Las elecciones municipales y forales del pasado 22-M han servido para poner, nuevamente, de manifiesto la capacidad de recuperación del movimiento popular vasco, después de la campaña de cerco y aniquilamiento que, con el pretexto de lucha contra el terrorismo, ha llevado a cabo el Estado español contra los sectores más dinámicos y combativos de nuestro pueblo durante los últimos diez años.
La coalición Bildu, formada por EA, Alternatiba y un sector de independientes próximos a la IA, ha logrado el apoyo electoral de cerca de 315.000 personas en Hegoalde, convirtiéndola en la segunda fuerza política en la CAPV. Cerca de 1200 cargos electos (1138 concejales y 52 apoderados a Juntas Generales y parlamentarios forales), han permitido a la coalición hacerse con más de un centenar de alcaldías, entre ellas la de Donostia, y con la Diputación de Gipuzkoa. Evidentemente, se trata de un paso importante pero que no debería suscitar falsas ilusiones.
Es cierto que la nueva situación política creada por el alto el fuego de ETA y la legalización de Bildu, ha permitido iniciar un proceso de amplia acumulación de fuerzas abertzales y democráticas, lo que hasta ahora parecía impensable. Según las últimas encuestas realizadas por el Euskobarómetro:
“El saldo de entre 150.000 y 170.000 votos que gana Bildu con respecto al voto nulo de 2009 (alrededor de un 40 % de su voto actual) proviene de su propia abstención anterior (23 %), del préstamo al PNV (8 %), de EA (6 %), de los nuevos votantes (6 %), del préstamo a Aralar (5 %) y del de EB (4 %).” [Euskobarómetro Mayo 2011. UPV-EHU. Pág. 36].
También hay que tener en cuenta la repercusión que han tenido estas elecciones en Iparralde donde, el pasado 8 de julio, un grupo de unos cuarenta electos (alcaldes y concejales) miembros de diferentes partidos políticos, así como de independientes, hizo un llamamiento (manifiesto “Bil Gaiten”) a favor de la unidad de los abertzales de izquierda, para desarrollar un proyecto político común y que se inspiraba en las experiencias de EH-Bai y de Bildu, lo que abre nuevas perspectivas políticas en Ipar Euskal Herria.
Pero no es menos cierto que la lucha en el seno de las instituciones es tan sólo una parte, y no la fundamental, de la lucha por la independencia y el socialismo. Por eso, la propuesta de Bildu al PNV para formar una alianza electoral de cara a las próximas elecciones generales del 20-N parece un tanto precipitada, teniendo en cuenta el carácter inconsecuente, tímido y vacilante del PNV (que se debe a la posición contradictoria de la clase cuyos intereses defiende objetivamente, que son los de una fracción de la burguesía media vasca) y podría ser síntoma de una inclinación al electoralismo por parte de Bildu, a no ser que la verdadera finalidad de su propuesta sea precisamente la de poner en evidencia las vacilaciones del PNV y de tratar de agudizar las contradicciones internas que existen en las bases de ese partido.
De todas formas, la legalización de Bildu y su participación en las elecciones municipales y forales del 22-M, ha supuesto un verdadero respiro para la IA y ha permitido la recuperación de amplios sectores de su base social que corrían peligro de haberse ido desgajando o diluyendo poco a poco, como pretendía el Estado español. Unos sectores que, por su extracción social, forman parte del Pueblo Trabajador Vasco, y a los comunistas nos interesa mantener su unidad desde una perspectíva estratégica. Esa ha sido la principal razón de que en las pasadas elecciones hayamos apoyado tácticamente a Bildu, pidiendo el voto para dicha coalición.
Sobre la naturaleza de Bildu
En cualquier caso, en SUGARRA somos conscientes de que no es lo mismo una coalición electoral, por mucho que se la presente como estratégica y con proyección de futuro, que una acumulación de fuerzas populares para luchar por la autodeterminación y la independencia; o que una unión de fuerzas revolucionarias, para tomar el poder. Si la primera tan sólo requiere de acuerdos “por arriba” entre las direcciones de los distintos partidos firmantes, lo que le da una menor consistencia y un carácter más coyuntural y transitorio (a pesar de la importancia táctica que pueda tener); la segunda y la tercera requieren el desarrollo de toda una estructura común, en barrios y pueblos, creando una serie de organismos unitarios que sirvan para forjar la unidad popular y/o revolucionaria desde la base.
