¿Pueden los comunistas vascos y
catalanes, así como los del resto de naciones oprimidas por el Estado español,
sin renegar del internacionalismo proletario y sin caer en el seguidismo al
nacionalismo pequeñoburgués, además de defender el Derecho de Autodeterminación
para sus respectivas naciones, abogar por la creación de un Estado propio?
Evidentemente, si hiciésemos una
lectura superficial e irreflexiva de los textos de Lenin, diríamos tajantemente
que NO. Sin embargo, esta cuestión no es tan fácil de zanjar como parece.
En el transcurso de la Primera
Guerra Mundial, Lenin se replanteó algunas cuestiones relativas a la cuestión
nacional y al internacionalismo proletario. En este sentido, destacó la
multiplicidad y diversidad de experiencias nacionales que habría de
desarrollarse en el periodo de transición al socialismo.
Aunque tiempo atrás hubiese
mostrado cierta desconfianza y algunas reticencias sobre el hecho de que existiesen
diferentes realidades nacionales, en estos momentos no duda en admitir una
pluralidad de caminos que habrían de conducir al socialismo e, incluso, una
diversidad de formas de desarrollo de este último. Así, plantea:
“La misma diversidad se
manifestará también en el camino que recorrerá la humanidad desde el
imperialismo de hoy hasta la revolución socialista de mañana. Todas las naciones llegarán al socialismo,
esto es inevitable, pero no todas lo harán exactamente de la misma manera, cada
una contribuirá con algo propio, a tal o cual forma de democracia, a tal o cual
variedad de dictadura del proletariado, a tal o cual variación en el ritmo de
las transformaciones socialistas en los diferentes aspectos de la vida social.
No hay nada más primitivo desde el punto de vista de la teoría, o más ridículo
desde el de la práctica, que pintar, “en nombre del materialismo histórico,
este aspecto del futuro de un gris monótono”..… Pues el hecho es que nosotros no sabemos, ni podemos saber, qué numero de
naciones oprimidas necesitará en la práctica la separación para contribuir con
algo propio, a las diferentes formas de la democracia, a las diferentes formas
de transición al socialismo” [1].
Para Lenin, el proletariado
revolucionario debe estar en condiciones de aprovechar todas las motivaciones
existentes para impulsar la revolución. Y entre ellas está la opresión
nacional. En ese sentido dice que:
“En la
guerra actual, los estados mayores procuran diligentemente utilizar todo
movimiento nacional y revolucionario en el campo enemigo; los alemanes, la
sublevación irlandesa; los franceses, el movimiento checo, etc. Y desde su
punto de vista actúan muy acertadamente. No se toma en serio una guerra seria,
si no se aprovecha la menor debilidad del enemigo, si no se aprovecha cualquier
ventaja, tanto mas, cuando no se puede saber con anticipación en que momento,
donde y con cuanta fuerza estallara algún polvorín. Seriamos muy malos revolucionarios si en la gran guerra emancipadora
del proletariado por el socialismo no supiéramos aprovechar todo movimiento
popular contra cada una de las calamidades del imperialismo, para agudizar y
ampliar la crisis” [2].
En su debate con P. Kievsky (Y.
Pyatakov), en relación con la necesidad de aprovechar la posibilidad que nos
ofrecen las luchas de liberación nacional para avanzar hacia el socialismo,
incluso en la Europa desarrollada, Lenin dice que:
“En consecuencia, una vez que el autor reconoce la necesidad
de apoyar una insurrección de una nación oprimida (“resistir activamente”
la represión significa apoyar la insurrección), reconoce, también, que una insurrección nacional es progresista, que la
creación de un estado nuevo y separado, de nuevas fronteras, etc., como
resultado de una insurrección, triunfante, es progresista. ¡En ninguno de
sus argumentos políticos el autor es consecuente! La insurrección irlandesa del
año 1916, que tuvo lugar después de la publicación de nuestras tesis en el núm.
2 de Vorbote, demostró —dicho sea de paso— ¡qué no había sido inútil hablar de
la posibilidad de insurrecciones nacionales incluso en Europa!” [3].
En otra ocasión, refiriéndose esta
vez a la lucha que llevaban a cabo conjuntamente los bolcheviques y los
borotbistas ucranianos contra las fuerzas del reaccionario Denikin, lejos de
considerar a los últimos como “nacionalistas”, por el hecho de que abogasen por
la independencia de Ucrania, no dudó en calificarlos de comunistas. Pero veamos como lo planteaba Lenin:
“Mientras Ucrania no esté
completamente liberada de Denikin y hasta que se reúna el Congreso de los
Soviets de toda Ucrania, su gobierno es el Comité Revolucionario de toda
Ucrania. En este Comité Revolucionario, al lado de comunistas bolcheviques
ucranianos, trabajan como miembros del gobierno comunistas-borotbistas
ucranianos. Lo que distingue a los
borotbistas de los bolcheviques es, entre otras cosas, que aquellos defienden
la independencia absoluta de Ucrania. Los bolcheviques no hacen de esto objeto de divergencias, de
desunión, no ven en esto ningún
obstáculo para un trabajo solidario de los proletarios. Lo principal es que
haya unidad en la lucha contra el yugo del capital, por la dictadura del
proletariado, pues los comunistas no
deben tener divergencias por cuestión de fronteras nacionales o de las
relaciones federativas o de cualquier naturaleza entre los Estados” [4].
