“El marxismo no es un dogma, sino
una guía para la
acción”. F. Engels
El marxismo es un instrumento teórico revolucionario que
nos permite conocer la sociedad para así poder transformarla. Por eso, el
marxismo ha sido siempre objeto de feroces ataques por parte de todos los
ideólogos, apologistas y defensores de la sociedad de clases y del sistema
social, económico y político en que esta encuentra su apoyo y fundamento, el
capitalismo.
Por eso también siempre ha habido quienes, desde las
propias filas revolucionarias, de una u otra forma, han tratado de desvirtuarlo
y de desnaturalizarlo, de privarlo de sus rasgos más característicos y
esenciales, tratando de convertirlo en una
teoría inservible para su función primordial la de servir de instrumento
para la transformación social, para la revolución. En esto es en lo que ha
consistido y consiste el revisionismo.
Los revisionistas antiguos, de finales del siglo XIX y
principios del XX (Bernstein, Croce,
Sorel, Struve y, posteriormente, Kautsky) hicieron especial hincapié en algunos
temas que hoy día aún continúan siendo objeto de controversia. Especialmente,
se centraron en la defensa de la vía pacífica y gradual al socialismo
(reformismo y economismo), de la democracia burguesa (electoralismo y
parlamentarismo), así como en la negación de la necesidad de la destrucción del
Estado burgués y de la implantación de la dictadura del proletariado [1]. Los
marxistas revolucionarios, con Lenin y Rosa Luxemburgo a la cabeza, combatieron
ideológicamente a estos tránsfugas en el seno de la Segunda Internacional.
Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XX, cuando
ya había finalizado la
Segunda Guerra Mundial y el socialismo se había implantado en
una serie de países de Europa y Asia, volvió a surgir el revisionismo. Esta vez
en el seno del Movimiento Comunista Internacional [2].
El revisionismo
constituye lo que se ha llamado oportunismo
de derecha. Pero, también existe otra variante del oportunismo, que es la
que se presenta con un aspecto, con una fraseología, con una apariencia de
“izquierda” y “ultrarevolucionaria”. Nos referimos al dogmatismo.
Quienes adoptan esta postura, no tienen en cuenta la
realidad, ni el momento, ni el lugar, ni las condiciones concretas (objetivas
y/o subjetivas). Se limitan a repetir fórmulas del pasado, sin ninguna otra
consideración. El dogmatismo ignora el contexto. No tiene en cuenta los cambios
sociales, económicos, políticos y culturales.
Trata de aplicar en una sociedad de capitalismo
desarrollado las mismas tácticas que en países donde éste se encontraba aún en
sus inicios. Como si la Euskal Herria del
siglo XXI fuese igual, tuviese los mismos problemas, que la Rusia de 1917 o la China de 1949.
El Materialismo Dialéctico nos enseña que tanto en la
sociedad como en la naturaleza, todo permanece en movimiento, todo cambia, se
transforma. Sin embargo, para el dogmatismo es como si todo permaneciese
inalterable. El dogmatismo no es
materialista, sino idealista. Se
basa en el subjetivismo. El dogmatismo no
es dialéctico, sino metafísico.
Aunque hable de la dialéctica, no comprende su significado. No entiende su
esencia, la contradicción, la unidad y lucha de contrarios.
Sobre la metafísica, decía Mao que:
“La concepción metafísica del
mundo, o concepción del mundo del evolucionismo vulgar, ve las cosas como
aisladas, estáticas y unilaterales. Considera todas las cosas del universo,
sus formas y sus especies, como eternamente aisladas unas de otras y eternamente
inmutables. Si reconoce los cambios, los considera sólo como aumento o
disminución cuantitativos o como simple desplazamiento. Además, para ella, la
causa de tal aumento, disminución o desplazamiento no está dentro de las cosas
mismas, sino fuera de ellas, es decir, en el impulso de fuerzas externas.” [3].
El dogmatismo no comprende la relación dialéctica
(contradicción) entre la teoría y la práctica. Por ello, se opone a cualquier intento de actualizar el marxismo. Para los
dogmáticos, todo está ya dicho.
