En primer
lugar, queremos hacer un reconocimiento de la heroica lucha del pueblo de
Catalunya por sus derechos democráticos y nacionales, por la independencia y
contra la represión desatada contra él por el Estado reaccionario burgués
español.
Una lucha
que nos ha mostrado numerosas escenas de abnegación, de organización y de
ingenio, a la hora de afrontar los mil y un riesgos y dificultades que han
tenido que ir superando, día a día, para seguir avanzando en el proceso hacia
su liberación nacional, que aún está lejos de haber logrado sus ansiados
objetivos.
El
movimiento nacional catalán ha dado suficientes pruebas de su carácter
profundamente democrático, al mismo tiempo que ha servido y está sirviendo para
poner en evidencia y desenmascarar las posturas chauvinistas gran-españolas de
las distintas variantes del reformismo socialdemócrata, desde el PSOE al
“radical” Podemos, pasando por IU.
Pero no
solamente esto sino que también ha contribuido a desenmascarar las posiciones
chauvinistas vergonzantes de una llamada “izquierda revolucionaria” que
alejándose por completo de las posturas leninistas de defensa del derecho de
autodeterminación de las naciones oprimidas, no ha dudado en identificar al
movimiento nacional catalán con el nacionalismo burgués mientras llamaba al
“voto en blanco”, a la “abstención” o incluso al “boicot” del referéndum del
1-O, haciendo así claramente el juego a las fuerzas represivas del Estado
burgués español, que por todos los medios trataron de impedir que llegase a
realizarse.
Aquí
convendría introducir una pequeña reflexión sobre la postura leninista de cara
a la independencia unilateral de Noruega respecto a Suecia, que no dudó en
apoyar y poner como ejemplo, aunque el resultado de la misma no fue la creación
de ningún Estado socialista sino de una monarquía constitucional.
En segundo
lugar, hay que decir que este proceso, aunque ha contado con una amplísima
participación del pueblo trabajador, ha estado dirigido por partidos burgueses
como el PDCat o pequeñoburgueses como ERC, o un sector de izquierda reformista radical, como
las CUP; poniendo claramente en evidencia la falta de un partido comunista
catalán revolucionario. Una dirección burguesa o pequeño burguesa que ha dado
lugar a no pocas vacilaciones, titubeos e inconsecuencias que, por otra parte,
en nada desmerecen la grandeza del amplísimo movimiento popular y de sus
efectos sobre la crisis política del Estado burgués español, contribuyendo en
buena medida a agudizarla y profundizarla.
En tercer
lugar, hay que destacar que el proceso catalán ha puesto en evidencia que el
Estado español es irreformable, por mucho que se empeñen en hacérnoslo creer
así los partidos del régimen del 78, a los que se ha venido a sumar Podemos con
su constante lloriqueo en favor de un “referéndum pactado” que bien sabe que no
se va a conseguir nunca, aunque creen que con ello disimulan su complicidad con
la clase dominante española.
Por
último, la represión desatada por el Estado español contra el legítimo gobierno
de la Generalitat, a raíz de la declaración unilateral de independencia y la
connivencia que han mostrado con ella el conjunto de los Estados miembros de la
UE, no hace sino desenmascarar por completo su farisaica postura sobre el reconocimiento
de los derechos de los pueblos, poniendo en evidencia el distinto rasero con
que se contempla la situación catalana, en comparación con el apoyo unas veces
abierto y otras encubierto, a la desmembración de la antigua Yugoslavia y más
en concreto a la independencia de Kosovo el 17 de febrero de 2008.