jueves, 30 de abril de 2015

SOCIALISMO, DICTADURA DEL PROLETARIADO Y DEMOCRACIA






 6.- ¿Qué entendemos por socialismo?

Esta cuestión se encuentra contestada, por nuestra parte, y de un modo mucho más profundo, en Por un Socialismo Revolucionario Vasco. Por tanto, remitimos a su lectura a quien esté interesado en profundizar en este tema. Planteamos aquí un resumen de los principales aspectos a considerar sobre el socialismo.

Socialismo

Los clásicos del marxismo denominaron “socialismo” a la primera fase de la sociedad comunista. Refiriéndose a ella, Lenin decía:

“.…, en la primera fase de la sociedad comunista (a la que suele darse el nombre de socialismo), el “derecho burgués” no se suprime por completo, sino sólo en parte, sólo en la medida de la transformación económica ya alcanzada, es decir, sólo en lo que se refiere a los medios de producción…”

“… Pero la diferencia científica entre el socialismo y el comunismo es clara. A lo que se acostumbra a denominar socialismo, Marx lo llamaba “primera” fase o fase inferior de la sociedad comunista” [1].

En ese sentido, podemos decir que el socialismo es un periodo de transición entre una sociedad de clases, basada en la explotación de la mayoría de la población (las masas trabajadoras) por parte de una exigua minoría (la burguesía), y otra sociedad distinta, en la que esa explotación haya sido superada y las clases sociales hayan llegado a desaparecer, es decir lo que constituiría la “fase superior de la sociedad comunista”, o de comunismo “pleno”, que es a la que habitualmente conocemos con el nombre, propiamente dicho, de “comunismo”.

Diciéndolo de otra forma, el socialismo es un periodo de transición entre el capitalismo y el comunismo. Durante ese periodo de transición, continuarán existiendo las clases sociales y, precisamente por ello, en el socialismo seguirá habiendo contradicciones, tanto en la base económica de la sociedad (entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas) como entre la base y la superestructura (jurídica, política, ideológica y cultural)[2], así como en el mismo seno de ésta última. Todo lo cual dará lugar a que, en el socialismo se continúe desarrollando la lucha de clases. Una lucha que, en ocasiones, aunque no necesariamente, podrá ser muy aguda y hasta violenta, dependiendo en gran medida de la capacidad de la dirección revolucionaria para distinguir los distintos tipos de contradicciones sociales y para resolver adecuadamente las contradicciones que se produzcan en el seno del pueblo.

Dictadura del proletariado

El régimen político que corresponde al periodo socialista es lo que la teoría marxista conoce con el nombre de dictadura del proletariado. Con este término se hace referencia a la cuestión de la naturaleza de clase del poder y se usa para diferenciar (por contraposición) al poder revolucionario del poder de la burguesía. Por tanto, cuando en la teoría marxista se utiliza el término “dictadura del proletariado”, es para hacer referencia al poder revolucionario de los trabajadores. Sobre esta cuestión, Lenin dijo con toda claridad que:

“Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una forma o bajo otra, pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía. La transición del capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por menos de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de formas políticas, pero la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado” [3].

Democracia burguesa o democracia socialista

Entrando en la cuestión de las formas de los Estados, podríamos afirmar que al igual que la dictadura de la burguesía se puede dar bajo distintas formas (desde las democrático parlamentarias a las más autoritarias e incluso fascistas), sin perder por ello su esencia; la dictadura del proletariado, también podría manifestarse bajo diversas formas, desde las más rígidas a las más flexibles y democráticas. Sin embargo, esta afirmación aunque aparentemente cierta, es profundamente falsa y puede inducir a peligrosos e irreparables errores. Ello es así porque, a diferencia del capitalismo y de la dictadura burguesa, que no requieren necesariamente de formas de dominación democráticas, el socialismo y la dictadura del proletariado necesitan, imprescindiblemente, de la democracia.

Lenin era muy consciente de la importancia de la democracia en la lucha por el socialismo, tanto en el periodo anterior a la toma del poder por el proletariado como una vez que hubiese triunfado la revolución. En ese sentido, dijo:

“…, así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, así no puede prepararse para la victoria sobre la burguesía un proletariado que no libre una lucha revolucionaria general y consecuente por la democracia” [4].

El hecho de que, históricamente, en los países socialistas no haya ocurrido así, responde a unas determinadas circunstancias concretas y, precisamente el que esos regímenes políticos no fueran suficientemente democráticos es una de las razones fundamentales que posibilitaron que en ellos se constituyese una nueva clase explotadora, la burguesía burocrática (o burguesía de Estado) que acabó haciéndose con el poder y restaurando en ellos el capitalismo. Por ese motivo,  la dictadura del proletariado debe ir indisolublemente ligada a la más amplia y profunda democracia socialista.

