6.- ¿Qué entendemos por socialismo?
Esta cuestión se encuentra contestada, por nuestra parte,
y de un modo mucho más profundo, en Por un Socialismo Revolucionario Vasco.
Por tanto, remitimos a su lectura a quien esté interesado en profundizar en
este tema. Planteamos aquí un resumen de los principales aspectos a considerar
sobre el socialismo.
Socialismo
Los clásicos del marxismo denominaron “socialismo” a la primera fase de la
sociedad comunista. Refiriéndose a ella, Lenin decía:
“.…, en la primera fase de la sociedad
comunista (a la que suele darse el nombre de socialismo), el “derecho burgués”
no se suprime por completo, sino sólo en parte, sólo en la medida de la
transformación económica ya alcanzada, es decir, sólo en lo que se refiere a
los medios de producción…”
“… Pero la diferencia científica entre el
socialismo y el comunismo es clara. A lo que se acostumbra a denominar
socialismo, Marx lo llamaba “primera” fase o fase inferior de la sociedad
comunista” [1].
En ese sentido, podemos decir que el
socialismo es un periodo de transición entre una sociedad de clases, basada en
la explotación de la mayoría de la población (las masas trabajadoras) por parte
de una exigua minoría (la burguesía), y otra sociedad distinta, en la que esa
explotación haya sido superada y las clases sociales hayan llegado a
desaparecer, es decir lo que constituiría la “fase superior de la sociedad
comunista”, o de comunismo “pleno”, que es a la que habitualmente conocemos con
el nombre, propiamente dicho, de “comunismo”.
Diciéndolo de otra forma, el socialismo es
un periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo. Durante ese
periodo de transición, continuarán existiendo las clases sociales y,
precisamente por ello, en el socialismo seguirá habiendo contradicciones, tanto
en la base económica de la sociedad (entre las relaciones de producción y las
fuerzas productivas) como entre la base y la superestructura (jurídica,
política, ideológica y cultural)[2], así como en el mismo seno de ésta última.
Todo lo cual dará lugar a que, en el socialismo se continúe desarrollando la
lucha de clases. Una lucha que, en ocasiones, aunque no necesariamente, podrá
ser muy aguda y hasta violenta, dependiendo en gran medida de la capacidad de
la dirección revolucionaria para distinguir los distintos tipos de
contradicciones sociales y para resolver adecuadamente las contradicciones que
se produzcan en el seno del pueblo.
Dictadura del proletariado
El régimen político que corresponde al periodo
socialista es lo que la teoría marxista conoce con el nombre de dictadura
del proletariado. Con este término se hace referencia a la cuestión de la
naturaleza de clase del poder y se usa para diferenciar (por contraposición) al
poder revolucionario del poder de la burguesía. Por tanto, cuando en la teoría marxista se utiliza el término “dictadura
del proletariado”, es para hacer referencia al poder revolucionario de los
trabajadores. Sobre esta cuestión, Lenin dijo con toda claridad que:
“Las formas de los Estados burgueses son
extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados
son, bajo una forma o bajo otra, pero, en última instancia, necesariamente, una
dictadura de la burguesía. La transición del capitalismo al comunismo no puede,
naturalmente, por menos de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de
formas políticas, pero la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la
dictadura del proletariado” [3].
Democracia burguesa o democracia socialista
Entrando en la cuestión de las formas de los
Estados, podríamos afirmar que al igual que la dictadura de la burguesía se
puede dar bajo distintas formas (desde las democrático parlamentarias a las más
autoritarias e incluso fascistas), sin perder por ello su esencia; la dictadura
del proletariado, también podría manifestarse bajo diversas formas, desde las
más rígidas a las más flexibles y democráticas. Sin embargo, esta afirmación
aunque aparentemente cierta, es profundamente falsa y puede inducir a peligrosos
e irreparables errores. Ello es así porque, a diferencia del capitalismo y
de la dictadura burguesa, que no requieren necesariamente de formas de
dominación democráticas, el socialismo y la dictadura del proletariado
necesitan, imprescindiblemente, de la democracia.
Lenin era muy consciente de la importancia de
la democracia en la lucha por el socialismo, tanto en el periodo anterior a la
toma del poder por el proletariado como una vez que hubiese triunfado la
revolución. En ese sentido, dijo:
“…,
así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia
total, así no puede prepararse para la victoria sobre la burguesía un
proletariado que no libre una lucha revolucionaria general y consecuente por la
democracia” [4].
El hecho de que, históricamente, en los países
socialistas no haya ocurrido así, responde a unas determinadas circunstancias
concretas y, precisamente el que esos regímenes políticos no fueran
suficientemente democráticos es una de las razones fundamentales que posibilitaron
que en ellos se constituyese una nueva clase explotadora, la burguesía
burocrática (o burguesía de Estado) que acabó haciéndose con el poder y
restaurando en ellos el capitalismo. Por ese motivo, la dictadura del
proletariado debe ir indisolublemente ligada a la más amplia y profunda
democracia socialista.
