Los resultados de las elecciones generales que se celebraron
el pasado 20-D, han puesto en evidencia dos cosas: 1ª) el fin del sistema
político surgido en la época de la transición y que se sustentaba en el
bipartidismo y en la alternancia entre los dos principales partidos, el PP y el
PSOE; y 2ª) las crecientes dificultades de “gobernabilidad” en el Estado
español; agudizadas aún más por el desarrollo del proceso catalán hacia la
independencia.
En Euskal Herria, hay que destacar el avance experimentado
por Podemos, que ha llegado a superar en votos al PNV, aunque no en escaños
obtenidos; y el fuerte descenso sufrido por EH Bildu. En este último caso,
según parece, su pérdida de votos podría deberse a dos factores: a) el trasvase
de una serie de votos a Podemos, al defender éste el “derecho a decidir” y
considerarlo, probablemente, como un voto “útil”; y b) el surgimiento de
divergencias internas en el seno de los apoyos sociales de Sortu, por parte de
algunos sectores que critican a ese partido por su abandonismo hacia los presos
(como ocurre con Amnistía Ta Askatasuna) y/o por su deslizamiento hacia
posiciones institucionalistas y reformistas, de tipo socialdemócrata.
En cualquier caso, se abre una nueva situación política
que hace necesarios pactos y alianzas, para lograr mayorías suficientes, que se
vislumbran de una gran complejidad y una no menor dificultad, si tenemos en
cuenta las condiciones y “líneas rojas” que unos y otros establecen de
antemano. Todo lo cual lleva a considerar la posibilidad de que en un breve
periodo de tiempo tengan que celebrarse nuevas elecciones.
Lo paradójico del caso es que tanto el PP como el PSOE,
han comenzado a manifestar su intención de llevar a cabo una “reforma
constitucional”, sin que ninguno de ellos avance las posibles líneas en que se
podría desarrollar ésta. A lo sumo, el PSOE ha hablado de una reforma en un
sentido “federal”, sin aclarar tampoco en que podría consistir su “proyecto”.
Lo que sí han dejado claro ambos es su intransigente defensa de la “unidad de
España”. Todo lo cual lleva a pensar que, en realidad, lo que se pretende
llevar a cabo es un cambio de tipo lampedusiano.
Si quienes defienden la “unidad de España” deseasen verdaderamente
que ésta no fuera una cárcel de pueblos, como hasta ahora, abogarían por que
éstos pudieran unirse entre sí, sólo, de
forma libre y voluntaria, sin que la unidad les fuese impuesta mediante la
fuerza. Pero, para esto, sería necesario que: a) aceptasen el carácter
plurinacional del Estado español; b)
reconocieran el Derecho de
Autodeterminación para todas las naciones históricas; y c) defendiesen una nueva organización territorial del Estado en la que ninguna de
ellas pudiera seguir siendo oprimida.
Todo esto, sin entrar a considerar el carácter de clase
del actual Estado español y teniendo en cuenta que una hipotética reforma
constitucional no lo modificaría ya que únicamente supondría un cambio limitado
y superficial. También somos conscientes
de las dificultades que incluso entrañaría un posible cambio de este
tipo (una reforma constitucional realizada dentro de los límites impuestos por
la legalidad vigente), aunque nosotros seríamos partidarios de la ruptura y de
la apertura de un proceso constituyente.
Sin embargo, y ya lo hemos manifestado en alguna ocasión, por
nuestra parte, apoyaríamos cualquier reforma social económica o política (tanto
de ámbito vasco como español) que sirviese para mejorar las condiciones de vida
y de trabajo de las clases populares, que debilitase a la gran burguesía y
favoreciese la acumulación de fuerzas revolucionarias; y que nos permitiese
avanzar hacia el reconocimiento del Derecho de Autodeterminación y el
socialismo.
Estos últimos días, el PSOE ha empezado a hablar de formar
una “gran coalición progresista”, en la que se podría incluir a Podemos,
Izquierda Unida, y otros partidos de ámbito autonómico. Es probable que,
llegada la ocasión, Podemos deje de defender con tanta firmeza el “derecho a
decidir” y se limite a poner algunas condiciones que resulten más aceptables
por parte del PSOE, como podría ser el pretendido “blindaje” de los derechos
sociales en la constitución.
En el plano
internacional
La situación de evidente crisis política que se agrava de
día en día en el Estado español, hay que situarla en un contexto internacional
caracterizado también por una creciente complejidad.
A la agudización de las contradicciones
inter-imperialistas, entre los dos grandes bloques (el capitaneado por EEUU con
sus principales aliados, la UE
y Japón; y el constituido entorno al tándem chino-ruso), vienen a unirse: el
agravamiento entre potencias regionales, como Arabia Saudita e Irán, con sus
repercusiones en todo el Oriente Medio (Siria, Irak, Yemen, etc.); la actuación
del grupo terrorista Daesh, cada vez más extendida geográficamente; el
agravamiento del enfrentamiento del Estado turco contra el pueblo Kurdo, que
supera las fronteras de la propia Turquía; el debilitamiento de la UE, sobre todo a raíz de la
llegada de una gran masa de refugiados a Europa, que está agudizando las
contradicciones internas de la
Unión y que, por otra parte, está siendo utilizada como
pretexto por una serie de movimientos xenófobos, racistas y neonazis.
Por si esto fuera poco, también estamos asistiendo a un
retroceso de las posiciones progresistas en varios países de América Latina,
que se manifiesta en los recientes triunfos electorales de los sectores
burgueses más conservadores y pro-imperialistas en Argentina y Venezuela, que
pueden ser el principio de un gran reflujo a nivel continental.
Al mismo tiempo, la crisis global (económica, social,
ecológica, etc.) que desde hace casi una década afecta a todo el planeta, no
parece que vaya a concluir en un futuro próximo. Más bien, todo parece indicar
que hasta podría agravarse, como consecuencia de la inestabilidad de la
economía china.
Todos ellos son factores que hay que considerar en su
lógica interacción dialéctica y que no podemos pasar por alto a la hora de
diseñar una estrategia revolucionaria, tanto en Euskal Herria como en el conjunto
del Estado español e incluso a nivel general.