miércoles, 18 de noviembre de 2015

QUIÉN DEBE SER EL SUJETO REVOLUCIONARIO



8.- ¿Quién debe ser el sujeto revolucionario, los movimientos sociales, la ciudadanía o el pueblo trabajador?

Los movimientos sociales surgen, generalmente de manera espontánea, para hacer frente a problemáticas específicas, a necesidades concretas, que afectan, de una u otra forma, a determinados sectores de la sociedad (especialmente a las clases populares) o al conjunto de ella. Por tanto, el ámbito de su actuación no tiene un carácter general, sino que siempre es limitado y parcial.

Así, por ejemplo, frente a la creciente uniformización y homogeneización de la sociedad, los fenómenos de aculturación y de desarraigo sociocultural, la discriminación lingüística, la pérdida de nuestra propia identidad nacional; en definitiva, ante las distintas manifestaciones de la situación de opresión nacional-cultural  que sufre nuestro pueblo, surgen colectivos y plataformas de todo tipo que configuran el movimiento cultural-nacional.

Frente a la sistemática destrucción de nuestro entorno natural, la degradación del medio ambiente, y la consiguiente ruptura del equilibrio ecológico, así como a las diversas actuaciones que provocan el agotamiento de los recursos y la escasez alimenticia, al cada día más evidente cambio climático, etc., surge una serie de colectivos que dan lugar al movimiento ecologista.

La toma de conciencia sobre la situación de discriminación que sufren las mujeres en la sociedad vasca, así como de la necesidad de dar una respuesta a la opresión patriarcal y la ideología en la que esta se sustenta, al mismo tiempo que enfrentarse a la creciente violencia machista, dan lugar al desarrollo del movimiento feminista.

La restricción y/o eliminación de derechos y libertades democráticas; el incremento de la represión social y política; las leyes de excepción; el endurecimiento de las condiciones de los presos, que añaden un rigor innecesario al cumplimiento de sus condenas (presos enfermos, dispersión, etc.) y que afectan directamente a su entorno (familia, amigos-as, etc.), están en el origen de diversos  colectivos y plataformas de apoyo a presos-as, pro-amnistía, etc., que configuran un movimiento democrático y anti-represivo.

La cada día más profunda desregulación laboral, la precarización del empleo (salarios de miseria, largas jornadas de trabajo, etc.), el paro, la marginación y exclusión social (situaciones por debajo del umbral de la pobreza, desahucios, etc.); están en el origen de todo tipo de organizaciones, colectivos y plataformas que van desde los sindicatos, al movimiento de parados-as, plataformas anti-desahucios, etc.

La creciente elitización de la Universidad, a causa de la restricción cada vez mayor del acceso a los estudios superiores para el alumnado de las clases populares (debido, fundamentalmente, al encarecimiento de matrículas, la escasez de becas y la necesidad de continuar la formación académica vía privada una vez acabado el grado); el alto coste de los libros, del transporte, etc.; los planes de estudio hechos de acuerdo con las necesidades de las grandes empresas (la llamada “relación universidad empresa”) pero sin tener en cuenta las necesidades sociales reales, unos planes de los que se van reduciendo y/o eliminando las materias consideradas “poco prácticas” (historia, filosofía, etc.); son algunos de los problemas que favorecen el desarrollo del movimiento estudiantil

La privatización de una serie de servicios públicos básicos, mediante las prácticas de “externalización”, en ámbitos como la sanidad, la enseñanza, los transportes, la limpieza, etc., todo lo cual ha dado lugar a la aparición de diversos tipos de colectivos y plataformas en defensa de los servicios públicos.

En las ciudades y zonas urbanas, y recordemos que Euskal Herria es una nación eminentemente urbana, se dan los fenómenos de migración y gentrificación. Simultáneamente con ellos, y en una estrecha relación dialéctica de interdependencia, la especulación del suelo y el desarrollo del capital inmobiliario, así como la falta y/o deficiencia de infraestructuras urbanas: viviendas sociales, centros de salud, escuelas, transporte público, guarderías, parques, saneamientos, residencias de ancianos, etc. Todos estos factores se sitúan entre las causas que dan origen al movimiento ciudadano.

Por su parte, los y las jóvenes se organizan en base a sus problemas específicos: enseñanza, trabajo, vivienda, sexualidad, ocio, participación política, actividades culturales, etc., dando origen a colectivos muy variados que configuran el movimiento juvenil.  

Para terminar, nos referiremos a la situación concreta de la agricultura y ganadería vascas; a los problemas que debe afrontar como consecuencia del desarrollo de la agroindustria, de la existencia de monopolios de demanda, de las limitaciones impuestas por la UE; así como de los hábitos de alimentación impuestos por las grandes empresas capitalistas que hacen necesario el plantear un consumo responsable y una soberanía alimentaria. En definitiva, una serie de problemas concretos que contribuyen al desarrollo de sindicatos de agricultores y ganaderos, cooperativas de producción, etc., que configuran el movimiento agrario. 

