“En el mundo actual, toda la cultura, toda literatura y arte
pertenecen a una clase determinada y están subordinados a una línea política
determinada… La literatura y el arte proletarios son parte de la causa de la
revolución proletaria en su conjunto; son, como decía Lenin, engranajes y
tornillos del mecanismo general de la revolución” [1]. Mao Tse-tung
Este
año, la ciudad de Donostia va a ser declarada “Capital Europea de la Cultura”, acontecimiento
para el que ya se vienen preparando, desde hace varios años, tanto el
Ayuntamiento de Donostia como la
Diputación de Gipuzkoa (ahora, ambos en manos del PNV pero
que en la anterior legislatura estuvieron en manos de EH Bildu).
¿Qué
supondrá esto para los vecinos y vecinas de Donostia, así como para el resto de
habitantes de Hegoalde? En primer lugar será un gran negocio para los sectores
de la hostelería, publicidad, etc., al potenciar considerablemente el turismo.
En segundo lugar, vamos a asistir a la creación de un escenario en el que se
van a difundir todo tipo de “productos culturales”, a través de muchos de los
cuales se nos va a tratar de influir en un sentido ideológico y político,
presentando todo ello con una capa de pintura de “modernidad” cultural. Pero,
antes de continuar, vamos a detenernos a analizar con un poco más de
profundidad lo que entendemos por el tan manoseado concepto de cultura.
Cómo entendemos la cultura
Podemos
considerar la cultura como un fenómeno histórico-social que define, de
distintas formas, la vida colectiva de los diversos grupos humanos. Es un
conjunto de elementos, materiales e inmateriales, entre los que se encuentran:
la lengua, la ciencia y la tecnología, las instituciones, las normas de
convivencia, las tradiciones y el folclore, los valores y símbolos, el arte y
la literatura, los modelos de comportamiento social transmitidos y asimilados,
etc.; que caracterizan a una determinada comunidad humana en relación con
otras.
Como
podemos ver, por su propia definición, los elementos que incluye el concepto de
cultura forman parte de la estructura social; perteneciendo la mayoría de ellos
a la superestructura (principalmente a su nivel ideológico) y algunos también a
la base económica (fuerzas productivas). Por tanto, en términos generales, podemos
decir que la cultura guarda una estrecha relación con el tipo de sociedad en la
que se desarrolla. Una relación dialéctica y, por tanto, contradictoria.
Los
distintos elementos que componen la superestructura gozan de una autonomía
relativa, lo cual les permite tener un desarrollo propio. Sin embargo, en
última instancia, la superestructura está determinada por la infraestructura o
base económica de la sociedad. Además de esta determinación, entre los elementos
que forman parte de la superestructura también se desarrollan una serie de
compleja interacciones. En el centro de esta red de relaciones de
interdependencia, se sitúa la ideología.
Refiriéndose
al papel que juegan las ideas en cualquier sociedad, Marx y Engels dijeron que:
“La ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada
época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material
dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La
clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone
con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que
hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de
quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas
dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales
dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas;
por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase
dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la
clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y
piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto
determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo
hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como
pensadores, como productores de ideas, ,que regulan la producción y
distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo,
las ideas dominantes de la época” [2].
El tipo
de cultura que a todas luces se pretende impulsar a partir de la proclamación
de “DONOSTIA 2016 Capital Europea de la Cultura”, va a ser el de la cultura de masas, que supone un tipo de
“cultura” propio de los países capitalistas desarrollados, con el que se
pretende uniformizar a los pueblos, integrarlos en el modo de vida individualista, insolidario y consumista que necesitan tanto la gran
burguesía española como el imperialismo europeo para afianzar su poder
económico y político.
La
cultura de masas, surge en los países capitalistas desarrollados en base a tres
elementos fundamentales: a) la producción de bienes y servicios a gran escala;
b) el consumo masivo (muchas veces compulsivo) que necesita dicho sistema
económico para mantenerse; c) la influencia de los medios de comunicación de
masas; desde la prensa y la radio a la
TV e internet. En estas condiciones, la “cultura” se
transforma en una mercancía más, siendo objeto de las grandes campañas
publicitarias comerciales.
Mediante
la cultura de masas, la clase dominante trata de imbuir a las amplias capas de
la población, especialmente a las clases populares, la propensión al consumo
desenfrenado y los valores propios de la sociedad capitalista. Entre estos
valores, se encuentran los que son favorables a la colaboración de clases; por medio del “diálogo” y del “consenso”;
de la “concertación” entre patronal y sindicatos; de la “reconciliación” entre
opresores y oprimidos, entre explotadores y explotados. Unos valores que tienden a favorecer la sumisión y el sometimiento de
las clases y capas oprimidas, y que niegan y criminalizan el derecho de los
pueblos y las clases oprimidas a la rebelión.
La
proclamación de la “capitalidad europea de la cultura” va a propiciar la apertura
de un nuevo frente de lucha que debemos ser capaces de aprovechar. ¿Por qué
decimos esto? Sencillamente porque la cultura es también un campo de batalla,
otro más, donde se debe impulsar la lucha de clases. Una lucha que,
fundamentalmente, se desarrollará en el terreno de las ideas.
NOTAS
1.- Mao
Tse-tung. “Intervenciones en el Foro de Yenán sobre Literatura y Arte”. (Mayo
de 1942). Obras Escogidas. Tomo III. Pág.85. Editorial Fundamentos. Madrid,
1974.