En los últimos
años estamos asistiendo a una proliferación de propuestas socioeconómicas que,
según sus defensores, constituyen la “alternativa” a la economía capitalista.
Así, por ejemplo, nos encontramos con un abanico de sugerencias tan variopintas
como la de una banca “ética”, una economía “feminista”, un consumo
“responsable”, la “soberanía alimentaria”, el comercio “justo”, etc., etc.
Entre los días 19
y 20 de octubre del pasado año, se celebró en Vitoria-Gasteiz el “Congreso ENLAZANDO MIRADAS. Propuestas feministas de
consumo responsable y economía social y solidaria”, organizado por SETEM Hego Haizea, en el que sus
propios-as organizadores-as definían así sus objetivos:
“Aspiramos (y nos
esforzamos para conseguirlo) a relacionarnos, organizarnos y a trabajar
internamente en coherencia con el modelo político que defendemos, especialmente
en lo relativo a una gestión horizontal y no patriarcal de personas y a un
consumo organizativo crítico, responsable y transformador.
¿Qué entendemos por
consumo organizativo crítico, responsable y transformador? Es una apuesta en
nuestro consumo como organización de bienes y servicios por lo local, el
comercio justo, lo ecológico, las finanzas éticas, la economía social y
solidaria, el mercado social, las energías renovables, el transporte público,
el consumo contenido, la reutilización...” [1].
Curiosamente, en
ningún momento realizan un análisis de cómo se generan las desigualdades a las
que, según dicen, se oponen. Ni tampoco de la economía que, supuestamente, pretenden
transformar. Y es que, para ello, tendrían que profundizar en el análisis de la
economía capitalista, del mecanismo de explotación, mediante el cual, la
burguesía se apropia de la plusvalía producida por las obreras y obreros.
Tendrían que
referirse a las relaciones de producción capitalistas y al papel que juega la
propiedad privada de los medios de producción en la diferenciación entre las
clases sociales. También tendrían que hablar de cómo se produce la acumulación
de capital, etc., etc. Y eso, es mucho pedir cuando lo que realmente se pretende es realizar una maniobra de “diversión”,
de desorientación ideológica y política, para desviar la atención de la
clase obrera de su objetivo principal que no es ni puede ser otro que la
expropiación de los explotadores y la apropiación colectiva (socialización) de
los medios de producción, así como la puesta en práctica de una economía
socialista planificada.
La propuesta de
la economía “social y solidaria” no es nueva. Desde hace casi cuatro décadas se ha venido difundiendo por América
Latina, encontrando especial eco en países como Argentina, Brasil, Ecuador o
Bolivia. Pero lo que resulta paradójico es que en los propios países
capitalistas desarrollados, en el seno de las instituciones de la UE, también
está encontrando un terreno propicio para su difusión. Según la publicación “El
portal de la Economía solidaria” (10-10-2017):
“El Parlamento
Europeo y la Comisión coinciden en la importancia y el auge que está
adquiriendo la Economía Social, como empresas de éxito para construir una Unión
Europea más próspera y social. Esta afirmación se constató en la respuesta a la
pregunta oral que la Eurocámara hizo a la Comisión y que fue respondida por la
comisaria de Justicia, Consumidores e Igualdad de Género y formulada por el Copresidente
del Intergrupo de Economía Social del Parlamento Europeo, Jens Nilsson.
El Parlamento
Europeo y la Comisión coincidieron en Estrasburgo en la importancia y el auge
que está adquiriendo la Economía Social, como empresas de éxito para construir
una Unión Europea más próspera y social” [2].
Por otra parte, el
pasado 9 de noviembre se celebró en el Parlamento Europeo el II Foro Sobre
Economía Social (European Forum on Social and Solidarity Economy) organizado
por el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde
Nórdica (GUE-NGL) y las redes europeas de “economía social y solidaria”
(RIPESS, Cooperatives Europe, EUSIE, REVES, CECOP-CICOPA EUROPE, SOCIAL ECONOMY
EUROPE). Foro en el que jugó un destacado papel el europarlamentario Josu
Juaristi [3]. Sobre la celebración de dicho Foro, la red REAS Euskadi manifestó
lo siguiente:
Organizado por el grupo de
la izquierda del Parlamento Europeo, GUE/NGL, se celebró este jueves el segundo
Foro sobre Economía Social y Transformadora en Bruselas, en el que mostraron su
trabajo diversos agentes de Euskal Herria.
El diputado europeo de EH
Bildu, Josu Juaristi, que participó activamente en la organización del foro, señaló
que se trata de un sector “totalmente estratégico”. Explicó que en estos
últimos meses han trabajado junto con agentes tanto de Euskal Herria como de
toda Europa y que estas jornadas son reflejo de ello. Considera que “es
imprescindible crear sinergias y hacer hincapié en la existencia de
alternativas al modelo actual” [4].