Por otra parte, también somos conscientes de que ninguna de las distintas organizaciones o corrientes que actualmente configuran Bildu tiene un carácter socialista revolucionario, sino que su orientación ideológica se enmarca en lo que podemos calificar de socialdemócrata (de centro-izquierda, como EA o de izquierda, como Alternatiba) y que por la composición social (interclasista) de su electorado y por la posición de clase que denota su programa político, no tienen un carácter proletario. Lo que hace que, al no tener tampoco un carácter burgués, sólo se puede definir la línea de dicha coalición como pequeñoburguesa. En cuanto a la Izquierda Abertzale, debemos hacer algunas matizaciones.
Corrientes en la Izquierda Abertzale
En estos momentos se pueden apreciar en ella dos corrientes principales, una que propugna el llamado “socialismo identitario”, de tipo socialdemócrata y que podemos calificar de neokeynesiana. No pretende la toma del poder por el pueblo trabajador ni la creación de un Estado socialista, sino la restauración del “Estado del Bienestar” y una distribución más “equitativa” de la riqueza, en base a una “justicia social”. No pretende llevar a cabo una transformación revolucionaria, dirigida a la eliminación del capitalismo y a la desaparición de las clases sociales. Tan sólo aspira a una economía mixta, con un fuerte sector público, y su modelo son los países capitalistas del Norte de Europa. Por otra parte, esta corriente defiende la creación de un Estado vasco independiente en el marco de la UE.
La otra corriente, que podemos considerar de izquierda radical, sí aspira a realizar una transformación revolucionaria. Desde un punto de vista ideológico tiene elementos espontaneístas. Enlaza con las ideas del “consejismo” y con el “operaísmo” o la “autonomía obrera”. También tiene un cierto componente libertario. Simpatiza con el proceso bolivariano de Venezuela, sobre todo por las experiencias “comunitaristas”, aunque es crítica con Hugo Chávez, sobre todo por su personalismo y por la entrega de refugiados de las FARC.
La lucha ideológica
Nuestra actitud hacia estas corrientes se basa en la lógica de unidad-crítica-unidad. Partiendo de que las contradicciones entre ellos y nosotros no son antagónicas ni irreconciliables, sino que se trata de contradicciones en el seno del pueblo (que se deben superar mediante la crítica y autocrítica, para avanzar hacia nuevas y más estrechas formas de unidad), debemos evitar todo tipo de crítica destructiva, calumniosa o dirigida a ahondar las diferencias, ya que si tratamos incorrectamente este tipo de contradicciones, podrían llegar a cambiar su naturaleza, y transformarse en contradicciones irreconciliables, como las que existen entre nosotros y nuestros enemigos.
La finalidad de la crítica no es destruir a quien se critica (a no ser de que se trate de un enemigo de clase) sino, como dijo Mao, es la de “salvar al paciente”. Por ello, debemos tener siempre presentes los matices y diferencias entre unas corrientes y otras, entre unas posiciones ideológico-políticas y otras. Aunque, en ocasiones, tengan entre ellas puntos en común o se manifiesten simultáneamente en unos mismos sectores, no podemos meterlas a todas en el mismo saco. Por eso, la lucha ideológica que debemos mantener respecto de unas y otras, no podrá ser idéntica. Debemos ser capaces de diferenciarlas analíticamente y mantener respecto a cada una de ellas un “tratamiento” diferenciado.
