“¿Puede un comunista, que es
internacionalista, ser al mismo tiempo patriota? Sostenemos que no sólo puede,
sino que debe serlo.”
Mao Tse-tung. “El papel del
Partido Comunista de China en la Guerra Nacional”.
Euskal Herria es una pequeña nación situada en el corazón
de la Europa
capitalista. Una nación dividida y sometida por dos grandes Estados, el español
y el francés. En ese contexto de opresión nacional, la clase obrera y el
conjunto del pueblo trabajador vasco también están sufriendo la explotación
social por parte de la gran burguesía española y francesa, así como de la
propia burguesía vasca.
La confluencia o superposición, en Euskal Herria, de la explotación capitalista y de la opresión nacional, configuran una situación peculiar y diferenciada de la que existe en otras zonas o regiones de ambos Estados. Es por ello que la lucha de clases y la lucha por la liberación nacional, se desarrollan de forma simultánea y que ambos procesos se entrelazan e influyen recíprocamente.
En este artículo nos vamos a centrar en Hegoalde porque es
aquí donde se concentra la mayor parte de la población de Euskal Herria; y también
donde las condiciones histórico-concretas (económicas, políticas, sociales, psicológicas
y culturales) han dado lugar a una mayor agudización de las contradicciones. Es
por ello que, en más de una ocasión, hemos definido el contexto en que se desarrolla
este proceso como un marco nacional
autónomo de lucha de clases.
Para comprender mejor este concepto y lo que ello implica,
debemos hacer uso de las categorías de análisis que nos proporciona el
Materialismo Dialéctico. En concreto, nos referimos a la relación entre lo singular, lo particular y lo universal.
Según esto, cada objeto y cada fenómeno de la realidad
posee unas peculiaridades que permiten distinguirlo de los demás. Es lo que
constituye su singularidad. Pero, además, cada objeto y cada fenómeno también
tiene unos rasgos comunes que le permiten parecerse a otros. Esto es lo que
constituye su universalidad.
Si los rasgos individuales (lo singular) distinguen a unos objetos o fenómenos de otros, los
rasgos generales (lo universal) les
asemejan entre sí. Las categorías de lo
singular y lo universal, expresan
la unidad dialéctica entre lo diferenciado, lo diverso, y lo semejante, lo
común, en el seno del propio objeto o fenómeno. Pero, entre ambas categorías
existe una especie de nexo de unión, de vínculo, que es la categoría de lo particular. Lo particular es más amplio que lo
singular, pero menos amplio que lo
universal.
Dicho de otra forma, lo singular posee también rasgos generales. Cuando esos rasgos
generales son comunes a un reducido grupo de objetos o fenómenos, nos referimos
a lo particular; y cuando son comunes
a todos, lo hacemos a lo universal.
La opresión nacional que sufre el Sur de Euskal Herria por parte del Estado
capitalista español, constituye lo singular;
mientras que lo universal es la
explotación a que está sometida la clase obrera del conjunto del Estado
español, incluida la vasca. Mientras que la opresión nacional constituye la diferencia, la explotación social
constituye la semejanza, el aspecto
común. La primera da lugar a una contradicción nacional, mientras que la
segunda da lugar a una contradicción social (de clase).
Por otra parte, en el Estado español también hay otros
pueblos oprimidos, otras naciones dominadas que luchan por su emancipación.
Cada una de ellas constituye una singularidad, pero entre ellas existe un
aspecto común que es el de estar nacionalmente oprimidas por un mismo Estado
burgués. Constituyen una particularidad. En el caso del Estado español, este es
el nexo entre lo singular y lo universal.
Para tratar correctamente las diversas contradicciones que
se desarrollan en el marco general del Estado español, se deben considerar los
distintos aspectos que acabamos de enumerar, la interrelación entre unas y
otras categorías. Sólo desde una postura dogmática se pueden ignorar las
diferencias entre ellas y ver sólo sus aspectos comunes, sus semejanzas. Por el
contrario, los comunistas, ya seamos vascos, catalanes, gallegos o españoles,
debemos tenerlas todas en cuenta y comprender sus relaciones dialécticas, para
poder tratarlas adecuadamente.
En un artículo publicado anteriormente ya expusimos una
serie de argumentos que demostraban la singularidad de la situación vasca [1]. Es
por ello que no vamos a volver a repetirlos. Sin embargo, en ese mismo sentido,
vamos a desarrollar otros nuevos que vienen a reforzar aún más esa
caracterización.
