Durante el siglo XX, el mapa político de Europa sufrió grandes transformaciones que dieron lugar al surgimiento de una serie de nuevos Estados. El estudio de las condiciones en que estos se crearon, de los movimientos nacionales en que tuvieron su origen, y de las características específicas del hecho nacional en la Europa de nuestros días, tienen una importancia esencial de cara a la elaboración de una estrategia revolucionaria vasca.
1.- Condiciones en que se crearon los nuevos Estados
La gran mayoría de estos cambios políticos tuvieron lugar en unos contextos histórico-concretos, que se caracterizaron por darse unas situaciones en las que concurrieron una profunda crisis social, económica, política y/o militar. Para su estudio, se pueden establecer tres periodos: a) un primer periodo, que comprende la Revolución rusa de Octubre de 1917 y el final de la Primera Guerra Mundial; b) un segundo periodo, que es el que siguió a la Segunda Guerra Mundial; y c) un tercer periodo, que abarcó la última década del siglo XX, en el que se produjo el hundimiento del bloque del llamado “socialismo real”.
a) Primer periodo.
Los movimientos nacionales que en el primer cuarto del siglo XX dieron lugar a la creación de los nuevos Estados europeos, se originaron en los siglos XVIII y XIX, en la época de ascenso del capitalismo. El primero de los Estados europeos que se crearon durante el siglo XX fue el de Noruega, que se separó de Suecia en 1905.
Pero la primera gran crisis que habría de favorecer la creación de una serie de nuevos Estados, fue el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, en ese contexto, el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. Una semana más tarde de la triunfante insurrección, cuando los bolcheviques controlaban a duras penas una pequeña porción del territorio ruso, el Consejo de Comisarios del Pueblo aprobó la “Declaración de derechos de los pueblos de Rusia”, en la que entre otras cosas se reconocía a éstos el Derecho a la autodeterminación, hasta el extremo de separarse y formar Estados independientes.
Para evitar la derrota de la revolución, como consecuencia del avance de las tropas alemanas, los bolcheviques se vieron obligados a firmar el Tratado de Brest Litovsk (3 de marzo de 1918), en unas condiciones durísimas. Por este tratado, la Rusia soviética se vio obligada a ceder a las potencias centrales [1] buena parte de su territorio. Así, Rusia tuvo que abandonar sus territorios de Polonia, Curlandia [2] y Lituania, dejando en manos de dichas potencias la decisión sobre ellos, y prometió evacuar completamente los de Livonia [3] y Estonia, sin renunciar a su soberanía sobre ellos, al mismo tiempo que reconocía la independencia de Ucrania y de Finlandia que, al amparo de la citada Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia, se habían proclamado independientes el 6 de diciembre de 1917 y el 10 de enero de 1918, respectivamente.
La derrota de las potencias centrales en la Primera Guerra Mundial supuso el fin de los Imperios alemán y austro-húngaro, así como de su aliado el Imperio otomano. La desmembración del Imperio austro-húngaro, permitió la creación de los nuevos Estados independientes de Austria, Hungría, Yugoslavia [4] y Checoslovaquia. El fin del Imperio ruso, como consecuencia de la Revolución de Octubre de 1917, además de lo apuntado más arriba respecto al Tratado de Brest Litosvk, permitió la reunificación de Polonia.
b) Segundo periodo.
Poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial en Europa, el 11 de febrero de 1945, las potencias aliadas se reunieron en la Conferencia de Yalta (Churchill, Roosevelt y Stalin) y, entre otras cosas, acordaron la división del territorio alemán en cuatro zonas que serían administradas por los aliados (Gran Bretaña, Francia, EEUU y la URSS). En junio de 1948, en las zonas bajo control de los aliados occidentales, tuvo lugar una reforma monetaria que dio lugar a la 1ª crisis de Berlín, al responder los soviéticos con el bloqueo de la ciudad, que mantendrían durante cerca de un año.
En mayo de 1949, las fuerzas de ocupación occidentales, proclamaron la República Federal Alemana (RFA) y, en respuesta, en la zona de ocupación soviética, en diciembre del mismo año, se proclamó la República Democrática de Alemania (RDA), con lo que Alemania quedaba dividida en dos Estados, situación que se mantendría hasta 1989.
Europa quedaba dividida en dos bloques, uno bajo la hegemonía de EEUU y otro de la URSS. En este último, que se denominaría “bloque socialista”, quedó integrado por la RDA, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumanía. Yugoslavia y Albania, que habían sido liberadas por sus propias fuerzas guerrilleras, dirigidas por los comunistas pero sin intervención del ejército soviético, mantuvieron una postura relativamente independiente y no se integraron en el bloque.