Aquí podemos ver, con toda
claridad, la actitud abierta de Lenin hacia aquellos revolucionarios [5] que,
con toda seguridad, hoy día hubiesen sido tildados de “nacionalistas pequeño
burgueses” por algunos de nuestros doctrinarios.
Es más, como podemos ver, en el
mismo texto Lenin resalta que la distinta posición que mantenían unos y otros
respecto a la cuestión de la independencia de Ucrania no podría ser considerada
“como objeto de divergencias” para un “trabajo solidario de los proletarios”
(nosotros diríamos que para mantener una alianza
estratégica entre ellos), como tampoco puede ni debe serlo cualquier otro
aspecto relativo a la cuestión de las posibles fronteras o al tipo de
relaciones que en el futuro pudieran llegar a establecerse entre los Estados.
De hecho, esas diferentes
posiciones que, en nuestro caso concreto, pudieran plantearse entre quienes (en
Euskal Herria, Catalunya o cualquiera de las otras naciones oprimidas por el
Estado burgués español) defendemos la necesidad de dotarnos de un Estado propio
y los comunistas de la nación opresora, no deben constituir un obstáculo para
que entre todos-as podamos llegar a establecer una férrea alianza estratégica para avanzar hacia la revolución socialista.
Una alianza que, en la práctica,
no tiene por qué suponer la supeditación de los comunistas de las naciones
dominadas a los de la nación dominante y que tampoco debe requerir que todos
ellos deban agruparse en un mismo y único partido.
Ahora bien, si desde el punto de vista
teórico no se puede considerar como “nacionalistas” a los comunistas de las
naciones oprimidas, por el mero hecho de que defiendan la necesidad de crear un
Estado propio, ya sea este independiente o continúe manteniendo algún tipo de
relación (federal, confederal, etc.) con el Estado español, ¿cómo podríamos
calificar al tipo de actitud que mantienen hacia la nación a la que pertenecen?
Durante mucho tiempo, se ha venido
estableciendo una falsa dicotomía entre “conciencia de clase” y “conciencia nacional”.
Se trataba de una separación metafísica entre dos formas de conciencia social.
Pero, actualmente ya estamos en condiciones de superarla. Dicha separación se
basaba únicamente en una concepción idealista de la nación, que nosotros hemos
de sustituir por otra materialista.
La primera forma de entender la
nación era considerarla como una especie de ente inmutable y eterno, situado al
margen y por encima de las personas y de las clases. La segunda, la
materialista, consiste en concebir la nación como un fenómeno histórico y, por
tanto, cambiante, que posee una base material.
Así, podemos decir que la
nación es un ámbito en el que se producen y reproducen tanto el capital como la
fuerza de trabajo, en el que se producen y reproducen las fuerzas productivas y
las relaciones de producción. Por
tanto, la nación es un ámbito en el que se producen y reproducen las clases
y la lucha de clases. Así entendida, la nación es un conjunto de
condiciones de producción [6].
La primera de esas formas da lugar a la ideología
nacionalista, ya sea ésta burguesa o pequeñoburguesa. La segunda, da lugar al
patriotismo, entendiendo
éste como una actitud [7], provocada por un sentimiento
[8] de amor a la patria, a la tierra que nos vio nacer. Lo que incluye: su
historia, la forma de vida de sus habitantes, su “forma de ser”, etc. Un
sentimiento profundamente arraigado en los pueblos, durante siglos y milenios.
El patriotismo no ha sido
provocado por ningún “espíritu nacional”, ni por ningún “alma racial”, como
suelen afirmar los sociólogos burgueses, en correspondencia con esa concepción
mística, idealista, de la nación. Al contrario, su origen hay que buscarlo en
las condiciones materiales de producción
(sociales, económicas y políticas) de las que hablábamos más arriba.
Por tanto, el patriotismo (al
igual que la nación) es un fenómeno histórico que tiene diferente contenido
dependiendo de la época histórico concreta. El patriotismo es un elemento de la conciencia social que ha alcanzado
una especial importancia en la época de ascenso del capitalismo, al formarse
las naciones y los estados nacionales.
A medida que se agudizó la lucha
de clases en el seno de cada nación, la burguesía se fue desenmascarando y
dejando ver con toda claridad que su pretendido patriotismo no era tal, sino
que lo único que le interesaba era la defensa de sus propios beneficios. Unos
intereses de clase que anteponía y sigue anteponiendo a los “intereses
nacionales” que dice defender.