Las revoluciones que hemos considerado siempre como más
paradigmáticas, especialmente la rusa y la china, tuvieron lugar en unas
condiciones histórico-concretas muy distintas a las que existen hoy día en el
Sur de Euskal Herria.
En Rusia
y en China, la mayor parte de la población habitaba en las zonas rurales y el
campesinado pobre era la clase mayoritaria. En ambos países el proletariado era
una clase poco numerosa (aunque en Rusia estaba más concentrada, en algunas
zonas industriales y/o mineras) y la burguesía era débil.
La Revolución de Octubre de 1917, se produjo en algunas de las ciudades más
importantes de Rusia, como Petrogrado y Moscú, y fue la clase obrera quien
impulsó la insurrección, tomando el poder en unos pocos días, contando con el
apoyo de algunos destacamentos de marineros y de soldados.
Si bien,
en un principio, el campesinado no participó en ella, más tarde, con el
estallido de la guerra civil (1918-1921) entre el joven poder soviético y los
ejércitos reaccionarios blancos, apoyados por todas las potencias
imperialistas, los bolcheviques impulsaron la alianza obrero-campesina como
columna vertebral del nuevo poder revolucionario.
En
China, la revolución adoptó la forma de
una guerra popular prolongada, que se desarrolló en varias fases: la Primera guerra civil
revolucionaria (1926-1927), la
Segunda guerra civil revolucionaria (1928-1937), la Guerra de resistencia
contra el Japón (1937-1945), y la
Tercera guerra civil revolucionaria (1945-1949). A lo largo
de todas ellas, el campesinado fue la fuerza motriz principal, mientras que el
proletariado chino, menos numeroso, fue la clase dirigente de la revolución.
A
diferencia de Rusia y China, las dimensiones territoriales del Sur de Euskal
Herria son reducidas y en el territorio vasco vive una pequeña población. Ésta,
en su mayoría, habita en las zonas urbanas. El campesinado es muy poco
numeroso. Y, también al contrario que en Rusia y China, la clase obrera es la
más amplia de la estructura social vasca. Por otra parte, también a diferencia
de Rusia y China, en Hegoalde existe una pequeña burguesía bastante numerosa, y
la burguesía media tiene una relativa importancia tanto desde el punto de vista
económico como del político.
Rusia y
China tuvieron una corta experiencia democrático-parlamentaria. En Rusia, la
revolución burguesa se produjo en febrero de 1917 y ya en octubre tuvo lugar la
revolución soviética. En China, la revolución burguesa tuvo lugar en 1912, pero
en la práctica sus efectos sólo se dejaron sentir en algunas zonas del país,
sobre todo en las ciudades más importantes. Mientras tanto, el campo seguía
dominado por los terratenientes semifeudales, y en vastas regiones dominaban
los “señores de la guerra” y escapaban al control del gobierno central
Sin
embargo, en Euskal Herria existe una experiencia democrático burguesa bastante más
dilatada. En Iparralde, desde la
Revolución francesa de 1789. Y aunque en el Estado español no tuvo lugar la
revolución burguesa, en Hegoalde fue importante (más bien intensa) la
experiencia de la II
República y la primera autonomía, especialmente en Bizkaia y
Gipuzkoa. Posteriormente, tras el final de la dictadura franquista, la
experiencia democrático parlamentaria burguesa lleva ya durando casi cuarenta
años.
A
diferencia de Rusia y China, donde la mayoría de la población obrera y campesina
no tenía acceso a la enseñanza, en Euskal Herria el nivel de educación es
relativamente elevado. La enseñanza es obligatoria hasta los 16 años y hay un
número importante de personas con nivel de enseñanza superior.
Se trata
de uno de esos pequeños pueblos oprimidos de Europa Occidental cuya lucha por
su emancipación podría alcanzar un elevado grado de resistencia, debido a sus
propias condiciones materiales y espirituales de existencia, a los que Lenin
consideraba “cultos” y “altamente desarrollados” y que tenían la peculiaridad
de encontrarse en el corazón del imperio, lo que hacía que su lucha pudiera
tener una mayor trascendencia que las insurrecciones coloniales [2].