El marxista francés Charles Bettelheim, que dedicó gran parte de su vida a estudiar las experiencias revolucionarias en los antiguos países socialistas, especialmente en la URSS y en China, nos dice sobre esta cuestión:

“De una manera general, las limitaciones a la libertad de expresión, de información y de discusión (en el partido y en el conjunto de la sociedad) concebidas como una “protección” del carácter revolucionario del poder se transforman muy fácilmente en su contrario. Permiten, no sólo la formación de camarillas y el desarrollo de la corrupción y el nepotismo sino, más grave aún, son favorables a la toma del poder por la burguesía de Estado. Un golpe de Estado realizado por esta última le permite utilizar fácilmente las limitaciones impuestas a la democracia para reprimir a los revolucionarios. Hoy, la experiencia de China, después de la de la URSS, no pueden dejar ninguna duda a este respecto”. [5].

Una nueva democracia

La democracia socialista y la democracia burguesa son, por definición, cualitativamente distintas. Ello se debe a que ambas son diferentes en su esencia, en su naturaleza. Por esa razón, la democracia socialista no puede ser una democracia formal, en la que simplemente se reconozcan unos derechos y libertades (de asociación, de reunión, de expresión, de manifestación, etc.) como ocurre en la democracia burguesa, en la que aparentemente todos los ciudadanos somos “iguales ante la ley” y todos gozamos de “los mismos derechos y deberes”, pero donde esa igualdad legal oculta y refuerza la desigualdad real entre los pobres y los ricos, entre los explotados y los explotadores.

En la democracia burguesa, se confunde interesadamente la libertad de expresión con la intoxicación informativa, la manipulación de la opinión pública, etc., cuando los principales medios de comunicación (prensa, radio, TV, etc.) son propiedad de grandes grupos financieros que controlan y monopolizan la difusión de las noticias y de las opiniones favorables al sistema. Cuando todos esos medios de comunicación ignoran deliberadamente todas aquellas cuestiones que afectan verdaderamente a las masas trabajadoras y son de interés general para el pueblo, o presentan únicamente su visión distorsionada y partidista de cualquier acontecimiento.

A diferencia de este tipo de “democracia”, el socialismo y la dictadura del proletariado deben garantizar una democracia real y efectiva para las masas, para el conjunto del pueblo trabajador.

Todas estas cuestiones que planteamos nos llevan a la conclusión de que no podemos tratar de copiar los procesos de transformación revolucionaria que han tenido lugar en otros lugares y en otras épocas. Sobre esta cuestión, Lenin mantuvo una enorme flexibilidad, reconociendo la gran variedad de formas que podrían revestir los procesos de transición:

“Todas las naciones llegarán al socialismo, esto es inevitable, pero no todas lo harán exactamente de la misma manera, cada una contribuirá con algo propio, a tal o cual forma de democracia, a tal o cual variedad de dictadura del proletariado, a tal o cual variación en el ritmo de las transformaciones socialistas en los diferentes aspectos de la vida social. No hay nada más primitivo desde el punto de vista de la teoría, o más ridículo desde el de la práctica, que pintar, ‘en nombre del materialismo histórico’, este aspecto del futuro de un gris monótono” [6].

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NOTAS:

1.- V. I. Lenin. “El Estado y la revolución”. O.E. (Tomo 2). Editorial Progreso. Moscú, 1970. Págs. 367 y 371.

2.- En el socialismo, todavía seguirá existiendo la contradicción que enfrenta al proletariado con la burguesía, que se manifestará en una lucha por transformar las relaciones de producción en un sentido socialista. Pero, al mismo tiempo, también existirán otras contradicciones, tales como las que se dan entre el campo y la ciudad, entre el trabajo físico y el intelectual, entre dirigentes y dirigidos, entre el hombre y la mujer, entre el ser humano y la naturaleza. Todas ellas requerirán un tratamiento específico y darán lugar a diferentes luchas para superarlas.

3.- V. I. Lenin. Obra citada. Pág. 321.

4.- V. I. Lenin. “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación” (1916). De la colección de folletos: Tres artículos de Lenin sobre los problemas nacional y colonial. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín, 1975.

5.- Charles Bettelheim. “China hoy: cambios políticos y lucha de clases (Segunda parte)”. Publicado en Monthly Review-Selecciones en castellano (julio/agosto 1978). Barcelona. Nota (65). Pág. 136.

6.- V. I. Lenin. “Una caricatura del marxismo y el economismo imperialista” (1916). Obras Completas. Tomo XXIV, Págs. 72 y 73. Editorial Akal. Madrid, 1977.