Cualquier problema se puede abordar acudiendo a las obras de los “clásicos”. En
ellas se encuentran “recetas” para todo. Da igual cual sea la situación
concreta con que nos enfrentemos. Para ellos, es lo mismo el capitalismo
industrial de finales del siglo XIX y principios del XX, que
el capitalismo financiero y parasitario de nuestros días.
La incomprensión de la dialéctica que caracteriza al
dogmatismo lleva a que, en el seno de aquellos partidos u organizaciones
comunistas que incurren en él, no se aplique correctamente la crítica y la
autocrítica para resolver las contradicciones internas.
Así, la lucha ideológica, por otra parte tan necesaria, se
convierte en una actividad de “búsqueda de culpables” y de “caza de brujas”. La
crítica y la autocrítica son sustituidas por las acusaciones, por los anatemas
y las condenas (empleando un lenguaje religioso, las “excomuniones”). En vez de
tratar de corregir los errores, parafraseando a Mao, de “tratar la enfermedad
para salvar al paciente”, en realidad de lo que se trata de lograr es su muerte.
De esta manera, las contradicciones no antagónicas,
tratadas con métodos erróneos (burocráticos y autoritarios), se transforman en
contradicciones antagónicas e irreconciliables. En definitiva, el dogmatismo sólo favorece el
fraccionalismo y la escisión en los partidos y organizaciones comunistas.
El dogmatismo también va asociado, con mucha frecuencia,
al sectarismo. Generalmente, sólo presta atención a las diferencias, a lo que
favorece la separación, el distanciamiento; mientras que no presta atención a
aquello que puede contribuir al acercamiento, a la colaboración, a la unidad.
El dogmatismo obstaculiza y/o impide la realización de acuerdos o el
establecimiento de alianzas entre los comunistas y otras fuerzas obreras o
populares. Con ello, el dogmatismo
dificulta el que la clase obrera pueda llegar a desempeñar su labor dirigente,
aislando al proletariado revolucionario de otros sectores avanzados o
relativamente avanzados de las masas.
Por otra parte, el dogmatismo distorsiona la realidad e
impide aprender de la propia experiencia del movimiento obrero, de sus
aciertos y de sus errores. Precisamente por basarse en la metafísica, el
dogmatismo es incapaz de sacar conclusiones del retroceso histórico sufrido por
el proletariado internacional. Así, por ejemplo, sobre una cuestión tan
importante como es la de la restauración del capitalismo en los antiguos países
socialistas, sin efectuar el menor análisis, no duda en atribuirla a “golpes de
Estado” o a la influencia de agentes externos.
Como decía Mao, en el texto citado
más arriba:
“De manera simplista, tratan de
encontrar las causas del desarrollo de las cosas fuera de ellas mismas, y
rechazan la tesis de la dialéctica materialista según la cual el desarrollo de
las cosas se debe a sus contradicciones internas.” [4]
.
Para finalizar, hay que decir que el dogmatismo, con su “purismo” y su “ortodoxia”
tiene un efecto similar al del revisionismo ya que, al convertir al
marxismo en una teoría fosilizada y muerta, la hace inservible para desempeñar
su función, la transformación revolucionaria de la sociedad.
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NOTAS
1.- Sobre el primer revisionismo, ver: Bo Gustafsson.
“Marxismo y revisionismo”. Ediciones Grijalbo. Barcelona, 1975.
2.- Sobre el revisionismo moderno, ver: “Polémica acerca
de la Línea General
del Movimiento Comunista Internacional”. Ediciones en Lenguas Extranjeras.
Pekín, 1965. Publicado en SUGARRA
(Sección: Otros documentos marxistas).
3.- Mao Tse-Tung. “Sobre la contradicción”. O.E. Tomo I.
Editorial Fundamentos. Madrid, 1974. Pág. 334 (el subrayado es nuestro).
4.- Idem. Pág 335 (el subrayado es nuestro).