martes, 16 de junio de 2015

ALGUNOS PROBLEMAS DE LA CONSTRUCCIÓN DEL PARTIDO: “HERENCIA”IDEOLÓGICA, “ESPÍRITU DE GRUPO” Y CUESTIÓN NACIONAL Y UNIDAD DE CLASE



La clase obrera vasca y el conjunto de trabajadores y trabajadoras de Euskal Herria, para avanzar hacia el socialismo, necesitamos dotarnos de un instrumento propio de intervención política que sea, al mismo tiempo, la expresión de nuestros intereses específicos y de nuestra necesaria independencia de clase, frente al resto de las clases, sectores y grupos sociales que conforman la sociedad vasca. Dicho instrumento no puede ser otro que un partido comunista vasco, el partido comunista de Euskal Herria. Por ello, la construcción de dicho partido es una tarea impostergable para los y las comunistas vascas.

Quienes formamos parte de SUGARRA siempre hemos considerado que esta tarea tiene un carácter primordial. Por ello, seguimos con atención e interés todas las propuestas que se hagan en ese sentido, sin mantener una actitud preconcebida de cara a ninguna de ellas.

Aunque el tema del partido, sus características y funciones, así como su ámbito territorial, ya lo hemos tocado con cierta extensión en anteriores ocasiones [1], ahora nos vamos a centrar en algunos problemas concretos de tipo teórico (ideológicos y políticos) y práctico, con los que nos vamos a encontrar a la hora de afrontar esta tarea. Es completamente necesario abordar estas cuestiones con un carácter prioritario, para evitar caer en actitudes voluntaristas.

1.- La “herencia” ideológica

Cuando se constituyeron las primeras organizaciones comunistas en el Estado español y en Euskal Herria, a comienzos de la década de los veinte del pasado siglo, la mayor parte de sus militantes procedían del PSOE y algunos de ellos de las filas anarquistas. En aquellos momentos, estaba reciente la creación de la Komintern (Tercera Internacional), que tuvo lugar en 1919, y que constituyó un importante punto de referencia para los nuevos partidos. Algo similar ocurrió con otros partidos comunistas europeos.

Sin embargo, la ruptura ideológica y política con la socialdemocracia no llegó a ser completa, radical, teniendo en cuenta que se produjo en unas circunstancias especiales que dificultaron la profundización en el debate teórico, como fueron las de la Primera Guerra Mundial. En esa situación, el tema fundamental del debate fue la cuestión de la actitud de los socialdemócratas ante el problema de la guerra y, en relación con éste, las cuestiones del imperialismo y de las nacionalidades.

Por eso, no se prestó tanta atención a otras cuestiones que, con el tiempo marcarían profundamente al recién nacido movimiento comunista, constituyendo un verdadero legado ideológico. Una de ellas es la del economicismo. El propio partido bolchevique no se libró de esa “herencia”, que se manifestó en forma de cierto determinismo económico, así como en la sobrevaloración de la importancia del papel de las fuerzas productivas; en la consideración del partido como un aparato político separado de las masas y fuera del control de estas, etc.

Aspectos todos ellos que llegarían a tener una vital importancia en el desarrollo de la lucha de clases a partir de finales de los años treinta y que contribuyeron a crear las condiciones que hicieron posible la restauración del capitalismo en los antiguos países socialistas.

Todas estas cuestiones y algunas otras que no hemos enumerado, habría que analizarlas dentro de un balance general del ciclo revolucionario que se inició con la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. Para ello, es necesario conocer tanto los triunfos logrados como los errores cometidos y las limitaciones que desde un principio arrastraron los partidos comunistas.

Esta es una labor teórica que hemos de abordar inevitablemente, sobre todo teniendo en cuenta que la procedencia de los y las camaradas que podrían dar lugar a la constitución de ese partido es aún más diversificada que la que tuvieron los primeros comunistas a comienzos del pasado siglo y que, por otra parte, la experiencia histórica del Movimiento Comunista Internacional (MCI) es mucho más rica y compleja.

Pero esto no significa que debamos posponer las tareas organizativas hasta que   hayamos realizado ese balance. No supone, en modo alguno, que hasta que no dispongamos de una teoría “acabada” no debamos prestar atención a las tareas propias de la construcción del partido.

La teoría no se desarrolla al margen de la práctica sino en estrecha relación con ella, mantienen una relación dialéctica y por tanto contradictoria. Es decir, no podemos encerrarnos en un “laboratorio” a elaborar la teoría perfecta mientras la lucha de clases se desarrolla a nuestro alrededor sin que nosotros intervengamos en ella. De la misma forma, no podemos lanzarnos a la “organización de las fuerzas proletarias” sin tener en cuenta todo el bagaje político e ideológico del MCI.

2.- El “espíritu de grupo”  

Como hemos dicho más arriba, la heterogénea procedencia de las y los militantes que podrían llegar a formar el núcleo inicial del partido haría que en él hubiese camaradas con diferentes experiencias políticas (unos-as procedentes de distintos colectivos u organizaciones marxistas-leninistas, otras de sectores de la izquierda abertzale, etc.) que estarían acostumbrados-as a métodos de trabajo muy distintos.