En Europa Occidental, Irlanda alcanzó la independencia efectiva de Gran Bretaña en 1949 [5], Chipre en 1960 y Malta en 1979 (formalmente la había logrado en 1964). Los tres casos pueden inscribirse en el marco del movimiento de descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial.
c) Tercer periodo.
Este periodo se caracterizó por una gran crisis política que, tras la caída del Muro de Berlín (1989), desembocó en el hundimiento del llamado “bloque socialista” y cuyas consecuencias fueron:
· La disolución de la URSS (25 de diciembre de 1991) y su descomposición, que dio lugar a la creación de una serie de nuevos Estados [6]: Federación Rusa, Bielorrusia, Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, Georgia, Azerbaiyán, Armenia y Moldavia.
· La división de Checoslovaquia en dos Estados, la República Checa y Eslovaquia (1 de enero de 1993).
· El desmembramiento de Yugoslavia (iniciado en 1991 y finalizado en 2008). Sin entrar en detalles del complejo proceso de disgregación de la antigua Yugoslavia, que dio lugar a una serie de enfrentamientos armados y de guerras, en ocasiones con intervención abierta de las potencias occidentales por medio de la OTAN, hay que decir que dio lugar a la creación de varios nuevos Estados: Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia, que proclamaron su independencia en 1991; la República Federal de Yugoslavia (creada como una federación de las repúblicas de Serbia y Montenegro, en 1992), que se disolvió en 2006 al proclamar su independencia Montenegro); y Kosovo, que proclamó unilateralmente su independencia en 2008, con el apoyo y reconocimiento de EEUU y de otros países europeos, que no fue apoyada por España).
· La reunificación de Alemania. Tras la caída del Muro de Berlín (09-11-1989) y la celebración de elecciones en la RDA (18-03-1990), se inician las negociaciones entre la RDA y la RFA, para la reunificación de Alemania en un solo Estado. También asistieron a estas negociaciones los representantes de las antiguas potencias ocupantes, EEUU, Gran Bretaña, Francia y la URSS. El Tratado de Unificación, entró en vigor el 03-10-1990, con lo que se ponía fin a la división de Alemania en dos Estados. En la práctica, se trató de una absorción de la RDA por parte de la RFA, con el beneplácito de las cuatro potencias aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.
Hasta aquí hemos visto de forma muy somera, como la mayor parte de los nuevos Estados europeos creados durante el pasado siglo, lo fueron en unas condiciones excepcionales, de profunda crisis, y en dos de las ocasiones como consecuencia de una guerra mundial. También hemos visto como, en esas circunstancias, la creación de los nuevos Estados muchas veces respondió a una serie de acuerdos entre las distintas potencias, fue una consecuencia de su política exterior y de las relaciones internacionales.
2.- Los movimientos nacionales
En su conocida obra “El marxismo y la cuestión nacional”, escrita en 1913, Stalin establecía una diferencia entre los movimientos nacionales que se habían desarrollado en Europa Occidental y en Europa Oriental. Así, refiriéndose a unos y otros, decía:
“… Los ingleses, los franceses, los alemanes, los italianos, etc., se constituyeron en naciones bajo la marcha triunfal del capitalismo victorioso sobre el fraccionamiento feudal.
Pero allí, la formación de naciones significaba, al mismo tiempo, su transformación en Estados nacionales independientes. Las naciones inglesa, francesa, etc. Son, al mismo tiempo, los Estados inglés, etc. El caso de Irlanda, que queda al margen de este proceso, no cambia el cuadro general.
En la Europa Oriental, las cosas ocurren de un modo algo distinto. Mientras que en el Oeste las naciones se desarrollan en Estados, en el Este se forman Estados multinacionales, Estados integrados por varias nacionalidades. Tal es el caso de Austria-Hungría y de Rusia…
Así ocurrieron las cosas en el Este.
Este modo peculiar de formación de Estados sólo podía tener lugar en las condiciones de un feudalismo todavía sin liquidar, en las condiciones de un capitalismo débilmente desarrollado, en que las nacionalidades relegadas a segundo plano no habían conseguido aún consolidarse económicamente como naciones integrales” [7].
Más adelante, Stalin afirma que al desarrollarse el capitalismo en los Estados del Este, las naciones postergadas comienzan a despertar a una vida propia y
“Así fueron creándose las circunstancias que empujaron a la lucha a las naciones jóvenes de la Europa Oriental.
La lucha comenzó y se extendió, en rigor, no entre las naciones en su conjunto, sino entre las clases dominantes de las naciones dominadoras y de las naciones postergadas” [8].
Ya hemos visto más arriba como la disolución de los Imperios austro-húngaro y ruso, como consecuencia de su derrota en la guerra, en el primer caso, y del triunfo de la Revolución de Octubre, en el segundo, dieron lugar a la creación de varios Estados europeos.
