Londres, la mayor megalópolis europea, capital del antiguo Imperio británico y actualmente uno de los principales centros financieros del mundo, está siendo sacudida desde hace varios días por violentas revueltas populares.
Revueltas que se iniciaron el pasado sábado 6 de agosto, en el barrio londinense de Tottenham, al norte de la ciudad, donde una marcha pacífica de protesta derivaría en fuertes enfrentamientos con la policía. La chispa fue la muerte de Mark Duggan, un joven de 29 años padre de cuatro hijos, dos días antes al ser tiroteado por la policía.
Durante los enfrentamientos dos coches patrulla son incendiados, se saquean comercios y muchos de ellos son pasto de las llamas. Al día siguiente, se asalta el centro comercial de Tottenham, varios comercios y se producen numerosos heridos.
El día 8, la revuelta se extiende a otros barrios de la capital, como Brixton (al sur de la ciudad), Enfield (al norte), Walthamstow Central, Chingford, Leyton y también comienza a extenderse a otras ciudades como Bristol, Birmingham, Nottingham, West Bromwich, Manchester, etc.
El gobierno conservador de David Cameron moviliza a 16.000 agentes de policía, sólo en Londres, y amenaza con la intervención del ejército.
El jueves, día 11, el Parlamento británico se reúne en sesión de urgencia para estudiar la situación. Como era de esperar, el reaccionario gobierno británico no explica las causas que han dado lugar al estallido popular y lo atribuye a bandas de delincuentes organizados. Cuando se redactan estas notas, el movimiento parece haber ido remitiendo, aunque ya hay que contabilizar cinco muertos y más de 2.000 detenidos.
Las condiciones de paro, pobreza y marginación que sufren muchos jóvenes obreros de las grandes urbes europeas, el recorte de los programas de ayudas, las desigualdades sociales, la discriminación racial, la total falta de expectativas de futuro para la juventud, la brutalidad policial,… son algunos de los factores que configuran una situación explosiva en los barrios deprimidos de Londres, como en otras muchas ciudades del viejo continente.
Generalmente, las noticias que nos llegan por los distintos medios de comunicación son sesgadas y distorsionadas, pues tan sólo reflejan algunos de los aspectos violentos (incendios, saqueos, etc.) sin entrar a valorar las causas sociales de ese estallido, ni las razones de toda esa rabia acumulada. Por eso, aunque no se pueda justificar el “vandalismo” (por ejemplo, el asalto e incendio, o el saqueo, de pequeños comercios) esas actitudes se pueden entender cuando masas de jóvenes desesperados, sin ninguna perspectiva de futuro, en el paro, sin posibilidad de acceder a todos esos bienes de consumo que a diario les meten por los ojos los anuncios publicitarios, han llegado a la exasperación.
Un antecedente de esta revuelta lo podemos encontrar, sin ir más lejos, en noviembre de 2010, también en Londres, cuando una manifestación de más de 50.000 estudiantes que protestaban contra el plan de ajuste decretado por el gobierno de David Cameron y que rechazaban la salvaje subida de las tasas universitarias (como consecuencia de los recortes de gasto público) asaltaron la sede del Partido Conservador.
Pero ya anteriormente se habían producido estallidos populares o revueltas urbanas en gran Bretaña: En abril de 1980 en la ciudad de Bristol; en abril de 1981, en el barrio londinense de Brixton; en julio de 1981, en Liverpool; en septiembre de 1985, en el barrio Handswort de Birmingham; en octubre de 1985, en el barrio de Tottenham; y en diciembre de 1995, en el barrio londinense de Brixton.
Pero este tipo de revueltas urbanas no ha tenido lugar únicamente en Gran Bretaña, sino que también se han venido produciendo, en los últimos cincuenta años en otros países capitalistas desarrollados (imperialistas), como es el caso de las habidas en EEUU (Watts-Los Ángeles, 1965; Baltimore, 1968; Miami, 1980; Nueva York, 1990; Rodney King-Los Ángeles y Cincinnati, 1992), en Francia (Paris, mayo de 1968 y otoño de 2005), Grecia (Atenas, 2008, 2009 y 2010), Islandia 2009, etc. Y en la mayoría de ellos se pueden encontrar una serie de aspectos similares, unas causas comunes.
En estas situaciones, cuando las explosiones sociales alcanzan una mayor virulencia, se hacen evidentes dos cosas:
a) la falta de una fuerza política revolucionaria, de un partido comunista, capaz de ponerse a la cabeza del movimiento y de orientarlo hacia unos objetivos concretos en la perspectiva de la revolución socialista. Una organización de vanguardia, capaz de transformar la espontaneidad en conciencia, aprovechando el potencial combativo de los sectores populares e imprimiéndoles una orientación revolucionaria, por ejemplo, impulsando formas de autoorganización de las masas que sean verdaderos embriones de futuros órganos de poder revolucionario.
b) las maniobras de la burguesía que, además de emplear a fondo todos los instrumentos represivos de su aparato estatal (policía, tribunales, ejército), aprovecha el miedo y el desconcierto de las capas intermedias, especialmente de la pequeña burguesía, para dividir a las masas y atraerse a sus sectores más vacilantes.
En el caso concreto de la revuelta de Londres, además de la existencia de grupos de provocadores, dedicados a fomentar el vandalismo y los actos de pillaje para desprestigiar este movimiento de masas, se ha constatado la presencia activa de grupos de extrema derecha y neo-nazis, como el Frente Nacional, el Partido Nacional Británico y Combat-18, participando en la creación de las llamadas “milicias de autodefensa”, en las zonas comerciales de algunos barrios.
Sin duda, esta explosión social en Gran Bretaña, como las que hemos mencionado más arriba, de Francia, Grecia e Islandia, deben contemplarse como expresiones que adopta, en determinadas condiciones, la lucha de clases.
Por otra parte, debemos considerarlas no de forma aislada, en sí mismas, sino de forma global, como una de las muchas consecuencias de un proceso de maduración de las contradicciones internas del sistema capitalista, en el que también se inscriben las revueltas árabes de los últimos meses; la próxima retirada de las fuerzas de ocupación yanquis de Irak y de Afganistán impotentes para acabar con la resistencia armada de ambos pueblos; la guerra popular que se desarrolla en India y Filipinas; y como telón de fondo, la agudización de la crisis económica que se inició en 2007 y para la que no se vislumbra salida. Con unos EEUU que se encuentran ya al borde de la bancarrota, a lo que hemos de añadir el evidente fracaso del proceso de construcción de la UE como nueva potencia imperialista y que, a duras penas, tratan de recomponer Francia y Alemania.