martes, 5 de noviembre de 2019

INTERNACIONALISMO PROLETARIO Y PATRIOTISMO REVOLUCIONARIO


¿Pueden los comunistas vascos y catalanes, así como los del resto de naciones oprimidas por el Estado español, sin renegar del internacionalismo proletario y sin caer en el seguidismo al nacionalismo pequeñoburgués, además de defender el Derecho de Autodeterminación para sus respectivas naciones, abogar por la creación de un Estado propio?

Evidentemente, si hiciésemos una lectura superficial e irreflexiva de los textos de Lenin, diríamos tajantemente que NO. Sin embargo, esta cuestión no es tan fácil de zanjar como parece.

En el transcurso de la Primera Guerra Mundial, Lenin se replanteó algunas cuestiones relativas a la cuestión nacional y al internacionalismo proletario. En este sentido, destacó la multiplicidad y diversidad de experiencias nacionales que habría de desarrollarse en el periodo de transición al socialismo.

Aunque tiempo atrás hubiese mostrado cierta desconfianza y algunas reticencias sobre el hecho de que existiesen diferentes realidades nacionales, en estos momentos no duda en admitir una pluralidad de caminos que habrían de conducir al socialismo e, incluso, una diversidad de formas de desarrollo de este último. Así,  plantea:

“La misma diversidad se manifestará también en el camino que recorrerá la humanidad desde el imperialismo de hoy hasta la revolución socialista de mañana. Todas las naciones llegarán al socialismo, esto es inevitable, pero no todas lo harán exactamente de la misma manera, cada una contribuirá con algo propio, a tal o cual forma de democracia, a tal o cual variedad de dictadura del proletariado, a tal o cual variación en el ritmo de las transformaciones socialistas en los diferentes aspectos de la vida social. No hay nada más primitivo desde el punto de vista de la teoría, o más ridículo desde el de la práctica, que pintar, “en nombre del materialismo histórico, este aspecto del futuro de un gris monótono”..… Pues el hecho es que nosotros no sabemos, ni podemos saber, qué numero de naciones oprimidas necesitará en la práctica la separación para contribuir con algo propio, a las diferentes formas de la democracia, a las diferentes formas de transición al socialismo[1].       

Para Lenin, el proletariado revolucionario debe estar en condiciones de aprovechar todas las motivaciones existentes para impulsar la revolución. Y entre ellas está la opresión nacional. En ese sentido dice que:

“En la guerra actual, los estados mayores procuran diligentemente utilizar todo movimiento nacional y revolucionario en el campo enemigo; los alemanes, la sublevación irlandesa; los franceses, el movimiento checo, etc. Y desde su punto de vista actúan muy acertadamente. No se toma en serio una guerra seria, si no se aprovecha la menor debilidad del enemigo, si no se aprovecha cualquier ventaja, tanto mas, cuando no se puede saber con anticipación en que momento, donde y con cuanta fuerza estallara algún polvorín. Seriamos muy malos revolucionarios si en la gran guerra emancipadora del proletariado por el socialismo no supiéramos aprovechar todo movimiento popular contra cada una de las calamidades del imperialismo, para agudizar y ampliar la crisis[2].

En su debate con P. Kievsky (Y. Pyatakov), en relación con la necesidad de aprovechar la posibilidad que nos ofrecen las luchas de liberación nacional para avanzar hacia el socialismo, incluso en la Europa desarrollada, Lenin dice que:

“En consecuencia, una vez que el autor reconoce la necesidad de apoyar una insurrección de una nación oprimida (“resistir activamente” la represión significa apoyar la insurrección), reconoce, también, que una insurrección nacional es progresista, que la creación de un estado nuevo y separado, de nuevas fronteras, etc., como resultado de una insurrección, triunfante, es progresista. ¡En ninguno de sus argumentos políticos el autor es consecuente! La insurrección irlandesa del año 1916, que tuvo lugar después de la publicación de nuestras tesis en el núm. 2 de Vorbote, demostró —dicho sea de paso— ¡qué no había sido inútil hablar de la posibilidad de insurrecciones nacionales incluso en Europa!” [3].