En cuanto a los países capitalistas avanzados de Europa Occidental, Lenin consideraba que:
“En ellos han terminado hace mucho los movimientos nacionales burgueses progresivos. Cada una de estas “grandes” naciones oprime a otras naciones en las colonias y dentro del país” [9].
El conocido historiador marxista francés Pierre Vilar dedicó buena parte de sus estudios a lo que él consideraba un caso peculiar entre los países occidentales, el caso de España y más concretamente prestó una especial atención al hecho nacional en Cataluña. Así, nos dice:
“En el ámbito de Europa occidental he estudiado un caso menos conocido, pero original: el caso de España, uno de los primeros estados-nación constituidos en Europa, y cuya cohesión, en la “guerra de independencia” antinapoleónica, parecía haberse afirmado espectacularmente. Pero la pérdida de las colonias y el fracaso de la revolución política, que mantuvo el poder, cuando menos parcialmente, en manos de las clases aristocráticas y terratenientes, hicieron de la España del siglo XIX no un país “subdesarrollado”, pero sí desigualmente desarrollado, en el que únicamente el País Vasco y sobre todo Cataluña llegaron a desarrollar una industria de modelo europea” [10].
3.- El hecho nacional en la Europa de hoy
Pero también existen minorías nacionales en otros Estados de Europa Occidental y central que aspiran a un mayor reconocimiento de su personalidad (de su identidad nacional), a una autonomía más o menos amplia e incluso a la independencia, como ocurre, por citar sólo algunos ejemplos, en Italia (habitantes del Valle de Aosta, de Venecia, del Alto Adigio,…), en Dinamarca (Islas Feroe), Alemania (Frisios, Bajo alemanes, sorabos, silesios,…), etc.
Se da la paradoja de que el conflicto que reviste una especial agudeza es el que existe en el Sur de Euskal Herria, y que éste tiene lugar en uno de los primeros Estados modernos que se constituyeron en Europa [11]. Sin embargo, como bien dice Pierre Vilar:
“…la monarquía de los Habsburgo no desempeñó la función unificadora de la monarquía francesa, ni las Cortes de Cádiz la de la Revolución de 1789” [12].
Y, más adelante:
“El nacionalismo vasco se desarrolla sobre todo en el siglo XX. Pero nace en el XIX con su apóstol Sabino Arana. Y se manifiesta primero en Bilbao, lo que permite clasificarlo menos como una herencia del viejo “fuerismo” que como reacción de una región económicamente avanzada contra la dirección política retrasada del centro del país” [13].
Además de estos conflictos, habría que citar todos los derivados de la existencia de numerosas minorías nacionales en el seno de países del Este de Europa que han entrado a formar parte recientemente de la UE. Tal es el caso de las poblaciones de origen alemán de Polonia y Chequia, así como la de origen rumano en Hungría, o el de la población de origen ruso en Estonia.
También habría que hablar de la cuestión de los enclaves, como el de Kaliningrado (antigua Konigsberg, que fue capital de la Prusia Oriental y que según acuerdo de la Conferencia de Potsdam, en 1945, pasó a pertenecer a la URSS. En 1946, cambió su nombre, y en los años posteriores sufrió un proceso de desgermanización y de rusificación), que actualmente cuenta con una población mayoritariamente rusa, y que queda separada de Rusia por las Repúblicas bálticas.
Pero, no vamos a extendernos más sobre esta cuestión porque volveremos sobre estos temas en otras ocasiones.
Sin embargo, las condiciones en que actualmente se desarrollan todos estos movimientos nacionales, son muy diferentes a las que hemos analizado en la primera parte de este trabajo. Y ello, por varias razones:
1ª.- Ya no nos encontramos en una fase ascendente del capitalismo, como fue la que durante los siglos XVIII y XIX impulsó a la burguesía nacional a formar los nuevos Estados, o a la burguesía de las naciones postergadas a rebelarse contra la burguesía de las naciones dominantes. Hoy día, a pesar de la expansión generalizada del capital financiero, de la internacionalización del proceso de acumulación y de las fuerzas productivas (lo que se conoce como “globalización”), nos encontramos en la fase final, agónica, del capitalismo, tal como la definió Lenin al referirse al capital monopolista y al imperialismo.
2ª.- En este contexto, cada vez tiene menos sentido hablar de “burguesía nacional”, pues la clase dominante de cada Estado tiene sus miras puestas no ya en el mercado nacional, sino en el mercado mundial. Y ha sido con esa lógica con la que se ha impulsado el proceso de integración económica y política europea, que trata de hacer de la UE una nueva potencia imperialista.
Hoy día, salvo alguna excepción, ya no existe una burguesía progresista, capaz de impulsar un movimiento nacional por la construcción de un Estado propio, sino que las aspiraciones nacionales son asumidas por la pequeña burguesía y otros sectores populares, clases y capas sociales cada vez más próximas al proletariado.
