El pasado 13 de noviembre, tuvieron lugar en París una serie de
atentados que provocaron la muerte de unas 130 personas y más de 300 heridos.
Este ha sido un acto de violencia
extrema dirigido contra una población civil indefensa con el fin de infundirle
terror y lograr que se avenga a los planes de quienes lo han llevado a cabo. En
definitiva, este ha sido un acto puro y descarnado de terrorismo. Sus
ejecutantes, quienes lo han reivindicado, han sido los miembros del ISIS
(Estado Islámico), también llamado Daesh.
Desde esta modesta tribuna, antes de nada, queremos manifestar
nuestra más profunda repulsa y al mismo tiempo expresar nuestro pesar por todas
las víctimas y nuestras condolencias a todas sus familias y amigos y, en
general, a las clases populares francesas.
Es cierto, como se ha difundido por la red, que una vida
francesa no es más válida que la de un niño palestino, o que la de un habitante
de Mali. Pero, desde un punto de vista emotivo, también es comprensible que
cuanto más cerca se desarrolla un trágico acontecimiento, más nos puede afectar
psicológicamente. Después de esto, convendría que nos hiciéramos algunas
preguntas:
1.- ¿A quién
beneficia la masacre de París?
En primer lugar, a quienes la han
llevado a cabo, pues ha tenido una repercusión propagandística mundial para el
grupo yihadista.
En segundo lugar, con el pretexto de
la “seguridad”, ha servido para justificar un profundo recorte de las
libertades y derechos democrático-burgueses (estado de emergencia, registros y
detenciones arbitrarias, control de las comunicaciones, prohibición de
manifestaciones ya convocadas, reforzamiento de los cuerpos represivos,
justificación de planes de internamiento para jóvenes “radicalizados”, etc.).
Todo lo cual, no viene sino a confirmar lo que ya dijera Lenin:
“La superestructura
política de la nueva economía del capitalismo monopolista (el imperialismo es
el capitalismo monopolista) implica el viraje de la democracia a la reacción
política. La democracia corresponde a la libre competencia. La reacción
política corresponde al monopolio.
…Tanto en la
política exterior como en la interior, el imperialismo tiende por igual a
violar la democracia, tiende a la reacción” [1].
En definitiva, los
atentados de París han favorecido el reforzamiento de la capacidad represiva
del Estado burgués francés y, por extensión, del resto de los Estados
capitalistas de la UE.
Y esto ocurre cuando todavía no ha finalizado la crisis
económica capitalista que se inició hace ya cerca de ocho años y que está
teniendo repercusiones mundiales. Una
situación que, de seguir prolongándose, y todo parece indicar que así será,
podría dar lugar a fuertes estallidos sociales.
En tercer lugar, unos claros
beneficiarios de la situación creada tras los atentados de París son los
grandes capitalistas, propietarios de las empresas de seguridad, de fabricación
de elementos de control electrónico, telefónico, etc., así como (¡no faltaría
más!) las de fabricación de todo tipo de armamento. De hecho, los gastos en control
y en defensa, ya han comenzado a disparase.
2.- Pero, ¿qué es el
ISIS?
El ISIS, Estado Islámico o Daesh (tal como es llamado, despectivamente,
por los propios árabes) es un grupo terrorista, de ideología religiosa
fundamentalista wahabita, que controla un amplio territorio de una superficie
entre 56.000 y 90.000 Km2 situado entre Irak y Siria, en el que habitan entre 6
y 8 millones de personas. Entre las ciudades más importantes que actualmente se encuentran
en manos del Daesh, se encuentran: Mosul (1.500.000 h.), Faluya (326.000 h.) y
Tal Afar (200.000 h.) en Irak; Raqqa (220.000 h.) en Siria, etc. El Daesh
controla zonas situadas en la parte media-alta de los ríos Tigris y Eufrates,
con lo que puede disponer de importantes recursos hídricos. Así mismo, dispone
de importantes yacimientos de petróleo y gas en la zona que actualmente
controla en Irak.
El Daesh ha proclamado el “califato” en todo ese territorio, y
pretende extenderlo por toda la región que comprende los actuales Estados de
Irak, Siria, Líbano y Jordania, aunque también reivindica la península Ibérica
y Grecia, Rumanía, Bulgaria y Austria. El tipo de Estado que pretende implantar
el ISIS es de tipo teocrático-feudal,
muy similar al que actualmente existe en Arabia Saudita.
Muchos de los analistas políticos afirman que el origen del Daesh
hay que buscarlo en Al-Qaeda, de la que al parecer procede por escisión. A su
vez, esta organización surgió del movimiento de los muyahidines, creado a
mediados de la década de 1980 en Afganistán para combatir a los rusos.
Según dichos analistas, los promotores e impulsores del
movimiento de los muyahidines, que llegó a contar con más de 50.000
combatientes, habrían sido los servicios secretos estadounidenses (la CIA), los británicos (el MI6),
los paquistaníes (el ISI) y los saudíes (el Mukhabarat). De este movimiento
surgió Al Qaeda, que fue creada en 1988 por el saudí Osama Bin Laden. Como dice
el aserto “el aprendiz de brujo desata fuerzas que luego no puede controlar”. Y
eso, según parece, fue lo que ocurrió.