Sobre los aspectos estratégicos
Como hemos dicho más arriba, lo esencial no son las elecciones ni las instituciones burguesas, aunque sea conveniente participar en los procesos electorales y tener presencia institucional. Pero, a fin de cuentas, estas no son más que consideraciones tácticas. Para elaborar una línea revolucionaria correcta, debemos estudiar a fondo nuestra propia realidad, y tener en cuenta las condiciones concretas de la sociedad vasca: su estructura económica, su estructura social, las aspiraciones más sentidas por el Pueblo Trabajador Vasco, el estado de ánimo de las masas, etc. Ya dijo Mao, refiriéndose a aquellos comunistas que sin conocimiento de causa no hacían más que charlatanear, que “quien no estudia no tiene derecho a hablar”. Sólo en base al análisis concreto de la realidad concreta, podremos diseñar las líneas generales de un trabajo revolucionario con posibilidades de éxito.
Teniendo en cuenta estos aspectos, a medio y largo plazo se plantea la necesidad de impulsar una sólida articulación de fuerzas, que vaya más allá de las meras coaliciones electorales (como hoy es Bildu) para impulsar la lucha democrática y revolucionaria por la conquista de los objetivos estratégicos del Pueblo Trabajador Vasco, la independencia y el socialismo.
Desde SUGARRA consideramos que estos objetivos los conquistaremos por medio de un proceso de lucha por la emancipación nacional y la transformación social, al que nosotros llamamos Revolución Vasca. Este proceso político se tendrá que desarrollar en base a dos contradicciones, una de carácter social (de clase) y otra de carácter nacional. Lo cual nos lleva a plantear que la acumulación de fuerzas para hacerlo posible, tendría que desarrollarse en base dos ejes distintos y por ello, esa acumulación de fuerzas habría de orientarse a la creación de dos bloques distintos, aunque interdependientes. Un bloque revolucionario (anticapitalista y socialista); y otro bloque democrático nacional más amplio y abierto que aquel, que por ello deberá ser interclasista. Empezaremos definiendo lo que entendemos por este último.
El bloque democrático nacional
Con esta denominación nos referimos a una especie de frente amplio en el que tengan cabida fuerzas políticas y sociales de distinta naturaleza de clase. Unas podrán ser pequeño burguesas e incluso también de la burguesía media [1], pero también habrían de formar parte de él, necesariamente, fuerzas políticas y sociales de la clase obrera (partidos, sindicatos y otro tipo de organizaciones de masas). Por tanto, un bloque de este tipo requeriría que se estableciesen determinadas alianzas de clase en torno a los objetivos democrático nacionales. Y sólo la hegemonía de la clase obrera, en el seno de este bloque, será la garantía de que la lucha por conquistar estos objetivos democráticos se inscriba en la perspectiva de la revolución socialista. Pero, para que esto sea posible es necesario que la clase obrera vasca se dote de un instrumento organizativo de intervención política, un partido comunista vasco. Desde SUGARRA trabajamos por crear las condiciones ideológicas, políticas y organizativas que lo permitan.
El bloque revolucionario
Con esta denominación, nos referimos a un bloque que agrupe a todas aquellas fuerzas susceptibles de impulsar el proceso revolucionario y el cambio social. Dichas fuerzas representarían a todas las clases, capas y sectores sociales interesados, objetivamente, en el socialismo. Podrían participar en él una buena parte de las que también formasen parte del bloque democrático nacional, aunque no la burguesía media.
Desarrollando una política hábil y flexible de cara a las distintas capas de la pequeña burguesía, se podría ganar a algunas de ellas para la causa revolucionaria, haciendo que se sientan motivadas e ilusionadas con el cambio revolucionario. Y el ganarse a estas capas es una cuestión crucial para la clase obrera, pues tienen un considerable peso en la estructura social vasca ya que representan cerca de la tercera parte de la población activa. Por ello, no podemos subestimar la importancia de la pequeña burguesía y menos aún despreciarla. Si la clase obrera no fuese capaz de atraérsela, lo harán la burguesía vasca o la oligarquía española y, en ese caso, se dificultarían enormemente las posibilidades revolucionarias.
