Hoy retomamos una reflexión, que ya iniciamos hace varios
meses, sobre algunas cuestiones ideológicas y políticas que consideramos de
gran interés para que la izquierda abertzale pueda llegar a superar su desorientación
actual así como su falta de perspectiva estratégica y le permita recuperar su
capacidad combativa y la del conjunto del movimiento popular vasco.
7.- Sobre el
“modelo” de socialismo para Euskal Herria
Hace mucho tiempo que la izquierda abertzale viene
defendiendo la consigna de independentzia
eta sozialismoa! Sin embargo, cuando se trata de concretar en que se
plasmaría ésta, sólo suele precisar la primera parte de dicha consigna. Así,
mientras que el término independentzia
se concreta en la exigencia de la creación de un Estado vasco, el término sozialismoa se emplea de manera
totalmente ambigüa y oscura, sin responder a ningún concepto concreto.
De ahí que unas veces se identifique deliberadamente el
término “socialismo” con el de un Estado del bienestar, haciendo mención
expresa del “modelo” escandinavo o nórdico, es decir comparándolo con el
sistema existente en Dinamarca, Finlandia, Noruega y/o Suecia. De esta manera,
se pretende oponer al “modelo” socioeconómico neo-liberal, otro de corte
neokeynesiano, aunque igualmente capitalista.
El “socialismo de
mercado” chino
También hay quienes se han visto deslumbrados por el rápido
ritmo de crecimiento económico logrado en los pasados años por China, a la que
siguen considerando un país socialista, por el mero hecho de que una parte de
las empresas (aunque cada vez menor) siga siendo todavía de titularidad
pública.
Quienes toman a China como modelo, parecen ignorar lo que
realmente representa el llamado “socialismo de mercado” chino. No se han
percatado de que ya a mediados de la década de los 90, en aquel país, se habían
establecido las condiciones fundamentales de una economía capitalista: 1) se
había definido como objetivo esencial de la economía la obtención del máximo
beneficio; 2) China se había integrado plenamente en la economía capitalista
mundial, y se esforzaba por ser aceptada como Estado miembro de la OMC (lo que, al fin, logró el
11 de diciembre de 2001, tras 15 años de negociaciones); 3) en el proceso de
industrialización acelerada que se desarrolló en aquel país desde 1980, cientos
de millones de campesinos fueron desplazados desde el campo a las zonas
urbanas, como consecuencia del proceso de liquidación de las comunas y de
mercantilización de la tierra; y 4) la progresiva privatización de la economía,
pronto se trasladó a las zonas urbanas, tanto en lo que se refiere a gran parte
de las antiguas empresas estatales como a la propiedad inmobiliaria. ¡Un buen
modelo de “socialismo” para Euskal Herria!
El “socialismo del
siglo XXI”
Por otra parte, otro de los “modelos” que causa furor
entre la izquierda abertzale, es el del llamado “socialismo del siglo XXI”, cuyos
principales exponentes son los regímenes de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Los gobiernos de algunos de estos
países, como Ecuador y Bolivia, marcan distancias con respecto al marxismo y el
comunismo. La excepción es Venezuela, sobre todo en la época del presidente
Hugo Chávez, cuya ideología era una mezcla de marxismo y nacionalismo bolivariano.
Sin embargo, tanto Rafael Correa como Evo Morales evitan hablar de la división
de la sociedad en clases y, por tanto, de la lucha de clases, oponiendo a estos
conceptos, los de “revolución ciudadana” contra una oligarquía de partidos
corrupta, en el caso de Rafael Correa, y de las comunidades indígenas andinas,
culturalmente oprimidas, contra una oligarquía “europea”, en el de Evo Morales.
En los tres países se ha adoptado
una economía mixta y se desarrolla una actividad política institucional que, en
general, sigue unas “reglas del juego” similares a las existentes en cualquier
Estado capitalista liberal. Por otra parte, la práctica política de los
partidos que defienden el “socialismo del siglo XXI” es muy similar a la que
desarrollaron los partidos socialdemócratas europeos en el periodo que va
desde finales de la década de 1940 hasta
mediados de los 70.
Venezuela
El caso del régimen venezolano
puede constituir, en cierto modo, una excepción. En algunas empresas públicas
se ha implantado un sistema de gestión que ha sido más avanzado que el que se
implantó en Alemania (cogestión) promovido por los socialdemócratas. Sin
embargo, las reformas llevadas a cabo en la agricultura han sido excesivamente
tímidas y aunque se haya distribuido algunas tierras entre los campesinos, no
se les ha facilitado el apoyo necesario en cuanto a desarrollo de
infraestructuras, créditos, etc. Por otra parte, aunque en su momento se
efectuaron algunas nacionalizaciones de empresas, sobre todo en el sector petrolero, se han creado
numerosas empresas conjuntas con China, Rusia, Irán y la UE. Solamente se ha
reducido la presencia de multinacionales norteamericanas.
