sábado, 4 de septiembre de 2010

UNA PANORÁMICA GENERAL

A continuación vamos a describir, a grandes rasgos, los principales aspectos que caracterizan la situación actual, en el plano internacional. Desde nuestro punto de vista, estos aspectos son los siguientes:  

1.- La finalización del ciclo revolucionario que se inició en Octubre de 1917 en Rusia; la restauración del capitalismo salvaje en la RP China, producida tras la muerte de Mao; y la liquidación definitiva del “campo socialista”, pues aunque todavía hay algunos países que se continúan llamando “socialistas”, en realidad tan sólo lo son en apariencia y no constituyen más que elementos residuales de otra época. Además, al no actuar de forma cohesionada (en bloque) no juegan un papel significativo en la correlación internacional de fuerzas.

2.- La entrada del capitalismo en una nueva fase, dentro de su estadio imperialista, a la que se ha venido denominando como de “globalización” y cuyos aspectos más significativos son:

a) el predominio absoluto del capital financiero a nivel internacional y su carácter, cada vez más parasitario y especulativo. La expansión mundial del mercado y el control global de la economía por parte de un pequeño grupo de grandes empresas multinacionales. La aceleración de la carrera armamentística y el aumento exponencial de los gastos militares, a pesar de la finalización de la “Guerra Fría”;

b) la internacionalización del proceso de acumulación capitalista, con la segmentación y descentralización del proceso de producción (deslocalización de empresas, fragmentación de las grandes unidades de producción, etc.) y la nueva división internacional del trabajo (desarrollando distintas fases del proceso de fabricación en diferentes países) que ha dado lugar a una creciente internacionalización de las fuerzas productivas;

c) la rápida incorporación de los avances tecnológicos (microelectrónica, robótica, informática, telecomunicaciones, micromecánica, bioingeniería, nuevos materiales, etc.) al proceso de producción, que ha repercutido directamente en los métodos y ritmos de trabajo, en el nivel de cualificación requerida, así como en la propia estructura social;

d) la creciente destrucción de la naturaleza, como consecuencia de la irracionalidad del sistema capitalista, que ha alcanzado tales proporciones que está causando la desaparición de numerosas especies animales y vegetales (biodiversidad), poniendo en peligro la continuidad de la vida humana sobre la Tierra;

e) la diversificación y complejización de la estructura social, con el rápido desarrollo de las nuevas capas intermedias asalariadas y la mayor estratificación en el seno de la clase obrera (empleados y desempleados, trabajadores directos e indirectos, cualificados y no cualificados, fijos y eventuales, autóctonos e inmigrantes, etc.), a lo que habría que añadir los efectos de la división sexual del trabajo y la creciente precarización del empleo, tanto para jóvenes como para mujeres;

f) el ascenso de nuevas potencias imperialistas, como Brasil, India, y China, que vienen a unirse a las que ya existían (EEUU, Japón, UE y Rusia), ampliando y profundizando la competencia entre todas ellas y disputándose, cada vez más, la influencia y el control sobre extensas zonas del planeta. Progresivo declive de EEUU como actual superpotencia hegemónica y su previsible sustitución por China; 

g) el proceso acelerado de urbanización en los países del llamado “Tercer Mundo”, especialmente en los nuevos países industrializados (NPI) de Asia y Latinoamérica, como consecuencia de los grandes flujos migratorios del campo hacia las ciudades, que está provocando el hacinamiento de millones de personas en las áreas metropolitanas, carentes de las más elementales infraestructuras (agua, vivienda, sanidad, educación, transporte, etc.).

3.- La modificación de las contradicciones  fundamentales de nuestra época:

Como consecuencia de la restauración del capitalismo en los antiguos países socialistas, incluida China, se ha extinguido una de las contradicciones fundamentales de nuestra época, la que enfrentaba al campo socialista con el campo imperialista, al haber desaparecido uno de los dos aspectos que la hacían posible. Dicha contradicción volverá a reactivarse, en la medida en que avance la Revolución Mundial y debido a ello se vuelva a constituir un bloque de países socialistas. En estos momentos, podemos decir que las contradicciones fundamentales de la época actual, son:

a)   La contradicción entre el proletariado y la burguesía en los países capitalistas.

La restauración del capitalismo en los antiguos países socialistas, ha supuesto un duro golpe contra el proletariado internacional. Por una parte, la burguesía y el resto de las clases explotadoras, han visto desaparecer el “freno” que hasta entonces había constituido la existencia del campo socialista y se han lanzado a una feroz explotación de los trabajadores y de las capas populares en todos los países. Por otra, el movimiento obrero se ha visto confuso y desorientado, sin referentes ideológicos y políticos de ningún tipo.