En otra ocasión, refiriéndose esta vez a la lucha que llevaban a cabo conjuntamente los bolcheviques y los borotbistas ucranianos contra las fuerzas del reaccionario Denikin, lejos de considerar a los últimos como “nacionalistas”, por el hecho de que abogasen por la independencia de Ucrania, no dudó en calificarlos de comunistas. Pero veamos como lo planteaba Lenin:

“Mientras Ucrania no esté completamente liberada de Denikin y hasta que se reúna el Congreso de los Soviets de toda Ucrania, su gobierno es el Comité Revolucionario de toda Ucrania. En este Comité Revolucionario, al lado de comunistas bolcheviques ucranianos, trabajan como miembros del gobierno comunistas-borotbistas ucranianos. Lo que distingue a los borotbistas de los bolcheviques es, entre otras cosas, que aquellos defienden la independencia absoluta de Ucrania. Los bolcheviques no hacen de esto objeto de divergencias, de desunión, no ven en esto ningún obstáculo para un trabajo solidario de los proletarios. Lo principal es que haya unidad en la lucha contra el yugo del capital, por la dictadura del proletariado, pues los comunistas no deben tener divergencias por cuestión de fronteras nacionales o de las relaciones federativas o de cualquier naturaleza entre los Estados[4].

Aquí podemos ver, con toda claridad, la actitud abierta de Lenin hacia aquellos revolucionarios [5] que, con toda seguridad, hoy día hubiesen sido tildados de “nacionalistas pequeño burgueses” por algunos de nuestros doctrinarios.

Es más, como podemos ver, en el mismo texto Lenin resalta que la distinta posición que mantenían unos y otros respecto a la cuestión de la independencia de Ucrania no podría ser considerada “como objeto de divergencias” para un “trabajo solidario de los proletarios” (nosotros diríamos que para mantener una alianza estratégica entre ellos), como tampoco puede ni debe serlo cualquier otro aspecto relativo a la cuestión de las posibles fronteras o al tipo de relaciones que en el futuro pudieran llegar a establecerse entre los Estados.

De hecho, esas diferentes posiciones que, en nuestro caso concreto, pudieran plantearse entre quienes (en Euskal Herria, Catalunya o cualquiera de las otras naciones oprimidas por el Estado burgués español) defendemos la necesidad de dotarnos de un Estado propio y los comunistas de la nación opresora, no deben constituir un obstáculo para que entre todos-as podamos llegar a establecer una férrea alianza estratégica para avanzar hacia la revolución socialista.

Una alianza que, en la práctica, no tiene por qué suponer la supeditación de los comunistas de las naciones dominadas a los de la nación dominante y que tampoco debe requerir que todos ellos deban agruparse en un mismo y único partido.

Ahora bien, si desde el punto de vista teórico no se puede considerar como “nacionalistas” a los comunistas de las naciones oprimidas, por el mero hecho de que defiendan la necesidad de crear un Estado propio, ya sea este independiente o continúe manteniendo algún tipo de relación (federal, confederal, etc.) con el Estado español, ¿cómo podríamos calificar al tipo de actitud que mantienen hacia la nación a la que pertenecen? 

Durante mucho tiempo, se ha venido estableciendo una falsa dicotomía entre “conciencia de clase” y “conciencia nacional”. Se trataba de una separación metafísica entre dos formas de conciencia social. Pero, actualmente ya estamos en condiciones de superarla. Dicha separación se basaba únicamente en una concepción idealista de la nación, que nosotros hemos de sustituir por otra materialista.

La primera forma de entender la nación era considerarla como una especie de ente inmutable y eterno, situado al margen y por encima de las personas y de las clases. La segunda, la materialista, consiste en concebir la nación como un fenómeno histórico y, por tanto, cambiante, que posee una base material.

Así, podemos decir que la nación es un ámbito en el que se producen y reproducen tanto el capital como la fuerza de trabajo, en el que se producen y reproducen las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Por tanto, la nación es un ámbito en el que se producen y reproducen las clases y la lucha de clases. Así entendida, la nación es un conjunto de condiciones de producción [6].

La primera de esas formas da lugar a la ideología nacionalista, ya sea ésta burguesa o pequeñoburguesa. La segunda, da lugar al patriotismo, entendiendo éste  como una actitud [7], provocada por un sentimiento [8] de amor a la patria, a la tierra que nos vio nacer. Lo que incluye: su historia, la forma de vida de sus habitantes, su “forma de ser”, etc. Un sentimiento profundamente arraigado en los pueblos, durante siglos y milenios.

El patriotismo no ha sido provocado por ningún “espíritu nacional”, ni por ningún “alma racial”, como suelen afirmar los sociólogos burgueses, en correspondencia con esa concepción mística, idealista, de la nación. Al contrario, su origen hay que buscarlo en las condiciones materiales de producción (sociales, económicas y políticas) de las que hablábamos más arriba.

Por tanto, el patriotismo (al igual que la nación) es un fenómeno histórico que tiene diferente contenido dependiendo de la época histórico concreta. El patriotismo es un elemento de la conciencia social que ha alcanzado una especial importancia en la época de ascenso del capitalismo, al formarse las naciones y los estados nacionales.

