Los resultados obtenidos por la
coalición electoral Amaiur en las elecciones del pasado 20-N han servido para
consolidar los que logró Bildu en las municipales y forales de la primavera.
Con ello se ha venido a debilitar, aún más, el cerco asfixiante que el Estado
español venía estrechando desde hace más de una década sobre la Izquierda Abertzale,
con el pretexto de la “lucha contra el terrorismo”. Sin embargo, estas
elecciones en las que la IA
ha vuelto a tener presencia en algunas de las instituciones burguesas, también
han servido para poner en evidencia una serie de errores e insuficiencias en
sus planteamientos políticos, tácticos y estratégicos.
El caso de Kutxabank
Uno de los ejemplos más claros ha
sido el de la actitud tomada por Bildu de cara a la creación de Kutxabank.
Primero, llegó a un acuerdo con
las tres cajas vascas (BBK, Kutxa y Vital) para garantizar, según afirmó la
coalición, el carácter público del nuevo banco e impedir la entrada al capital privado,
la continuidad de la obra social y el mantenimiento de las condiciones
laborales de los trabajadores y trabajadoras de las cajas [1].
Tres meses más tarde, el PNV y el
PP llegaban a un acuerdo para copar la casi totalidad de los puestos del Consejo
de Administración de Kutxabank, dejando fuera del mismo a Bildu y al PSOE [2],
y orientando la estrategia del nuevo banco hacia las inversiones especulativas:
compra de otras entidades bancarias, venta de acciones de empresas participadas
por las cajas al capital extranjero, etc.
Sobre esta cuestión hay que decir
que, aunque comprendamos la intención de la IA y de la coalición Bildu, al tratar de
“blindar” el carácter público del nuevo
banco en la perspectiva de garantizar un instrumento financiero sólido en manos
del gobierno autónomo vasco (independientemente de quien lo detentase), se debe
tener siempre muy presente que, bajo el
capitalismo, tanto la propiedad pública como la planificación, están
subordinadas a los intereses económicos y políticos de la clase dominante que,
en definitiva, consisten en reproducir las relaciones capitalistas de
producción y de explotación.
En definitiva, tanto la creación
de Kutxabank, como el anunciado proceso de fusión de Caja Laboral con Ipar
Kutxa, o la absorción del grupo Banca Cívica (del que forma parte Caja Navarra,
junto con Caja Canarias, Caja de Burgos y Cajasol) por parte de BanCaixa, no
son más que manifestaciones, en el ámbito de Hegoalde, de un proceso de concentración y centralización
del capital de mucha mayor amplitud y envergadura. Por eso, sería ilusorio
creer que los trabajadores y trabajadoras vayamos a tener alguna capacidad de
decisión en el mismo. Únicamente nos queda la posibilidad de desenmascarar este
tipo de maniobras financiero-especulativas y explicar al Pueblo Trabajador
Vasco que las mismas son una consecuencia directa de la reordenación del
sistema bancario, y tienen su origen en la profunda crisis que atraviesa el
capitalismo.
Sobre la fase actual
En los últimos meses estamos oyendo
decir, de forma reiterada, a distintos dirigentes de la IA que el proceso político
vasco se encuentra en una fase a la que definen como “revolución
democrático-nacional”, cuyo objetivo es el reconocimiento del “derecho a
decidir” que, una vez alcanzado, permita construir un Estado vasco
independiente.
¿Qué implicaciones tiene este
planteamiento?. Indudablemente muchas. Pero, las más importantes son:
a)
que
se disocia, conscientemente, la lucha de liberación nacional de la lucha por el
socialismo. Si la lucha democrático-nacional constituyese, en sí misma, una
revolución, tal como plantean, entonces el objetivo estratégico sería la
construcción de un Estado vasco cuyo carácter no sería socialista sino burgués.