En los países del Tercer Mundo (con una estructura socioeconómica semicolonial y semifeudal) han empeorado sensiblemente las condiciones de vida y de trabajo de las masas obreras y campesinas, produciéndose éxodos masivos del campo hacia la ciudad y la miseria y el hambre se han generalizado. Países como China, la India o Brasil, aunque siguen teniendo una estructura económica predominantemente agraria, han experimentado un fuerte crecimiento industrial y en ellos se está desarrollando una clase obrera muy numerosa, afincada en sus áreas periurbanas. En el caso concreto de China, se prevé que en el transcurso de los próximos 25 años, este país llegue a convertirse en la primera potencia económica e industrial del mundo, estimándose que puede llegar a concentrar aproximadamente el 50% de la producción industrial del planeta.

En los países capitalistas desarrollados (imperialistas), aprovechando la oportunidad que les brindaba la nueva coyuntura internacional, las respectivas burguesías han procedido a desmantelar, de forma progresiva, el llamado “Estado del bienestar”, eliminando todas las conquistas sociales que la clase obrera había logrado a través de muchas décadas de luchas, generando un creciente precarización del trabajo, un considerable incremento del “paro estructural” y la aparición de importantes “bolsas” de pobreza y marginación social. Por otra parte, en estos mismos países, como consecuencia de la creciente concentración y centralización de capitales, está teniendo lugar un proceso de proletarización de sectores cada vez más amplios de la pequeña burguesía.    

Por todo ello, es evidente que la contradicción entre el proletariado y la burguesía no sólo continúa existiendo, sino que se está agudizando de día en día.

b)   La contradicción entre las naciones oprimidas y el imperialismo.

Después de la Revolución de Octubre, y tras el fracaso de la revolución en Hungría y en Alemania, el centro de la revolución mundial se desplazó desde Europa hacia Oriente [1]. Una prueba de ello fueron la Revolución china, la guerra de Corea, la lucha revolucionaria de liberación nacional de los pueblos del Sudeste asiático (Vietnam, Laos y Camboya), la lucha de liberación antijaponesa en Filipinas, así como la sangrienta contrarrevolución que tuvo lugar en Indonesia y que supuso el exterminio masivo de los comunistas de aquel país.

Aún hoy día, a pesar de la fase de agudo reflujo por la que atravesamos, el continente asiático continúa siendo un gran foco revolucionario mundial. Por una parte, la guerra de resistencia antiimperialista en Afganistán y en Irak, frente a la invasión de ambos países por parte de EEUU y sus aliados. Por otra, la heroica resistencia palestina, frente al Estado sionista-racista de Israel; así como la del pueblo kurdo en los territorios controlados por Turquía e Irán. Pero, además, hay que resaltar la guerra revolucionaria que los comunistas (maoístas) están impulsando en la India, con el apoyo de las tribus indígenas; y en Filipinas, así como la reactivación del movimiento revolucionario en otros lugares de Asia, como Nepal, Bután, Bangla Desh, etc.

Como hecho a destacar, es preciso reconocer que, el vacío creado en muchos países asiáticos y africanos, al debilitarse las fuerzas políticas revolucionarias y/o progresistas (a raíz de la desintegración del Bloque del Este), ha sido llenado por distintas organizaciones políticas islamistas, muchas de ellas ultrarreaccionarias, que emplean una violencia indiscriminada, no solamente contra las fuerzas de ocupación sino también contra sectores populares pertenecientes a otras corrientes religiosas, como ocurre con bastante frecuencia en Irak. Sin embargo, habría que hacer una mención especial de algunas organizaciones islámicas, por su actitud consecuentemente antiimperialista; en concreto hay que referirse la organización palestina Hamas (sunnita) y a la libanesa Hezbolá (chiita), que sostienen una lucha decidida contra el Estado reaccionario-sionista de Israel. 

Pero, la contradicción entre las naciones oprimidas y el imperialismo, no sólo se manifiesta en los países de Asia, África y Oriente Medio, sino que también, aunque en unas condiciones diferentes, surge y se desarrolla en los propios países de capitalismo avanzado. Así, constatamos que actualmente existen movimientos democráticos de liberación nacional, aunque con una desigual implantación, en diversos Estados de Europa central y occidental, así como en Canadá. Algunos de estos movimientos llegan, incluso, a desarrollar formas de lucha violenta contra los Estados que oprimen a sus respectivas naciones.

El surgimiento de estos movimientos es una consecuencia de las restricciones democráticas que tienen lugar bajo el dominio del capital financiero, que no duda en ahogar las legítimas aspiraciones nacionales de los distintos pueblos a los que sojuzga y que en la época actual, como consecuencia de la “globalización” capitalista y de la exacerbación de todo tipo de contradicciones que ésta trae consigo, corren peligro de ver anulada su propia identidad nacional y de desaparecer como pueblos.

c)    La contradicción entre los países imperialistas y entre los distintos grupos monopolistas.  

