, en determinadas condiciones, aunque el enfrentamiento violento entre las masas trabajadoras y la burguesía se haga inevitable, el hecho de que las fuerzas revolucionarias se encuentren “arropadas” por la legalidad democrático-burguesa y no al revés, daría una mayor legitimidad a la lucha por el socialismo pues el empleo de la violencia revolucionaria sería, ante todo, una cuestión de defensa propia [8].

11.- ¿Cómo definiríamos la “vía vasca al socialismo”?

El trabajo de los comunistas entre la clase obrera y el pueblo trabajador, tendría como finalidad lograr que el objetivo del socialismo fuese visto por la gran mayoría de las masas, como un proyecto revolucionario atractivo e ilusionante. Sólo si lo consiguiésemos podríamos avanzar en la línea que hemos descrito más arriba. En cuanto a cómo definiríamos, brevemente, esta estrategia, podríamos denominarla como una vía democrática-revolucionaria al socialismo.


NOTAS

1.- Dos excepciones serían las de Yugoslavia y Albania.

2.- Esta es una cuestión que estamos estudiando con detenimiento, pues a lo largo de su trayectoria, la revolución cubana ha experimentado diversos cambios de orientación que obligan a considerarlos de manera independiente y también como aspectos del proceso general. Es decir, a profundizar en la relación dialéctica de lo particular (cada uno de los periodos y su contexto histórico-concreto) con lo general (el propio proceso en su desarrollo).

3.- V. I. Lenin. “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”. O.E. Tomo 3. Pág. 412. Ediciones Progreso. Moscú, 1970.

4.- Ver “Nuestros objetivos tácticos” (SUGARRA 4-11-2014).

5.- Idem.

6.- Sobre esta cuestión, ver: “Polémica acerca de la línea general del MCI. Anexo número 1. Reseña de opiniones sobre el problema de la transición pacífica (10 de noviembre de 1957)” Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1965. Págs. 111 a 114. Publicado por SUGARRA en la sección: Otros documentos marxistas.

7.- Citado por Stanley Moore en “Crítica de la democracia capitalista”. Págs. 111 y 112. Siglo XXI Editores. Madrid, 1974.

8.- Ver: “Polémica acerca de la línea general del MCI. Anexo número 1. Reseña de opiniones sobre el problema de la transición pacífica (10 de noviembre de 1957)”. Aptdos. 1 y 1.1.