3ª.- En estos momentos no se da una situación de crisis (bélica o revolucionaria) que pudiera favorecer el triunfo de uno o de varios de estos movimientos. Es más, la tendencia a corto y medio plazo es a estabilizar el sistema capitalista en Europa, en base a dos elementos fundamentales, la integración económica y política que está teniendo lugar por medio de la UE, y la existencia de una poderosa alianza militar, la OTAN. No obstante, la dialéctica nos enseña que la “calma” y la “estabilidad” sólo tienen un carácter condicional y relativo, mientras que la lucha y el cambio, lo tienen incondicional y absoluto.
Es en este contexto general en el que debemos considerar los nuevos movimientos nacionales, y en concreto el movimiento democrático-nacional en Euskal Herria. De su análisis se desprende que sólo bajo la dirección de la clase obrera, las clases y capas populares de las distintas naciones y pueblos oprimidos de Europa, podrán conquistar su Derecho de Autodeterminación y construir sus propios Estados que, para garantizar de forma efectiva la defensa de sus respectivas naciones y la solidaridad y cooperación entre todas ellas, habrán de tener, necesariamente, un carácter socialista.
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NOTAS.
1.- Con la denominación de potencias centrales se conocía al Imperio alemán y al Imperio austro-húngaro, aliados ambos durante la Primera Guerra Mundial.
2.- Curlandia era una región costera de Letonia, situada al Oeste del Dvina Occidental. En 1795 había sido anexionada por Rusia. En 1918 se incorporó al nuevo Estado de Letonia.
3.- Livonia era un territorio báltico que estuvo dominado por los caballeros de la Orden Teutónica (que más tarde formaron la Orden Livonia) y que en el siglo XIII organizaron la región con el nombre de Confederación de Livonia. En el siglo XVI, ante la amenaza rusa, buscaron la protección de Polonia. En el siglo XVII las tierras del Norte del río Dvina fueron conquistadas por Suecia, que las cedió a Rusia por el Tratado de Nystad (1721). En 1772, como resultado de la primera partición de Polonia, el resto de Livonia fue incorporado a Rusia. En 1918, al formarse los nuevos Estados de Estonia y Letonia, la antigua Livonia quedó dividida entre ambos países.
4.- En Diciembre de 1918, se creó el Reino de los serbios, croatas y eslovenos, que en 1921 adoptó el nombre de Reino de Yugoslavia.
5.- En 1921, mediante el Tratado Anglo-Irlandés, Irlanda obtiene el status de “Dominio”, bajo la denominación de Estado Libre de Irlanda. Dicho Tratado consagró la división de la isla, quedando la mayor parte de la provincia histórica del Ulster (seis de los nueve condados que la formaban), bajo la administración británica. En 1937 se proclama el Estado del Eire “soberano, independiente y democrático”, aunque continuó siendo miembro de la miembro de la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealt). En 1949, Irlanda adoptó la forma de república y se separó formalmente de la Commonwealt, constituyéndose en un Estado plenamente independiente.
6.- No se hace referencia a las antiguas repúblicas asiáticas de la URSS.
7.- VV.AA. “El marxismo y la cuestión nacional”. Editorial Avance. Barcelona, 1976. (Stalin. Obra citada. 2. El movimiento nacional). Págs. 284-285.
8.- Idem. (Stalin. Obra citada. 2. El movimiento nacional). Pág. 285.
9.- Idem. (V. I. Lenin. La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación. 6. Tres tipos de países en el terreno de la autodeterminación de las naciones). Págs. 271-272.
10.- Pierre Vilar. “Iniciación al vocabulario del análisis histórico”. Editorial Crítica. Barcelona, 1980. Pág. 191.
11.- Con la descomposición del feudalismo y el desarrollo del comercio, de la artesanía y de la manufactura, así como el crecimiento de la población que habitaba en las ciudades, se inicia un proceso de concentración del poder político que da lugar a la aparición de las monarquías autoritarias centralizadas o nuevos Estados modernos, también conocidos por algunos historiadores con el nombre monarquías renacentistas.
Este impulso centralizador tuvo lugar en España con la unión de los reinos de Aragón y Castilla (1469) y posteriormente con la conquista de la parte peninsular del Reino de Navarra (1512-24). del Reino de Navarra (1512). En Inglaterra se llevó a cabo durante la Guerra de las Dos rosas, después de la batalla de Bosworth (1485), y la entronización de la dinastía Tudor, con Enrique VII. En Francia se produjo después de la Guerra de los Cien Años (1339-1453), con los últimos reyes de la dinastía de los Valois, después de la absorción de algunos países vasallos, como el Ducado de Borgoña (1493) y el Ducado de Bretaña (1532).
12.- Pierre Vilar. “Historia de España”. Editorial Crítica. Barcelona, 1984. Pág. 104.
13.-Idem.