Euskal Herria es, sin duda, una de esas
naciones a que se refería Lenin. Situada en el corazón de los países
capitalistas desarrollados, pertenece a la UE, aunque no como un Estado independiente, sino por formar
parte del territorio administrado por dos de sus Estados miembros. Estados que,
como la mayoría de los pertenecientes a la UE, también son miembros de la OTAN, la alianza militar que
sirve de instrumento de dominación al imperialismo yanqui.
Una Euskal Herria que posee una economía relativamente desarrollada (por su grado de
industrialización, su nivel tecnológico y sus relaciones comerciales con el
exterior) y que cuenta con una buena posición geoestratégica, tanto en relación
con Europa como con el continente americano; pero en la que concurren y se
entrelazan la explotación capitalista y la opresión nacional. Todos estos
aspectos confieren una fuerte singularidad a Euskal Herria, una singularidad
especial.
Lenin
mostró una enorme capacidad para tener en cuenta las condiciones especiales
(sociales, económicas, políticas, culturales, étnicas, etc.) que podrían tener
algunas naciones para acceder al socialismo y mostró una gran flexibilidad a la
hora de admitir distintas “vías” para ello:
“… Todas las naciones llegarán al socialismo, esto es inevitable, pero
no todas lo harán exactamente de la misma manera, cada una contribuirá con algo
propio, a tal o cual forma de democracia, a tal o cual variedad de dictadura
del proletariado, a tal o cual variación en el ritmo de las transformaciones
socialistas en los diferentes aspectos de la vida social. No hay nada más
primitivo desde el punto de vista de la teoría, o más ridículo desde el de la
práctica, que pintar, “en nombre del materialismo histórico, este aspecto del
futuro de un gris monótono…” [3].
Igualmente, también manifestó su disposición a admitir que
algunas naciones podrían necesitar de un Estado independiente para avanzar
hacia el socialismo:
“…Pues el hecho es que nosotros no sabemos, ni podemos saber, qué
numero de naciones oprimidas necesitará en la práctica la separación para
contribuir con algo propio, a las diferentes formas de la democracia, a las
diferentes formas de transición al socialismo” [4].
Todo
ello no puede sino hacernos reflexionar sobre las características que pueda
tener el proceso transformación social y de emancipación nacional que tratamos
de impulsar en Euskal Herria. Debemos aprender de todas las revoluciones y
experiencias concretas habidas hasta ahora, de sus aciertos y de sus errores. De sus logros y de
sus fracasos. De sus avances y de sus retrocesos. Pero no podemos copiar,
extrapolar, de ninguna de ellas. No tenemos ninguna receta. No existe ninguna
fórmula mágica.
El hecho
de que, a diferencia de los dogmáticos, resaltemos la singularidad vasca, no
significa que nuestra revolución deba ser un proceso aislado. El que la futura revolución vasca y la
revolución española sigan cursos relativamente independientes o aquella
constituya un proceso específico (autónomo y
diferenciado) de esta última, no dependerá de nuestros deseos, sino de
la realidad.
Dependerá
del desarrollo dialéctico de las distintas contradicciones, sociales y
nacionales. De la mayor o menor agudización de unas y otras. De su distinto o
similar ritmo de desarrollo. Pero en cualquier caso, los comunistas vascos, sin
hacer dejación de nuestra soberanía, habremos de esforzarnos para forjar
estrechos lazos de cooperación y de coordinación estables con los comunistas revolucionarios
del resto del Estado español [5].
Tengamos
en cuenta que, hasta ahora no se ha producido ninguna revolución en un país
capitalista desarrollado, en un país imperialista. Por ello, nos enfrentamos a
lo desconocido. ¡Estamos obligados a inventar!
________________
NOTAS
1.-
Ver: “Sobre
el ámbito organizativo del partido”. SUGARRA (07-04-2011). Apts. 5 al 10.
2.- Ver: Javier Villanueva. “Lenin y las
naciones”. Editorial Revolución. Madrid, 1987. Pág. 293.
3.-
V. I. Lenin. “Una caricatura del marxismo y el economismo imperialista”
(Escrito entre agosto-octubre de 1916. Publicado por primera vez en 1924 en los
números 1-2 de la revista “Zviezda”). Obras Completas. Tomo XXIV, pág. 72.
Editorial Akal. Madrid, 1977.
4.-
Idem. Pág. 73.
5.- Ver: “Sobre el ámbito organizativo del partido”. SUGARRA (07-04-2011). Apt. 12.