Por otra parte, también es un
importante aspecto negativo la excesiva dependencia de la exportación
petrolífera, gran parte de la cual se ha estado dirigiendo a EEUU. Si tenemos
en cuenta la caída del precio del barril de petróleo en los últimos años, nos
daremos cuenta de las graves repercusiones que está teniendo sobre la economía
venezolana.
Además, una parte importante de
los sectores estratégicos de la economía continúa en manos privadas y entre los
trabajadores del sector público y el privado existen unas fuertes
desigualdades. Teniendo en cuenta todos estos aspectos, difícilmente se puede
considerar a Venezuela como un país socialista y como un modelo para Euskal
Herria.
Ecuador
En cuanto a Ecuador, las empresas
multinacionales controlan la mayor parte de los sectores exportadores
(alrededor del 57% del petróleo). Al mismo tiempo, el gobierno reprime las
protestas y reivindicaciones de las comunidades indígenas amazónicas y andinas
que viven en las zonas que han sido asignadas a las multinacionales para la
explotación de yacimientos mineros.
Rafael Correa se ha enfrentado con la burguesía agroexportadora
de la costa, centrada en Guayaquil, mientras que por otra parte apoya y
subvenciona a los capitalistas de Quito (zona andina). Su retórica “antioligarquíca”
no es verdaderamente un discurso anticapitalista. La popularidad y el respaldo
electoral que ha logrado Correa se basa principalmente en concesiones a corto
plazo, en forma de aumentos salariales y créditos a la pequeña empresa.
Bolivia
Respecto al “socialismo” boliviano
hay que destacar el peso de las inversiones de las multinacionales en el sector
minero. Cerca de un centenar de empresas transnacionales explotan actualmente
los recursos mineros y energéticos bolivianos, en base a los bajos salarios y
las escasas regulaciones en materia medioambiental.
Los gobiernos de Evo Morales han
dado todo tipo de facilidades a las inversiones extranjeras en el sector minero
y, por otra parte, han venido subvencionando y concediendo préstamos a bajo
interés al sector agroindustrial, a pesar de los vínculos que este sector de la
burguesía mantiene con grupos de la extrema derecha boliviana.
Actualmente, un centenar de las
familias más ricas de Santa Cruz poseen más del 80% de las tierras más
fértiles, mientras que el 80% de los campesinos y los indígenas se encuentran por
debajo del umbral de la pobreza. La propiedad de las minas, el comercio (tanto
mayorista como minorista) y la banca, continúan en manos de un sector de la
burguesía que, además, está cada vez más vinculada a las grandes
multinacionales.
El gobierno de Evo Morales está
más preocupado por el incremento de la productividad, el aumento de las
exportaciones y de los ingresos del Estado que por la situación de los
campesinos pobres. El gobierno boliviano se ha opuesto a las ocupaciones de
tierras y se ha negado a expropiar las tierras no cultivadas o escasamente
productivas. Sin embargo, ha procurado aparentar su apoyo a los campesinos
pobres, promoviendo todo tipo de fiestas y danzas indígenas.
En fin, ha tratado de desviar la
atención y acallar las críticas por las promesas incumplidas de realizar la
reforma agraria, instalando a los campesinos sin tierra en algunas tierras
públicas en áreas tropicales, desplazando a los indígenas del altiplano a otras
tierras insalubres, sin viviendas, ni herramientas, ni semillas ni
fertilizantes, ni la adecuada preparación de la tierra para los cultivos.
Puede decirse que, en general, el
llamado “socialismo del siglo XXI” no tiene nada que ver con el concepto
marxista del mismo. Abandona la lucha de clases y la sustituye por el
productivismo desarrollista. Como mucho, pueden observarse en él algunos rasgos
progresistas que no van más allá de lo que fue la socialdemocracia europea en
las décadas que siguieron al final de la Segunda Guerra
Mundial.
También hay que reconocer que el
“socialismo del siglo XXI” mantiene una contradictoria (vacilante, tímida e
inconsecuente) actitud antiimperialista. Por ello, aunque debamos considerar
estos últimos aspectos de forma positiva tampoco tienen la suficiente entidad
como para que consideremos que éste pueda ser un “modelo” válido de socialismo
para Euskal Herria.