La crisis económica se está dejando sentir con fuerza en el
Estado español y, aunque no con tanta intensidad, también en Hegoalde. Según
datos del Servicio Público de Empleo, citados por el Gabinete de estudios de
ELA (02-10-2013), en septiembre de 2013, el número de parados-as en Hego Euskal
Herria fue de 226.893 personas, 3.061 más que el mes anterior y 13.077 más que
el pasado año. Esto supone una tasa de desempleo del 17,5%, superior a la de la UE-28 que es del 10,9%.
Este alto nivel de paro sólo es superado por el Estado
español (26,2%) y por Grecia (27,9%). Además, hay que tener en cuenta que casi
la mitad de la población desempleada (un 45,2%) no cobra ningún tipo de
protección social, y que sólo un 34,7% percibe una prestación contributiva.
Por si fuera poco, la crisis económica también está
empezando a afectar a un sector, como es el de las cooperativas, al que se
venía considerando como “puntero” de la economía vasca.
El sometimiento del gobierno neofranquista del PP a las
directrices económicas emanadas de la
UE ha conducido a una cadena de recortes y restricciones que
han empeorado sensiblemente las condiciones de vida de la mayoría de la
población y que han desregulado y precarizado por completo las condiciones laborales
de los trabajadores y trabajadoras.
Al mismo tiempo, se agudiza de día en día la crisis social
y política en el Estado español. A la persistencia de un alto índice de paro,
hay que unir la creciente indignación contra el sistema financiero entre los
sectores populares, como consecuencia de los desahucios por el impago de
hipotecas. Los escándalos por corrupción se suceden uno tras otro y salpican a
los principales partidos políticos del sistema, así como al conjunto de las
instituciones democrático burguesas, alcanzando a la propia monarquía española
que ya está siendo abiertamente cuestionada.
La crisis política afecta también a otros Estados del Sur
de Europa, como Grecia, Italia y Portugal, poniendo en peligro la estabilidad
de la propia UE. Además, el “eje franco-alemán” que hasta hace poco había sido
el motor de ésta, se ha debilitado considerablemente y es Alemania, en
solitario, quien ha pasado a ejercer esa función.
Por otra parte, Francia ha perdido su autonomía
político-militar. Después de haber retornado al Comando Integrado de la OTAN, del que se retiró en 1966, ha pasado a
colocarse a remolque de EEUU. Y, por último, Gran Bretaña, exige cada vez con
más insistencia la renegociación de las condiciones de su adhesión a la UE, con el riesgo para ésta de
que acabe abandonando la
Unión. Al mismo tiempo se constata en la mayoría de los
países el crecimiento de los sectores “euroescépticos” y el ascenso de la
extrema derecha racista y xenófoba.
En este contexto, la gran movilización popular celebrada en
Catalunya, con ocasión de la Diada
del 11 de septiembre, refuerza esa crisis política y amenaza la sacrosanta
unidad de España. Mientras los dos partidos del régimen cierran filas, en un
vano intento de apuntalarla, resurgen los grupos nazi-fascistas y se acentúa la
represión del Estado burgués contra amplios sectores de nuestro pueblo.
Todo esto nos lleva a considerar que se están acumulando una
serie de factores de diversos tipos que, si llegasen a actuar de forma
combinada, podrían dar lugar a una situación objetivamente revolucionaria. Sin
embargo, la maduración de las condiciones subjetivas es mucho más lenta, no
sólo en el conjunto del Estado español sino también en Hego Euskal Herria.
Si nos dejásemos llevar por la autocomplacencia, nos
conformaríamos con repetir lo tantas veces dicho acerca de que Euskal Herria constituye
un “marco autónomo” de lucha de clases. Sin embargo, a pesar de lo certero de
dicha afirmación, no es para echar las campanas al vuelo. Ello es así porque en
Euskal Herria ha habido un relativo retroceso político.
El debate Zutik Euskal Herria, que culminó en 2010; la constitución
de Bildu como plataforma electoral y su participación en las elecciones
municipales y forales (22-05-2011); el comunicado de ETA en el que hizo pública
su decisión de abandonar la actividad armada (20-10-2011); la constitución de
Amaiur y su participación en las elecciones generales (20-11-2011); la
legalización de SORTU por el Tribunal Constitucional español (20-06-2012) y la
creación de EH Bildu y su participación en las elecciones autonómicas
(21-10-2012); han sido hitos que han ido marcando el retorno de la izquierda
abertzale a una situación de legalidad.