Años más tarde, tras la invasión de Irak por el ejército
norteamericano (2003), se produjo la descomposición de las estructuras civiles
y militares del Estado irakí, al ser disueltas la burocracia administrativa, la
policía, el ejército y lo servicios de inteligencia. De esta forma quedaron
fuera de control miles de personas que disponían de información, dinero y
muchas armas; la mayoría de ellas, pertenecientes a la minoría sunita, en la
que se había apoyado Sadam Hussein.
Tras la invasión de Irak, los imperialistas norteamericanos
trataron de apoyarse en las minorías kurda y chiita. De esta forma, en 2006 instalaron
en el poder un gobierno títere, el de Nuri-al-Maliki [2] que llevó a cabo una
política revanchista contra la minoría sunita, encarcelando a muchos de sus
miembros.
Desde marzo de 2003 hasta diciembre de 2011 tuvo lugar una lucha
de liberación contra el imperialismo norteamericano, en la que participaron las
diferentes facciones iraquíes. Pero, a esta lucha se superpuso un enfrentamiento
sectario de carácter político-religioso, entre las distintas minorías que
componen el país. Así, los sunitas, que habían ocupado el poder durante el
periodo de Sadam Hussein y que habían sido desplazados, se enfrentaron a los
kurdos y a los chiítas, siendo el periodo más álgido de ese enfrentamiento el
que va de 2006 a
2007.
En este contexto, entre 2011-2012 tuvieron lugar una serie de
revueltas populares en varios países árabes (Túnez, Egipto, Libia, Siria, etc.)
debidas, por una parte, a los efectos de la crisis económica y por otra a la
falta de libertades democráticas. Unas revueltas en las que jugaron un papel
importante diversos organismos auspiciados por diversos organismos (ONG´s,
observatorios de “derechos humanos”, fundaciones universitarias, etc.) que actuaron como pantallas de la CIA.
En Siria, la represión inicial del movimiento dio paso
rápidamente a un enfrentamiento armado, en el que tanto EEUU como Arabia
Saudita y el resto de satrapías del Golfo Pérsico pasaron a apoyar económica y
militarmente a los grupos opositores, iniciándose una cruenta guerra civil a
partir de 2012. El estallido de esta guerra, encajaba perfectamente en los
planes norteamericanos de crear una situación de inestabilidad política y caos
en toda la zona de Oriente Medio, que justificase su permanente presencia
(directa o indirecta) en la región.
Por otra parte, las contradicciones inter-imperialistas, a nivel
mundial, se estaban agudizando cada vez más y Siria mantenía muy buenas
relaciones con Rusia, que ya entonces disponía de de una base naval en Tartús.
Además, Siria tenía estrechas relaciones con Irán, así como con el movimiento
chiita libanés Hezbolá, enemigos acérrimos de Israel y de Arabia Saudita [3].
Curiosamente, en julio de 2013 se produjo el asalto a dos
prisiones iraquíes de alta seguridad, una de ellas la tristemente célebre de
Abu Ghraib, produciéndose la fuga de cerca de un millar de prisioneros,
fundamentalistas, suníes. Numerosos de ellos, miembros de Al-Qaeda. Según
sostienen algunos analistas, fueron trasladados a Siria, donde se les
proporcionó dinero y armamento, para combatir al gobierno de Bashar al-Asad. Es
a partir de entonces cuando el ISIS cobra fuerza [4], tanto en Irak como en Siria.
También es sintomático que en la zona de Siria en la que
comienza a desarrollarse el Daesh, es al norte de la ciudad de Alepo, la
segunda ciudad siria, donde los servicios secretos turcos (el MIT) actúan
habitualmente, por su proximidad al Kurdistán sirio.
Por último, hay que considerar que aunque el Daesh hubiese
escapado al control de la CIA,
como parece que ocurrió con Al-Qaeda, sus acciones continúan favoreciendo,
objetivamente, al imperialismo norteamericano y a sus aliados en la región de
Oriente Medio. Porque, si no fuese así ¿cómo se explica que nunca haya atacado
a Israel, ni a Arabia Saudita (sólo lo ha hecho a las mezquitas chiitas en
aquel país), o que en el Yemen también ataque a los chiitas, sumándose así a
las fuerzas invasoras saudíes y de los otros Estados del Golfo Pérsico?
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NOTAS
1.- Citado por Stanley Moore en: “Crítica de la democracia
capitalista”. Edit. Siglo XXI. Madrid, 1974. Pág. 117.
2.- Chiita conservador. Miembro del partido islámico DAWA,
anticomunista.
3.- Arabia Saudita, junto a los Emiratos del Golfo Pérsico,
invadió Baréin en marzo de 2011, para aplastar al movimiento democrático en
aquel país, mayoritariamente chiita, y ayudar así a la corrupta monarquía Al
Jalifa que se encontraba en peligro de ser derrocada por las masas populares.
También hay que tener en cuenta que en Baréin se encuentra la base de la Quinta flota de EEUU,
encargada del Golfo Pérsico, Mar Arábigo y costa de África del este.
4.-
Aunque inicialmente surgió como una organización terrorista cercana a Al-Qaeda,
con el nombre de “Organización para el
Monoteísmo y la Yihad”,
para hacer frente a la invasión de Irak (2003), bajo la dirección
de Abu Musab al Zarqaui, tras la muerte de
éste se desarrolló en varias regiones de Irak. Para entonces, Al-Qaeda ya se
había “autonomizado” de sus patrocinadores de la CIA.