En ese caso, la lucha por el socialismo quedaría relegada a un futuro muy
impreciso.
b)
además,
ese Estado, como también han afirmado en diversas ocasiones, estaría dentro de
Europa, es decir, habría de ser miembro de la Unión Europea. Si
esta pretensión se llevase a la práctica, el Estado vasco carecería de los
elementos fundamentales de intervención en materia económica (política fiscal,
monetaria, etc.) y estaría completamente atado de pies y manos para llevar a
cabo la nacionalización de las empresas que hoy son propiedad de la gran
burguesía y del capital financiero. En definitiva, se crearía una situación de independencia formal aunque no real, pues
sólo el socialismo garantizará verdaderamente la independencia del Estado
vasco.
El tiempo para llevar a cabo una
revolución democrática burguesa ya ha pasado. Si en el Estado español no se ha producido
este tipo de revolución, los problemas políticos que esta hubiera tenido que resolver
(como es el caso de la cuestión nacional y del reconocimiento del derecho a la autodeterminación) tendrán que ser abordados
y resueltos por la revolución socialista. Por tanto, en Euskal Herria, la
cuestión democrático-nacional ya no requiere (para su resolución) que se tenga
que llevar a cabo una revolución distinta de la Revolución Vasca.
Por eso, desde SUGARRA consideramos que los dos
aspectos de la
Revolución Vasca (el democrático-nacional y el socialista) no
se pueden separar, aunque en ciertas circunstancias puedan tener un desarrollo
desigual, no sincronizado.
También hay que tener en cuenta
que la situación de la economía española es extremadamente mala. Para hacernos
una idea, sólo algunos datos: Según un informe del Banco de España, de finales
de 2010, la deuda pública española ascendía en esas fechas a la cifra de
813.938 millones de euros (el 75% del PIB). Para 2015, se estima que se sitúe
en el 82% del PIB [3].
Esta situación nos obliga a
contemplar varias hipótesis: a) que la
UE tenga que efectuar un “rescate” del Estado español; b) que
éste se vea forzado a abandonar la moneda común; y c) que hasta se pudiera producir una ruptura de
la “zona euro”. Ninguna de estas hipótesis es descabellada, como se desprende
de un reciente estudio realizado conjuntamente por tres institutos europeos, el
Instituto de Macroeconomía y Estudios Coyunturales de Düseldorf (IMK), el
Instituto Austriaco de Estudios Económicos (WIFO) y el Observatorio Francés de la Coyuntura Económica
(OFCE), que vaticinan una creciente diferenciación entre los Estados con
economías más débiles y los más fuertes, dentro de la eurozona; al mismo tiempo
que advierten de las consecuencias negativas de las reformas que se están
llevando a cabo en el Estado español y en Italia [4].
Si cualquiera de ellas se hiciese
realidad; lo que, por las razones indicadas más arriba, no debemos descartar, se
agudizarían considerablemente las contradicciones internas del bloque de poder,
y algunas capas y sectores de la burguesía vasca (y posiblemente también de la
catalana), podrían llegar a considerar que la permanencia en el Estado español es
contraproducente (un lastre) para sus intereses. Llegado el caso, estos
sectores se podrían distanciar de la clase dominante dándole la espalda e
incluso enfrentándose a ella.
La burguesía media vasca forma
parte del bloque de poder y la capa superior de la pequeña burguesía constituye
una “clase de apoyo” al mismo. Por eso, el Pueblo Trabajador Vasco, con la
clase obrera a la cabeza, debe ser capaz de aprovechar estas contradicciones
para desarrollar una amplia política de acumulación de fuerzas que le permitan
avanzar hacia su (nuestro) objetivo estratégico fundamental, el Estado
Socialista Vasco.
¿Cómo podrían incorporarse estas
clases a una estrategia revolucionaria, de liberación nacional y de
transformación social, si sus intereses de clase no coinciden con los de la
clase obrera, ni con los del conjunto del Pueblo Trabajador Vasco? Ese es,
precisamente, el quid de la cuestión.