Desde una postura de respeto y de no interferencia,
siempre hemos exigido y apoyado la legalización de la izquierda abertzale. Pero
esto, no significa que demos por buenas todas las actuaciones de aquella ni de
las distintas plataformas electorales en que participa, al igual que tampoco lo
hacemos con las de su partido SORTU.
En concreto, en los dos últimos años hemos podido
constatar la progresiva inclinación del sector mayoritario de la izquierda
abertzale a asumir la legalidad burguesa y a dar prioridad a la actividad
institucional y parlamentaria. Su paulatina aceptación de los “valores” éticos
democrático-burgueses, y sus esfuerzos por ser homologada tanto por el PNV como
por el PSOE y el PP la han llevado a ir asumiendo actitudes y comportamientos
propios de los partidos del sistema (rechazo de todo tipo de violencia; admisión
de la necesidad de hacer un nuevo “relato” de las últimas cuatro décadas de
nuestra historia, aunque propongan que sea consensuado; cuestión del
arrepentimiento y del perdón de las
víctimas,…).
Pero esta actitud no está exenta de contradicciones. Para
evitar que la decisión de ETA pueda ser interpretada como una derrota de la
organización armada por parte del Estado español, pretenden escenificar una
negociación entre esta y el gobierno central con el fin de legitimar el
abandono de las armas. Pero, a cada paso que retroceden en sus planteamientos,
las exigencias de los partidos del sistema se hace cada vez mayor
(autodisolución, entrega de armas, etc.), y todo parece indicar que esa
negociación que buscan es prácticamente inviable.
Por otra parte, lo que no han hecho ha sido un análisis
riguroso (no ético sino político) de la incidencia negativa que haya podido tener
una actividad armada como la de ETA (basada en un activismo vanguardista y
minoritario) sobre el desarrollo del movimiento popular y la necesaria
acumulación de fuerzas.
Sin embargo, la presencia en las instituciones de la
coalición soberanista Bildu también está
creando graves problemas tanto al PNV como al PSOE y al PP, porque ha puesto al
descubierto la corrupción y muchos de los negocios y maniobras especulativas
que se han estado realizando a la sombra de dichos partidos. Por eso, se han
propuesto desplazarla y están dedicando a ello todos sus esfuerzos.
Por una parte, en muchos municipio guipuzcoanos en los que
la alcaldía está en manos de Bildu, están aprovechando la puesta en marcha del
plan de tratamiento de residuos que trata de desarrollar la coalición
soberanista, para poner en su contra a una parte de los vecinos-as y así tratar
de “desgastarla” y desprestigiarla, acusándola de ineficacia en su gestión.
Claro que, lo que no dicen es que está por medio el negocio multimillonario de
la proyectada incineradora de Zubieta.
Por otra, con el pretexto de llevar a cabo un acuerdo
“fiscal”, han formado un frente entre PNV, PSOE y PP, cuya finalidad no es otra
que desalojar a Bildu de la Diputación de Gipuzkoa y del Ayuntamiento de
Donostia, si a pesar de todo esta coalición volviese a ganar las próximas
elecciones municipales y forales de 2015. Todo lo cual nos lleva a pensar que,
a pesar de sus inclinaciones reformistas, la izquierda abertzale continúa
siendo el enemigo a batir por el Estado español y las clases sociales y las
fuerzas políticas que lo apoyan.
Es por ello que la izquierda abertzale, considerada en su
conjunto (como amplio movimiento popular) sigue teniendo una considerable importancia
estratégica de cara a la lucha por el socialismo.
No obstante, su ambigüedad sobre la pertenencia del futuro
Estado vasco a la UE
y el cambio de modelo socioeconómico (que no es otra cosa que un Estado del
bienestar neokeynesiano, frente al modelo neoliberal) o su confusa y ambigua
concepción del socialismo, hacen
imprescindible un fuerte trabajo ideológico y político, en su seno, por
parte de los comunistas vascos de cara a ganar para la causa de la revolución a
los sectores de izquierda más consecuentes.