Con el hundimiento del Bloque del Este y la desintegración de la URSS, desapareció la contradicción que enfrentaba a las dos superpotencias imperialistas que disputaban entre sí, a lo largo y ancho del planeta, por la hegemonía mundial. El resultado de los cambios operados, desde entonces, a nivel internacional, ha sido el de un mundo “unipolar”, en el que destaca una única superpotencia, los EEUU. Pero, la ley del desarrollo desigual del capitalismo conduce, inexorablemente, a que poco a poco vayan haciendo aparición nuevas potencias, la mayoría de ellas de carácter regional, que comienzan a disputar la supremacía a la hasta ahora única potencia hegemónica.

Por una parte tenemos a la UE y a Japón que, durante varias décadas, han sido competidoras de EEUU aunque sólo en el terreno económico. La primera de ellas, es una potencia en construcción pero que tiene que afrontar grandes dificultades para avanzar en el proceso de integración económica y política que, al menos desde un punto de vista teórico, se orientaría a esa finalidad. Las contradicciones entre las clases dirigentes de los distintos Estados miembros, afloran una y otra vez. En los últimos años se han puesto de manifiesto con toda nitidez con ocasión de la crisis económica que se inició en verano de 2007. Además, el rápido aumento del número de Estados miembros, que ya es de 27, no hace sino dificultar considerablemente la toma de decisiones, lo que supone que la cuestión de la gobernabilidad sea uno de los principales problemas.

Pero también hay otros que no tienen menor importancia, como el que buena parte de los nuevos miembros de la Unión (casi todos ellos lo fueron anteriormente del Bloque del Este) sean abiertamente partidarios del imperialismo norteamericano, lo que hace que junto con Gran Bretaña, constituyan un auténtico “caballo de Troya” de EEUU en el seno de la UE. Si a ello unimos el que la mayor parte de los miembros de la Unión forman parte de la OTAN, alianza militar dirigida indiscutiblemente por los yanquis, nos podremos hacer una idea de las grandes dificultades que puede haber para que el proceso avance de acuerdo con los intereses que pudieran tener algunos sectores de la gran burguesía europea (principalmente de la francesa y la alemana) en llegar a constituir una alternativa a la gran superpotencia norteamericana.

Por si todo esto fuera poco, también hay que tener en cuenta el problema de la dependencia energética (principalmente del petróleo y el gas natural) que tiene la UE respecto de Rusia y algunos países del Magreb (Argelia o Libia); la cuestión de los desequilibrios territoriales entre las regiones más desarrolladas, que constituyen el auténtico “centro” de la UE (que forman la llamada “banana de oro”) y las más atrasadas y empobrecidas, que conforman su periferia, situación que se ha visto agravada por la crisis económica; el problema de la cohesión interna y de la organización territorial, derivado de la existencia en el seno de la Unión de  naciones sin Estado, como es el caso de Escocia, Gales, Euskal Herria, Catalunya, Galiza, Flandes, Valonia, etc., que aspiran a que se les reconozca su propia identidad o a constituirse como Estados independientes; o la carencia de una política exterior independiente de los EEUU, que se ve agravada por la falta de capacidad militar de la Unión; y las grandes dificultades (de origen histórico, cultural, político, religioso, etc.) que está habiendo para sentar las bases de una identidad europea.  También habría que hacer mención de otras cuestiones que no carecen de importancia, tales como la de la inmigración, o la de la cuestión agrícola, pero de momento no nos vamos a extender ahora sobre ellas.

En cuanto a Japón, hay que destacar que tiene una gran debilidad estructural, cuyas  principales causas son: su escasez de recursos naturales (que le obliga a importar la mayor parte de las materias primas, incluidas muchas de las consideradas estratégicas); tiene un mercado interno insuficiente para absorber su enorme producción industrial y necesita imperiosamente de la exportación; y, por último, no dispone de una fuerza militar significativa. Ello le ha llevado a situarse en una posición de relativa dependencia respecto a EEUU, lo que le resta capacidad para constituirse en una potencia en condiciones de disputarle la hegemonía.

