La clase obrera
vasca y el conjunto de trabajadores y trabajadoras de Euskal Herria, para
avanzar hacia el socialismo, necesitamos dotarnos de un instrumento propio de
intervención política que sea, al mismo tiempo, la expresión de nuestros
intereses específicos y de nuestra necesaria independencia de clase, frente al
resto de las clases, sectores y grupos sociales que conforman la sociedad
vasca. Dicho instrumento no puede ser otro que un partido comunista vasco, el
partido comunista de Euskal Herria. Por ello, la construcción de dicho partido
es una tarea impostergable para los y las comunistas vascas.
Quienes formamos
parte de SUGARRA siempre hemos
considerado que esta tarea tiene un carácter primordial. Por ello, seguimos con
atención e interés todas las propuestas que se hagan en ese sentido, sin
mantener una actitud preconcebida de cara a ninguna de ellas.
Aunque el tema del
partido, sus características y funciones, así como su ámbito territorial, ya lo
hemos tocado con cierta extensión en anteriores ocasiones [1], ahora nos vamos
a centrar en algunos problemas concretos de tipo teórico (ideológicos y
políticos) y práctico, con los que nos vamos a encontrar a la hora de afrontar
esta tarea. Es completamente necesario abordar estas cuestiones con un carácter
prioritario, para evitar caer en actitudes voluntaristas.
1.- La “herencia” ideológica
Cuando se
constituyeron las primeras organizaciones comunistas en el Estado español y en
Euskal Herria, a comienzos de la década de los veinte del pasado siglo, la
mayor parte de sus militantes procedían del PSOE y algunos de ellos de las
filas anarquistas. En aquellos momentos, estaba reciente la creación de la Komintern (Tercera
Internacional), que tuvo lugar en 1919, y que constituyó un importante punto de
referencia para los nuevos partidos. Algo similar ocurrió con otros partidos
comunistas europeos.
Sin embargo, la
ruptura ideológica y política con la socialdemocracia no llegó a ser completa,
radical, teniendo en cuenta que se produjo en unas circunstancias especiales
que dificultaron la profundización en el debate teórico, como fueron las de la Primera Guerra Mundial. En
esa situación, el tema fundamental del debate fue la cuestión de la actitud de
los socialdemócratas ante el problema de la guerra y, en relación con éste, las
cuestiones del imperialismo y de las nacionalidades.
Por eso, no se
prestó tanta atención a otras cuestiones que, con el tiempo marcarían
profundamente al recién nacido movimiento comunista, constituyendo un verdadero
legado ideológico. Una de ellas es la del economicismo. El propio partido
bolchevique no se libró de esa “herencia”, que se manifestó en forma de cierto
determinismo económico, así como en la sobrevaloración de la importancia del
papel de las fuerzas productivas; en la consideración del partido como un aparato
político separado de las masas y fuera del control de estas, etc.
Aspectos todos
ellos que llegarían a tener una vital importancia en el desarrollo de la lucha
de clases a partir de finales de los años treinta y que contribuyeron a crear
las condiciones que hicieron posible la restauración del capitalismo en los
antiguos países socialistas.
Todas estas
cuestiones y algunas otras que no hemos enumerado, habría que analizarlas
dentro de un balance general del ciclo
revolucionario que se inició con la Revolución
de Octubre de 1917 en Rusia. Para ello, es necesario conocer tanto los triunfos
logrados como los errores cometidos y las limitaciones que desde un principio
arrastraron los partidos comunistas.
Esta es una labor
teórica que hemos de abordar inevitablemente, sobre todo teniendo en cuenta que
la procedencia de los y las camaradas que podrían dar lugar a la constitución
de ese partido es aún más diversificada que la que tuvieron los primeros
comunistas a comienzos del pasado siglo y que, por otra parte, la experiencia
histórica del Movimiento Comunista Internacional (MCI) es mucho más rica y
compleja.
Pero esto no
significa que debamos posponer las tareas organizativas hasta que hayamos realizado ese balance. No supone, en
modo alguno, que hasta que no dispongamos de una teoría “acabada” no debamos
prestar atención a las tareas propias de la construcción del partido.
La teoría no se desarrolla al margen de la práctica
sino en estrecha relación con ella, mantienen una relación dialéctica y por
tanto contradictoria. Es decir, no
podemos encerrarnos en un “laboratorio” a elaborar la teoría perfecta mientras
la lucha de clases se desarrolla a nuestro alrededor sin que nosotros
intervengamos en ella. De la misma forma, no podemos lanzarnos a la “organización
de las fuerzas proletarias” sin tener en cuenta todo el bagaje político e
ideológico del MCI.
2.- El “espíritu de grupo”
Como hemos dicho
más arriba, la heterogénea procedencia de las y los militantes que podrían
llegar a formar el núcleo inicial del partido haría que en él hubiese camaradas
con diferentes experiencias políticas (unos-as procedentes de distintos
colectivos u organizaciones marxistas-leninistas, otras de sectores de la
izquierda abertzale, etc.) que estarían acostumbrados-as a métodos de trabajo
muy distintos.
Por otra parte,
también es inevitable que entre los camaradas de una misma procedencia se den
ciertas afinidades que no existan para con otros-as de otra procedencia, lo que
puede llegar a originar recelos y desconfianzas, reforzando un “espíritu de
grupo” que es necesario superar, y que sólo puede contribuir a la creación de
“camarillas” y a promover el sectarismo.