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NOTAS:
1.- Podemos decir que la burguesía media (no monopolista) está orgánicamente integrada en el mecanismo global de acumulación y de reproducción de las relaciones de producción capitalistas hegemonizado por la gran burguesía. Lo que significa que funciona, se desarrolla y reproduce como parte orgánica del funcionamiento, desarrollo y reproducción del sistema capitalista. Al gran capital (monopolista), le interesa mantener subordinada a él a la burguesía media, tanto por razones económicas como políticas. Pero, el desarrollo del capitalismo, sobre todo en los periodos de profunda crisis económica, acentúa las contradicciones entre la burguesía media y la gran burguesía. Al mismo tiempo que el hecho nacional, como ocurre el caso de Euskal Herria, condiciona y modula la relación dialéctica entre ambos. Por ello, podemos decir que entre la gran burguesía y la burguesía media, hay una relación simultánea (dialéctica) de antagonismo y de complementariedad.
Respecto a la burguesía media vasca, conviene aclarar que esta clase está formada por los propietarios de la gran mayoría de las empresas de mediano tamaño, ya sean industriales, comerciales o de servicios, así como de una parte de la banca. Según los datos de que disponemos, en 2009 se contabilizaban en la CAPV 2174 empresas de tamaño medio, de entre 50 y 250 trabajadores (el 1,10% del total) que empleaban a 208.453 trabajadores asalariados (el 21,80% de la población ocupada). Igualmente se pueden incluir en esta clase a los agricultores acomodados. Sin duda alguna, se trata de una clase explotadora.
Además, también se pueden incluir en ella a los directivos y cuadros superiores de las empresas. Igualmente, según nuestros datos, en el primer trimestre de 2011, el número de directivos y cuadros superiores en la CAPV sería de 46.500, lo que representa el 4,95% de la población ocupada en dicho periodo.
Aunque estos sectores no formen parte estrictamente de dicha clase, por no ser propietarios de medios de producción, por la posición que ocupan en la división del trabajo (cumplen una función de planificación, organización y control) resultan imprescindibles para mantener el funcionamiento del proceso de producción, la acumulación de capital y la reproducción de las relaciones de producción capitalistas, basadas en la explotación del trabajo asalariado.
La burguesía media vasca es una clase contradictoria. Por una parte, está sometida al expolio de la gran burguesía monopolista y de las multinacionales, pero por otra, necesita del Estado español para sobrevivir. Está económicamente subordinada a la alta burguesía y a su Estado (a través del crédito, de las políticas de precios y salarios, de la política fiscal, de las subvenciones, de los planes de estabilización y/o de reconversión, y a menudo también, a través de su participación accionarial en las empresas propiedad de la gran burguesía, etc.).
Un sector de la burguesía media vasca, el más fuerte y dinámico, ha tratado de superar los estrechos márgenes que le ofrece el mercado español, y ha procurado asociarse con empresas extranjeras e innovar su tecnología. Al mismo tiempo, en los años de prosperidad, al calor de la expansión económica, también ha tratado de dotarse de su propia red financiera, para así estar en condiciones de competir con la burguesía monopolista y, al mismo tiempo, hacerse un hueco en el mercado europeo y asiático.
Con el objeto de situarse en una posición más ventajosa para defender sus intereses económicos y acceder en mejores condiciones al mercado internacional, una fracción de la burguesía media, representada por el PNV, defiende la ampliación del actual marco autonómico e incluso la creación de uno nuevo, donde pueda contar con mayores competencias. Esta fue la razón de que el Gobierno autónomo vasco presentase el llamado Plan Ibarretxe (aprobado por el Parlamento Vasco el 30 de diciembre de 2004 y rechazado por el Parlamento español el 1 de febrero de 2005). Por su carácter fuertemente contradictorio, la burguesía media es una clase vacilante y muy inclinada a la conciliación y al pacto con los distintos gobiernos del Estado español, ya sean estos del PSOE o del PP.
Los comunistas vascos hemos de ser capaces de aprovechar las contradicciones entre la burguesía media vasca y la gran burguesía española, ya sea para tratar de atraer a la burguesía vasca, o a sectores significativos de la misma, al terreno de la lucha por la emancipación nacional, de forma que pudiera llegar a incorporarse a un bloque democrático nacional, o al menos para neutralizarla.