Por otra parte, también es inevitable que entre los camaradas de una misma procedencia se den ciertas afinidades que no existan para con otros-as de otra procedencia, lo que puede llegar a originar recelos y desconfianzas, reforzando un “espíritu de grupo” que es necesario superar, y que sólo puede contribuir a la creación de “camarillas” y a promover el sectarismo.

De ahí que resulte imprescindible el desarrollar una labor de búsqueda del conocimiento mutuo y de generación de la confianza recíproca, mediante la colaboración y el trabajo en común.

Ya tuvimos una experiencia de ese tipo con el EBK (Eusko Bilgune Komunista) durante los años 2004 a 2006 y 2007 a 2009, aunque entonces no llegó a fructificar, probablemente porque no se daban las condiciones apropiadas para ello. Con todo, de dicha experiencia, si nos podría resultar hoy de utilidad.

El pretender impulsar un proceso constituyente, con plazos y fechas prefijados de antemano sería, como dice un viejo proverbio, “tratar de que crezca una planta simplemente estirando de su tallo”, y ello estaría abocado al fracaso.

3.- La cuestión nacional y la unidad de clase

Por otra parte, hemos de tener en cuenta que la mayor parte de los distintos grupos, colectivos y organizaciones vascas que se autodefinen como marxistas y/o comunistas, no mantienen unas posturas muy consecuentes en lo que se refiere a la cuestión nacional.

Unos, situados en el ámbito político de la izquierda abertzale, critican a Sortu y a EH Bildu por sus posiciones reformistas, posibilistas e institucionalistas, lo que nos parece correcto. Sin embargo, su única aspiración es la de reconstruir la vanguardia revolucionaria exclusivamente en ese ámbito, renunciando en la práctica a atraerse a una parte importante de trabajadores y trabajadoras que aunque no tengan conciencia nacional sí tienen conciencia de clase.

Otros, por contraposición a los anteriores, aunque defienden el carácter de Euskal Herria como marco nacional autónomo de lucha de clases y la necesidad de construir un partido comunista en dicho ámbito, con lo que estamos de acuerdo, renuncian a atraerse a los sectores avanzados de la izquierda abertzale por considerar que no son marxistas.

Nosotros consideramos que ambas posturas incurren en un mismo tipo de error ya que, en la práctica, tienden a dividir a la clase obrera en función de la posición que puedan adoptar los trabajadores sobre la cuestión nacional.

Lenin, refiriéndose a la actitud que debieran adoptar los obreros socialdemócratas de la nación opresora y de la nación oprimida, decía:

“Tenemos el deber de educar a los obreros en la “indiferencia” ante las diferencias nacionales. Eso es indiscutible. Más no se trata de la indiferencia de los anexionistas. El miembro de una nación opresora debe permanecer “indiferente” ante el problema de si las naciones pequeñas pertenecen a su Estado, al Estado vecino o a sí mismas, según sean sus simpatías: sin tal “indiferencia” no será socialdemócrata. Para ser socialdemócrata-internacionalista hay que pensar no sólo en la propia nación, sino colocar por encima de ella los intereses de todas las naciones, la libertad y la igualdad de derechos de todas. “Teóricamente”, todos están de acuerdo con estos principios; pero, en la práctica, revelan precisamente una indiferencia anexionista. Ahí está la raíz del mal.

Y, a la inversa, el socialdemócrata de una nación pequeña debe tomar como centro de gravedad de sus campañas de agitación la primera palabra de nuestra fórmula general: “unión voluntaria” de las naciones. Sin faltar a sus deberes de internacionalista, puede pronunciarse tanto a favor de la independencia política de su nación cómo a favor de su incorporación al Estado vecino X, Y, Z, etc. Pero deberá luchar en todos los casos contra la estrechez, el aislamiento, el particularismo de pequeña nación, por que se tenga en cuenta lo total y lo general, por la supeditación de los intereses de lo particular a los intereses de lo general” [2]

En este caso concreto Lenin se refería a los obreros que pertenecían a distintas naciones, ya fuese a la nación opresora o a la nación oprimida. Pero, ¿qué ocurriría en el caso de que, dentro de la misma nación (en este caso, de la nación oprimida) hubiese obreros que tuvieran conciencia nacional y, por tanto, fuesen partidarios de su independencia mientras que otros, por no tenerla, fuesen “indiferentes” (o incluso contrarios) a esa cuestión?

Desde nuestro punto de vista, en ese caso sería plenamente válido el planteamiento que sostuvo Lenin para los obreros de distintas naciones, aunque  aplicándolo al caso de una sola nación, el de la nación oprimida.

Es por ello que nosotros planteamos no abandonar a ningún sector de la clase obrera en manos de la pequeña burguesía nacionalista o del reformismo  y el revisionismo, sino que hemos de ser capaces de atraérnoslos a unas posiciones revolucionarias. Para ello, debemos caminar con los dos pies.

NOTAS

1.- Ver: “Sobre el socialismo. El Partido de vanguardia” (SUGARRA 25-03-2011) y “Sobre el ámbito organizativo del partido” (SUGARRA 07-04-2011). Ambos artículos están publicados en la recopilación titulada “Por un socialismo revolucionario vasco”.

2.- V. I. Lenin. “Balance de la discusión sobre la autodeterminación”. Julio de 1916. Artículo recogido en la recopilación “Sobre el internacionalismo proletario”. Akal Editor. Madrid, 1975. Págs.151-152.