Resulta, cuando
menos, significativo que un gran consorcio capitalista como es la UE tenga
interés en potenciar la “economía social y solidaria”. ¿Será, acaso, porque
representa verdaderamente una alternativa al capitalismo?
Lo cierto es que,
independientemente de las muy loables intenciones que puedan tener sus
defensores, la “economía social solidaria” juega un papel en el proceso de acumulación
y valorización del capital que es necesario resaltar. Según apunta José Gabriel
Giavedoni, en la revista Trabajo y Sociedad:
“La economía social
y solidaria ha reaparecido en las últimas décadas, mayormente producto de las
crisis sociales que han azotado a las sociedades. Las transformaciones
socio-productivas que se han dado a partir de la década del ´70 del siglo
pasado, tuvieron como efecto una creciente marginalidad social. En el marco de
la desestructuración del modelo taylorista-fordista, se ha producido un
permanente proceso de expulsión de mano de obra, con una marcada precarización
e informalidad en el trabajo.…. Este proceso dio lugar al despliegue de un
conjunto de estrategias de supervivencia entre las cuales se encuentran las
experiencias de economía social y solidaria: asociativismo, cooperativas de
trabajadores, trueque, moneda social, economías comunitarias y familiares,
microcréditos, etc.” [5].
Aunque debamos
reconocer que las distintas experiencias de “economía social” pueden jugar un
papel relativamente importante a la hora de atenuar los efectos más graves y
sangrantes de la actuación ciega de las leyes del mercado capitalista, sobre
todo en los periodos de crisis económicas, permitiendo la incorporación de
hombres y mujeres expulsados del “mercado de trabajo” a una actividad
productiva, y debido a ello seamos conscientes de las esperanzas y expectativas
que amplios sectores populares mantienen por las mismas, es necesario por en
claro el papel objetivo que dichas experiencias y actividades juegan en el
marco del proceso de acumulación de capital.
Según sostiene
Giavedoni:
“uno de
los temas que mayor inquietud nos provoca, es reconocer si las experiencias de
economía social son uno de los modos de reproducción de la mano de obra sin
costo para el capital” [6]…
“… las formas de trabajo
domiciliario permitían descargar al capital de los gastos de mantenimiento y
reproducción del trabajo. Manteniendo al trabajador en el espacio doméstico y
familiar, es posible lograr una doble economía de gastos de mano de obra” [7].
Esto
puede ocurrir cuando la llamada “economía social” tiene como uno de sus ámbitos
de desarrollo el espacio doméstico, lo que puede permitir al trabajador o trabajadora aprovechar la ayuda del resto de
los miembros de su familia en dicha actividad. Pero esto también puede ser
aprovechado por los capitalistas que con un solo salario compran la fuerza de
trabajo de todos ellos. De esta manera, la totalidad del trabajo producido por
todos los miembros de la familia es remunerada con único salario [8].
Por
otra parte, el trabajador o trabajadora que posee una vivienda o una pequeña
parcela de terreno o que, mediante el uso del “trueque” puede asegurarse la
obtención de una parte, mayor o menor, de los medios de subsistencia que
necesita para reproducir su fuerza de trabajo, evita así que un porcentaje,
mayor o menor, de la reproducción de ésta pase por la forma monetaria del
salario. Con lo cual contribuye a reducir el costo de producción del capital al
estar garantizada, al menos parcialmente, la reproducción de la fuerza de
trabajo por la unidad familiar.
Además,
así también se reduce el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de la
fuerza de trabajo al garantizar que sean los propios trabajadores y/o
trabajadoras quienes reproduzcan (total o parcialmente) su fuerza de trabajo
por medio de empresas familiares u otros tipos de organización económica
(popular, comunitaria, etc.). De ahí que en numerosos países sea el propio
Banco Mundial quien fomente y financie este tipo de empresas sociales o que la
misma Unión Europea muestre su interés en la “economía social y solidaria”.
NOTAS
3.-
EH Bildu forma parte de este grupo parlamentario, junto con PODEMOS e IU, al
igual que el Sinn Féin y Die Linke.
4.-
Ver: Portal de Economía Solidaria (15-11-2017).
5.-
Ver: Trabajo y Sociedad. Nº 25. Pág. 195
y sigs. Santiago del Estero
(Argentina), 2015.
6.- Idem.
7.- Idem.
8.- Ver: “Benjamín Coriat “El
taller y el cronómetro. Ensayo sobre el taylorismo, el fordismo y la producción
en masa”. Pág. 73. Editorial Siglo XXI. México, 2008.