De ahí que
resulte imprescindible el desarrollar una labor de búsqueda del conocimiento mutuo y de generación de
la confianza recíproca, mediante la
colaboración y el trabajo en común.
Ya tuvimos una
experiencia de ese tipo con el EBK
(Eusko Bilgune Komunista) durante los años 2004 a 2006 y 2007 a 2009, aunque entonces
no llegó a fructificar, probablemente porque no se daban las condiciones
apropiadas para ello. Con todo, de dicha experiencia, si nos podría resultar
hoy de utilidad.
El pretender
impulsar un proceso constituyente, con plazos y fechas prefijados de antemano
sería, como dice un viejo proverbio, “tratar de que crezca una planta
simplemente estirando de su tallo”, y ello estaría abocado al fracaso.
3.- La cuestión nacional y la unidad de clase
Por otra parte,
hemos de tener en cuenta que la mayor parte de los distintos grupos, colectivos
y organizaciones vascas que se autodefinen como marxistas y/o comunistas, no
mantienen unas posturas muy consecuentes en lo que se refiere a la cuestión
nacional.
Unos, situados en
el ámbito político de la izquierda abertzale, critican a Sortu y a EH Bildu por
sus posiciones reformistas, posibilistas e institucionalistas, lo que nos
parece correcto. Sin embargo, su única aspiración es la de reconstruir la
vanguardia revolucionaria exclusivamente en ese ámbito, renunciando en la
práctica a atraerse a una parte importante de trabajadores y trabajadoras que
aunque no tengan conciencia nacional sí tienen conciencia de clase.
Otros, por
contraposición a los anteriores, aunque defienden el carácter de Euskal Herria
como marco nacional autónomo de lucha de
clases y la necesidad de construir un partido comunista en dicho ámbito,
con lo que estamos de acuerdo, renuncian a atraerse a los sectores avanzados de
la izquierda abertzale por considerar que no son marxistas.
Nosotros consideramos
que ambas posturas incurren en un mismo tipo de error ya que, en la práctica,
tienden a dividir a la clase obrera en función de la posición que puedan
adoptar los trabajadores sobre la cuestión nacional.
Lenin,
refiriéndose a la actitud que debieran adoptar los obreros socialdemócratas de
la nación opresora y de la nación oprimida, decía:
“Tenemos el deber de educar a los obreros en la
“indiferencia” ante las diferencias nacionales. Eso es indiscutible. Más no se
trata de la indiferencia de los anexionistas.
El miembro de una nación opresora debe permanecer “indiferente” ante el
problema de si las naciones pequeñas pertenecen a su Estado, al Estado vecino o a sí mismas, según sean sus
simpatías: sin tal “indiferencia” no será socialdemócrata. Para ser
socialdemócrata-internacionalista hay que pensar no sólo en la propia nación,
sino colocar por encima de ella los intereses de todas las naciones, la
libertad y la igualdad de derechos de todas. “Teóricamente”, todos están de
acuerdo con estos principios; pero, en la práctica, revelan precisamente una
indiferencia anexionista. Ahí está la raíz del mal.
Y, a la inversa, el socialdemócrata de una nación
pequeña debe tomar como centro de gravedad de sus campañas de agitación la
primera palabra de nuestra fórmula general: “unión voluntaria” de las naciones.
Sin faltar a sus deberes de internacionalista, puede pronunciarse tanto a favor
de la independencia política de su nación cómo a favor de su incorporación al
Estado vecino X, Y, Z, etc. Pero deberá luchar en todos los casos contra la
estrechez, el aislamiento, el particularismo de pequeña nación, por que se
tenga en cuenta lo total y lo general, por la supeditación de los intereses de
lo particular a los intereses de lo general” [2]
En este caso concreto
Lenin se refería a los obreros que pertenecían a distintas naciones, ya fuese a
la nación opresora o a la nación oprimida. Pero, ¿qué ocurriría en el caso de
que, dentro de la misma nación (en este caso, de la nación oprimida) hubiese
obreros que tuvieran conciencia nacional y, por tanto, fuesen partidarios de su
independencia mientras que otros, por no tenerla, fuesen “indiferentes” (o
incluso contrarios) a esa cuestión?
Desde nuestro
punto de vista, en ese caso sería plenamente válido el planteamiento que
sostuvo Lenin para los obreros de distintas
naciones, aunque aplicándolo al caso de
una sola nación, el de la nación oprimida.
Es por ello que
nosotros planteamos no abandonar a
ningún sector de la clase obrera en manos de la pequeña burguesía nacionalista
o del reformismo y el revisionismo,
sino que hemos de ser capaces de atraérnoslos a unas posiciones
revolucionarias. Para ello, debemos caminar
con los dos pies.
NOTAS
1.-
Ver: “Sobre el socialismo. El Partido de vanguardia” (SUGARRA 25-03-2011) y
“Sobre el ámbito organizativo del partido” (SUGARRA 07-04-2011). Ambos
artículos están publicados en la recopilación titulada “Por un socialismo revolucionario vasco”.
2.-
V. I. Lenin. “Balance de la discusión sobre la autodeterminación”. Julio de
1916. Artículo recogido en la recopilación “Sobre el internacionalismo
proletario”. Akal Editor. Madrid, 1975. Págs.151-152.