A medida que se agudizó la lucha de clases en el seno de cada nación, la burguesía se fue desenmascarando y dejando ver con toda claridad que su pretendido patriotismo no era tal, sino que lo único que le interesaba era la defensa de sus propios beneficios. Unos intereses de clase que anteponía y sigue anteponiendo a los “intereses nacionales” que dice defender.

Ese ha sido el punto en que el patriotismo y el nacionalismo se han diferenciado con total claridad. Es por ello que, sólo la clase obrera, el proletariado, es la clase que puede defender verdaderamente los intereses nacionales. La única clase que puede tener una conciencia nacional (patriótica), al ser la única capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias la transformación de las condiciones nacionales de producción mediante la revolución socialista.     

Lenin ya se refirió a ese sentimiento nacional (patriótico) de la clase obrera rusa, en los siguientes términos:   

“¿Acaso el sentimiento de orgullo nacional es ajeno a nosotros, proletarios políticamente conscientes gran rusos? ¡Claro que no! Amamos nuestro idioma y nuestra patria, nuestra labor tiene por encima de todo el fin de elevar a sus masas trabajadoras (es decir, las nueve décimas partes de su población) a la vida consciente de los demócratas y los socialistas. Nada nos duele más que ver y sentir la violencia, la opresión y la burla a que someten a nuestra hermosa patria los verdugos zaristas, los nobles y los capitalistas” [9].

Aunque en base al Internacionalismo proletario, los comunistas de las naciones oprimidas debamos oponernos con todas nuestras fuerzas tanto al nacionalismo de la nación dominante como al de la nación oprimida (especialmente al nacionalismo burgués), hemos de tener en cuenta que el patriotismo revolucionario está indisolublemente unido al internacionalismo proletario, inscribiendo la lucha por la liberación de su nación en una perspectiva socialista.


NOTAS

NR.- Los subrayados de las citas en letra negrita son nuestros.

1.- V. I. Lenin. “Una caricatura del marxismo y el economismo imperialista”. Obras Completas. Tomo XXIV, págs. 72 y 73. Editorial Akal. Madrid, 1977.

2.- V. I. Lenin. “Balance de una discusión sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”. Obras Competas. Tomo XXIII, pág. 478. Editorial Akal. Madrid 1977.

3.-V. I. Lenin. “Una caricatura del marxismo y el economismo imperialista” (1916). Obras Completas. Tomo XXIV, pág. 66. Editorial Akal. Madrid, 1977.

4.- V. I, Lenin. “Carta a los obreros y campesinos de Ucrania a propósito de las victorias sobre Denikin”. Obras Completas. Tomo XXXII. Págs. 280-288. Editorial Akal. Madrid, 1978.
Este folleto fue escrito el 28 de diciembre de 1919. Publicado el 4 de enero de 1920 en el núm. 3 de Pravda y en Izvestia, del CEC de toda Rusia, núm. 3.

5.- Los borotbistas eran miembros de un partido surgido en mayo de 1918 al escindirse el partido ucraniano de socialistas-revolucionarios. Su nombre proviene del título de su órgano central, el periódico Borotbá (La Lucha). En marzo de 1919 adoptaron el nombre de Partido ucraniano de socialistas-revolucionarios comunistas borotbistas, y en agosto del mismo año, el de Partido Comunista Ucraniano Borotbista.

En algunos sectores del partido bolchevique hubo recelos hacia los borotbistas, debido a la presencia en dicho partido de elementos nacionalistas pequeñoburgueses. Sin embargo, es conocida la posición de Lenin sobre los mismos, como ya hemos visto más arriba.

Los borotbistas se dirigieron en dos ocasiones al Comité Ejecutivo de la Komintern, solicitando su admisión en la Internacional Comunista. Ésta, el 26 de febrero de 1920 adoptó una resolución especial sobre esta cuestión, en la que se proponía a los borotbistas que disolviesen su partido e ingresasen en el PC(b) de Ucrania. La creciente influencia de los bolcheviques entre las masas campesinas y los éxitos del Poder soviético en Ucrania obligaron a los borotbistas a autodisolverse.

La IV Conferencia del PC(b) de Ucrania, celebrada entre el 17 y el 23 de marzo de 1920, acordó admitir a los borotbistas en el Partido Comunista de Ucrania, previa revisión de cada uno de los militantes que solicitasen el ingreso. 

6.- Ver: “Sobre el ámbito organizativo del partido”. SUGARRA (07-04-2011).

7.- Entendiendo por tal, una manera de estar alguien dispuesto a comportarse o a obrar.

8.- Con este término, hacemos alusión a un estado de ánimo o disposición emocional hacia una cosa, un hecho o una persona. En este caso, nos referimos a la “patria”.

9.-  V. I. Lenin. “El orgullo nacional de los gran rusos”. Obras Completas. Tomo XXII, pág. 197. Editorial Akal. Madrid, 1977.