jueves, 14 de enero de 2016

POR UNA CULTURA OBRERA Y POPULAR




“En el mundo actual, toda la cultura, toda literatura y arte pertenecen a una clase determinada y están subordinados a una línea política determinada… La literatura y el arte proletarios son parte de la causa de la revolución proletaria en su conjunto; son, como decía Lenin, engranajes y tornillos del mecanismo general de la revolución” [1]. Mao Tse-tung


Este año, la ciudad de Donostia va a ser declarada “Capital Europea de la Cultura”, acontecimiento para el que ya se vienen preparando, desde hace varios años, tanto el Ayuntamiento de Donostia como la Diputación de Gipuzkoa (ahora, ambos en manos del PNV pero que en la anterior legislatura estuvieron en manos de EH Bildu).

¿Qué supondrá esto para los vecinos y vecinas de Donostia, así como para el resto de habitantes de Hegoalde? En primer lugar será un gran negocio para los sectores de la hostelería, publicidad, etc., al potenciar considerablemente el turismo. En segundo lugar, vamos a asistir a la creación de un escenario en el que se van a difundir todo tipo de “productos culturales”, a través de muchos de los cuales se nos va a tratar de influir en un sentido ideológico y político, presentando todo ello con una capa de pintura de “modernidad” cultural. Pero, antes de continuar, vamos a detenernos a analizar con un poco más de profundidad lo que entendemos por el tan manoseado concepto de cultura.

Cómo entendemos la cultura

Podemos considerar la cultura como un fenómeno histórico-social que define, de distintas formas, la vida colectiva de los diversos grupos humanos. Es un conjunto de elementos, materiales e inmateriales, entre los que se encuentran: la lengua, la ciencia y la tecnología, las instituciones, las normas de convivencia, las tradiciones y el folclore, los valores y símbolos, el arte y la literatura, los modelos de comportamiento social transmitidos y asimilados, etc.; que caracterizan a una determinada comunidad humana en relación con otras.

Como podemos ver, por su propia definición, los elementos que incluye el concepto de cultura forman parte de la estructura social; perteneciendo la mayoría de ellos a la superestructura (principalmente a su nivel ideológico) y algunos también a la base económica (fuerzas productivas). Por tanto, en términos generales, podemos decir que la cultura guarda una estrecha relación con el tipo de sociedad en la que se desarrolla. Una relación dialéctica y, por tanto, contradictoria.

Los distintos elementos que componen la superestructura gozan de una autonomía relativa, lo cual les permite tener un desarrollo propio. Sin embargo, en última instancia, la superestructura está determinada por la infraestructura o base económica de la sociedad. Además de esta determinación, entre los elementos que forman parte de la superestructura también se desarrollan una serie de compleja interacciones. En el centro de esta red de relaciones de interdependencia, se sitúa la ideología.

Refiriéndose al papel que juegan las ideas en cualquier sociedad, Marx y Engels dijeron que:

“La ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, ,que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época” [2].

El tipo de cultura que a todas luces se pretende impulsar a partir de la proclamación de “DONOSTIA 2016 Capital Europea de la Cultura”, va a ser el de la cultura de masas, que supone un tipo de “cultura” propio de los países capitalistas desarrollados, con el que se pretende uniformizar a los pueblos, integrarlos en el modo de vida individualista, insolidario  y consumista que necesitan tanto la gran burguesía española como el imperialismo europeo para afianzar su poder económico y político.

La cultura de masas, surge en los países capitalistas desarrollados en base a tres elementos fundamentales: a) la producción de bienes y servicios a gran escala; b) el consumo masivo (muchas veces compulsivo) que necesita dicho sistema económico para mantenerse; c) la influencia de los medios de comunicación de masas; desde la prensa y la radio a la TV e internet. En estas condiciones, la “cultura” se transforma en una mercancía más, siendo objeto de las grandes campañas publicitarias comerciales.

Mediante la cultura de masas, la clase dominante trata de imbuir a las amplias capas de la población, especialmente a las clases populares, la propensión al consumo desenfrenado y los valores propios de la sociedad capitalista. Entre estos valores, se encuentran los que son favorables a la colaboración de clases; por medio del “diálogo” y del “consenso”; de la “concertación” entre patronal y sindicatos; de la “reconciliación” entre opresores y oprimidos, entre explotadores y explotados. Unos valores que tienden a favorecer la sumisión y el sometimiento de las clases y capas oprimidas, y que niegan y criminalizan el derecho de los pueblos y las clases oprimidas a la rebelión.

La proclamación de la “capitalidad europea de la cultura” va a propiciar la apertura de un nuevo frente de lucha que debemos ser capaces de aprovechar. ¿Por qué decimos esto? Sencillamente porque la cultura es también un campo de batalla, otro más, donde se debe impulsar la lucha de clases. Una lucha que, fundamentalmente, se desarrollará en el terreno de las ideas.


NOTAS

1.- Mao Tse-tung. “Intervenciones en el Foro de Yenán sobre Literatura y Arte”. (Mayo de 1942). Obras Escogidas. Tomo III. Pág.85. Editorial Fundamentos. Madrid, 1974.

2.- C. Marx y F. Engels. “La ideología alemana”. Coedición: Ediciones Pueblos Unidos. Montevideo y Ediciones Grijalbo, S.A. Barcelona, 1974. Pág. 50