Para atraernos a estos sectores no
nos sirven los argumentos a favor del socialismo, sino sólo aquellos que les
pueden hacer sentir que hay algunos intereses comunes entre ellos y el Pueblo
Trabajador Vasco. Tal es el caso de una modificación del actual marco
jurídico-político, que podría ir desde una autonomía más amplia, pasando por
una relación federal o confederal con el Estado español, a la plena
independencia. En definitiva, un cambio político que pudiera beneficiarles.
Por otra parte, también hay que
tener en cuenta que cualquier
modificación sustancial del actual marco jurídico-político, contribuiría a
reforzar el carácter de Euskal Herria como marco nacional autónomo de lucha de
clases, y ello favorecería la estrategia revolucionaria. De ahí que, desde
un punto de vista táctico, debamos apoyar tanto la reivindicación de un marco
autonómico para los cuatro territorios de Hegoalde, como la exigencia de un
Departamento Vasco o la creación de una “colectividad territorial específica”
[5], para Iparralde. Y la agudización de la crisis económico-financiera podría
acelerar este proceso.
Los comunistas vascos hemos
apoyado siempre el derecho de nuestro pueblo a la autodeterminación. Esto
significa que si ese derecho llegase a serle reconocido, tendría la opción de
decidir libremente sobre el tipo de relación que desea mantener con el Estado
español y/o francés, lo que implica la posibilidad de que pueda optar por la
independencia, es decir, por la construcción de un Estado propio.
Si se diese esa situación, se nos
presentaría una disyuntiva, apoyar el
mantenimiento de la situación actual (la pertenencia al Estado español y/o
francés, con una mayor o menor autonomía, pero en definitiva, continuar bajo la
dependencia de un Estado burgués) o
apoyar la independencia, de toda o de una parte de Euskal Herria, abriendo
paso a la creación de un Estado vasco (que, en esas condiciones, todavía no
sería socialista, sino que también se trataría de un Estado burgués).
En ese caso, el criterio que
debiera guiarnos tendría que ser el de optar
por la solución que, en nuestra opinión, favoreciese mejor el desarrollo de un
proceso revolucionario. Nosotros consideramos que el continuar bajo la
dependencia del Estado español (dada la
extrema debilidad y el fraccionamiento de la izquierda revolucionaria y las
perspectivas de que esa situación se prolongue aún por bastante tiempo) no
contribuiría a acelerar el proceso revolucionario en éste. Sin embargo, la
independencia reforzaría el carácter de Euskal Herria como marco nacional
autónomo de lucha de clases y con ello, el proceso revolucionario vasco se
podría acelerar y nos encontraríamos en una mejor situación para contribuir al
desarrollo de la lucha revolucionaria en otros pueblos y naciones.
La izquierda abertzale
Desde SUGARRA venimos sosteniendo que la
izquierda abertzale es el sector más dinámico y combativo del pueblo vasco. Y
que, por su composición social, está formada por aquellos sectores, capas y
clases sociales que son, precisamente, los que pueden constituir la base social
de la Revolución
Vasca, es decir, el Pueblo Trabajador. Pueblo Trabajador del que
forman parte los trabajadores de la industria, del comercio, de la administración
pública, etc., los arrantzales y baseritarras, los y las estudiantes, las amas
de casa de familias trabajadoras, los trabajadores autónomos, los y las profesionales
liberales, intelectuales progresistas, etc., así como (al menos potencialmente)
la capa inferior de la pequeña burguesía y algunos sectores de su capa media.
En definitiva, un movimiento popular, amplio, plural e interclasista.
No obstante,
creemos conveniente diferenciar entre la izquierda abertzale como movimiento
popular y lo que es su estructura política organizativa (es decir, la antigua
HB, Batasuna o el proyecto de nuevo partido, SORTU, aún no legalizado), que se
autodenomina como Izquierda Abertzale. Precisamente, esta última estructura
organizativa, como reflejo del movimiento del que es expresión política,
también tiene un carácter interclasista.