Ese ha sido el punto en que el
patriotismo y el nacionalismo se han diferenciado con total claridad. Es por
ello que, sólo la clase obrera, el proletariado, es la clase que puede defender
verdaderamente los intereses nacionales. La única clase que puede tener una
conciencia nacional (patriótica), al ser la única capaz de llevar hasta sus
últimas consecuencias la transformación
de las condiciones nacionales de producción mediante la revolución socialista.
Lenin ya se refirió a ese
sentimiento nacional (patriótico) de la clase obrera rusa, en los siguientes
términos:
“¿Acaso el sentimiento de orgullo
nacional es ajeno a nosotros, proletarios políticamente conscientes gran rusos?
¡Claro que no! Amamos nuestro idioma y nuestra patria, nuestra labor tiene por
encima de todo el fin de elevar a sus masas trabajadoras (es decir, las nueve
décimas partes de su población) a la vida consciente de los demócratas y los
socialistas. Nada nos duele más que ver y sentir la violencia, la opresión y la
burla a que someten a nuestra hermosa patria los verdugos zaristas, los nobles
y los capitalistas” [9].
Aunque en base al Internacionalismo
proletario, los comunistas de las naciones oprimidas debamos oponernos con
todas nuestras fuerzas tanto al nacionalismo de la nación dominante como al de
la nación oprimida (especialmente al nacionalismo burgués), hemos de tener en cuenta que
el patriotismo revolucionario está indisolublemente unido al internacionalismo
proletario, inscribiendo la lucha por la liberación de su nación en una
perspectiva socialista.
NOTAS
NR.- Los subrayados de las citas en
letra negrita son nuestros.
1.- V. I. Lenin. “Una
caricatura del marxismo y el economismo imperialista”. Obras Completas. Tomo
XXIV, págs. 72 y 73. Editorial Akal. Madrid, 1977.
2.- V. I. Lenin. “Balance de una
discusión sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”. Obras
Competas. Tomo XXIII, pág. 478. Editorial Akal. Madrid 1977.
3.-V.
I. Lenin. “Una caricatura del marxismo y el economismo imperialista” (1916).
Obras Completas. Tomo XXIV, pág. 66. Editorial Akal. Madrid, 1977.
4.-
V. I, Lenin. “Carta a los obreros y campesinos de Ucrania a propósito de las
victorias sobre Denikin”. Obras Completas. Tomo XXXII. Págs. 280-288. Editorial
Akal. Madrid, 1978.
Este
folleto fue escrito el 28 de diciembre de 1919. Publicado el 4 de enero de 1920
en el núm. 3 de Pravda y en Izvestia, del CEC de toda Rusia, núm. 3.
5.-
Los borotbistas eran miembros de un
partido surgido en mayo de 1918 al escindirse el partido ucraniano de
socialistas-revolucionarios. Su nombre proviene del título de su órgano
central, el periódico Borotbá (La
Lucha). En marzo de 1919 adoptaron el nombre de Partido ucraniano de
socialistas-revolucionarios comunistas borotbistas, y en agosto del mismo año,
el de Partido Comunista Ucraniano Borotbista.
En
algunos sectores del partido bolchevique hubo recelos hacia los borotbistas,
debido a la presencia en dicho partido de elementos nacionalistas
pequeñoburgueses. Sin embargo, es conocida la posición de Lenin sobre los
mismos, como ya hemos visto más arriba.
Los
borotbistas se dirigieron en dos ocasiones al Comité Ejecutivo de la Komintern,
solicitando su admisión en la Internacional Comunista. Ésta, el 26 de febrero
de 1920 adoptó una resolución especial sobre esta cuestión, en la que se
proponía a los borotbistas que disolviesen su partido e ingresasen en el PC(b)
de Ucrania. La creciente influencia de los bolcheviques entre las masas
campesinas y los éxitos del Poder soviético en Ucrania obligaron a los
borotbistas a autodisolverse.
La
IV Conferencia del PC(b) de Ucrania, celebrada entre el 17 y el 23 de marzo de
1920, acordó admitir a los borotbistas en el Partido Comunista de Ucrania,
previa revisión de cada uno de los militantes que solicitasen el ingreso.
6.-
Ver: “Sobre el ámbito organizativo del partido”. SUGARRA (07-04-2011).
7.-
Entendiendo por tal, una manera de estar alguien dispuesto a comportarse o a
obrar.
8.-
Con este término, hacemos alusión a un estado de ánimo o disposición emocional
hacia una cosa, un hecho o una persona. En este caso, nos referimos a la
“patria”.
9.-
V. I. Lenin. “El orgullo nacional de los
gran rusos”. Obras Completas. Tomo XXII, pág. 197. Editorial Akal. Madrid, 1977.