Como hemos dicho más arriba, todos los movimientos sociales han surgido en torno a problemas específicos y a necesidades concretas. De ahí que cada uno de ellos tenga un ámbito de intervención concreto, limitado y parcial. Pero la realidad es muy compleja y en ella se desarrollan múltiples aspectos que actúan entre sí de forma interdependiente, que se relacionan dialécticamente. Es como si entre unas situaciones (parciales) y otras, hubiese un “hilo conductor”, un nexo de unión. Y ese nexo de unión es que todos estos problemas son manifestaciones concretas, en distintos ámbitos, de la acción irracional del capitalismo, de las contradicciones que este genera.

Y es que el modo de producción capitalista, en su actual estadio de desarrollo, la “globalización” (basada en la transnacionalización del capital, la generalización del mercado, la hegemonía de las empresas multinacionales y la incorporación de las nuevas tecnologías al proceso productivo, así como en la aplicación de políticas económicas neoliberales) ha exacerbado enormemente las contradicciones y antagonismos de todo tipo, afectando a todos los ámbitos de la vida social, económica, política y cultural de la humanidad. Y esto ocurre tanto en los países atrasados (comúnmente denominados como “tercer mundo”) como en los países capitalistas desarrollados, entre los que se encuentra Euskal Herria.

En su incesante y frenética búsqueda del beneficio, el capitalismo no ha reparado nunca en los costes sociales, económicos y ecológicos de su acción. El capitalismo, para preservar su mercado y garantizar la máxima obtención de beneficios, nunca ha sentido el menor respeto por la vida, por la diversidad biológica y cultural. Así, nunca le ha importado destruir o desestructurar cualquier tipo de comunidad humana.  

El capitalismo, en su actuación irracional, sometido únicamente a las ciegas “leyes del mercado”, ha generado paro, hambre y miseria, analfabetismo, todo tipo de desigualdades (por razón de edad, de sexo, de raza, de religión, etc.); así como de marginación y exclusión social.

La actuación ciega y criminal del capitalismo también es causa de los crecientes movimientos migratorios internos, en los países del Tercer Mundo, desde las zonas rurales hacia las ciudades, que experimentan un proceso de urbanización acelerado, produciéndose en ellas el hacinamiento de grandes masas de población, sin que se hayan resuelto mínimamente los problemas básicos de infraestructuras; así como de la creciente oleada migratoria que también está teniendo lugar, desde los países atrasados hacia los desarrollados, a la que hay que añadir el gran incremento del número de refugiados, como consecuencia del aumento de los conflictos armados en un buen número de países, principalmente en África y en la región de Oriente Medio; y que en estos momentos está afectando a buena parte de Europa.

La depredación de la naturaleza por parte de las empresas multinacionales, tiene como consecuencia la sistemática destrucción de nuestro hábitat natural y la consiguiente ruptura del equilibrio ecológico; el abandono de los cultivos tradicionales en muchos países de la periferia (que garantizaban su autonomía alimentaria), para dar paso a nuevos cultivos orientados a la exportación o a la elaboración de biocombustibles, junto a la especulación que todo esto conlleva, provocan el agotamiento de los recursos agrícolas y ganaderos y acentúan una cada vez mayor escasez alimenticia, provocando la infra-alimentación de una gran parte de la población del planeta.

Por todo esto, si carecemos de una visión global de cuáles son las causas de los problemas que nos afectan, difícilmente podremos darles solución. Y es que “los árboles nos impiden ver el bosque”. De ahí que sólo teniendo una visión de conjunto, podremos enfrentarnos a esos problemas con garantías de éxito, pues únicamente con una visión global podremos transformar la realidad de forma “radical”, es decir, yendo a su raíz.  

Reconociendo todo lo que de positivo tienen los movimientos sociales, y siendo conscientes de la necesidad de impulsarlos en todos los ámbitos, sin embargo hay que decir rotundamente que ellos no pueden constituir el sujeto de la transformación social. Y, el pretenderlo así, supone un intento deliberado de desviar nuestra atención del problema central, hacer la revolución y acabar para siempre con un sistema depredador y asesino como es el capitalismo.

Por último, es preciso añadir que en otro intento deliberado por generar confusión ideológica y de tratar de desorientarnos, hay quien también defiende que el “sujeto” del cambio revolucionario es la “ciudadanía”. En este caso se utiliza un término ambiguo, propio de la concepción burguesa de la democracia, que favorece la disgregación del cuerpo social, la atomización de las personas, que convierte a la sociedad en un mero agregado de entes individuales, en el que por “arte de magia” se olvidan de nuestra esencia colectiva, de nuestros vínculos comunitarios.
Bajo el ambiguo concepto de “ciudadanía”, se disuelven los valores humanos y la ética revolucionaria. Con él se hacen desaparecer, se ocultan (por su peligrosidad) los lazos sociales entre las personas, los vínculos comunitarios, ya sean de pertenencia a un pueblo o a una clase social.

Sólo queda por decir que, todas estas tentativas apuntan en una misma dirección: negar la necesidad de que sea el propio Pueblo Trabajador Vasco, con la clase obrera al frente, quien desempeñe el papel de sujeto activo, en el proceso revolucionario de transformación social, en la Revolución Vasca.