El marxista francés Charles Bettelheim, que
dedicó gran parte de su vida a estudiar las experiencias revolucionarias en los
antiguos países socialistas, especialmente en la URSS y en China, nos dice
sobre esta cuestión:
“De una manera general, las limitaciones a la
libertad de expresión, de información y de discusión (en el partido y en el
conjunto de la sociedad) concebidas como una “protección” del carácter
revolucionario del poder se transforman muy fácilmente en su contrario.
Permiten, no sólo la formación de camarillas y el desarrollo de la corrupción y
el nepotismo sino, más grave aún, son favorables a la toma del poder por la
burguesía de Estado. Un golpe de Estado realizado por esta última le permite
utilizar fácilmente las limitaciones impuestas a la democracia para reprimir a
los revolucionarios. Hoy, la experiencia de China, después de la de la URSS, no pueden dejar ninguna
duda a este respecto”. [5].
Una
nueva democracia
La
democracia socialista y la democracia burguesa son, por definición,
cualitativamente distintas. Ello se debe a que ambas son diferentes en su
esencia, en su naturaleza. Por esa razón, la democracia socialista no puede ser
una democracia formal, en la que simplemente se reconozcan unos derechos y
libertades (de asociación, de reunión, de expresión, de manifestación, etc.)
como ocurre en la democracia burguesa, en la que aparentemente todos los
ciudadanos somos “iguales ante la ley” y todos gozamos de “los mismos derechos
y deberes”, pero donde esa igualdad legal oculta y refuerza la desigualdad real
entre los pobres y los ricos, entre los explotados y los explotadores.
En
la democracia burguesa, se confunde interesadamente la libertad de expresión
con la intoxicación informativa, la manipulación de la opinión pública, etc.,
cuando los principales medios de comunicación (prensa, radio, TV, etc.) son
propiedad de grandes grupos financieros que controlan y monopolizan la difusión
de las noticias y de las opiniones favorables al sistema. Cuando todos esos
medios de comunicación ignoran deliberadamente todas aquellas cuestiones que
afectan verdaderamente a las masas trabajadoras y son de interés general para
el pueblo, o presentan únicamente su visión distorsionada y partidista de
cualquier acontecimiento.
A
diferencia de este tipo de “democracia”, el socialismo y la dictadura del
proletariado deben garantizar una democracia real y efectiva para las masas,
para el conjunto del pueblo trabajador.
Todas estas cuestiones que planteamos nos llevan a
la conclusión de que no podemos tratar de copiar los
procesos de transformación revolucionaria que han tenido lugar en otros lugares
y en otras épocas. Sobre esta cuestión, Lenin mantuvo una enorme flexibilidad,
reconociendo la gran variedad de formas que podrían revestir los procesos de
transición:
“Todas las naciones llegarán al socialismo,
esto es inevitable, pero no todas lo harán exactamente de la misma manera, cada
una contribuirá con algo propio, a tal o cual forma de democracia, a tal o cual
variedad de dictadura del proletariado, a tal o cual variación en el ritmo de
las transformaciones socialistas en los diferentes aspectos de la vida social.
No hay nada más primitivo desde el punto de vista de la teoría, o más ridículo
desde el de la práctica, que pintar, ‘en nombre del materialismo histórico’,
este aspecto del futuro de un gris monótono” [6].
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NOTAS:
1.- V. I. Lenin. “El Estado y la revolución”.
O.E. (Tomo 2). Editorial Progreso. Moscú, 1970. Págs. 367 y 371.
2.- En el socialismo, todavía seguirá
existiendo la contradicción que enfrenta al proletariado con la burguesía, que
se manifestará en una lucha por transformar las relaciones de producción en un
sentido socialista. Pero, al mismo tiempo, también existirán otras
contradicciones, tales como las que se dan entre el campo y la ciudad, entre el
trabajo físico y el intelectual, entre dirigentes y dirigidos, entre el hombre
y la mujer, entre el ser humano y la naturaleza. Todas ellas requerirán un
tratamiento específico y darán lugar a diferentes luchas para superarlas.
3.- V. I. Lenin. Obra citada. Pág. 321.
4.-
V. I. Lenin. “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la
autodeterminación” (1916). De la colección de folletos: Tres artículos de Lenin
sobre los problemas nacional y colonial. Ediciones en Lenguas Extranjeras.
Pekín, 1975.
5.-
Charles Bettelheim. “China hoy: cambios políticos y lucha de clases (Segunda
parte)”. Publicado en Monthly Review-Selecciones en castellano (julio/agosto
1978). Barcelona. Nota (65). Pág. 136.
6.- V. I. Lenin. “Una caricatura del marxismo
y el economismo imperialista” (1916). Obras Completas. Tomo XXIV, Págs. 72 y
73. Editorial Akal. Madrid, 1977.