Por otra, con el inicio del siglo XXI han hecho su aparición en la escena mundial otras  potencias como China, India, Brasil, Turquía e Irán, mientras que Rusia trata de recuperar el papel perdido de segunda superpotencia, jugando la baza de sus considerables recursos energéticos. No obstante, es China la que se está destacando con toda claridad. Ya ocupa la segunda posición como potencia económica mundial, después de haber superado a Japón,  y se sitúa como la principal competidora de EEUU y como la superpotencia ascendente que, en unas pocas décadas, será capaz de disputarle la hegemonía mundial [2]. Además de su enorme población (potencia demográfica), China posee unos cuantiosos recursos naturales (aunque deba importar cantidades cada vez mayores de petróleo) y posee un poderoso ejército (el más numeroso del planeta) cada vez mejor pertrechado y adiestrado. De hecho, China está llevando a cabo una fuerte penetración (mediante ayuda técnica, cooperación al desarrollo, acuerdos económicos y comerciales, inversiones directas, etc.) en numerosos países de Asia, África y América Latina, habiendo desplazado en varios de ellos a las empresas de EEUU y la UE; y recientemente ha iniciado la negociación de un Tratado de Libre Comercio con Suiza, que si llegase a buen término le permitiría poner un pié en Europa.

En cuanto a las contradicciones que enfrentan a China con la India (otra de las potencias ascendentes, aunque sólo a nivel regional), no está nada claro si, en el futuro se irán agudizando o, por el contrario, ambas potencias llegarán a una situación de cooperación. De hecho, entre las economías de ambas potencias se dan, simultáneamente, unas relaciones de complementariedad y de competencia [3]. Lo mismo podría decirse respecto a las contradicciones con Japón, ya que recientemente los dirigentes chinos han comenzado a explorar una posible colaboración técnica y económica entre ambas potencias asiáticas.

Por su parte, EEUU defiende rabiosamente su hegemonía actual, que se ve cada vez más amenazada, y pretende impedir el ascenso de algunas potencias regionales en Oriente Medio, sobre todo de aquellas que pudieran ejercer cierto liderazgo en una región estratégica de primer orden (por su producción petrolífera), tal como ocurrió con la invasión de Irak y ahora pretenden hacer lo mismo con Irán, con el pretexto de que representa una amenaza nuclear.

En otra parte del planeta, como ocurre en América Latina, los esfuerzos del imperialismo norteamericano por controlar la región, tropiezan con crecientes dificultades. Así, el proyecto de crear un Área de Libre Comercio Americana (ALCA), destinada a provocar la liberalización del comercio, la desregulación del mercado de trabajo y la privatización de las empresas públicas en aquel área, con vistas a favorecer los intereses de las grandes multinacionales norteamericanas, encuentra una fuerte resistencia por parte de sectores de la burguesía no monopolista de varios países, como es el caso de Venezuela y Bolivia, que están potenciando un modelo diferente de asociación económica, la Alternativa Bolivariana para América Latina (ALBA). Aunque este proyecto no tenga un carácter revolucionario y socialista, como proclaman sus patrocinadores, sin embargo contribuye a debilitar considerablemente al imperialismo norteamericano en aquella zona del mundo. En relación con la situación en América Latina, hay que destacar el papel decididamente antiimperialista de Cuba, que viene sufriendo un grave bloqueo por parte de EEUU desde hace ya más de cuatro décadas y que, junto con Venezuela, participó en la fundación de ALBA el 14-12-2004.

Todos estos aspectos que, muy a grandes rasgos, acabamos de enumerar, constituyen el contexto internacional en el que  se sitúa Euskal Herria y, por ello, tienen una importancia nada desdeñable para el proceso de lucha del Pueblo Trabajador Vasco. Por ello, en otras ocasiones volveremos de nuevo sobre ellos para profundizar más en el conocimiento de algunos de sus rasgos más significativos. 


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NOTAS:

1.- Hay que tener en cuenta que la creación del bloque socialista, tuvo lugar en unas condiciones especiales, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. En buena medida, salvo los casos de Albania y Yugoslavia, fue una consecuencia de la ofensiva general del ejército soviético contra las fuerzas nazi-fascistas de ocupación en la Europa central.

2.- Con el desarrollo del capitalismo, se ha ido produciendo un cambio en la hegemonía mundial, al ir pasando ésta, a lo largo del tiempo, de unas potencias a otras. Así, ha existido un ciclo genovés, que se extendió desde el siglo XV hasta principios del siglo XVII; un ciclo holandés, que duró desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII; un ciclo británico, que abarcó la segunda parte del siglo XVIII, todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX, y un ciclo norteamericano, que comenzó a finales del siglo XIX y que ha continuado hasta la fase actual de expansión financiera o globalización. Ver: Giovanni Arrighi. “El largo siglo XX”. Editorial AKAL. Madrid, 1999.

3.- Ver: Pablo Bustelo Gómez. “¿Chindia o China más India? Complementariedad y competencia económicas entre dos gigantes asiáticos” (IX Reunión de Economía Mundial, Madrid, abril de 2007). http://www.ucm.es/info/eid/pb/Bustelo07rem.pdf