También queremos
dejar bien claro que nuestra posición de
cara a la IA ha
consistido en respetar su debate interno y aceptar los resultados del mismo,
aunque no compartamos todos sus términos, y que nuestro apoyo se concreta en los siguientes aspectos:
a)
Reclamar
el reagrupamiento de todos los presos políticos vascos en EH, como paso previo
a la AMNISTÍA;
b)
apoyar
a las diversa coaliciones electorales que ha formado hasta ahora (BILDU y
AMAIUR), a pesar de su orientación pequeño burguesa, con objeto de evitar la
fragmentación de la base social de la
IA, y a pesar de que reconocemos que una coalición electoral
es un elemento de cohesión extremadamente débil, y
c)
exigir
la legalización de SORTU, como instrumento organizativo de la IA, como un derecho democrático
básico.
Lo cual no implica, en ningún momento, por nuestra parte,
un apoyo incondicional a la IA.
En ese sentido, creemos conveniente decir que en el cambio de
estrategia realizado por la IA
se manifiestan algunos aspectos contradictorios.
Por una parte, unos aspectos positivos, como haber
permitido la ruptura del aislamiento de la IA y el abrir nuevas posibilidades de trabajo
político y organizativo.
Por otra parte, otros aspectos negativos como el peligro
de que se puedan crear falsas ilusiones en amplios sectores del Pueblo Trabajador
Vasco, así como el que pueda producirse un desarme ideológico que lleve a la IA a caer en el
parlamentarismo; que se disocien los dos
aspectos, el nacional y el social, del proceso revolucionario vasco, así como
que se refuerce el componente ideológico nacionalista; que se pueda caer en un
gradualismo posibilista; etc. En definitiva, una serie de aspectos negativos
que podrían abocar a la IA
a integrarse en el sistema.
Teniendo en cuenta todos estos factores, consideramos que
los comunistas vascos debemos trabajar en el seno del movimiento popular de la
izquierda abertzale, en sus distintos organismos y movimientos sociales
(sindical, ecologista, juvenil, feminista, internacionalista, cultural, etc.)
aunque no en la estructura organizativa
política (partido) de la IA,
pues somos contrarios al “entrismo”.
Caminar “con los dos
pies”
Hemos dicho más arriba que la izquierda abertzale es el
sector más dinámico y combativo del pueblo vasco pero también hay que decir que
la izquierda abertzale no constituye
todo el movimiento popular vasco. Lo cierto es que también hay otros
sectores progresistas, soberanistas y de izquierda que, actualmente, no se
incluyen en el movimiento de la izquierda abertzale.
Nosotros consideramos que también debemos trabajar en
estos sectores, que no podemos abandonarlos a la influencia del reformismo, del
revisionismo y el chovinismo españolista. Se trata de sectores populares a los
que no se tiene muy en cuenta desde la
IA, pero que también son susceptibles de ganar para la causa
de la Revolución
Vasca. De ahí que nuestro planteamiento táctico-estratégico
también les incluya. Por eso, decimos que para
que una línea de masas sea correcta, debe basarse en el principio de “caminar
con los dos pies”. Uno, en la izquierda abertzale y el otro en el resto del
movimiento popular vasco.
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NOTAS:
1.- Diario GARA (13-09-2011).
2.- Diario GARA (04-01-2012).
3.- El Economista (10-04-2011).
4.- Diario GARA (30-03-2012).
5.-El pasado 1 de marzo, el
presidente francés Nicolas Sarkozy, que en su precampaña electoral hacía una
visita a la ciudad de Baiona, tras verse increpado por un grupo de personas,
hizo unas declaraciones en las que manifestó su disposición a estudiar el tema
de la posible creación de una “colectividad territorial” vasca.